Día 20 de Junio: Servicio amoroso
Pasaje evangélico:
“El Hijo del Hombre ha venido a servir y no a ser servido”. Mateo,20,28
Oración diaria:
Tu vida toda ha sido de un servicio. A buenos y a malos. A todos. Conocidos y desconocidos. Viniste a servir, a ayudar, a hacer favores, a dedicarte a los otros. Pero tu servicio fue con amor. No por cumplir. No por obligación. No por profesión. Si no por amor. Hecho con cariño, con simpatía, con afecto, dejando tu corazón y empatía en ellos. Conocías por sus nombres, sabías sus historias, conocías las causas de su dolor. Y al conocerlos, los amabas. No eran números, no era gente. Eran personas. Tu servicio nunca fue profesional, aséptico, frío, antipático, distante. Fue cercano, cálido, humano, preocupado, doliente, lloroso, alegre. Dejabas parte de tu corazón en ellos. Parte de ti. Gracias por ser como eres. Sé que no vas a cambiar. Cuánta humanidad hay en ti.
(petición )
Pensemos en algún devoto del Corazón de Jesús:
Charles de Foucould. De familia aristocrática francesa e infancia difícil, huérfano de niño. Es un convertido. Se fue a vivir a Palestina por amor a Cristo y luego en áfrica se dedicó a la conversión de este continente. Vivía en el desierto, en las montañas y en los oasis, vestido como árabe en pequeña cabaña, en continua oración. Murió asesinado por los árabes el 1 de diciembre de 1916, en total pobreza como Cristo, y casi inadvertido. Fundó las hermanitas del Sagrado Corazón de Jesús con reglas que Foucould hizo en 1902 y otras congregaciones para el apostolado entre no cristianos y las masas abandonadas. Su mensaje en esencia es: la imitación de Cristo pobre; la vida contemplativa al estilo de Nazaret y la caridad universal basada en la unidad de los hombres.
Oración de todos los días: “de San Ignacio de Loyola“
Tomad, Señor, y recibid
toda mi libertad,
mi memoria, mi entendimiento
y toda mi voluntad;
todo mi haber y mi poseer.
Vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno.
Todo es vuestro.
Disponed a vuestra voluntad.
Dadme vuestro amor y gracia,
Que esto me basta.
(San Ignacio de Loyola. En los ejercicios espirituales, Manresa, 1522 y Roma, 1544)
Consagración al Corazón de Jesús:
Hagámoslo con estas palabras de Agustín de Hipona (siglo IV-V):
“¡Oh amor, que siempre arde es y nunca te apagas!¡Dios mío, que eres el mismo amor: enciéndeme … Vuélvete a mí y ten misericordia con los que aman tu nombre, pues para que yo me decida amarte es porque tú me has amado antes a mí! Amándote a Ti me amo a mí mismo y así podré amar también a mi prójimo como a mí mismo date a mí, Dios mío. ResTitúyete a mí porque te amo.
Y si mi amor es todavía débil, haz que te ame más intensamente.
Ya sólo te amo a Ti, sólo te sigo a Ti, sólo te busco a Ti y sólo aquí estoy dispuesto a servir porque eres tú el único que tiene derecho a mandar, y a Ti solo deseo pertenecer. No te alabarían, Señor, mis labios si no se hubiera adelantado tu misericordia…¡qué admirable y singular es tu bondad! Has muerto por mí, estoy seguro de recibir de Ti la vida contando con una prenda como tu muerte… Dios no te pide palabras, sino tu corazón… Arda primeramente en mí el fuego, para que yo pueda encender a otros” (de las confesiones)
Cantó final:
Christus vincit, christus regnat…
¡Cuánto ha perdido el que perdió el Corazón de Jesús!, dice San Juan Eudes.
Corazón de Jesús, en vos confío