El simbolismo de la Sangre y el Agua del Costado de Cristo

Corazón de Jesús
Del libro "EL MISTERIO DEL CORAZÓN TRASPASADO", Ignace de La Potterie

Desde la antigüedad cristiana, el versículo joánico sobre el costado traspasado de Jesús, del que «salió sangre y agua» (Jn 19,34), ha despenado siempre profundas sugerencias en la tradición: primero, entre ios padres de la Iglesia, después de forma especial en la teología y la espiritualidad del Corazón de Cristo de la Edad Media, y hasta la actualidad. En este simposio de teología, cuyo objetivo es iluminar los fundamentos de la devoción del Corazón de Jesús, era indispensable un estudio de este texto fundamental.

En una primera parte, para comprender mejor el contexto en el que se sitúa nuestro análisis, hablaremos de las interpretaciones más importantes que se han dado para este pasaje en los tres grandes periodos de la tradición. Veremos así mejor que la exégesis que proponemos se sitúa en la línea de las que se han propuesto hasta ahora, especialmente en la Edad Media; pero nuestra exégesis aporra también nuevas explicaciones: estas se deben a un examen más atento de las múltiples correlaciones que existen entre este versículo y los distintos temas de la teología joánica sugeridos por el contexto inmediato. En la segunda parce, indicaremos brevemente los principales problemas que suscita el versículo para el exégeta actual. En la tercera etapa analizaremos el texto; propondremos aquí también una interpretación teológica.

1, Algunos datos sobre la historia de la exégesis
de jn 19,34


Para la época patrística, citaremos dos testimonios significativos, uno para oriente, otro para occidente. En primer lugar, he aquí lo que, según un especialista ingles, eran los «misterios escondidos en el costado de Cristo» para la Iglesia siríaca. Escribe: «Este solo versículo, Jn 19,34, puede ser considerado el punto central de la antigua exégesis siríaca: esta mira hacia arras, hacia el relato del paraíso del Génesis, y hacia delante, hacia el nuevo paraíso, la vida sacramental de la iglesia, Las asociaciones tipológicas de este versículo son de una riqueza increíble, y trataremos simplemente de sacar a la luz los aspectos más notables». Esta interpretación, como se ve, es sobre todo tipológica: se trata de descubrir el sentido del versículo indicando la correlación de sus temas con el conjunto de la historia de la salvación. En la Iglesia occidental ocurre lo mismo en san Agustín: sin embargo, él añade un elemento nuevo (el costado abierto), por el que se sitúa en el punto de partida de una tradición mística que, llegado el momento, haría florecer la devoción al Corazón de Cristo. Citaremos solo el comentario a Jn 19,34; este texto, según H. Rahner, es sin duda el que más ha influido en la historia de la veneración de la herida del costado.

Uno de los soldados le abrió el costado con su lanza, y al punto salió sangre y agua. El evangelista  ha  elegido a propósito el verbo. No ha dicho: golpeó, hirió el costado, o algo parecido. Ha dicho: abrió. Quería indicar que allí, por así decirlo, se abría la puerta de la vida, de ahí brotaron los sacramentos de la Iglesia, sin los cuales no se entra en la vida que es la verdadera vida, Esa sangre se ha derramado para la remisión de los pecados; esa agua templa el cáliz de salvación, y es al mismo tiempo bebida y baño. Este misterio había sido anunciado en la puerta que se le ordenó abrir a Noé a un lado de! arca, para que pudieran entrar los seres vivos que no debían perecer en el diluvio: en ellos se prefiguraba la Iglesia.
De los sacramentos, Agustín pasa después a la Iglesia, la nueva Eva, salida del costado del nuevo Adán, adormecido sobre la cruz. Indudablemente es un gran texto. Pero parece que en él se acumula demasiada riqueza: para explicar este versículo de Juan, Agustín recurre, por una parte, a una triple tipología bíblica (Adan / Cristo; Eva / Iglesia; el arca de Noé), y por otra parte, a una doble perspectiva celestial (el nacimiento de la Iglesia, los sacramentos).
En cualquier caso, la verdadera devoción a la herida del costado y al Corazón de Cristo no debía ver la luz sino en la Edad media, en la espiritualidad monástica (san Bernardo, Guillermo de Saint-Ullerry)4, sobre todo en la mística alemana; hay que citar aquí, en primer lugar, a dos monjas benedictinas de Helfta: santa Matilde (f 1298) y sama Gertrudis la Grande (t 1302)s. Aquí aparece directamente en primer plano el aspecto de la experiencia personal: el Corazón de Jesús se convierte en el punto de partida del movimiento interior del amor místico. Vemos, por ejemplo, cómo santa Gertrudis habla del costado traspasado en El heraldo del amor divino48 49. Para Gertrudis, el corazón de la persona humano-divina de Dios es la fuente del amor infinito. Además, el corazón, a través de la herida del costado, derrama como un borbotón vivo el don del Espíritu, que desciende a nuestra alma, para realizar entre el Señor y nosotros la incorporación y la unión.
Ella dice a Cristo: «(He recibido el consejo) de honrar con una devoción constante el amor de vuestro Corazón, cuando estabais suspendido en la Cruz, y de llegarme a esta fuente de caridad que hace brotar, bajo el impulso de un amor inefable, el agua de la verdadera piedad»50.
En la fiesta de Pentecostés ella escucha las palabras de Hch 1,8  y luego ve que del Corazón del Hijo de Dios fundía gota a gota una vena purísima: «Comprende que ella simbolizaba la dulzura del Espíritu Paráclito, que, a través del corazón de! Hijo de Dios, se derramaba en el corazón de sus elegidos».
De estos textos, consideremos la insistencia de Gertrudis en la unión personal con Cristo, en el Corazón de Cristo como fuente del amor’, pero también como fuente del Espíritu: tres temas que encontraremos en Jn 19,34.
Para la época actual, será suficiente mencionar la encíclica Haurietis Aquas (1956) de Pío XII, que sintetiza distintos elementos de ta tradición, sobre rodo de los Padres:
Del Corazón herido de nuestro Redentor nadó la Iglesia, como dispensadora de la sangre de la redención, y de él sigue manando abundantemente la gracia de los sacramentos de los cuales los hijos de la Iglesia alcanzan la vida sobrenatural, como leemos en la Sagrada liturgia; «Del Corazón traspasado nace la Iglesia, esposa de Cristo;.,, de tu Corazón (Jesús) se derrama la gracia» (n,39).
Y en referencia al relato de Jn 19,34 (el costado de Cristo abierto por la lanza dd soldado):
Por eso, la herida del Corazón traspasado de Jesús […] seguirá siendo a lo largo de los siglos la imagen viva de ese amor, manifestado plenamente, por el que Dios entregó 4 su Hijo Unigénito para rescatar a los hombres; del amor ton el que Cristo nos ha amado hasta el punto de inmolarse por nosotros en el Calvario en un sacrificio : ( Cristo nos amó y se entregó por nosotros, ofreciéndose a Dios como holocausto de suave olor» (Ef 3,2).
A pesar de la riqueza de estos testimonios de la tradición, es un hecho que en nuestra época —-hay que tomar nota de ello con realismo— existe cierta alergia hacia la devoción del Corazón de Jesús. Muchas autores han buscado las razones. K. Rahner, por ejemplo, observaba que d culto al Sagrado Corazón cargaba de forma excesiva con los signos de una época: el estado de la teología, de la espiritualidad y dd lenguaje dd siglo XVII francés». Se ha subrayado, además, el hecho de que esta teología, también en los recientes esfuerzos por renovarla, es una construcción basada en un razonamiento abstracto12: se parte de la imagen del corazón (o más bien de la palabra «corazón») en el lenguaje corriente, pero sobre todo en la Biblia, y luego se aplica su contenido a la contemplación del Corazón de Cristo; se espera así alcanzar el centro íntimo de la persona humano-divina del Verbo encarnado, abierto a su Padre y abierto a todos sus hermanos  se hace el esfuerzo de explicar todo esto citando una serie de textos de la Escritura sobre los «sentimientos» de amor y misericordia de Dios hacia los hombres, o sobre los de Jesús durante su vida terrena.
Por nuestra parte, queremos destacar que, a pesar de las apariencias, esta teología no es suficientemente concreta, y además tampoco está suficientemente fundamentada en la Escritura; está vinculada, de forma insuficiente, al momento en que Cristo fue traspasado en la cruz. Recordemos que, tras el Concilio, la palabra de Dios debía ser «veluti anima totius thcologiae» (Dei Verbum, 24). El regreso a las fuentes bíblicas a la que se tiende hoy para la mariología debe hacerse también para la cristología, y especialmente para la teología del Corazón de Cristo’, Sin embargo, aquí tropezamos con una dificultad: sí es cierto, como hemos visto, que la escena del costado traspasado es la página de la Escritura que tiene más importancia para la teología y el culto del Corazón de Jesús, entonces se impone un estudio profundo de este pasaje. Pero nos vemos obligados a constatar que Juan no emplea la palabra corazón; a primera vista parece, pues, más bien arbitrario basar en este texto una teología del Corazón de Jesús, a menos que la sangre y el agua de la herida del costado no deban interpretarse en este sentido. Por otra parte, se insiste en la «apertura» del corazón, con toda la poesía y con todo el simbolismo que ello comporta; pero no podemos olvidar que este tema proviene de Agustín, que se apoyaba en la traducción imprecisa de la Vulgata (aperuit, «abrió»), mientras que, según el griego, hay que decir que el soldado, con su lanza, «golpeó» el costado de Jesús.
Sin embargo, a pesar de estas dificultades, creemos que la escena de Jn 19,31-37, reubicada en su contexto, aún no se ha examinado suficientemente desde el punto de vista literario y exegético, aun cuando se le han dedicado muchos trabajos; creemos, además, que este estudio puede ayudar a descubrir y a hacer más profundas las grandes intuiciones de la tradición sobre el misterio dd Corazón de Jesús. Después de la mística medieval, indudablemente ya no es posible renunciar al tema del «corazón» de Jesús. Pero el retorno a las fuentes bíblicas nos coloca ante una curiosa paradoja: a primera vista, decíamos, el estudio exegético plantea más bien un problema, causado por la ausencia de la palabra «corazón» en Jn 19,34. Pero quedamos atónitos cuando constatamos que prácticamente encontramos lo mismo, haciendo un análisis fiel del contexto, sobre todo en el estudio del simbolismo de la sangre. Llegados a este punto, podría ser fructífero hacer una comparación con la espiritualidad de santa Catalina de Siena, porque en ella tiene una importancia primordial precisamente el símbolo de la sangre, mientras que el del corazón solo aparece en un segundo término, en la mística de la unión con Cristo. En cuanto a la novedad de la interpretación que queremos proponer, en relación con la exégesis patrística, eclesial o sacramental del versículo *, el contexto inmediato nos invita más bien a hacer ante todo una interpretación cristológica: el doble signo de la sangre y del agua que salen del Costado de Jesús tras su muerte ilumina de manera especial el misterio de la que antes fuera su vida profunda; precisamente de este modo, estos símbolos tocan muy directamente a la que más tarde se llamará la teología del Corazón de Cristo. Pero es el momento de mostrar con más detalle ios aspectos que acabamos de exponer.
Como preparación al análisis y a la interpretación de Jn 19,34, antes tenemos que ver los problemas que plantea este versículo.