CARTA LI
A LA M. LUISA ENRIQUETA DE SOUDEILLES, MOULINS
Una vez establecida en su Monasterio de Paray la nueva devoción, exhorta Margarita fervorosamente a la Superiora del de Moulins a que la establezca también en el suyo.—Se habla con encomio del P. de La Colombière y de su «Retiro espiritual».— Ella lleva «una vida criminal y llena de pecados».
¡Viva † Jesús!
De nuestro Monasterio de Paray
4 de julio de 1686
Ruego al Sagrado Corazón de Nuestro Salvador que una tan íntimamente los nuestros con los lazos de su puro amor, que jamás puedan estar separados ni un solo momento; y os aseguro, mi amadísima Madre, que me ha dado tanta estima y amistad hacia Vuestra Caridad, que hasta me parece me hacéis gran injuria cuando me manifestáis alguna duda sobre esto, pensando que os olvido. Y ¿cómo podría hacerlo, puesto que sois tan querida del amable Corazón de Jesús y le amáis y queréis ser toda suya, para rendirle y procurarle todo el honor, el amor y la gloria que os sea posible? Esto me parece que es lo que más desea de vos, para haceros sentir después con abundancia los efectos de sus liberalidades.
No sé, mi querida Madre, si comprendéis lo que es la devoción al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, de que os hablo, la cual produce extraordinario fruto y mudanza en todos los que se consagran y dan a ella con fervor, porque deseo ardientemente que vuestra Comunidad sea de este número. No creo que os desagrade mi deseo ni mi excesiva libertad; pues el afecto de mi miserable corazón es el que me hace tratar así a otro corazón, que creo corresponde a mi afecto; y hay más todavía, porque me iba a tomar la libertad de enviaros una estampita de este Sagrado Corazón para que la llevaseis sobre el vuestro.
Hemos hallado esta devoción en el libro del Retiro del R. P. de La Colombière, a quien se venera como a Santo28. No sé si tenéis conocimiento de él ni si poseéis el libro de que os hablo. Para mí sería de sumo placer podéroslo enviar. Por tanto, decidme, mi muy querida Madre, sin cumplidos ni rodeos, lo que en esto pensáis, para que os pueda tratar del mismo modo y hablaros con el corazón en la mano de la devoción y del amor de este Divino Corazón. Esto es lo único a que aspiro y lo que deseo para mí y para todos los que me honran con su afecto. En Él soy toda vuestra muy respetuosamente.
Mi querida y amadísima Madre: os pido el auxilio de vuestras santas oraciones para que Nuestro Señor me convierta y no me abandone a mí misma como le fuerzo a hacer con una vida criminal y llena de pecados. A pesar de mi maldad, no os olvidaré en su santa presencia, porque no se olvida lo que se ama.
Vuestra muy humilde y obediente hija y sierva de Nuestro Señor,
Sor Margarita María
De la Visitación de Santa María
CARTA LII
A LA M. DE SAUMAISE, DIJON
Contrariedades en el apostolado de las estampas.—Cuantas más dificultades, más alientos.—Bajísimo concepto de sí misma.—«Resuelta a perderlo todo por adquirir este amor».
¡Viva † Jesús!
20 de julio de 1686
Con extremo dolor sufro, mi muy querida Madre, el que se retrasase lo que a mi parecer desea el Sagrado Corazón de nuestro buen Maestro; pero no tengo esperanza alguna de que llegue a realizarse en este año. Porque cuando creíamos que estaba la cosa casi hecha, han dicho a este buen Padre que no era posible ahora, por no sé qué obstáculos que me sería difícil explicaros. Está tan apenado, que no se atrevía a visitarme. Y después de mucho tiempo, al fin vino ayer, víspera de Santa Margarita, y me manifestó el sentimiento que tenía, diciéndome que, si queríamos esperar al año que viene, la encargaría él mismo conforme al deseo que yo le había manifestado. Pero como añadió que le habían destinado a Aix y que la mandaría hacer allí mejor que en ningún otro lugar, no supe qué responderle. A vos os ruego que me digáis con franqueza lo que pensáis, pues es cosa que os toca directamente. Yo debo atenerme a vuestro deseo; decidme, pues, sin cumplidos, si preferís que lo dejemos todo de una vez y os devolvamos el dinero antes que arriesgarlo tan lejos.
Sea de ello lo que fuere, me parece que el Sagrado Corazón recompensará vuestra buena voluntad y el primer deseo que tuvisteis de ver cumplida la suya. Mas os confieso con toda sinceridad que a mi entender aquí no hay que acusar a nadie más que a mí; porque mis pecados me hacen indigna de todo bien. Por poco que yo intervenga en algo, es lo suficiente para que surjan mil obstáculos, cumpliéndose la amenaza de Satanás, que dijo los pondría en todo cuanto yo emprendiese, y siempre procuraría hacerme mal. Pero nada de esto abate mi ánimo; porque cuantas más dificultades veo, más me aliento a ir adelante, pensando que Dios será muy glorificado en esto, pues sus obras no se llevan a cabo sino en medio de las contradicciones.
Para que sepáis una palabrita de la disposición de ánimo en que me encuentro, os diré que jamás me ha favorecido su amorosa bondad con tantas cruces de todas clases. Porque en verdad, mi buena Madre, que si os la pudiese explicar, conoceríais la gran necesidad que tengo del auxilio de vuestras santas oraciones. Os las pido de todo corazón, para que no me abandone al poder de mis enemigos, como le obligo a hacerlo sin cesar por mis pecados. Es que no veo en mí cosa que no merezca su santa indignación, y a pesar de esto su misericordia me hace sentir una paz inalterable; no se cansa de ejercitarla conmigo, ni de derramar abundantemente sus gracias sobre una criatura tan pobre y miserable. Ayudadme a darle gracias, porque por mí soy incapaz de todo bien.
Es cierto, mi querida Madre, que experimento en mí siempre gran deseo de amarle, pero harto veo que no lo hago, porque me amo a mí misma con exceso. Estoy, sin embargo, resuelta a perderlo todo por adquirir este amor; a ese amor me insta incesantemente su Sagrado Corazón, y otras muchas veces me clava en la Cruz despojándome de todo. Me place abriros un poco mi corazón, que os respeta y os ama siempre muy sincera y tiernamente en el de Nuestro Señor Jesucristo. Ni nuestras queridas hermanas novicias ni yo os olvidaremos en su presencia, ni tampoco de esas intenciones por las que deseáis pidamos. Si yo fuese buena, pronto conoceríais vos los efectos, puesto que no hay nadie que no sea con más respeto y afecto que yo, toda vuestra en el amor divino.
Sor Margarita María
De la Visitación de Santa María
- S. B.
CARTA LIII
A LA M. LUISA ENRIQUETA DE SOUDEILLES, MOULINS
A propósito de su apostolado de libros y estampas.—¿Cómo ascender a gran perfección en poco tiempo?—Nuevos elogios de su santo director y de sus libros.—Los Primeros Viernes de mes.—Promesas a las Comunidades.
¡Viva † Jesús!
15 de septiembre de 1686
Tengo sumo placer, mi amadísima Madre, en hacer un pequeño despojo en favor vuestro, enviándoos con el consentimiento de nuestra muy respetable Madre, el libro del Retiro del R. P. de La Colombière, y esas dos estampas del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, que nos han regalado. La mayor es para que la pongáis al pie de vuestro Crucifijo o en otro lugar donde la veneréis; la otra es para que la llevéis encima, junto con esa pequeña consagración que me tomo la libertad de enviaros.
Confieso, mi querida Madre, que se necesita amaros como yo os amo y estar tan persuadida como yo lo estoy de vuestras bondades, para trataros de ese modo. Pero no está en mi mano dejar de hacerlo, al pensar que este Divino Corazón quiere ser dueño absoluto del vuestro, para que hagáis sea honrado, amado y glorificado en vuestra Comunidad; y a mi entender, por este medio pretende derramar sobre ella con más abundancia sus gracias y bendiciones de amor y unión en vuestros corazones, y de santificación en vuestras almas. Porque como es manantial inagotable de todo bien, sólo desea derramarse y comunicarse, sobre todo a las almas fieles, como son las que componen vuestra Comunidad.
Os confieso también que no puedo creer que perezcan las personas consagradas a este Sagrado Corazón, ni que caigan bajo el dominio de Satanás pecando mortalmente, es decir, si después de haberse dado por completo a Él, procuran honrarle, amarle y glorificarle cuanto pueden, conformándose en todo con sus santas máximas. No os podéis figurar los excelentes efectos que esto produce en las almas que tienen la dicha de conocerle, por medio de ese santo varón (el P. de La Colombière), el cual se había consagrado enteramente a este Corazón, y no suspiraba más que por hacerle amar, honrar y glorificar. Tengo para mí que esto fue lo que le elevó a tan alta perfección en tan breve tiempo.
¡Ay!, mi querida Madre, cuánto me agradáis en querer rendir particular homenaje a este amable Corazón, que amó tanto a los hombres, que murió por ellos en el árbol de la cruz en testimonio de su amor, y continúa amándolos en el Santísimo Sacramento. Pero Vuestra Caridad sabe todo esto mejor que yo, y confieso ingenuamente que soy una orgullosa al hablaros de esta manera, siendo tan mala y miserable pecadora como en efecto lo soy, un compuesto de toda clase de miserias, capaz de atraer la cólera de Dios y detener el curso de sus misericordias. Considerad, pues, cuán necesitada estoy del socorro de vuestras santas oraciones ante el Corazón adorable que constituye toda mi esperanza; os suplico que no me las rehuséis, porque os aseguro que yo no me olvidaré de vos en su santa presencia. Y si queréis que nuestra unión y amistad continúe, no penséis en enviar dinero por el libro y las estampas, porque sería esto romper conmigo; para mí es más que suficiente recompensa saber que queréis amar al Sagrado Corazón de Jesucristo y ser toda suya.
En cuanto a esas estampitas de que os he hablado, de las que quiere encargar una lámina o grabado sobre papel, si esto se lleva a efecto y deseáis algunas, podréis entonces comprarlas; porque yo soy pobre de todo, gracias a Dios, y no deseo ser rica más que del puro amor, de sus sufrimientos, desprecios y humillaciones. En una palabra, Jesús, su amor y su cruz constituyen toda la felicidad de esta vida; y siento tan gran necesidad de que la mía quede sepultada en un eterno olvido, que me he visto obligada a pedir con instancia a nuestra querida Madre que me permita no escribir ya a nadie, excepto a Vuestra Caridad algunas veces; puedo deciros que sois casi la única a quien importuno con mis cartas.
Debo añadir aquí una cosa que me causa gran alegría; y es que nuestra Comunidad ha tenido la devoción de ponerse particularmente bajo la protección del adorable Corazón de Jesús, y están levantando una capilla en su honor29.
No os podéis imaginar la gran devoción que se ha despertado en nuestras Hermanas de Semur-en-Auxois, por la lectura de este libro (el «Retiro» antes citado). Encargaron a un pintor que les hiciera un cuadro, y le han erigido un altar; la respetable Madre de aquella ciudad (Petra Rosalía Greyfié) nos decía que su Comunidad había sentido los admirables efectos de todo esto. Y los que se aficionan a honrar al Sangrado Corazón, le dedican a este fin todos los Primeros Viernes de mes, para tributarle algún particular homenaje, cada cual según su devoción.
Me parece, mi querida Madre, que no os desagradará que con este objeto os hagamos participantes de algunas de las oraciones que nos han dado; aunque no de todas, por temor de incomodaros con ello. Me parece, mi querida Madre, y no puedo dejar de decíroslo, que tendrá especial protección de amor y de unión sobre las Comunidades que le tributen algún homenaje particular. Confieso que me da vergüenza declararos tan sencillamente mis pensamientos; pero no paréis la atención más que en aquello que Nuestro Señor os inspire.
No sé si tenéis los sermones, en cuatro tomos, de este buen P. de La Colombière. Cuantos los leen quedan encantados.
En fin, deseo que seamos todas del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, para no vivir más que de su vida, no amar más que con su puro amor, obrar y sufrir conforme a sus santas intenciones, dejando que haga en nosotros y de nosotros lo que sea su santa voluntad. No me doy cuenta de lo mucho que os importuno; pero no será con frecuencia y además me parece que todo se puede perdonar a un corazón que os ama tanto como el mío miserable en el de nuestro amable Jesús, en cuyo amor deseo que nos consumamos completamente.
Sor Margarita
De la Visitación de Santa María
No puedo dejar de pensar que el deseo tan apremiante que sentí de enviaros ese Sagrado Corazón, nacía del que tiene Él de establecer su imperio en vuestra Comunidad y su Reino de amor en nuestros corazones. Mi querida Madre: los que están en la corona de espinas que rodea a este amable Corazón, son los que le aman y le siguen por los sufrimientos; y los que están en los «lagos de amor» son los que le aman con amor de complacencia.
Nuestra muy respetable M. María Cristina Melin os saluda respetuosamente.
CARTA LIV
A LA H. FELICIA MAGDALENA DE LA BARGE, MOULINS
Pequeña Consagración al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo31.
¡Viva † Jesús!
Yo, N. N., me doy y consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, mi persona y mi vida, mis acciones, trabajos y sufrimientos, para no servirme ya de ninguna parte de mi ser sino para honrarle, amarle y glorificarle. Esta es mi voluntad irrevocable; ser toda suya y hacerlo todo por su amor, renunciando de todo corazón a cuanto pudiera desagradarle. Os elijo, pues, oh Sagrado Corazón, por el único objeto de mi amor, protector de mi vida, garantía de mi salvación, remedio de mi fragilidad, reparador de todas las faltas de mi vida y mi asilo seguro en la hora de la muerte.
Sed, pues, ¡oh bondadoso Corazón!, mi justificación para con Dios Padre y desviad de mí los rayos de su justa cólera. ¡Oh Corazón amoroso!, pongo toda mi confianza en Vos; porque aunque todo lo temo de mi malicia, pero todo lo espero de vuestra bondad. Consumid, pues, en mí todo lo que os pueda desagradar o resistir. Que vuestro puro amor se imprima en lo íntimo de mi corazón de tal modo, que jamás pueda olvidaros ni verme separada de Vos. Os suplico por todas vuestras bondades que mi nombre esté escrito en Vos, porque quiero morir y vivir en calidad de esclava vuestra. Así sea.
CARTA LV
Preciosos consejos para la perfecta dedicación al amante Corazón.—Entregarse sin reserva.—Vivir en Él.—Confiar en Él.—«Lo quiere todo o nada».
1686
Mi queridísima Hermana:
No podíais hallar medio mejor para comprometerme a una íntima unión con Vuestra Caridad que amar al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo. No dudo que tendrá por muy agradable el sacrificio que queréis hacerle de vos misma, para ser toda suya, y hacerlo y sufrirlo todo por su amor, a fin de que, según su deseo, podáis vivir toda en Él, con una vida de sacrificio, de abandono y de amor. De sacrificio de cuanto os sea más querido y os cueste más; de abandono total de vos misma a los cuidados de su amorosa dirección, tomándole por vuestro guía en el camino de la salvación; y no haréis cosa alguna sin pedirle antes su asistencia y su gracia, lo que espero os dará a medida de vuestra confianza en Él. Además, debemos vivir en esa vida de amor, que nos unirá a Él por medio del amor a nuestra propia abyección y del anonadamiento de nosotras mismas. Así nos conformaremos completamente a su estado de sacrificio, de abandono y de amor en el Santísimo Sacramento, donde le tiene el amor, como una víctima dispuesta a ser continuamente sacrificada por la gloria de su Padre y por nuestra salvación.
Uníos, pues, a Él en todo lo que hagáis; referidlo todo a su gloria; estableced vuestra mansión en ese amable Corazón de Jesús y hallaréis en Él una paz inalterable y fuerza para llevar a efecto todos los buenos deseos que Él os da y para no cometer faltas voluntarias. Llevadle todas vuestras penas y amarguras, porque todo lo que sale de este Sagrado Corazón es dulce, y todo lo convierte en amor.
Amémosle, pues, mi querida hermana, con todas nuestras fuerzas y potencias, y seamos del todo suyas, sin reservas, porque lo quiere todo o nada. Y después de habernos dado por completo de una vez, no volvamos a tomarnos, y Él tendrá cuidado de santificarnos a medida que lo tengamos nosotras de glorificarle.
Por su amor os suplico, mi amadísima Hermana, que perdonéis a esta orgullosa y perversa pecadora la libertad que vuestra humildad manifiesta desear, por medio de nuestra querida H. Cordier, de que os diga sencillamente mi parecer. Ahí le tenéis sin rodeos, y suplico al adorable Corazón de Jesús que os consuma en su puro amor y os conceda mi perfecta conversión, rogándoos de todo corazón que se la pidáis.
¡Sea Dios bendito, amado y glorificado!
CARTA LV
A LA H. MARÍA GABRIELA MORANT, MOULINS
Amable humildad de la Santa.—«No es posible amar sin sufrir».—No vivir más que en Él, con Él y para Él.
¡Viva † Jesús!
[1686]
Mi respetable Hermana: Suplico al adorable Corazón de Jesús que sea el santificador y consumador de los nuestros, por medio de los santos ardores de su puro amor. Al mío le cuesta mucho trabajo perdonaros, mi amadísima Hermana,
los sentimientos de estima que Vuestra Caridad ha concebido tan injustamente de una miserable y malísima pecadora como yo, que no desea, ni debería ser conocida, sino para ser humillada y despreciada por todos; pero os lo perdono, porque no sabéis que sólo soy un compuesto de toda clase de miserias. Os suplico que pidáis a vuestro soberano Dueño que siga ejerciendo con él sus misericordias.
Porque su Sagrado Corazón es un manantial inagotable de ellas y sólo desea derramarse en los corazones humildes, vacíos, y que no están apegados a nada, para vivir siempre dispuestos a sacrificarse a su beneplácito, por más que cueste a la naturaleza, porque no es posible amar sin sufrir. Bien nos lo ha demostrado Él en la cruz donde murió por nuestro amor, y continúa sacrificándose todos los días en el Santísimo Sacramento del Altar, y allí arde en deseos de que conformemos nuestra vida con la suya, toda escondida y anonadada a los ojos de las criaturas. Y puesto que el amor asemeja a los amantes, si le amamos, conformaremos nuestra vida al modelo de la suya. Esto es lo que le pido para vos, y deseo que seáis toda del amable Corazón de Jesús, para no vivir más que en Él, por Él, y para Él.
En su amor soy toda vuestra con sincero afecto.
Sor Margarita María Alacoque.
CARTA LVI
A LA M. DE SAUMAISE, DIJON
Otra vez la lámina para la estampa del Divino Corazón.—Ocupa el lugar del bueno y santo P. de La Colombière.—Sinceros afectos de amistad y humildad.
¡Viva † Jesús!
[1686]
No quería escribiros, mi amadísima Madre, sin haberos enviado antes todo lo necesario para el dibujo de nuestra lámina. A este fin he escrito ya varias veces al buen Padre que se ha encargado de ello; pero está tan disgustado de no haber podido salir con su intento, que va demorando constantemente el envío de lo que necesitamos para hacerla. Pero espero que pronto os lo enviaré todo, para que dispongáis de ello como el Sagrado Corazón os inspire, es decir, hacerla o no hacerla, aunque le complaceríais mucho si la encargaseis. Sin embargo, como sabe que no ha dependido de vos, me parece que está contento, y lo estará también con todo lo que os parezca debéis hacer. Por lo que a mí hace, mucho me ha aprovechado por las muchas humillaciones que me ha proporcionado.
Veo cumplido en vos, mi buena Madre, un pensamiento que Él me sugirió hace largo tiempo; y es que os ha puesto en el lugar de nuestro tan bueno y santo P. de La Colombière para el establecimiento de la devoción de su Sagrado Corazón, que es una de las mayores gracias que os pudiera hacer. Y veo en esto el cumplimiento de una palabra que me dijo Vuestra Caridad en cierta ocasión, cuando se comenzaba a hablar de esta devoción. Dijisteis entonces que os tendríais por muy dichosa en que este Sagrado Corazón os escogiese para procuradora en este asunto. Pero sois todavía más, y cumplís tan a gusto vuestro cometido, que no me es posible pensar en ello sin sentirme grandemente consolada; a Él le dais tan gran contentamiento, que grandes serán los que Él os proporcione en la feliz eternidad.
No dejaré de encomendarle todo lo que Vuestra Caridad desea.
Me están dando prisa, por lo cual voy a terminar asegurándoos que sois para mí en ese amable Corazón cuanto se puede ser para un corazón que ama en Él, tan tiernamente como lo hace el mío; porque no pocas veces necesito de quien me dé aliento en esta obra de que hablamos, pues, por lo que a mí toca, no se hace nada en esto que no sea en medio de mil penas, contradicciones y humillaciones. Bendigamos por ello a su bondad que siempre me concede grandes misericordias.
Haced cuanto podáis para que se diga esa Misa en honor del Sagrado Corazón; y si pudiereis conseguir indulgencias para el día de su fiesta, sería muy ventajoso para nuestra empresa, por lo cual os ruego encarecidamente que os intereséis en ello. Trabajemos cuanto nos sea posible; en cuanto a mí, os digo con dolor que no sirvo más que de obstáculo, a causa de la vida criminal que siempre he llevado. Eso me mueve a veces a desear salir de esta vida, a fin de que el Divino Corazón sea más amado, conocido y glorificado.
CARTA LVII
A LA M. DE SAUMAISE, DIJON
No desanimarse jamás por las contradicciones suscitadas por el enemigo.—Admirable y tranquila resignación en las disposiciones del Divino Corazón.-—El P. Croisset, S.I.
¡Viva † Jesús!
[1686]
Mi respetable Madre:
Veo que todas esas pequeñas contradicciones que se oponen a nuestra querida devoción, os extrañan y os hacen sufrir mucho, si no me engaño. Y ¿por qué? Creo que ya os han advertido que quien las suscita es Satanás, que anda muy furioso viendo que esta medida saludable le ha arrebatado ya muchas almas, y le arrebatará muchas más, por la omnipotencia de Aquél que hará, en el tiempo que tiene designado, que tan grande oposición y contradicción se convierta en gloria suya y confusión del enemigo. Él se servirá de esto mismo como de fundamento sólido en que fundar y establecer esta santa devoción, por la cual es menester que nos preparemos a sostener generosamente todos los asaltos de Satanás. Dicen que los párrocos tienen orden de no recibir ninguna devoción nueva en sus parroquias, y que ésta del Divino Corazón está ya prohibida en alguna; y añaden que se va a prohibir a los libreros imprimir cosa alguna que tenga relación con ella; y, en fin, se dicen infinidad de cosas contra esta santa devoción.
Pero nada de esto me sorprende; al contrario, tengo tan firme confianza de que Él acabará lo que ha empezado, que me parece que ni siquiera puedo dudar de ello. Pero si no es su voluntad que la cosa pase adelante, quedaremos contentas y sumisas a su divino querer, puesto que en todo no buscamos otra cosa que cumplirlo enteramente; lo demás dejémoslo en sus divinas manos. Por mi parte, me inclino vivamente a eso, aunque creo que no hay cosa en el mundo que me sea más querida, ni nada tan doloroso como verlo fracasar; sin embargo, se lo dejo todo a Nuestro Señor, y le digo: «Bien sé que, si lo queréis, se logrará a pesar de todos los obstáculos. Pero si Vos no lo queréis, en vano trabajamos. Es asunto vuestro; arregladlo como os plazca».
Desde hace mucho tiempo no he tenido noticias de ese buen religioso de Lyon (el P.Croisset) que trabaja por la gloria del Sagrado Corazón. Me escribió tres veces sin recibir respuesta mía. Le he enviado una por orden de la obediencia, y ni sé si la habrá recibido.
Confieso que tenéis razón en no aprobar mi proceder en lo que se refiere a escribir y a los locutorios; pero si supierais las razones que tengo para obrar así, me parece que me aconsejaríais que lo hiciese. ¡Sea Dios bendito por todo! Oremos siempre y trabajar sin cansaros por los intereses del amable Corazón de Jesucristo [y creed, mi querida Madre, que en Él miro los vuestros como los míos propios, y que todo lo vuestro lo quiero demasiado para olvidarme de ello. En cuanto a hablaros de lo que toca a mi interior, perdonad que no lo haga esta vez porque no puedo; pero por esto no soy menos toda vuestra en el Corazón de nuestro divino Maestro, al cual os suplico me presentéis con frecuencia pidiéndole para mí las fuerzas necesarias para cumplir perfectamente su santísima voluntad, en todo lo que desea de mí, que soy toda vuestra en su santo amor].
CARTA LVIII
A LA H. FELICIA DE LA BARGE, MOULINS
En qué medida nos perfeccionará el Corazón de Jesucristo.—No permitirá se pierda nada que le esté plenamente consagrado.
¡Viva † Jesús!
De Paray, día 20 del año 1687
No volváis a dudar, mi queridísima Hermana, de que os tengo muy dentro de mi pobre corazón, puesto que no puedo dejar de pensar que, si Nuestro Señor os hace perseverar en los buenos deseos que os da de amar y honrar a su Corazón Sagrado, estaréis colocada muy dentro de él, y tendrá cuidado de perfeccionaros a medida que vos le manifestéis vuestro amor imitando sus virtudes.
Vuestra carta me ha consolado mucho, pues he visto en ella los buenos afectos que os da. Es buena señal daros a esta devoción de tan buena voluntad. Continuad, mi queridísima Hermana, a fin de que seáis verdadera discípula de este amable Corazón, que no permitirá se pierda cosa alguna que le esté verdaderamente consagrada y dedicada. No puedo explicaros el gozo que siento por lo mucho que creo se complace en los cultos que vuestra santa comunidad le tributa. No tengo tiempo para más.
Adiós, mi querida Hermana; sed toda del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, en cuyo amor deseo que os consumáis.
Sor Margarita María
CARTA LIX
A SU HERMANO, PÁRROCO DE BOIS-SAINTE-MARIE
Se congratula con él por su curación milagrosa.—Promesas que había hecho ella para obtenerla.—Tenéis que arrancar tres cosas.—Le exhorta cariñosa y enérgicamente a entregarse plenamente al Sacratísimo Corazón.—Vilísimo sentir de sí misma.
¡Viva † Jesús!
22 de enero de 1687
Me sirve de dulcísimo consuelo, mi queridísimo hermano, ver que la bondad del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo se digna conformar su voluntad con la que teníamos de conservaros aún un poco de tiempo aquí abajo, en este lugar de miserias y lágrimas, donde hay que confesar con el Apóstol, que todo es vanidad y aflicción de espíritu, fuera de amar a Dios y servirle a Él solo. Le he prometido que así lo haríais vos, si os daba todavía algún tiempo de vida.
Porque mirad, mi querido hermano: he hecho muchas promesas al Sagrado Corazón de Nuestro Señor para poder alcanzarlo, persuadida de que no me dejaríais mal, sino que las cumpliríais a la letra; pues si no, no podría volver a pedir cosa semejante, porque de Dios nadie se burla. Ahora voy a deciros todo lo que prometí obligándome por vos, conforme a la libertad que para esto me disteis otras veces, y para cumplir lo que creo que Nuestro Señor quiere de vos, según me lo ha asegurado una persona muy favorecida con sus dones y que os ama mucho. Pues, como pidiese a Nuestro Señor que os concediese algunos años más de vida, si tal era su voluntad, para poder poner en práctica los buenos deseos que os daba de ser todo suyo, consagrándole todos los momentos de vuestra vida, sin emplearos más que en su servicio, conforme a la pureza y santidad que pide vuestro ministerio, le pareció a dicha persona que le respondía: Sí, te lo concedo con la condición que tú me propones; quiero hacer de él un santo, si corresponde a mis designios y a las gracias que a este fin le concederé.
Pero es absolutamente necesario arrancar de vos tres cosas. La primera, el apego a las cosas terrenas, y sobre todo al amor sensual, al placer de los sentidos, y en esto entra el juego. La segunda, toda superfluidad en la ropa y en lo que toca a vuestra persona; y si ahorráis algo, dadlo a los pobres. En tercer lugar, el entrometeros todo lo menos que podáis en las cosas del mundo, no dejándoos llevar de ningún primer movimiento deliberadamente. Todo esto se ha prometido al Sagrado Corazón de Jesucristo en vuestro nombre, si consentís en ello y os consagráis del todo a este Corazón adorable, y a procurarle todo el amor, honor y gloria que podáis, tanto en vos mismo como en los que están a vuestro cargo.
Creo que ya os hablé antes de esta devoción, que se ha establecido recientemente; pero como nada me habéis contestado, no sé si os agradó lo que de ella os dije. Me parece que no hay camino más corto para llegar a la perfección, ni medio de salvación más seguro, que consagrarse del todo a este Divino Corazón, para tributarle todos los homenajes de amor, honor y alabanza que están a nuestro alcance. También se os ha comprometido a esto; y espero hablaros de ello más detenidamente, cuando tenga el gusto de veros, si Dios quiere concederme este consuelo.
Además, he prometido que tomaríais durante nueve días en ayunas los billetes que os envío, cada día uno, y que diríais o mandaríais decir nueve misas durante nueve sábados, en honor de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, Madre de Dios, y otras tantas de la Pasión en nueve viernes, en honor del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo.
Éste es, mi querido hermano, vuestro compromiso, sin contar con los que he contraído yo por mi parte, no sólo para pedir a Nuestro Señor vuestra salud, sino para hacer un año de penitencia por vos, en el caso que os hubiese sacado de esta vida sin haber cumplido lo que en vuestra enfermedad propusisteis hacer. Mirad a qué punto llega la santa amistad y unión que el Sagrado Corazón de Jesucristo ha establecido entre nuestros corazones, puesto que, olvidando los pecados de una vida tan criminal como la que yo he llevado siempre, pensaba en hacer penitencia por los vuestros.
Pero ved la bondad de nuestro buen Maestro, pues sabiendo que tengo yo más necesidad de penitencia que vos, os ha dejado para que me ayudéis a satisfacer por mis pecados, tan grandes, que tiemblo al pensar en ellos. Pero todo lo espero del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, cuya ternura hacia vos es tal, que quiere os hagáis santo a toda costa. Para esto os deja en este mundo y os ha enviado esta enfermedad, a fin de despertaros y obligaros a apretar el paso. ¡Ah, qué grande será mi sentimiento si echáis a perder los designios que este Sagrado Corazón tiene sobre vos, no haciendo lo que tan claramente manifiesta desear de vos!
Amadle, pues, si queréis que yo os ame, porque no quiero amar sino lo que Él ama. ¡Ah, si comprendierais cuán bueno es amarle y ser amado de Él! Me parece que no perecerá ninguno de cuantos le estén particularmente dedicados y consagrados. Nunca me cansaría de hablaros de esto. En fin, sed todo de Dios, todo para Dios, y vivid todo en Dios, recordando que quiere de vos una vida ejemplar que sea pura y del todo angélica. Si oímos hoy la voz del Señor no endurezcamos nuestros corazones, ni difiramos un momento siquiera el dar pleno poder a su gracia.
Perdonadme, mi querido hermano, que os diga todo esto que sale de un corazón que os ama y desea ardientemente queseáis santo. Y esto es lo que pido al Sagrado Corazón de Nuestro buen Maestro, para que os consuma en las más vivas llamas de su puro amor, que me hace ser toda vuestra.
Sor Margarita María
- S. B.