XI
A una novicia (Hermana María Cristina Bouthier)
Por qué camino llegaréis a ser una buena religiosa.—Haced alguna penitencia por vuestras faltas.—Sed una verdadera «cristiana».—De la oración depende todo lo demás.
¡Viva † Jesús!
Sí, es verdad, mi muy querida Hermana, que el afecto que os profeso me hace desear a menudo que seáis una buena religiosa. Esto lo conseguiréis fácilmente si trabajáis de verdad y con buen ánimo en la verdadera mortificación de vuestros sentidos, pasiones e inclinaciones, conforme a lo que la Constitución ordena. No nos dejemos arrebatar de la inclinación natural que nos llevará a estar tan pronto alegres y decir palabras de chanza a todo lo que se presente, como tristes y de tan mal humor que todo nos moleste, no teniendo escrúpulo alguno de ver y oír cuanto se nos antoje, ni de decir algunas palabras en tiempo de silencio.
He aquí, mi pobre hija, los obstáculos a vuestra perfección, que son mayores de los que pensáis. El amor del Sagrado Corazón de vuestro Señor os pide que os enmendéis luego de ellos; y esto no es posible más que por medio de esta verdadera mortificación. Acordaos que San Bernardo dice que las chocarrerías son blasfemias en boca de un religioso.
Si os acontece decir alguna, haréis una penitencia, como tener un poco ajenjo en la boca por espacio de cinco Pater. Y cuando hayáis cometido alguna falta por curiosidad, besaréis cinco veces el suelo, diciendo: Miserere mei Deus. Este versículo, únicamente por la primera y segunda falta; y si recaéis tercera vez, vendréis a decírmelo. Si os ocurre faltar a la regla del silencio, os privaréis de comer el postre en la primera comida.
Os confieso, mi querida Hermana, que desearía mucho hacer de vos una buena religiosa; pero si vos misma no trabajáis en ello, no lo lograré. Sed, pues, para esto, humilde y mansa en tolerar las pequeñas mortificaciones que os sobrevengan, sufriendo con dulce serenidad y sosiego el ser humillada y contrariada, pensando que el Corazón amoroso de vuestro buen Padre celestial es quien os las preparó para perfeccionaros según sus deseos. No deis libertad a vuestro corazón para reflexionar tan inútilmente, sobre lo que os mortifica y humilla; esto no sirve más que para extinguir en vos el espíritu interior y alimentar el amor propio.
He aquí lo que deseo que hagáis por ahora, siendo muy fiel a nuestras santas observancias, si deseáis que el Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo os reconozca y confiese por una de sus hijas. Y yo, vuestra mezquina e indigna Maestra, reconoceré por el cuidado que pongáis en perfeccionaros siguiendo estas máximas, si es verdadera la amistad y el tierno amor que decís me profesáis. No lo dudéis, mi querida Hermana; y tratad, según la significación de vuestro nombre (Cristina), de haceros una verdadera imitadora de Jesucristo, al cual os ruego pidáis la gracia de que podamos vivir y morir en su santo amor. Le suplico que consuma éste todas nuestras tibiezas y cobardías, sobre todo en la oración, en donde os ruego seáis fiel, para no robarle el tiempo a Dios; pues del buen empleo de esta distribución depende todo lo demás. Para hacerla como es debido hay que estar muy recogida y muy mortificada, y así todo irá bien. Esto es lo que os recomiendo; y que améis al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, y le adoréis a menudo, dándoos y ofreciéndoos toda a Él.
XII
A otra que no se había descubierto con sencillez a propósito de una amistad particular
Medios para romper este dañoso lazo.—Si no sois sencilla y humilde, perderéis la amistad del Sagrado Corazón.
¡Viva † Jesús!
Mucho me alegro, mi querida Hermana, de que Nuestro Señor os haya hecho conocer este obstáculo a vuestra perfección por otro conducto que por el mío, esperando que Él mismo os hará conocer la importancia que tiene, mejor de lo que yo hubiera podido hacerlo. Pero sabed que no está todo en haber conocido esta falta, si no lográis enmendaros por una generosa separación de esa Hermana.
He aquí los medios que tenéis que emplear: en lugar de ese afán que sentís por ella, tratad de conseguir suma indiferencia para todo lo que a la misma se refiere, no hablándole más que por necesidad, procurando no poneros cerca de ella en tiempo en que podáis hablar, no acariciándola con palabras afectuosas y testimonios de complacencia; decidle sencillamente que Nuestro Señor os ha hecho conocer que el apego que le teníais era un obstáculo a vuestra perfección. Y cuando hayáis cometido alguna falta voluntaria en lo que os digo, venid a acusaros. Fijaos en que es el demonio el que os hace faltar a la sencillez en descubriros, para impedir de esa. manera que rompáis ese lazo con el cual os tiene atada a él, y estorbar de paso que os unáis al Sagrado Corazón de vuestro Señor Jesucristo, el cual se retirará de vuestra alma si os apegáis a alguien que no sea Él.
Cuando faltéis a la sencillez y humildad, perderéis la amistad de este Sagrado Corazón, quien dejará al vuestro como tierra estéril que no produce sino espinas y cardos, es decir, faltas e imperfecciones: se entiende, cuando nuestras faltas son voluntarias.
He aquí, mi querida Hermana, lo que tengo que contestar a vuestro billete; que trabajéis fielmente en la mortificación de vuestros sentidos, procurando ser humilde y sencilla, si queréis ser tenida por verdadera hija del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo.
XIII
A otra, para determinarla a vencer sus resistencias a la gracia
No hay término medio: o todo o nada.—¿No tenéis vergüenza de disputarle vuestro corazón?—Dejadlo todo y lo hallaréis todo en Él.
¡Viva † Jesús!
Acordaos, mi querida Hermana, que tenéis un Esposo celoso que quiere poseer en absoluto todo vuestro corazón, o no quiere nada de él. Si no echáis fuera a la criatura, Él se saldrá; si no la dejáis a ella y su amor, Él os dejará y os quitará el suyo. No hay término medio: quiere todo o nada. Creo que su Corazón vale el vuestro, por lo menos. ¿No tenéis vergüenza de disputarle un bien que le pertenece? En verdad, no acierto a comprender cómo no se ha cansado ya de vuestras resistencias; preciso es que os tenga grande amor. En fin, pobre hija mía, nada se hará sin vos; pensadlo y no le neguéis ya lo que os da a conocer que quiere de vos; si no, os privará de muchas gracias, y os dejará en una sequedad y desamparo insoportables en vuestras oraciones y en los ejercicios de piedad.
Os digo esto como a mi querida amiga en el Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, a fin de que tengáis cuidado y que seáis más fiel en lo porvenir al movimiento de la gracia. Dejadlo todo y lo hallaréis todo en el Sagrado Corazón. A él le suplico llene el vuestro de su puro amor, de modo que consuma todo lo que hay de vos misma y de la criatura, para daros el amor a la humildad y a vuestra abyección, sin lo cual no se hace nada que valga en el servicio de Dios. He aquí, mi querida Hermana, lo que os recomiendo: todo en la paz del Señor.
XIV
Fidelidad animosa en ejecutar las resoluciones tomadas
Vivid en amorosa sumisión a Dios.—Vuestro camino, la fiel observancia de todas las Reglas.—Más que buenas palabras, obras buenas.
¡Viva † Jesús!
Añado a vuestras resoluciones el buen empleo del tiempo destinado a la oración y demás ejercicios espirituales. Esta fidelidad os sostendrá en todos vuestros deberes. Poned en los ojos de vuestra alma la venda de la santa y amorosa sumisión a Dios, y por amor de Él a la obediencia, que tiene derecho de mandaros. Así, sin rodeos ni cavilaciones, seguid vuestro camino, que es el de la exactitud a la observancia de vuestros deberes. No os distraigáis de éstos, a menos que la caridad o la necesidad os lo exija, pues todo lo demás es accesorio y debe ceder ante las disposiciones señaladas en las Reglas, Constituciones y Directorio.
He aquí, mi buena Hermana, lo que os recomiendo particularmente y también que no os apeguéis más que a solo Dios. No tengáis ningún respeto humano. Aniquilad esas reflexiones del amor propio que os impiden ser un alma interior. Porque, fijaos bien, hija mía: la virtud no consiste en formar buenas resoluciones ni en decir buenas palabras, sino en hacer buenas obras y poner en práctica lo propuesto. Sin esto, no os servirían sino de mayor condenación vuestros propósitos.
Sed, pues, fiel en vuestro interior y dadle a Dios lo que le habéis prometido. Tratad cuanto podáis de ser humilde y mansa con el prójimo; amad, ser reprendida y corregida por cualquiera que sea, sin excusaros; recibid todos los acontecimientos de la Providencia con sumisión, diciendo siempre: Hágase, Señor, como queréis.
XV
Sugiere generosas resoluciones a una postulante que iba a tomar el santo hábito
Agradecimiento al Señor.—Semejanza con Jesús Crucificado.—Vivir como una niña en el Corazón de mi buen Padre.—Unión en las virtudes con Jesús Sacramentado.—Qué habéis de pedirle ese día de vuestra fiesta.
¡Viva † Jesús!
Decid a menudo con el Profeta: «¿Qué daré yo al Señor por los grandes bienes que me ha dado?» Le haré un continuo sacrificio de todo mi ser en homenaje de amor y alabanza a su soberanía. A este efecto, le escojo por el único objeto de mi amor, por todo el tesoro de mi corazón y delicias de mi alma, no queriendo otras en la vida que procurar asemejarme a mi Esposo crucificado por medio de una completa muerte de mi voluntad e inclinaciones, las cuales sacrificaré, no sólo a la obediencia, sino también a la condescendencia con el prójimo. Jamás hablaré de él más que con estima; y cuando le vea cometer alguna falta, le ofreceré a Dios una virtud del Sagrado Corazón de Jesús para satisfacer por él.
Trataré de mantenerme siempre anonadada en el abismo de mi nada, por medio de un verdadero desprecio de mí misma, que me hará mirar a las esposas de Jesucristo como a mis superioras, que tienen derecho a mandarme y humillarme. Y cuando me sobrevenga alguna humillación o mortificación, la recibiré como prenda del amor del Sagrado Corazón y la sufriré en silencio, poniendo particular cuidado en no hablar de mis sinsabores, no excusándome jamás, puesto que mi Salvador no se excusó, aunque era inocente, y fue obediente hasta la muerte de cruz. Y para honrar su obediencia, quiero obedecer hasta el último suspiro de mi vida, sin reflexionar ni murmurar o desaprobar lo que me manden. Quiero vivir como una niña, sin preocupaciones, en el Sagrado Corazón de mi buen Padre, dejándole hacer y disponer de mí según su beneplácito, sin otro cuidado, en lo que a mí se refiere, que abandonarme todo al de su amorosa Providencia, dejándome dirigir en todo con la sencillez de un niño, no teniendo otra mira ni deseo, en todo lo que haga, que contentar al Sagrado Corazón de Jesús.
Cuando guarde el silencio, lo uniré al de Jesús en el Santísimo Sacramento. Cuando obedezca, será para honrar la obediencia que rinde al sacerdote. Cuando me humille y mortifique mis sentidos, será para honrar la mortificación de los suyos y la humildad que allí practica. Haré todo lo posible para ser mansa y sumisa, mortificando mis resentimientos y repugnancias.
He aquí, mi querida Hermana, unas palabritas para vuestros propósitos. Me he extendido más de lo que pensaba; mucho os aprovecharán, si los practicáis con fidelidad. Pedid mucho esta gracia al Sagrado Corazón de Jesús, el día de vuestra toma de hábito. Tomad vuestro corazón como si lo tuvierais en la mano y ofrecédselo y consagrádselo, a fin de que sea Él para siempre su único propietario que reine en él en absoluto y os enseñe a amarle perfectamente, a no desagradarle nunca voluntariamente y a llevar la Cruz con amor. Cuando cometáis alguna falta sobre lo que os señalo aquí, os impondréis alguna penitencia.
XVI
Últimos consejos de la Santa Maestra, que iba a dejar el Noviciado
Sed inviolablemente fiel al Sagrado Corazón de Nuestro Señor y a nuestras Reglas.— Conformaos con vuestro Esposo Crucificado y Sacramentado.—Manteneos oculta en su Sagrado Corazón.—Sed dulce y pacifica.—Haced de vuestro corazón un trono a su amor.—«Sobre todo os recomiendo que estéis alegre, gozosa y contenta».—¿Cómo lo conseguiréis?
¡Viva † Jesús!
Deseo mucho, mi querida Hermana, satisfacer vuestro deseo, diciéndoos estas palabritas antes de dejaros, para recomendaros que seáis inviolablemente fiel al Sagrado Corazón de Nuestro Señor, haciendo todo el bien que Él os haga conocer desea de vos, amándole con amor de preferencia a todo lo demás, como a vuestro Padre que os ha engendrado en la cruz con tantos dolores. Bien justo es que seáis toda suya sin reserva, descansando sobre su amorosa providencia, dejándole el cuidado de vos misma y no cometiendo ninguna falta deliberada, por pequeña que sea.
Además, es preciso que seáis fiel a vuestras Reglas, tratando cuanto os sea posible de formaros y ajustaros a todas las observancias, prácticas y enseñanzas que se os dan en el Noviciado, manteniéndoos tan cuidadosa de observarlas, que nada en el mundo sea capaz de apartaros de eso. Sed muy exacta en todas las prácticas de observancia, sin descuidar nunca cosa alguna, por pequeña que os parezca, porque no pocas veces van unidas grandes gracias a lo que nos parece más pequeño.
En primer lugar, os esforzaréis en haceros buena religiosa, tratando de conformaros en todo con vuestro Esposo crucificado, con el cual no estáis aún ligada más que por el deseo. Y por eso es preciso que os adornéis con las virtudes que os puedan hacer más agradable a sus ojos; sobre todo, Él fue obediente hasta la muerte de Cruz, y siempre obedece a los sacerdotes en nuestros altares. Por eso debéis poneros en manos de la obediencia para obedecer hasta la muerte de todas vuestras voluntades e inclinaciones, dejándoos conducir y que dispongan de vos sin resistencia ni réplica, por más repugnancia que experimentéis, diciendo siempre: No he venido a la religión a hacer mi voluntad. Trataréis de quebrantar ésta en toda ocasión, uniendo vuestras obediencias a las de Jesús en el Santísimo Sacramento, en donde está oculto y anonadado.
Del mismo modo os mantendréis oculta en su Sagrado Corazón, como del todo anonadada a los ojos de las criaturas, sin preocuparos de otra cosa que de humillaros y de hacer bien todo lo que la obediencia y vuestras reglas piden de vos. Estad siempre pronta a hacerlo todo y sufrirlo todo sin quejaros jamás, ni creer que os hacen agravio, sin excusaros ni buscar ser alabada o que os aprueben lo que hagáis. Y si ocurriera que lo hicieran, decíos a vos misma: Esto no lo merezco. Y cuando os desprecien, regocijaos, diciendo: Esto es lo que me corresponde.
Sed dulce, si queréis complacer al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, que no se agrada más que de los mansos y humildes de corazón. No os turbéis ni inquietéis nunca por nada, ni siquiera por vuestros defectos, pero humillaos sinceramente cuando cayereis en alguna falta. Después, mantened vuestra alma en paz y volved a la práctica de la virtud. He aquí lo que debéis hacer si queréis que Dios habite en ella, pues habéis de mirar siempre vuestra alma como su santuario.
Por eso debéis poner especial cuidado en no mancharla con falta alguna. Además, es menester que de vuestro corazón hagáis un trono a su amor. Retiraos ahí con Él, y platicad con Él en silencio, adorándole y amándole con todas vuestras fuerzas y potencias, cercenando todo pensamiento inútil, toda vana curiosidad, a fin de escuchar en silencio lo que os diga al corazón, del cual debéis arrancar todas las sugestiones del amor propio. De otro modo se retirará de vos y jamás aprenderíais a conversar con Él.
Pero sobre todo os recomiendo que estéis alegre, gozosa y contenta, pues ésta es la verdadera señal del espíritu de Dios, que quiere que se le sirva con paz y contento, sin mostraros jamás incomodada ni contrariada. Al contrario, lo habéis de hacer todo con un espíritu libre en la presencia de Dios y con el único deseo de agradarle en todo cuanto hagáis. El medio más seguro para conseguir todo esto, es grabar en vuestro corazón el amor a vuestra abyección, y eso lo habéis de buscar con toda diligencia, teniéndoos por pequeña y baja a vuestros ojos.
No ocultéis nada ni bueno ni malo a aquellos que os dirigen, y Dios os bendecirá, pues es enemigo de todo engaño y doblez. Y basta ya. Ruego al Señor que os haga muy fiel, pues como os amo, sentiría mucho que volviereis atrás haciéndoos peor, lo que espero no ocurrirá, con la ayuda de Dios.
XVII
Exhortación a la confianza y fidelidad
Vivid toda abandonada al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo.—¿Cómo ganaréis su paternal Corazón?—Acordaos de que sois esposa de un Dios Crucificado.— Confiad siempre—Sed agradecida.—Con tal que esté contento…
¡Viva † Jesús!
Vivid, hija mía, toda abandonada al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, dejándoos guiar y gobernar con su amorosa Providencia sin pedir ni rehusar nada, pero estando siempre dispuesta a sufrir y hacerlo todo a la menor señal de la obediencia que debéis tener a los que os gobiernan en su nombre. Mirad siempre a Dios en todos los acontecimientos y jamás a las criaturas; con eso recibiréis de su mano adorable, con igualdad de ánimo, lo dulce y lo amargo, las mortificaciones y los consuelos, bendiciéndole en todo.
En fin, mi querida amiga, guardad inviolable fidelidad a nuestras santas observancias, sin descuidaros en cosa alguna por pequeña que os parezca, pues de este modo ganaréis el Corazón de vuestro buen Padre que os ama. No temáis, pues, nada, mientras le seáis humildemente fiel, no cometiendo jamás ninguna falta deliberada, amándole con todo vuestro corazón, no aficionándoos a nada más que a agradarle, haciéndolo todo por su amor. Acordaos a menudo que, siendo esposa de un Dios crucificado, debéis estar toda sacrificada, manteniendo siempre vuestra alma en sosiego, a fin de que Él establezca en ella su reinado de paz. Dirigíos con confianza a su Divino Corazón en todas vuestras necesidades, y espero que Él proveerá a todo lo que hayáis menester. Pero sobre todo, tened profundo agradecimiento a los beneficios que os ha hecho, que por cierto son bien grandes.
Cifrad todas vuestras delicias en este Divino Corazón, rogando a la Santísima Trinidad que le haga conocer y amar de todos los corazones capaces de ello. Amadle vos misma con todas vuestras fuerzas ocupándoos siempre en Él, dejándole hacer de vos, en vos y por vos, lo que quiera, sin preocuparos por nada. Con tal de que esté contento, esto debe bastaros. Haced sobre esta base el plan de vuestro retiro, en el cual os deseo muchas bendiciones y gracias. ¡Que Él os haga para siempre toda suya!
XVIII
A una novicia, para inclinarla al desprendimiento de sí misma y de las criaturas y a la conformidad con Jesucristo
¿Con qué condición quiere ser el Sagrado Corazón todo vuestro apoyo?—«Recurrid al amor de vuestra propia abyección».—En qué consiste vuestra perfección.
¡Viva † Jesús!
No creáis, mi muy querida Hermana, que porque nada os diga, os ame menos. No; os aseguro que no, pues no olvidaré jamás los sentimientos de ternura y de afecto que el Sagrado Corazón me ha dado para con vos, mientras me dé a entender, como ahora, el deseo que tenéis de continuar constantemente en su servicio y amor para corresponder en algo al tierno amor con que os ama. Quiere, por lo mismo, que viváis en el desasimiento de todo lo que no es Dios, porque quiere ser Él solo vuestro amigo, vuestro apoyo y vuestro contento, con tal de que no busquéis éste en las criaturas. Pero no os mostréis con ellas ni cohibida ni enfadada, sino siempre humildemente alegre, dulce y condescendiente con nuestros queridos prójimos, sufriendo en silencio y en el amor del amable Corazón de Jesús todas las humillaciones, penas y contradicciones que podáis recibir en adelante, sin quejaros de ellas.
Pero cuando la infinita bondad de vuestro buen Padre os regale con esa clase de caricias tan desagradables a la naturaleza, recibidlas como prendas de su amor. Y sin turbaros, recurrid al amor de vuestra propia abyección, pues encuentra Él sus delicias en hacer su morada en nuestra nada. Mantengámonos, pues, ahí siempre, mi querida amiga, gozosas y contentas, considerándonos felices de que todos trabajen a este fin.
Sed fiel a todas vuestras santas observancias, sin descuidar ninguna; pero procurad caminar siempre con la libertad de los hijos de Dios, conformándoos y uniéndoos a su santo amor y santa voluntad, en la cual debe morir la vuestra, para no tener más que un querer o no querer con Él. Atribuidle la gloria de todo, sin atribuiros nada a vos, sino la impotencia, la pobreza, el desprecio y el dolor. No os afanéis en procuraros cada día nuevos medios para vuestra perfección; pues es bien os acordéis, para decirlo todo en una palabra, que la vuestra consiste en conformar vuestra vida y vuestras acciones con las santas máximas del Sagrado Corazón de Jesús, sobre todo con su mansedumbre, su humildad y caridad.
He aquí, mi querida hija, lo que se me ha ocurrido deciros.
XIX
Exhortación al completo desasimiento
«No teniendo nada, lo tendréis todo en el Corazón de Jesucristo».—Haceos sorda y ciega.—A quiénes se da el puro amor.
¡Viva † Jesús!
No tengo que deciros más que estas palabritas, mi muy querida Hermana: Solamente en el perfecto desasimiento de vos misma y de todo lo que no es Dios, encontraréis la verdadera paz y la completa felicidad; pues no teniendo nada, lo tendréis todo en el Sagrado Corazón de Nuestro Señor, que por ese medio os quiere salvar. No deis, pues, importancia más que a lo que os ayude a desasiros y despojaros de las criaturas. Haceos sorda a todos los razonamientos de la naturaleza y del amor propio y ciega a todas las miras del respeto humano, pues todo es poner gran obstáculo al puro amor, que rechaza a los tibios y no se da sino a los humildes y fervorosos.
He aquí lo que tenía que deciros; y que seáis fiel a vuestros buenos propósitos, a fin de que este Sagrado Corazón no os rechace jamás. Él jamás lo hará si no le abandonáis vos primero por desprecio. Pero espero que su amor os librará de esta desgracia; porque Él os ama y quiere que le correspondáis, no descuidándoos en nada de lo que os dé a conocer quiere de vos.
Amadle, pues, desprendiéndoos y olvidándoos de vos misma y rogadle por esta indigna criatura que os ama tiernamente en Nuestro Señor.
XX
A una novicia a quien le había caído en suerte un billete indicándole que debía ser como un cirio encendido delante del Santísimo Sacramento
¿Cuál ha de ser la cera?—¿Cuál la mecha?—Es necesario hacerse violencia.— «No os aflijáis por esas repugnancias y sequedades».
¡Viva † Jesús!
Os deseo, mi muy querida Hermana, que practiquéis fielmente todo lo que está señalado en el billete que la suerte os ha deparado; y me parece que encontraréis al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, si, como lo espero, lo hacéis con toda vuestra voluntad.
Hay que imitar, pues, al cirio encendido; que vuestro corazón sea la blanca cera, cuyo uso propio es para arder. Vuestra voluntad como la mecha, la cual no se compone de un solo hilo, y así también es preciso que vuestra voluntad esté unida a vuestros afectos, para hacer esa mecha entera a propósito para quemarse con el fuego del divino amor, que debe consumir en vos toda afición a las cosas de la tierra. Y creo que si os dedicáis un poco a considerar lo que esto significa para vos, lo entenderéis mejor que con cuantas explicaciones pudiera daros. Solamente añado que hay que vaciar vuestro corazón de todo para vivir enteramente desasida de vos misma y no llenaros más que del puro amor, renunciando a toda vana satisfacción y propio interés.
Mirad, mi querida Hermana: es preciso que seáis de las que se hacen violencia y arrebatan el cielo a la fuerza; pero el Señor os ayudará. No os desaniméis nunca ni os turbéis por nada. Mantened siempre vuestra alma en paz, en medio de los vaivenes y mudanzas de la vida, y se convertirá en trono de Dios. Mucho creo que le agradaréis si prescindís de pensamientos y reflexiones sobre vos misma, que es precisamente uno de los mayores obstáculos que oponéis a la gracia de Dios. Pero sed constantemente fiel en hacer o evitar todo lo que el Señor os dé a conocer que le es agradable o le desagrada, a fin de que no perdáis jamás la amistad de su Sagrado Corazón. No os aflijáis por esas repugnancias y sequedades que sentís en su servicio. Así es más puro vuestro amor, y vuestros servicios más agradables; pues Él quiere le sirváis de este modo, sin más apoyo que la fe desnuda y sencilla, pero fervorosamente y con constancia. Es lo que os desea vuestra indigna Hermana y sierva.