- El amor al Sagrado Corazón debe ser obediente y sumiso a las criaturas.
El alma que ama verdaderamente a nuestro Señor, no contenta de obedecer “a aquellos que están revestidos de autoridad divina, se somete a toda criatura por amor de su Dios”. Junto con la Santa ha tomado esa alma por divisa: “¡Que todo se someta, que todo obedezca al amor divino!”. Ella considera las criaturas como mensajeras sólo del divino amor, las cuales, por sus mandatos, por sus deseos y algunas veces por sus injustos o insensatos caprichos, le manifiestan la voluntad del Corazón de Jesús.
Entre las resistencias y contradicciones que sufre por parte de aquellos que la rodean, canta con la Beata:
Cuanto más resistencia hallare,
De mi amor más enciende la llama.
Y aunque todos me afligen sin tregua,
No podrán arrancarlo de mi alma.
Que el dolor, cuanto más le tortura,
De Jesús, más me junta la llagas.
Esta alma puede responder a los que le manifiesten cualesquiera deseos, lo que la Sierva de Dios contestaba a una pregunta del Padre Croiset: “tendré la dicha de obedeceros contestando sencillamente y con franqueza, porque así lo quiere el puro amor. “
Pero ante todo, esta alma se aplica a conformarse con los deseos del Corazón de nuestro divino Maestro.
- El amor al Corazón de Jesús debe ser dócil a las inspiraciones de la gracia.
El divino amor, no solamente nos dice: cumplid los mandamientos, sino que añade: seguid los consejos; escuchar los llamamientos que por su gracia os hace vuestro Dios. Todas las enseñanzas de la Santa sobre las resistencias a la gracia, se pueden compendiar en estas líneas dirigidas al Padre Croiset :
“no dejaré de ofrecer la Santa Comunión por las intenciones de las personas que me habéis recomendado y presentar al divino Corazón a ese buen Padre amigo vuestro, el cual, como pienso, se hace asimismo un gran perjuicio, desde el punto que disputa su corazón a Aquel que le ha criado para su amor y que tan gran deseo tiene de poseerle en absoluto y hacerse su dueño para comunicarle abundantemente sus gracias. Pero no me toca a mi decir todo lo que nuestro Señor desea de Él; yo suplicarre a su bondad que se lo haga conocer”.
- El amor al Sagrado Corazón de Jesús debe ser perseverante.
Algunos días de duración no le basta; la vida misma de este mundo es demasiado corta; le es necesaria la eternidad. Esta perseverancia exige, empero, gran generosidad y ánimo invencible.
“Aunque nos cueste, dice la Santa, perseveremos en amar a este Corazón Sagrado para devolverle algo a cambio del tierno amor con que nos ama y por el cual quiere que vivamos; pues todavía nos reserva otras liberalidades además de las que ya nos ha hecho. Acordemonos que le hemos hecho muchas promesas; ahora bien, él no puede ser engañado. Ha de haber constancia inviolable para ponerlas en práctica y para trabajar en nuestra salvación sin cansarnos, ya que, como sabemos, la corona de la gloria no será dada más que a los vencedores que hayan perseverado hasta el fin. Ruego a nuestro divino Maestro que nosotros seamos de ese número.”
También escribía la Santa a la hermana de la Bargue:
“Si nuestra carta os ha dado en que entender, mi amadísima Hermana, la vuestra me ha proporcionado mucho consuelo y gran motivo de bendecir al Señor que os ha hecho tomar por tan buen partido para triunfar con su brazo. Espero que no se os negará esa gracia y tanto más que vuestra carta me ha confirmado más aún de que es el Señor mismo quien nos da esa tarea, y no yo. Pero no nos hemos de detener aquí; la obra aún está sin terminar: hay que proseguirla hasta el fin, sin cansarnos y desanimarnos por la molestia que este trabajo os ocasione, puesto que es para gloria de Dios y santificación de vuestra alma.”
- El amor al Sagrado Corazón debe ser continuo y sin interrupción
El alma inflamada en el amor del Corazón de Jesús no puede contentarse con consagrar a este amor solas las circunstancias importantes de su vida; aspira a transformar cada uno de los latidos de su corazón, cada una de sus menores acciones, en otros tantos actos de esta divina caridad.
Escribía la Santa algunos meses antes de morir a varias personas consagradas: “Mucho me consoláis al hablarme del puro amor. Él sólo basta, más me parece que no tendremos nunca bastante tiempo para amar al adorable Corazón de Jesús, único objeto de nuestro amor. Ruego al divino Esposo de nuestras almas, ya que nos ha formado únicamente para amarle, sea Él para siempre nuestro amor y nuestro todo; que todo lo consuma en su puro amor, a fin de que no cesemos ni un momento de amarle. Seamos siempre todas suyas, y dejémosle que nos abrase y consuma en sus puras llamas, con las cuales le suplico nos transforme del todo en Él. Pidamos al Sagrado Corazón vivir y morir en su amor. “
- El amor al Sagrado Corazón debe ser fiel.
La fidelidad en el amor divino pide más que la perseverancia y la continuidad. “Nada hay comparable al amigo fiel”, dice el Espíritu Santo. La fidelidad supone amor excepcional, acompañado de abnegación sin límites y de constancia inquebrantable, que se extienda a todos los instantes y a todos los actos de la vida.
“He aquí lo que tengo que deciros, leemos en diversos avisos de Santa Margarita, para aprovechar bien la vida, debemos amar constantemente y ser inviolablemente fieles a Dios, al Sagrado Corazón de nuestro Señor a nosotros mismos, a nuestras reglas comunes y a nuestro reglamento particular, cueste lo que cueste, haciéndonos una generosa violencia.
Seamos fieles a Dios, entregándole todo nuestro corazón y nuestro amor sin divisiones; teniendo cuidado de no apartarnos jamás de Él; dejándonos y abandonándonos a nosotros; no toleremos que nuestro corazón se incline con exceso a los negocios terrenos y humanos, sobre todo al afecto de las criaturas.
Si vamos al Sagrado Corazón de nuestro Señor Jesucristo con fidelidad constante, porque este divino Corazón es enemigo de toda clase de inconstancias: aquí está nuestro mayor mal; pero nadie más que nosotros, con la gracia de Dios, puede remediarlo haciéndonos violencia; hay que resolverse a ello.
¡Si! Seamos fieles, constantes y activos; no sabré repetirlo bastante por el daño que nos vendría de lo contrario.”
Dirigiéndose a las novicias, añade la Sierva de Dios: “Os digo muy particularmente que si, después de todas las bondades y liberalidades del Sagrado Corazón para con vosotras, llegáis a relajaros y disgustaros de la fidelidad que os pide y que le habéis prometido, creo que no será menos liberal en severidad para vengarse de vuestras ingratitudes. ¡Tened cuidado! Ya os lo he advertido muchas veces; en ese caso estaré en contra vuestra.
El Corazón Divino de nuestro buen Maestro os dará a conocer las liberalidades que os tiene reservadas a medida que le seáis fieles, sobre todo entre las contradicciones y humillaciones, que debéis recibir como prendas de su amor sin desperdiciar ninguna ocasión ; es el medio de agradarle. Os recomiendo, pues, que améis a este adorable Corazón, no omitiendo nada de lo que quiera de vosotras; yo le rogaré para que nunca os separéis de su puro amor, lo que sé que no queréis hacer. “
- El amor al Sagrado Corazón debe ser militante
A este amor principalmente deben aplicarse estas palabras de nuestro Señor: “El reino de los cielos padece violencia” (San Mateo , XI,12.)
Escribía la Santa a uno de sus directores: “mi Reverendo Padre: se ha apoderado de mi gran deseo de conversar con vos de cosas espirituales y de participaros el que tengo de entrarme más adentro, de sumergirme en esta sublime mar del amor de Dios; y como conozco que el conductor es el Espíritu Santo, os ruego encarecidamente qué me obtengáis el que me reciba en su navío. Pero como no se debe embarcar para viaje tan importante sin armas con que combatir, os quedaré muy agradecida si, por intercesión vuestra, puedo tener prácticamente este puro amor de Dios.”
Todos los que quieran amar verdaderamente al Corazón de Jesús, que mediten estas últimas palabras: “ no debemos embarcarnos para viaje tan importante sin armas con que combatir.” El Sagrado Corazón dice, a todos los que quieren consagrarse a su servicio, que se preparen para la prueba y para la tentación: Fili, accedens and servitutem Dei…prepara animan tuam ad tentationem.(Eclesiast.,II,i)