La divina caridad no se contenta con quitar todo lo que sirve de obstáculo al ejercicio de su imperio en los corazones, sino que quiere verse rodeada del real cortejo de todas las virtudes, a fin de que éstas, como fieles siervas, la presten su más activo concurso en la santificación de las almas.
El principal fruto del amor divino debe ser, por consiguiente, la práctica de las virtudes, sobre todo la de este amor.
1.-El amor al Sagrado Corazón debe ser práctico y activo; Su divisa es la del Espíritu amado. Hijitos míos, no nos contentemos con amar de palabra y de boca, sino hagámoslo de obra y de verdad.
“Me pedís alguna corta oración para demostrar vuestro amor al Sagrado Corazón de nuestro amable Salvador, respondía Santa Margarita a una de sus Hermanas; en cuanto a mí, no se ni hallo otro mejor que este mismo amor, porque todo habla cuando se ama; hasta las mayores ocupaciones son pruebas de nuestro amor. Amad, pues, como dice San Agustín, y haced lo que queráis.”
“Como el amor quiere algo en retorno, decía a las novicias, y no quiere otra cosa que este mismo amor, Dios lo ha grabado en nuestros corazones para que se le devolvamos según su deseo; es menester, pues, que este mismo amor grave, en cambio, el nombre de nuestro Amado en nuestros corazones.”
2._El amor al Sagrado Corazón debe estar unido al temor filial, no solamente en los principiantes, sino también en las almas de virtud más firme, “porque, como dice Santa Margarita, en esta vida mortal siempre hay que temer”.
Escribía a una novicia: “creo que es efecto de grandísimo amor de Nuestro Señor a vos ese temor que os da, porque viendo que su amor no es bastante poderoso para que practiquéis el bien y evitéis el mal, mezcla el temor con el amor, a fin de que los dos reunidos os obliguen a hacer lo que Él desea de vos. Tener siempre un temor amorosamente filial que os haga practicar el bien y evitar el mal; desechar todo otro temor porque es del espíritu de las tinieblas, y hacer que el amor destierre poco a poco este temor.”
En efecto, el excesivo temor no puede unirse con el amor perfecto, que pide la libertad de hijos y el entusiasmo espontáneo del corazón.
3._El amor al Sagrado Corazón debe ser libre.
Decía a Santa Margarita sobre esto:
“El humilde Corazón de Jesús quiere ser amado sin violencia, con libre y amorosa voluntad”
¡Dichosas las almas que se acercan a este divino Corazón, no por temor a los castigos reservados a los que rehúsan amarle, ni por esperanza de los favores prometidos a los que le aman, sino únicamente por motivo de amor sin ninguna consideración de interés personal!
4._El amor al Sagrado Corazón de Jesús debe ser desinteresado en cuanto a los dones divinos en esta vida.
“El puro amor ama sin intereses. El alma que quiere ser toda de Dios, no se apega más que a Él; renuncia a todo propio interés, no mirando más que a Dios, que vale más que todos sus dones. El don de su puro amor excede a todo los demás; es el único que debe dominarnos y hacernos trabajar y sufrir.”
Este desprendimiento, para que sea perfecto, no sólo debe referirse a los bienes de este mundo, sino que es preciso se extienda también a los favores espirituales y a las gracias divinas.
Habiendo negado la Santa Sede, en 1688, algunos privilegios solicitados para la devoción al Sagrado Corazón, y estando la Santa vivamente desconsolada, nuestro Señor le dijo para consolarla:
“ ¿Por qué te afliges por lo que será para mi mayor gloria? . Pues al presente se inclinan a honrarme y amarme sin otro apoyo que el mismo amor, y esto me agrada mucho; pero, como este ardor podrá resfiarse lo que será muy sensible a mi divino Corazón, que siendo el horno ardiente del puro amor, no lo podría sufrir, entonces reanimaré este fuego en todos los corazones con todos esos privilegios y con otros muchos mayores todavía.”
“Las gracias y favores que recibo de la liberal bondad de mi Soberano son muy grandes” ( escribía a la Madre de Saumaise ) ; pero confieso sinceramente que le amo más a Él que a sus dones, y que me ocupo más de Él que de sus beneficios. Me he sentido siempre inclinada a amar a mi Soberano Señor por el amor de si mismo. No queriendo ni deseando sino a Él solo; jamás me he apegado a sus dones por grandes que fuesen respecto a mí. El Dador vale más que todos sus dones, y mi corazón no puede amar más que a este divino Maestro, ni apegarse más que a Él mismo. Todo lo demás es nada, y muy a menudo sólo sirve para impedir la pureza del amor y hacer un hueco entre el alma y su Amado, que quiere ser amado sin mezcla ni interés. No estimo sus dones sino en Él mismo y porque vienen de Él; en ellos me fijo lo menos que puedo, procurando olvidarlo todo para no acordarme más que de Él, fuera del cual todo lo demás lo tengo por nada.”
¡Ah, que grato es amar al Sagrado Corazón únicamente por amor de Él mismo! Amémosle sin gusto, sin placer ni sentimiento; en el dolor y en el desconsuelo, Lo mismo que en el goce de los consuelos. De ninguna manera nos apeguemos a las dulzuras espirituales, porque esto apenas dura, sino busquemos a Dios por la fe y pensemos, que no merece menos nuestro amor cuando nos aflige, que cuando nos consuela. Si nos da dulzuras hemos de pensar que es para disponernos a beber algunas gotas de su cáliz, por medio de la mortificación o de otro modo. “
El desprendimiento debe entenderse todavía más allá; para que sea perfecto debe traspasar los límites de este mundo y practicarse pero con cierta medida, en cuanto a los mismos bienes eternos.
5._El amor del Sagrado Corazón pide el desprendimiento de los dones de gloria, y el contentarse con ocupar en el cielo el lugar que Dios nos haya destinado.
Santa Margarita llevó este espíritu de desprendimiento al grado más perfecto que se puede alcanzar. “No sé si me engaño, decía un día; pero me parece que mi mayor placer sería amar a mi amable Salvador con Amor tan abrasado como el de los serafines; y no me disgustaría, me parece, que fuera en el mismo infierno donde le amase de esta suerte. Este pensamiento que tengo de que hay un lugar en el mundo donde por toda la eternidad infinito número de almas rescatadas con la sangre preciosa de Jesucristo no han de amar a este amable Redentor; este pensamiento, digo, me aflige algunas veces hasta el exceso. Yo quisiera, ¡oh, mi divino Salvador!, si esa fuera vuestra voluntad, sufrir todos los tormentos del infierno, con tal que os amase allí tanto como hubieran podido amaros en el cielo todos los desgraciados que sufrirán siempre y no os amarán jamás. Pues que, ¿es razonable que haya un lugar en el mundo donde durante la eternidad Jesucristo no sea amado?”
6._El amor al sagrado corazón debe ser humilde y anonadado.
Sobre la humildad, dice la Santa:
“El Sagrado Corazón de nuestro Señor Jesucristo quiere ante todo que seamos humildes de corazón. Quiere que nos tengamos en poco y miremos como pequeños, con el fin de que crezcamos ante Él. Quiere que seamos sordos a los razonamientos del amor propio, porque este sirve de gran obstáculo al puro amor.”
“Hemos de procurar con todas nuestras fuerzas entrar en este Corazón adorable, haciéndonos muy pequeños por la humilde confesión de nuestra nada, en la cual hemos de estar siempre abismados. Tomemos por divisa: amor, olvido y anonadamiento en nuestro corazón.”