Día 25.
Amemos al Único de nuestra alma, pero
amémosle en todo y sobre todo, sin gusto, sin
sentimiento, sin placer: en el sufrimiento y en
la desolación, igual que en la alegría de los
consuelos.
Día 26.
Recurrid confiadamente a la amorosa
bondad del Corazon divino: no os abandonará,
porque desea haceros bien y está dispuesto a recibiros
siempre que volváis humildemente a Él,
sí por desgracia os apartasteis algo.
Día 27.
No queramos desmayar; pero recibamos
con buen corazon y con espíritu de sumisión
las pequeñas mortificaciones que la Providencia
permitirá qué nos sobrevengan: procuremos hacer
buen uso de ellas.
Día 28.
Confiad en la bondad de nuestro Señor
en medio de las cruces que os manda: no os
abandonará, porque sabe sacar bien de nuestros
males, y de nuestras aflicciones su gloria.
Día 29.
Nuestra santa vocación, lo mismo en la
aflicción que, en los consuelos, debe hacernos
sumisos a la voluntad adorable de Dios, que es
siempre amable en sí misma.
Día3o.
Abracemos de buen grado todo lo que
Dios dispone, diciendo en todos los casos: Dios
mío, hágase tu voluntad.