Día 9 de Junio: única fuente que sacia y sed
Pasaje evangélico:
“Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. Pues el que cree en mí, ríos de agua viva brotarán de su interior… El que beba del agua que yo le dé no tendrá jamás sed, pues el agua que yo le dé se convertirá en un manantial que brotará de uno mismo dándole vida eterna”. Juan, 7,37-38 y 4,14.
Oración diaria:
Señor, hoy estamos vacíos. Sentimos el frío de la nada, la sed de la sequía. Estamos asustados buscando sucedáños, mintiéndonos a nosotros mismos. Desesperados de vida, la buscamos por todas partes sin encontrarla. Nada nos llena. Nada nos satisface. Y estamos perplejos y en desasosiego. O nos dejamos llevar de la aparente felicidad de la sonrisa, la ostentación y el amiguismo con los figurantes. O hay que ir a beber de ti, venero serrano de agua sincera y limpia. Ven a mí, Señor, y lléname. Sáciame de tu amor. Tengo sed. Amén
(petición )
Pensemos en algún devoto del Corazón de Jesús:
San Claudio de la Colombière. Jesuita al que el Corazón de Jesús encargó la propagación por la Orden de la devoción a su Corazón. Tras ser Profesor de literatura en el colegio de Lyon y director de la congregación mariana de 1670 a 1674 donde destacó como predicador, fue destinado como superior a la pequeña residencia colegio en el pueblo de Paray le Monial. Allí será el santo ese “siervo fiel y perfecto amigo que te enseñará a conocerme y abandonarte a Mí” que había dicho el Señor a Santa Margarita María de Alacoque. Al entrar por primera vez en el convento a finales de 1675, ella sintió que Cristo le decía: “este es el que te envío”. El Santo reconoció la veracidad de las revelaciones. Así el uno de junio siguiente se consagraron de por vida al Corazón de Jesús. Él les había dicho: “quien desconfía por entero de sí y confía sólo en mí, es omnipotente”, para animar al Santo. Sólo diecinueve meses duró la estancia de San Claudio en Paray le Monial. Fue destinado a Londres como preceptor de María Beatriz, esposa del futuro Jacobo II que era católica. Allí sufrió mucho pero hizo muchas conversiones y propagó el Corazón de Jesús, haciendo vida austera “ como si estuviera en el desierto” en “esta isla de las cruces”. Por calumnias fue encarcelado en la torre de Londres, y condenado por proselitismo religioso. Allí cogió la tuberculosis como vómitos de sangre. Fue desterrado para no morir. Tras dos cursos como espiritual de jesuitas filósofos de Lyon, volvió a Paray le Monial en el verano de 1680 y morirá el 15 de febrero a los 42 años. Seré “ un hombre en quien ya no se piensa”. Canonizado en 1992.
Oración de todos los días: “de San Ignacio de Loyola“
Tomad, Señor, y recibid
toda mi libertad,
mi memoria, mi entendimiento
y toda mi voluntad;
todo mi haber y mi poseer.
Vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno.
Todo es vuestro.
Disponed a vuestra voluntad.
Dadme vuestro amor y gracia,
Que esto me basta.
(San Ignacio de Loyola. En los ejercicios espirituales, Manresa, 1522 y Roma, 1544)
Consagración al Corazón de Jesús:
Señor, yo me consagro y me entrego Vos. Sois el único que inspira confianza en el mundo de hoy. Yo tengo inquietudes y no encuentro donde satisfacerlas. Busco algo distinto a lo que veo quiero algo que trascienda a tanta basura de aquí abajo. Sé que tú satisfaces mi ser. Por eso a Tí me confío. De Tí espero beber aguas limpias. Mientras, recibe mi vida, mis obras, mi benevolencia con los hombres, mis renuncias por ellos, por pagar amor con amor. En Ti encuentro sentido a mi vida, y eso me basta.
Cantó final:
Corazón Santo tú reinarás, tú nuestro encanto…
Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío
Quiero ser, Señor, tu siervo fiel, tú perfecto amigo.