Del libro de San Manuel González, Obispo. Que hace y que dice el Corazón de Jesús en el Sagrario.
Pilato entregó a Jesús a la voluntad de ellos (Lc 23,25)
Semana Santa, Semana de los misterios, ¡cuántas cosas puedes enseñar a los sucesores de aquel Juan y de aquellas Marías que fueron testigos y partícipes de ellos!
Lo que enseña la primera Semana Santa
Yo quisiera que tú les dijeras todo lo que viste de veleidad e ingratitud de las muchedumbres, de odio y de envidia en los directores del pueblo, de cobardía y de egoísmo en los amigos y favorecidos y también de fidelidad, delicadeza y consecuencia en aquel grupito tan reducido… Sí, Semana de los misterios de la Pasión, cuéntales y con muchos pormenores a los Discípulos de san Juan y a las Marías de hoy, lo que hicieron y vieron y oyeron y sintieron sus padres en la fidelidad reparadora…
Cuéntales también lo que tú viste de bondad inacabable, de paciencia sin tasa, de generosidad con excesos, de amor hasta el fin del Maestro.
Píntales con todos sus colores la cara de Jesús en la oración prolija y en las angustias de muerte del Huerto, cuando recibe la bofetada del soldado, cuando lo tratan de loco…; sí, sí, grábales en el alma aquella cara escupida, acardenalada, aquellos cabellos mesados, aquellos ojos hundidos por la calentura, tristes por la pena y a pesar de todo amantes…; mételes muy dentro del alma la mirada de esos ojos a Pedro que le niega, a las mujeres que le lloran, a Juan que no le abandona, a su Madre que de pie está junto a su cruz. Entéralos bien de lo que fue la calle de la Amargura, el monte Calvario y de todo lo que en esos lugares hicieron mis hermanos los hombres con Jesús su Padre…
Semana de los misterios, penetra dentro del alma de los Discípulos de san Juan y de las Marías de hoy, que les hace mucha falta tenerte presente.
La gran Semana Santa
¡Que todavía mis hermanos los hombres siguen portándose mal, muy mal con su Padre Jesús, que todavía hay pueblo veleidoso y olvidadizo, y fariseos que odian y conspiran hipócritamente y discípulos y amigos y favorecidos que lo niegan y lo dejan solo…, que todavía hay calle de la Amargura y monte Calvario para Él…!
Y lo que es más triste: que la calle de la amargura y el monte calvario de ahora han aumentado en número y han disminuido en compañía.
Hay muchas calles de la Amargura y muchos montes Calvarios para Jesucristo, y en muchos de ellos, ¡en muchos!, todo es ingratitud y olvido de turbas, odio de poderosos, y cobardía de amigos y nada de fidelidad, ni de lágrimas, ni de compasión que acompañen como en el primer Calvario…
¡Calles de la Amargura sin lágrimas compasivas de mujeres, ni encuentros, ni abrazos de Madre, qué calles más amargas seréis…!
¡Calvarios sin sollozos de penitentes, sin protestas de amantes, sin agradecimientos de redimidos, qué amargos calvarios seréis…!
¡Qué! ¿No es eso el Sagrario abandonado? ¿No es el mismo Jesús de la gran Semana el que está allí, bebiendo hora tras hora detrás de la puertecita, quizás apolillada, el cáliz de todas las amarguras y de todos los abandonos?
Marías y Discípulos de san Juan de los Sagrarios-Calvarios, ¿os habéis enterado? Para vosotros la semana de los misterios no es una semana de siete días que comienza en las palmas del domingo y termina en el resurrexit de la madrugada del otro domingo; para vosotros empezó el jueves del Cenáculo y no terminará mientras haya quien grite en torno de los Sagrarios: «No queremos que Éste reine sobre nosotros»… Esa es vuestra gran Semana.