Vida y obras de Santa Margarita Mª de Alacoque(IL)

Corazón de Jesús

TERCERA PARTE

ESCRITOS VARIOS

  1. Avisos particulares
  2. Desafíos e instrucciones

AVISOS PARTICULARES

I

A una Religiosa imperfecta

Dónde hallar el verdadero descanso.—Bienes de las penas interiores.—Cómo llevarlas.

¡Viva Jesús!

Debo deciros, para vuestro gobierno, mi querida amiga, que haciendo oración por vos, he tenido la idea de que, queriendo el Sagrado Corazón implantar su imperio y el Reinado de su amor en vuestro corazón, vos lo echáis a perder, sustituyéndolo por la criatura. Pero no permitirá nunca que encontréis verdadero descanso, sino en el perfecto desasimiento de esa misma criatura, y lo conseguiréis huyendo de ella. Saldréis victoriosa luchando; resistid, pues, con valor todos los ataques que sufráis, pues no lograréis nada sin trabajo, y el premio sólo se da al vencedor. Ruego al Sagrado Corazón que seáis de este número [pues el mío os ama siempre mucho, aunque enclavado en la cruz, en donde no es capaz de otra cosa sino de sufrir; pero no quiere más que amar sufriendo y sufrir amando. He aquí todo lo que ambiciono.]

Os afligís por vuestras penas interiores y yo os aseguro que en eso mismo debéis encontrar el mayor consuelo, con tal de que las sufráis con paz, sumisión y abandono en el Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo. Os las envía precisamente por un exceso de amor hacia vos, y quiere que lo sepáis para que le estéis agradecida.

Primero, pretende purificaros, por medio de estas penas, de todos los afectos que habéis tenido hacia las criaturas, contrarios a la pureza de su divino amor. En segundo lugar, quiere haceros merecer la corona que os tiene destinada, dándoos una pequeña parte de las amarguras que Él sufrió todo el tiempo de su vida mortal; y, cualquiera que sea la naturaleza de vuestras penas, sois feliz por tener esta semejanza con Él. Además, las dulzuras interiores no producirán en vos más que entretenimiento y vana complacencia, y jamás amor puro y sólido.

Ved, pues, si le debéis estar agradecida o no de que observe con vos esta conducta, por la cual no pide sino la perfecta sumisión a su santísima voluntad, obrando con gran pureza de intención y deseo de complacerle, sin respetos humanos. Y, como ya os lo he dicho otras veces, no quiere de vos otras pruebas de que le améis sino una profunda humildad de espíritu, la paz del alma y del corazón y el deseo de amarle, puesto que Él os ama en verdad y no os dejará perecer. No tengáis ya reserva alguna con Él, que quiere reinar, mandar y

gobernar en vos, dando impulso a todas vuestras acciones y ser el objeto de todos vuestros afectos.

II

Abandono sin reservas al Sagrado Corazón de Jesús

Su práctica.—Fidelidad al Divino Corazón.—«No os acordéis más que de Él solo».

¡Viva Jesús!

Habéis hecho muy bien, mi querida amiga en el Sagrado Corazón, en darme noticias vuestras. Desde el domingo me sentía apremiada a daros este billete que desde hacía tiempo tenía escrito para vos, pero me venía siempre a la imaginación la idea de que estuvierais en Retiro y de que así os serviría» de respuesta al que no habíais escrito.

Recibidle, pues, no como venido de mí, sino de Él, que verdaderamente os ama y no os abandonará jamás. Pues me parece que me apremia a que os diga que no temáis abandonaros a Él sin reserva y consagrarle todo vuestro tiempo y vuestros instantes, para emplearos en sufrir o en gozar, según su beneplácito, sin preocuparos de otra cosa que de amarle y dejarle hacer. No podéis destinar vuestro Retiro a otro fin que le sea más agradable.

Perseverad, pues, mi querida amiga, en amar al Sagrado Corazón, que os reserva aún liberalidades mucho mayores que aquellas a que os tiene acostumbrada. Pero os las dará a conocer a medida que le seáis fiel y pongáis en Él vuestra confianza en medio de las contradicciones y humillaciones. Debéis recibirlas y abrazarlas como prendas de su amor, sin dejar escapar ninguna ocasión, pues es el mejor medio de contentar a nuestro buen Maestro.

Tratad, os ruego, de comprender esta divina lección y todo lo que quiere de vos, para ponerla después en práctica. Dadle a Él la gloria de todo y no atribuyáis jamás cosa alguna a las criaturas que no son capaces sino del mal.

En cuanto al Retiro del R. P. de La Colombière, no leáis más que lo que trata del Corazón adorable de Jesucristo, el cual únicamente debe ser vuestra meditación, vuestra conversación, vuestro libro y toda vuestra dirección. Debe ocupar vuestra memoria, iluminar vuestro entendimiento e inflamar vuestra voluntad, para que no os acordéis más que de Él solo. Continuad rogándole mucho por mí, que yo lo hago por vos. Me voy a tomar mi descanso en ese Sagrado Corazón, pues ya es tarde. Rogadle mucho para que se extienda por todas partes su conocimiento y amor, y recomendadle muy particularmente todas las necesidades de esta Comunidad.

D. S. B.

III

A una Religiosa que se dejaba dominar de su viveza de genio

Confiad.—Luchad.—¡Siempre adelante!—Morid a vos y Jesucristo vivirá en vos.

¡Viva Jesús!

Me he acordado de vos en la Sagrada Comunión, como os lo había prometido. Pero Nuestro Señor quiere que os diga que no está contento de vos y que si no ponéis más cuidado en moderar vuestros pequeños ímpetus y prontos, le obligaréis a alejarse de vuestro corazón.

Tened cuidado de no separaros del camino que Él os ha trazado, pues vendríais a ser tan mala, como buena habéis querido ser. Pero para enderezaros, haréis, si queréis creerme, todos los días, cinco prácticas: tres de mortificación de las ligerezas de genio, y dos de vuestras repugnancias, hasta la Presentación de Nuestra Señora. Así os ganaréis el Corazón de Jesucristo y os dispondréis a recibir las gracias que os ha destinado en el Retiro. El Señor os ama; si así no fuera, os dejaría más tiempo estacionada en vuestras faltas. Confiaos a su bondad y luchad con calor. No os turbéis ni os dejéis abatir. Y cuando hayáis caído voluntariamente, haced penitencia.

No podéis recorrer el camino que el Señor os ha trazado, sino con una continua renuncia de vos misma, y de todos esos movimientos demasiado solícitos que tenéis por las criaturas. Morid, pues, a todas esas inútiles inclinaciones, y Jesucristo vivirá en vos, pues quiere que caminéis a buen paso en la perfección, a fin de que no recibáis en vano su divina gracia. Que su bondad os haga esta gracia es lo que os deseo.

IV

A otra muy fervorosa en amor de Jesucristo

«Todo por amor, en el amor y para el amor».—«Lo quiere todo o nada».

¡Viva Jesús!

Acordaos que si muero antes que vos, ocuparéis mi lugar ante el Santísimo Sacramento; le pediréis perdón por todas las irreverencias que de mí ha recibido. Y si Dios tiene misericordia de mí, os prometo que no os olvidaré, sino que haré por vos todo lo que esté en mi poder.

Y mientras tanto, creed, mi querida Hermana, que no hay nada que yo no quisiera hacer, exceptuando el pecado, para vuestro adelanto en el santo amor. Amémonos en el Sagrado Corazón de Jesús; amémosle la una por la otra, amémosle en todos los acontecimientos y tomad siempre como divisa: Fiat voluntas tua! Amad y haced lo que queráis, pues quien tiene amor, lo tiene todo. Haced todo por amor, en el amor y para el amor, pues el amor es el que da valor a todo. ¡El amor no quiere un corazón partido, lo quiere todo o nada! El amor os lo hará todo fácil. Devolvedle, pues, amor por amor, y no os olvidéis jamás de Aquél a quien el amor hizo morir por vos. Pero no le amaréis más que tanto cuanto sepáis sufrir en silencio, preferirle a la criatura y anteponer la eternidad al tiempo.

D. S. B.

V

A otra que le había pedido reglas de conducta

Jamás disputéis con la gracia.—Es cosa muy temible el resistirla.

¡Viva Jesús!

He aquí, mi muy amada Hermana, unas palabritas salidas del corazón, según el deseo que me manifestáis; y es que si queréis secundar los designios que el Sagrado Corazón tiene de convertiros en su verdadera discípula, debéis renunciar a todo razonamiento humano. Quiero decir, que no hay que disputar con la gracia cuando os apremia a practicar la virtud para haceros obrar el bien o evitar el mal.

Tenéis que seguir valerosamente los buenos impulsos que os da, a pesar de todas las repugnancias y oposiciones de la naturaleza. No os hagáis ilusiones; esta gracia que ahora os apremia tan vivamente, irá disminuyendo poco a poco, se cansará y retirará de nosotras, dejándonos frías e insensibles a nuestros propios males. Después de esto ya podremos pedirla y buscarla; el Sagrado Corazón de

Jesús se burlará de nosotras, como nosotras nos hemos burlado de su gracia.

¡Dios nos libre de esta desdicha! Os digo esto a fin de que os prevengáis y no caigáis jamás.

VI

A una hermana a quien le recomienda la fidelidad

Cómo será fiel a Dios, a las Reglas y a sí misma.

¡Viva Jesús!

Acordaos a menudo de estas palabras: «Si hoy escucháis la voz del Señor, no endurezcáis vuestro corazón».

Sed fiel a Dios, a vuestras Reglas y a vos misma. A Dios, dándole todo vuestro amor y todo vuestro corazón sin dividirlo; no toleréis que se entregue con afán a las cosas terrenas y humanas, sobre todo al afecto de las criaturas.

Fiel a vuestras Reglas, prefiriéndolas a todo lo demás, y no descuidando ninguna por pequeña que sea.

Sed también fiel a vos misma, haciendo buen uso del tiempo, empleando cada momento según los fines a que está destinado y con la misma pureza de amor que tendríais si fuera el último de vuestra vida.

VII

Fidelidad constante y completa al Corazón de Jesús

Confianza filial en el Divino Corazón.—«¡Qué bueno es amarle y ser suya!.—Fuera todo resentimiento.—Exquisita caridad fraterna.—No os desaniméis por vuestras faltas.

¡Viva Jesús!

Sed también constantemente fiel en la práctica del bien que conocéis: ya sabéis bastante todo lo que debéis practicar para haceros una gran santa. Espero que lo seréis con la ayuda de la gracia y vuestra fidelidad. Es preciso para esto poner toda la confianza en el Sagrado Corazón de Jesús, recurriendo a Él en todas vuestras necesidades, descubriéndole todas vuestras penas como un niño a su padre, pues os ha engendrado en la cruz. Por lo mismo no os abandonará, si no le abandonáis vos primero, lo que ya sé que no queréis hacer.

Desea Él que le hagáis el sacrificio de todo lo que cuesta a la naturaleza, cuando os proporcione ocasión. Y si os hace encontrar amargura e inconstancia en las criaturas, es porque os ama y no quiere que os apaguéis a lo que es perecedero, sino a Él. Es el único que puede contentar vuestro corazón y lo contentará efectivamente y lo llenará a medida que vos lo vaciéis de las criaturas. ¡Ah!, mi querida Hermana, si pudiéramos comprender el ardiente amor que nos tiene y qué bueno es amarle y ser toda suya, despreciaríamos todo lo demás para corresponder a su amor, amándole más con obras que con palabras. Este amor hará que abracéis fácilmente todas las ocasiones de mortificación y de humildad, como medios que os presenta para uniros a Él, santificándoos. No conservéis nunca resentimiento alguno hacia las personas de quienes se sirva para procurároslo.

Tratad de conformar vuestra vida con el modelo de la humilde dulzura del amable Corazón de Jesús; uníos a todas sus santas intenciones. Ofrecedle la pureza de las mismas para reparar todo lo que pudiera haber de impuro en las vuestras, sea en la oración o fuera de ella. Pero, sobre todo, os encarezco mucho que no manchéis vuestra lengua con ninguna falta de caridad, que no cometáis ninguna falta deliberada, y que cuando la hayáis cometido os impongáis alguna penitencia.

Adiós, mi muy querida Hermana. Si yo pudiera contribuir en algo a vuestra santificación, no hay nada, os lo aseguro, que no quisiera hacer para ello.

Seamos, pues, todas de Dios por el amor, todas de nuestras Superioras por la sumisión y todas de nuestro prójimo por la caridad.

Os pido también una cosa; y es que no os inquietéis ni os desaniméis por vuestras faltas, sino amad y quered la abyección que de ellas os resulta, la cual es todopoderosa para unirnos al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo. He aquí, mi querida Hermana, lo que me ha venido a la imaginación deciros. Ruego a su bondad que saque de todo, gloria para sí, y a vos que no me olvidéis en su presencia.

VIII

A otra novicia más elevada en el amor de la perfección

Completo sacrificio de todo nuestro.—Más que la mortificación exterior, la interior.— La obediencia, camino segurísimo.

¡Viva Jesús!

¡Todo a la mayor gloria de Dios!

Para seguir sus santos impulsos voy a deciros en su santa presencia lo que me haga conocer que Él quiere de vos. Primeramente, que le hagáis completo sacrificio de todo vuestro ser espiritual y corporal, para no emplearlo en otra cosa que en rendirle y procurarle todo el honor, amor y gloria que esté en vuestro poder. Hacedle donación entera y sin reserva de todo lo que hasta ahora hayáis podido hacer de bueno con su gracia, y de todo lo que hagáis en lo futuro con la ayuda de esta misma gracia, a fin de que disponga de todo según su voluntad.

Y porque, según dice, estos bienes no son capaces de enriquecer a un alma a quien Él llama a seguirle en el camino del puro amor y en el despojo de todas las cosas, tanto como vuestra vocación lo permite. Por esto ha revestido vuestra alma con la túnica de la inocencia y la ha cubierto con el manto de su caridad, para no apartar jamás de ella su misericordia; y quiere enriquecernos con los tesoros inagotables que son eternos en su duración. Quiere de vos más sacrificio de espíritu y de voluntad que de austeridades y penitencias corporales. No hagáis jamás ninguna sino por orden de vuestras Superioras, a las cuales os debéis mostrar siempre sumisa, obedeciéndolas en lo que tengan a bien mandaros, después que les hayáis manifestado vuestros bienes y vuestros males.

Jamás puede resultar engañado el obediente.

IX

Instrucción a una novicia

Haceos niña pequeñita por la humildad de corazón y la sencillez de espíritu.— Abandonaos al Sagrado Corazón.—«Como si fuerais sorda, ciega y muda».—Para orar, trasladaos a Getsemaní.—No os turbéis, ni siquiera por vuestros defectos.— Abandonaos por completo al amor.—Sed observante.—Jamás salgáis del Sagrado Corazón de Jesús.

¡Viva Jesús!

Me habéis dado mucho gusto, mi querida Hermana, escribiéndome, y podéis estar segura de que mi afición a prestaros mis pequeños servicios, me hace encontrar placer en lo que pensáis que me causa trabajo. Y cuando la vista de mis miserias me hace encontrar amargura en él, el deseo que me manifestáis de ser toda de Dios, me lo endulza todo.

Mucho me alegro de que Nuestro Señor os invite a abandonaros toda a Él, como un niño en los brazos de su buen Padre, que es todopoderoso, para estorbar que se pierda. Aplicaos, pues, estas palabras: «Si no os hacéis como niños pequeñitos, no entraréis en el reino de los cielos». Y creo que para vos el haceros pequeña consiste en la humildad de corazón y sencillez de espíritu. Me parece que por estas dos virtudes llegaréis a la perfección que Dios pide de vos.

La primera os tendrá toda anonadada en un perfecto olvido y desprecio de vos misma, recibiendo de buena gana y como venidas de la mano de vuestro buen Padre las humillaciones y contradicciones que encontréis, sin entreteneros a mirar las causas segundas. Mirad a su Corazón amoroso, que no permitirá jamás a su mano adorable que ejecute nada respecto de vos, sino para su gloria y vuestra santificación. Por lo mismo que os ama, os proporcionará a menudo modo de crucificaros, sea por las criaturas, sea por vos misma. Pero de cualquier manera que sea, no opongáis más que vuestro silencio y sumisión, diciendo: Es mi Padre celestial quien lo ha hecho: ¡esto me basta!

Y para empezar este [camino], amad y sufrid por Aquél que os ama. Y para esto hay que hacer un completo y perfecto sacrificio a Dios de vuestra propia voluntad, el jueves, después de la Santísima Comunión, por un verdadero abandono de todo lo que sois, sin reservaros ya ningún goce, pidiéndole perdón del mal uso que habéis hecho de vuestro libre albedrío. Hay que sacrificar también éste a su Sagrado Corazón, que quiere haceros toda suya. Para obtener esta gracia hay que rogarle que os haga vivir en lo futuro como si fueseis sorda, ciega y muda.

Sorda para oír las sugestiones del amor propio y las faltas de caridad; en una palabra, todo lo que pueda herir vuestra alma, o manchar vuestro corazón por poco que sea, no deteniéndoos jamás voluntariamente ni siquiera en un pensamiento inútil; pues todo esto os impide oír la voz de vuestro buen Padre celestial.

Además, debéis ser ciega para no ver los defectos del prójimo, y no hablar ni juzgar mal de ellos, y también para vos misma, dejándoos gobernar en todo por la santa obediencia, sin réplicas ni reflexiones.

Habéis de ser también muda para no hablar de vos misma, sea para alabaros, sea para excusaros, recordando que cuando os alabáis, os convertís en objeto de horror y de desprecio ante Dios y los ángeles. Y cuando experimentéis deseos de excusaros, decíos a vos misma: Mi Jesús, que era inocente, callaba cuando le acusaban, y yo, que soy criminal, ¿trataré de justificarme? Después, guardad silencio y sufrid por amor. No hagáis nada por respeto humano; cuando éste os tiente, decid: ¡No!, Dios mío, no haré ni más ni menos porque las criaturas me vean, puesto que yo no quiero complacer más que a Vos solamente: me basta que me veáis en todas partes.

Para vuestra oración, pensad, al ir a ella, que acompañáis a Nuestro Señor en el Huerto de los Olivos, cuando hacía la suya; uníos a sus santas disposiciones e intenciones. Y cuando encontréis disipación, fastidio o negligencia, dirigíos esta censura a vos misma, recogiendo suavemente vuestro espíritu: ¡Cómo, alma mía!, ¿conque no pudiste perseverar con Jesús en la oración este ratito? Y después volved sencillamente a vuestro tema sin entreteneros a mirar cuáles eran vuestras distracciones. Al terminar, ofreced al Eterno Padre la oración de su Hijo

para reparar los defectos de la vuestra, y que el fruto principal que saquéis sea el amor a la humildad y sencillez.

Seguid el ejemplo de vuestro Esposo crucificado, que no buscó jamás su propia gloria, sino la de su Eterno Padre. Que vuestra gloria no está ya más que en las humillaciones; y cuando éstas os vinieren, decid: ¡Esto es lo que tengo merecido, y no las aprobaciones y alabanzas!

Tened siempre en paz vuestro corazón, y no os turbéis nunca por nada, ni siquiera por vuestros defectos. Hemos de humillarnos y corregirnos de ellos con paz, sin desalentarnos ni abatirnos, pues el Señor no mora más que en la paz.

Haced de modo que secundéis animosamente los designios que el Señor tiene sobre vos; y esto lo haréis abandonándoos por completo a su amor. Y podéis estar segura, mi querida Hermana, de que, por mi parte, la amistad que os profeso no me dejará descuidar cosa alguna que, según las luces qué su bondad me dé, pueda servir para humillaros y mortificaros según el deseo que de ello me manifestáis. Persuadíos en todo caso de que todo nacerá de un corazón deseoso de vuestra perfección tanto como la mía, y no creáis nunca que me es importuno el prestaros mis humildes servicios. No sé si os hablaré en conformidad con vuestras disposiciones.

Daos con toda diligencia a la práctica exacta de todas nuestras santas observancias. Os suplico que pongáis vuestra morada en el Sagrado Corazón de Jesús. Poned allí todo lo bueno que hagáis; buscad todo lo que necesitéis, uniéndoos siempre a Él en todas vuestras obras y sufrimientos. Y cuando cometáis alguna falta, tomad de este Divino Corazón con qué repararla, imponiéndoos siempre alguna penitencia para satisfacer por ella. En eso daréis a conocer la eficacia de vuestro deseo de ser perfecta: en el cuidado que tengáis en todo esto y en consideraros pequeña y baja a vuestros ojos, a fin de que crezcáis en el Corazón y en el amor de Nuestro Señor.

X

Abandono total en el Sagrado Corazón

Su práctica.—Amadle y dejadle hacer.

¡Viva Jesús!

Creo que contentaréis al Sagrado Corazón de Jesús cuando os abandonéis de tal manera en Él, que sea la mirada de vuestros ojos, el sonido de vuestros oídos, la luz de vuestra inteligencia, los afectos de vuestra voluntad, el recuerdo de vuestra memoria y todo el amor de vuestro corazón. Dejadle obrar según los designios que tiene acerca de vos, sin reservaros nada más que el cuidado de complacerle

y amarle sobre todas las cosas; desterrad todas las reflexiones del amor propio y contemplaciones de vos misma, que tantos obstáculos oponen a las operaciones de la gracia en vos.

Confiad en Él, olvidándoos y despreciándoos a vos misma. Contentaos con amarle y dejarle hacer, y esto solo os basta. ¡Dios sea bendito!