Cualidades de la mansedumbre de corazón hacia Dios, o de la conformidad y abandono con la voluntad divina
Dispone la Santa con el más atento cuidado las cualidades que debe tener la conformidad con la divina voluntad. Señala cinco principales, y siguiendo su método ordinario, propone como modelo de conformidad al Corazón de Jesús en el Santísimo Sacramento. “Para conformaros eternamente con el estado de abandono del Sagrado Corazón de nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento, dice, vuestra conformidad debe ser ciega, llena de confianza y amor, alegre, absoluta y universal.
La conformidad debe primeramente ser ciega
“Os abandonaréis a merced de la Providencia, dejándole disponer de vos según sus deseos; Pondréis sobre los ojos de vuestra alma la venda de la santa y amorosa sumisión a Dios, estando siempre humildemente pronto a todo, siempre sumiso en todo acontecimiento a la voluntad de Dios. Debéis vivir esa vida de abandono total de vos mismo a los cuidados de su amoroso gobierno, tomándole por guía en la senda de la salvación.
Este abandono os hará cercenar toda vana curiosidad sobre las acciones de los demás, sin desaprobar a nadie sino a vos mismo.”
“En los actos de virtud obedeceréis fielmente y a ciegas los movimientos de la gracia, considerando estas palabras: “si oís hoy la voz del Señor, no endurezcáis vuestro corazón, porque la gracia viene y no vuelve más.”
“Nada haréis sin pedir a nuestro Señor su socorro y gracia, que espero os concederá mientras confiéis en Él; porque su adorable Corazón dispone todas las cosas dulce y suavemente, pero fuerte y poderosamente. Debe bastarnos seguir a ciegas su santísima voluntad.”
La conformidad con la voluntad divina debe ser llena de confianza de amor
“¡Ruego al Sagrado Corazón de nuestro Señor Jesucristo, escribe la Santa, que Él sea la paz y el consuelo de nuestras almas y todo el amor de nuestros corazones! Nuestro Señor nos invita a abandonarnos enteramente a Él sin reserva, como un niño en los brazos de su Padre. No temamos, puedes; vivamos en un amoroso abandono en el cuidado de la Providencia, puesto que el hijo no puede perecer en los brazos de un Padre todopoderoso. Descansemos en su seno; su amor tendrá cuidado de nosotros. ¿Qué debemos temer, puesto que nos rodea por todas partes con su poder, como muro inexpugnable, a los ataques de nuestros enemigos?
He aquí un breve consejo sobre las resoluciones que yo os exhorto toméis, decía a sus novicias: «Quiero vivir como un niño, sin inquietud en el Corazón Sagrado de mi buen Padre, dejándole hacer y disponer de mí según su voluntad, sin otro cuidado de mí mismo que abandonarme con amorosa confianza a su amorosa providencia. Me dejaré conducir en todo con la sencillez de un niño, no teniendo otra vida ni otro deseo en cuanto hiciere que contentar a Jesucristo. Obraré de suerte que secunde valerosamente los designios que el Señor tiene sobre mí; esto será abandonando de enteramente a Él y a su amor.
Si, bendigamos a Dios en todo; ocupemonos siempre de Él, sin preocuparnos por nada.”
La Santa recomienda que se tenga esa confianza y abandono en la divina Providencia, no sólo cuando se trata de nosotros mismos y de nuestros intereses, sino también en lo que se refiere a las personas queridas. Dice ella de la época de su juventud: “durante las enfermedades de mi madre, no me acostaba ni apenas dormía; comía muy poco y pasaba muchas noches sin descansar. Pero mi divino Maestro me consolaba y conservaba con una perfecta conformidad con su voluntad santísima tomando todo lo que me sucedía como venido de Él, le decía: “¡Oh soberano dueño mío! Si Vos no lo quisierais, no sucedería esto; pero os doy gracias por haberlo permitido para hacerme semejante a Vos.”
La conformidad con la voluntad divina debe ser alegre
“Sometámonos con alegría a las órdenes de nuestro Soberano, continúa la Santa. Abracemos de buena gana todo lo que su adorable voluntad ordene, y confesemos, aunque parezca duro y aflictivo, que es bueno y justo en todo lo que hace, y que por todo merece amor, alabanza y gloria, como me lo ha enseñado mi divino Maestro.
Toda nuestra gloria debe estar en no mirarnos sino como fuente de la voluntad de su adorable Corazón”