Gabriel María Verd, S.J, Meditaciones sobre la oración rítmica “Corazón de Cristo“
Inflama me, Señor, en el fuego inextinguible que te abraza y que viniste a traer a la tierra (Lc 12,49). Ese fuego con el que quisiste bautizar al mundo, y que es el Espíritu(Mt 3,11) de amor (Rom 15,30; Gal 5,22 )derramado en nuestros corazones(Rom 5,5).
Pues el mundo se hiela, Señor. Todos nos helamos de egoísmo y de falsos amores, Que son sólo vacías contra figuras del verdadero Amor.
Enciende me, Señor, en el puro amor a mis hermanos. La caridad que proviene de Dios. La que es sufrida y benigna, la que no es envidiosa ni jactanciosa, la que es humilde y decorosa, la que no busca lo suyo y no se irrita, y no toma en cuenta el mal, la que no se alegra con la injusticia y se goza con la verdad. La que todo lo excusa y todo lo cree, y todo lo espera y todo lo soporta (1Cor 13,4-7). En fin, Señor, enciéndeme en un amor que no es de este mundo y que sólo puede nacer en la fragua de tu corazón.
Aún hay más; hoy lo que nos dices, Señor: ”Id, encended e inflamarlo todo” (San Ignacio; Mt 28,19) . Pero como eres tú el que haces a tus ministros llamas de fuego (Hebr 1,7) y antorchas ardientes y brillantes (Jn 5,35; Mt 5,14-16), haz que el Espíritu Me infla me como a los apóstoles (Hech 2,3), y me lancé a transformar el mundo en el fuego de tu amor. Con unas ansias incurables por el crecimiento interior y exterior de tu cuerpo, que es la Iglesia.
Inician día me, Sr., de amor. Que, como tú, que con extremada caridad me amaste es (Ef 2,4). En raíz ame y cimienta me en el amor (Ef 3,17). Que mía premie tu amor (2 Cor 5,4). Pues sólo en el amor a mis Hermanos cumpliré tu mandamiento nuevo (Jn 13,34) y el mundo reconocerá que soy tu discípulo (Jn 13,35). Y que, cuando en la tarde de la vida me juzgue es del amor (San Juan de la cruz), me encuentre es encendido en las llamas de tu Corazón de Cristo, inflámame.