Del libro” Vivir de veras con Cristo”, Luis María Mendizábal. S.J.
Ahí está el Corazón palpitante
La Eucaristía es el misterio en que el Corazón de Cristo se hace presen-te, palpitante. Es el sacramento del amor del Corazón de Cristo. Es el sacramento de la Redención, porque es el sacramento del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, roto aquél y derramada ésta en remisión de los pecados. Y ahí, en la Eucaristía, está Cristo dándose a nosotros en amor, dándose con el don de su vida. Se entrega en amor; ahí está el Corazón palpitante de Cristo en la Eucaristía, en esa donación impresionante de amor.
La humanidad “pasa” de eso
Y a este inmenso misterio de amor con ese Cristo presente, la respuesta del hombre es la frialdad, el desprecio, el pasar de largo, pasar de la Eucaristía. Y eso es lo que le llega al alma al Señor. Es el Amor no amado. El Amor no amado en la expresión suprema de su amor: la muerte en la cruz, perpetuada así en la inmolación del altar, en el mismo gesto de donación de la vida. Y cómo la humanidad «pasa» de eso, no le interesa.
Mira este Corazón
La manifestación del Corazón de Jesús se hace en la Eucaristía y trata de la Eucaristía. Se hace en la Eucaristía, es lo que se revela a una santa Margarita como misterio del Corazón de Cristo, es la realidad eucarística como descorridos los velos: «Mira este Corazón que tanto ha amado a los hombres, y lo que más me duele es que son almas consagradas las que así tratan el misterio de mi amor. Tenemos que escuchar esas palabras, se dirigen también a nosotros, que tantas veces descuidamos ese misterio de amor.
Y lo que pide es esa celebración del viernes, coronada por la comunión en reparación de esos pecados, en solidaridad con esas almas, teniendo en nosotros los sentimientos de Cristo que se inmola, teniendo en nosotros ese amor.
Vivir la vida a la luz del misterio del Corazón de Cristo
¿Qué significa vitalmente para nosotros? (la devoción al Corazón de Jesús)
Ante todo, la verdadera devoción al Corazón de Jesús que la Iglesia tanto recomienda, que tanto bien hace y hace siempre, no se debe reducir a unas determinadas prácticas: que hago una novena o que rezo una oración o que me dirijo a una imagen. No se debe reducir, no quiero decir que eso no sea parte también, pero lleva consigo vivir la vida a la luz del misterio del Corazón de Cristo. Es el Cristo vivo, el Cristo mediador, Cabeza de la Iglesia, realizador de la redención, cercano a nosotros.
Mirada universal de salvación
Eso significa vivirá la luz del misterio del Corazón de Cristo. No es so-lo el amor que me tiene a mí, sino el amor que tiene a cada hombre, a la humanidad. Y eso quiere que nosotros lo tengamos también. Que, saliendo de los límites estrechos de nuestro egoísmo, tengamos una mirada universal de salvación,
Quedar contagiados
No puede uno acercarse a Cristo sin quedar contagiado por su preocupación–podemos llamarla así–de salvar a los hombres.
Una sintonía
Por eso, hemos de evitar que devoción al Corazón de Jesús se reduzca a una simple intimidad con Él, sino que ha de ser una sintonía. Nos sentimos unidos, esa es la caridad que Él pone en nuestro corazón: sentirnos hermanos, sentirnos uno y sentirnos movidos a ofrecer nuestra vi-da por la salvación del mundo.
Jesús te descubre su pecho
Es así como Jesús, que te descubre su pecho, te descubre y te muestra como una hoguera ardiente de amor. De amor hacia ti, personal, por su-puesto, pero ¡también de amor universal! «He venido a traer fuego a la tierra, y cómo deseo que ese fuego la encienda toda», a los corazones de todos. Ese es su dolor.
El deseo de que todos lo conozcan
El Señor lleva dentro como ese dolor y esa pena continua, que son las espinas que descubrimos en el Corazón del Señor, por tantos hombres que no le conocen, y por el deseo de que le conozcan todos y que todos los hombres se salven.
¿Cuál ha de ser tu respuesta?
Claro está que esas confidencias, como la que el Señor nos hace cuando nos descubre lo que podríamos denominar “drama de su amor”, se las hacemos a quien amamos. Y es claro que al hacerte esa confidencia –que te la hace, te da luz para que la entiendas–, te está mostrando el amor que te tiene y te está mostrando lo que espera de ti, cómo te invita a lo más sagrado de su intimidad. He ahí precisamente los sentimientos y disposiciones de su Corazón. ¿Cuál ha de ser (tu respuesta)? Es clara: entregarte a Él, asociarte a su plan de redención.
Empeñados en la Redención
Ser del Corazón de Cristo, ser redentores con Cristo, tener el horizonte inmenso de la salvación del mundo, empeñar nuestra vida con Cristo, con los mismos sentimientos de Cristo, con la misma entrega de Cristo hasta la muerte, ¡eso es lo más grande que se puede hacer en este mundo!
