Mes del Corazón de Jesús basado en las meditaciones del Mes de Ejercicios del P. Mendizábal. DIA DÉCIMO:EL LLAMAMIENTO DE CRISTO: MEDITACIÓN DEL REY TEMPORAL

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Vamos a comenzar la consideración de los misterios de la vida de Cristo; y vamos a empezar con la meditación del rey temporal, meditación fundamental y magnífica. A ver si lo entendemos bien y adquirimos la actitud que requiere esta meditación del rey temporal. Hacerla de verdad, no pensar solamente, sino obtener esa actitud. Nos ponemos en la presencia del Señor en verdad, le alabamos y le damos gloria en espíritu y en verdad, proclamamos que Él es el Rey de Majestad

Ofrecemos este nuevo día al Señor invocando su Espíritu sobre nosotros

Ven Espíritu Santo inflama nuestros corazones en las ansias redentoras del Corazón de Cristo para que ofrezcamos de veras nuestras personas y obras en unión con Él por la redención del mundo. Señor mío y Dios mío Jesucristo, por el Corazón Inmaculado de María me consagro a tu Corazón y me ofrezco contigo al Padre en tu Santo Sacrificio del altar con mi oración y mi trabajo sufrimientos y alegrías de hoy en reparación de nuestros pecados y para que venga a nosotros tu Reino.

Te pido en especial

Por el Papa y sus intenciones

Por nuestro Obispo y sus intenciones

Por nuestro Párroco y sus intenciones

DIA DÉCIMO.

EL LLAMAMIENTO DE CRISTO: MEDITACIÓN DEL REY TEMPORAL

Nos encontramos este dia con la figura de Cristo, persona amabilísima de Cristo.

¡Oh, hermosura que excedéis

a todas las hermosuras!

Sin herir, dolor hacéis,

y sin dolor deshacéis

el amor de las criaturas.

¡Cristo! Verlo cómo camina por aquellos lugares de Palestina, visitando las sinagogas, las villas, los castillos, los pueblos, los valles, los montes de Palestina; siempre caminando a pie, sencillamente. Y pedirle la gracia que deseo; gracia que no obtenemos con nuestro esfuerzo, que es don de Él. Dice así san Ignacio sobre la gracia particular en esta meditación: “pedir la gracia para que no sea sordo a su llamamiento, más presto y diligente para cumplir su santísima voluntad”. Esa es la santidad. El ideal es oír habitualmente la voz de Dios y realizarla con presteza, pero por lo menos que en este momento de los Ejercicios tenga tales disposiciones que no sea sordo a su llamamiento.

San Pedro en su primera carta dice a los cristianos: “Ceñidos los lomos de vuestra mente, tened perfecta esperanza en la gracia que se os ofrece para la manifestación de Cristo Jesús”. Y dice después: “como hijos de obediencia”; de Cristo. El cristiano es hijo de obediencia de Cristo, está hecho para obedecer a Cristo, para agradar a Cristo. Ahora bien; para agradar a Cristo, que yo no sea sordo a su voz cuando me comunica su voluntad.

Pues bien; hijos de obediencia. Y obedecer, la palabra, viene del latín y significa ob audire: escuchar, oír.

Ante la llamada de Dios, ¡qué fácil es hacerse sordo!, qué fácil es… distraernos a otra cosa… o hacernos los desentendidos… o interpretar las cosas conforme a razón prudente… Una razón prudente… Decimos, ¡qué disparate! Todo el mundo que lo supiera diría que es un disparate. Esto el mundo no lo puede entender. Bueno. ¿Y si el Señor te lo pide?

San Francisco Javier, cuando tenía que ir a la isla del Moro, donde estaban aquellos antropófagos que se comían unos a otros y a los blancos que llegaban, y él tenía que predicar a Cristo, sentía un miedo espantoso y decía: “Tengo tal miedo, que hasta el Evangelio se me oscurece», eso de «quien ama su vida la perderá, y quien pierde su vida por mí, la ganará».Y entonces reaccionando dice: “Pues si no me dejan andar con una barca, iré a nado, pero allá voy”. Y cuando llegó se encontró con tantos consuelos en medio de tantos peligros que decía: “Estas no se debían llamar islas del Moro, sino las islas de confiar en Dios”.

Y en el Evangelio tenemos en esto una página triste para el Señor, la página del joven rico del Evangelio. El Señor, que dominaba los mares, las enfermedades, la muerte, no llega a dominar aquella alma. Le ofrece que le siga, le llama, y aquel joven rico se hace sordo al llamamiento de Cristo; y se va triste porque tiene muchas posesiones. ¿Por qué ha permitido el Señor que esté ahí esa página para siempre, que es casi una vergüenza para Cristo? Pues porque esa página se repite constantemente en la historia, constantemente; de almas a quienes llama Cristo a la perfección, a la santidad heroica, y que se hacen sordas. Con razón decía el poeta:

Tengo miedo, Señor, de que me ames,

miedo de que me elijas por amigo;

tengo miedo de estar solo contigo,

miedo de que te vuelvas y me llames.

No te puedo seguir, aunque reclamas

mi amistad y mi amor como un mendigo,

que estoy enamorado y no consigo

romper este amorío cuando Tú clamas;

y es que es tan fuerte la atracción humana

que yo no puedo abandonar su encanto.

Tengo abierta al mundo una ventana,

y las voces que oigo atraen tanto…

que me da miedo el entender tu llana voz

de Maestro que me quiere santo.

            (R. M. Andreu, S. J.)

Y es así. Nos hacemos sordos. Pues pedir esta grande gracia. Dilatar el corazón; que se rompan todas las barreras; que realmente yo no sea sordo a su llamamiento, más presto y diligente en cumplir su santísima voluntad.

La meditación tiene una introducción; una parábola del rey temporal, que a algunos parece casi es como algo pasado de moda. Y sin embargo, me parece a mí que no se entiende la segunda parte sin la primera, y que no se puede sustituir. Quien quisiera sustituirlo por grandes ideales políticos y sociales, quiere decir que no ha entendido el reino de Cristo. Y eso es tan frecuente hoy día… hoy día en que más bien se le quiere comparar con el ideal de un partido político, o el ideal del ecologismo, o el ideal del racismo. Ideales grandes, políticos, eso no es el reino de Cristo. Ahí está un defecto fundamental que después repercute en toda la vida, en todo el apostolado: como si fuera un partido político. No es eso.

 

Por eso, la primera imagen es muy buena, muy buena. Es que ahora no se da eso tanto. Pues puede ser que no; pero quizás se pudiese sustituir.Quizás la imagen del matrimonio; quizás. Y veréis por qué. La meditación del reino de Cristo no es más que un voto de confianza a Jesucristo; nada más. Antes de empezar a contemplarle, Él pide un voto de confianza, porque si no, es inútil que se ponga delante. Si cada vez que Él se va a poner delante, tú vas a criticar y vas a decir si tiene razón…, si es verdad…, si hay que seguirlo…, pues para eso… no vale la pena. Será una imitación de Cristo a tu manera, como tú quieres. Por eso, comienza con un voto de confianza, que es esto. Por eso, esta primera parte es insustituible, y bien entendida da mucha luz para ver lo que es el reino de Cristo. Que no se trata de una empresa, o de un partido político que entusiasma, sino que se trata de una persona que me exige mi plena confianza personal. Eso es el reino de Cristo. Es la cooperación personal con Cristo. Por eso lo describe así en la parábola.

El PRIMER PUNTO es “poner delante de mí un rey humano, elegido de mano de Dios Nuestro Señor”, es decir, que me consta que lo ha elegido Dios Nuestro Señor. Por lo tanto, quiere decir que Él le asiste; que me merece plena confianza, que procede bajo inspiración divina. Por consiguiente, que en sus criterios es indiscutible. Por eso dice: “a quien hacen reverencia y obedecen todos los príncipes y todos los hombres cristianos”.

SEGUNDO PUNTO. Aquí viene una empresa; pero con una característica esencial: la relación personal con esa persona. E invita, a los que invita, a que vayan con Él; no a que por propia iniciativa venzan a los enemigos en los diversos campos, no; sino le acompañan a Él personalmente. Esa es la invitación. Y este es el sentido del reino de Cristo. Pues bien; dice así: 2º “Mirar cómo este rey habla a todos los suyos diciendo: Mi voluntad es de conquistar toda la tierra de infieles; por tanto, quien quisiera venir conmigo, CONMIGO, ha de ser contento de comer como yo, y así de beber y vestir”. No dice: ha de ser contento de luchar con todas sus fuerzas donde le toque, no; dice como yo, conmigo. “Asimismo ha de trabajar conmigo en el día y vigilar en la noche, porque así después tenga parte conmigo en la victoria como la ha tenido en los trabajos”. Ved la insistencia de ese conmigo, con Cristo, como será después en el reino de Cristo.

TERCERO. “Considerar qué deben responder los buenos súbditos a rey tan liberal y tan humano, y por consiguiente, si alguno no aceptase la petición de tal rey, cuánto sería digno de ser vituperado por todo el mundo y tenido por perverso caballero”. ¡Pero hombre! Ante esa empresa… un hombre elegido por Dios, que obra bajo inspiración divina, que no falla, que no se equivoca… y tú, ¿no quieres acompañarle?, ¿no quieres ir con Él, participar de su vida?

Y de ahí viene la APLICACIÓN A LA SEGUNDA PARTE. EL REINO DE CRISTO, la esencia íntima, el dinamismo íntimo del reino de Cristo, ¿en qué consiste? En la unión con Cristo, en la colaboración con Cristo. Ahí está todo: la colaboración con Cristo. El Señor nos llama a colaborar con Él. Y claro, -antes de entrar en la explicación, quiero indicaros esto-: colaborar significa una unión de trabajo; sí. Como Cristo opera con el Padre: “Mi Padre obra y Yo obro”. La unión de trabajo: el Creador y la criatura, totalmente aplicados a un trabajo que produce gloria divina y salvación nuestra. Un trabajo que es todo divino y todo nuestro. Eso es la empresa de Cristo: Él con nosotros. Colaboración. Ahora bien, la colaboración no significa mera obediencia a los preceptos que se dan. El súbdito, el simple súbdito de una nación, no se puede decir que colabora con el Gobierno en la política, sino obedece. Colabora –y aquí está la explicación-, COLABORA EL QUE ES PARTICIPANTE DE LA IDEA DEL PRINCIPAL AGENTE, SE LA ASIMILA Y LA REALIZA. Y aquí está la raíz de la obediencia apostólica, que es esencia de la colaboración con Cristo: asimilarse la idea de Cristo y realizarla. “Que yo no sea sordo a su llamamiento, más presto y diligente en cumplir su santísima voluntad”. Ese es colaborador. Y cuanto más se compenetra de la idea de su jefe, y éste más le hace participante de ella, como Jesucristo a los Apóstoles a quienes dice: “Ya no os llamaré siervos, sino amigos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; en cambio, a vosotros os he manifestado todos mis planes, todas mis ideas apostólicas”, tanto más colabora y participa en el reino de Cristo. Esta es la idea. Es la nueva alianza de Cristo con nosotros, el Nuevo Testamento del reino de Cristo. Eso que pedimos todos los días: “Venga a nosotros tu reino”. Esto.

Vamos a ver, pues, esta segunda parte. El reino de Cristo. La segunda parte consiste en aplicar el sobredicho ejemplo del rey temporal a Cristo Nuestro Señor; y lo primero, si de aquél decíamos un rey humano, elegido por mano de Dios Nuestro Señor, aquí, Jesucristo, elegido ciertamente por Dios. De verdad… Más. Es Hijo de Dios, es Dios, es infalible; y el Padre en aquella teofanía del monte Tabor, en la Transfiguración, les dirá a los Apóstoles: “Este es mi Hijo muy amado, escuchadle, haced todo lo que os diga”. Es infalible en sus criterios, en sus normas apostólicas, en sus criterios de redención; es infalible; no puede equivocarse, es Dios mismo. Ahora, nosotros le damos ese voto de confianza a Cristo en este momento de los Ejercicios. Porque a Jesucristo nosotros le creemos solo en algunas cosas. Sí, Cuando nos habla de la Santísima Trinidad, le creemos: Padre, Hijo y Espíritu Santo; sí. Cuando nos habla de la inhabitación en el corazón humano, le creemos. Cuando nos habla de que Él se ha hecho hombre, le creemos. Pero cuando viene a los criterios prácticos… ya no nos fiamos tanto; ya nos parece que quizás Él estaba influenciado un poco por el ambiente de entonces… y aquello de hablar tanto de la pobreza y esas cosas, que era por un influjo un poco maniqueo de aquel tiempo… que ahora las cosas han cambiado ya… Cuando nos dice que para redimir al mundo hace falta la cruz y la oración… ¡Pues hombre! Hay que entenderlo, ¿verdad? Porque claro… en aquel tiempo, el Señor… pues no podía de una vez decir todo… pero en fin… ¡Y claro! Pues ahora oímos hablar de tantas cosas, supuestamente indispensables… Y uno dice: Y en el Evangelio, ¿dónde está eso? ¡Ah! Es que todavía no se había descubierto… -Pues, ¿a qué ha venido el Señor entonces…? ¿A decirnos lo que le parecía así, solo para su tiempo? ¿Es eterno o no es eterno? ¿Por qué no insistimos en lo que insistía Cristo? Porque había muchos valores que no eran del tiempo, y Él insistió. La cruz no era del tiempo, y Él insistió en ella… Veis? Cuando llegamos al orden práctico, no nos fiamos de Cristo. Y esto hay que reconocerlo. Y aquí está la fuerza del rey temporal, aquí está. ¿Me fío yo de Cristo… o no me fío de Cristo?… Para mi trabajo apostólico, para mi santificación, ¿me fío de Cristo? Y aquí está la expresión hermosísima de San Pedro de Alcántara, de aquel hombre hecho de raíces de árboles: “En la pobreza, como en todo lo demás, yo me fío de mi Señor Jesucristo”. Ese es el orden: “como en todo lo demás”. Y Él ha dicho que ése es el camino, y me fío, y basta. Esto es difícil. Y esto es lo que se pretende ahora. Aun cuando a mí me parezca un disparate, si es el criterio de Cristo, lo acepto. Es Dios; y el Padre eterno me ha dicho: “Hacedle caso, escuchadle”. Me lo enseña Él.

En este momento de los Ejercicios, Jesucristo, personaje real, el mismo que te ha arrancado del infierno… el mismo; el mismo que ha tenido una paciencia infinita contigo, que te ha amado tanto… que te ha perseguido tanto con sus gracias… al cual debes todo lo que tienes… que te podía haber castigado… que te podía haber eternamente condenado… y que te ha devuelto todas las cualidades y todas las facultades que tienes, y todo el cuerpo y el alma, y todo lo que tienes… en este momento, este Jesucristo te llama, te llama personalmente. “Que no sea sordo a su llamamiento”. Y te dice, te invita a cooperar en el reino de Cristo. Te dice: “Mi voluntad es de conquistar todo el mundo y todos los enemigos y así entrar en la gloria de mi Padre. Por tanto, si quieres venir conmigo, has de trabajar conmigo, porque siguiéndome en la pena, también me seguirás en la gloria”. Palabras grandiosas: “Si quieres venir CONMIGO”. Cooperar es: conmigo, ¿eh? Conmigo; si quieres venir conmigo. No dice: si quieres salvar muchas almas, si quieres… No. “Si quieres venir conmigo, conmigo”. Aquí está el reino de Cristo: acompañar a Cristo. Si quieres venir conmigo significa: JUNTO A MÍ; siempre estaremos juntos los dos, siempre. “Si quieres venir conmigo”. Yo estaré junto a ti en cada Sagrario siempre… en tu corazón siempre… te acompañaré siempre… Conmigo significa: CON MI FUERZA, porque yo te comunicaré mi fuerza, y en todo este trabajo de colaboración conmigo yo te daré la fuerza. Eres debilísimo, mucho más de lo que tú crees; pero trabajarás conmigo. En todo, conmigo, yo estaré junto a ti. Yo te daré las fuerzas. –Conmigo significa: CON MI EJEMPLO, CON MIS CRITERIOS, conmigo. Si quieres venir conmigo, has de trabajar conmigo, colaborar conmigo, con mis ideas, con mis criterios, con mi fuerza, con mi ejemplo, para que siguiéndome en la pena me sigas también en la gloria.

Tercer punto.- “Considerar que todos los que tuvieren juicio y razón ofrecerán todas sus personas al trabajo”. Notad que en el rey este, en la proximidad a él, en el venir conmigo, hay muchos grados. Vienen con Él los que están más o menos lejos, pero, junto a Él, alrededor de Él; y vienen con Él mucho más cerca los que participan de su misma intimidad, y mucho más íntimamente con Él vendría una persona, por ejemplo, que fuese esposa de ese rey; mucho más íntimamente. Y cuanto más íntimamente, más participa de ese conmigo, mucho más íntimamente. Pues bien; “Todos los que tendrán juicio y razón, ofrecerán sus personas al trabajo”, lo que haga falta: aquí estoy, a tu disposición; y esto lo mismo que sea una persona casada, como si es una persona que quiere consagrarse al Señor; todo el mundo. A tu disposición, para que hagas lo que quieras de mí.

Tercer punto.- Este punto es… saca de quicio. Este punto parece que sale por donde menos uno se esperaba. Y tanto, que muchos empiezan a dudar: pero, ¿qué fundamento teológico tiene esto? Esto no tiene ningún fundamento teológico. Vamos a ver si lo tiene, y vamos a ver si es lógica la consecuencia. “Los que más se querrán afectar y señalar en todo servicio de su Rey eterno y Señor universal”, los que más querrán acercarse a Cristo, señalarse junto a Él, “no solamente ofrecerán sus personas al trabajo, sino aun haciendo contra su propia sensualidad” que se rebela y no quiere “y contra su amor carnal y mundano”, que no quiere, que se resiste, “harán oblaciones de mayor estima y mayor momento diciendo”. Y uno se imaginaría a éstos que quieren señalarse: Señor, yo quiero ir a primera línea, yo quiero combatir delante de los enemigos y correr todo el mundo, y pasar hambre, pasar lo que haga falta, a correr, a poder ser, como un avión ahora, por todas partes. Y se encuentra uno con esta oferta, sublime, pero que le deja a uno… como despistado.

Dice la fórmula de ofrecimiento que escribe san Ignacio: “¡Eterno Señor de todas las cosas!”. Ese Eterno Señor es Cristo. “Yo hago mi oblación con vuestro favor y ayuda, delante de vuestra infinita bondad y delante de vuestra Madre gloriosa, y de todos los santos y santas de la corte celestial, que yo quiero, y deseo, y es mi determinación deliberada, sólo lo que sea vuestro mayor servicio y alabanza”, solo que sea vuestra voluntad. Nunca da San Ignacio el paso por su cuenta, sino, SI ES VOLUNTAD TUYA, si esto te dignas concedérmelo; pero yo quiero, y deseo, y es mi voluntad determinada, si es ésa tu voluntad, “de imitaros en pasar todas las injurias, y todo vituperio, y toda pobreza así actual como espiritual, queriéndome vuestra santísima Majestad elegir y recibir en tal vida y estado”; si es que tu santísima Majestad se digna recibirme en un puesto tan magnífico. Te dice: pasar injurias, pobreza, vituperio. No se entiende esto. Y ahí viene enseguida el pensador teológico que vive la vida teológica de la gracia, y dice: Pues eso no tiene sentido; porque aquí lo importante es la caridad y no el pasar pobreza; la pobreza tanto cuanto, tanto cuanto. Lo importante es amar a Dios, amar a Dios. Y si la riqueza nos ayuda a amar a Dios, pues riqueza. Entonces, en qué quedamos. Entonces, ¿por qué San Ignacio hace voto de pobreza? Somos tontos, dice. Hay que hacer voto de usar de los bienes como nos ayuden, no de pobreza. Eso es la caridad… tanto cuanto. Y el celibato, ¿no es tanto cuanto? Por lo tanto, no hacer voto de virginidad, sino hacer voto de tanto cuanto; me casaré cuanto me convenga. Y si en un determinado momento para el apostolado, me conviene casarme, pues dejo el celibato y me caso. ¿Ve usted cómo no se aplica la lógica?

Aquí hay algo que falla. La pobreza es un medio, es verdad. También la castidad es un medio; pero a quien Dios ha llamado a pobreza tiene que vivir en pobreza; ya no es un mero medio para él, sino que el Señor lo ha escogido en un MODO DE VIDA, como el Señor mismo ha vivido en un modo de vida. Aquí está el misterio, ¿veis? Y, ¿dónde está teológicamente esto? Por eso lo voy a explicar, y después lo repetiremos y lo entenderéis perfectamente.

La perfección consiste en la caridad; nada de eso de pobreza, vituperios… nada. Hoy día tendemos más bien a lo contrario: a ocupar los primeros puestos para gloria de Dios, porque hay que ocupar todo. Y no digo que no; los que van llamados por ese camino, bien hacen en ir; vayan, y es un verdadero camino; de acuerdo. Pero el Señor en el Evangelio no lo ha dicho nunca esto; eso es verdad también. Nunca le oiréis: ocupad los primeros puestos para glorificarme; nunca. No lo ha dicho. Pero es cierto que se puede, y conviene; no digo que no. ¿Cómo perfección? Eso ya es otra cuestión distinta. Pero… a lo que voy. La perfección consiste en la caridad. ¿Qué significa esto?

La caridad, ¿qué es? Un estar así: ¡Oh! ¡Oh! ¡Caridad! ¡Caridad! ¡Qué caridad…! No. Caridad es dar la vida por Cristo. Mucha caridad, pero que me traten bien, y un buen sillón… y todo en poemas de amor. Sí; y los demás que se maten. Eso no es caridad.Cuando existe verdadero amor de enamoramiento, el alma enamorada no puede menos de desear vivir la misma vida de la persona que ama. Y si no, no está enamorada; ahí no caben cuentos. Este caso de enamoramiento se suele dar entre esposos, se suele dar muchas veces entre soldados y sus jefes, sobre todo antes.

Suponed el caso de una esposa que tiene a su esposo en la cárcel, o en un campo de concentración. Si esta persona, si esta esposa está verdaderamente enamorada, no puede menos de desear participar de la vida misma de su esposo, no puede menos. Y si dice que no lo siente, que no lo desea, pues ya manifiesta claramente que no está enamorada, que no es un amor muy grande. Y esto, ¿por qué?, ¿por raciocinio? No, por necesidad de amor. Porque, enamorada como está, no puede vivir sino participando de la vida de la persona amada. Y si a aquella esposa, su esposo le da la orden de no venir y de vivir cómodamente, aquella esposa tiene que obedecer, porque es esposa, pero obedecerá de mala gana, y esto no disgusta a su esposo; porque el esposo quiere que le obedezca, pero quiere también que le ame su esposa; y eso le gusta mucho: que le ame su esposa, y que lo haga así de mala gana, y que esté deseando de ir a vivir con él. Y lo mismo pasa con el soldado en el caso de su jefe pasando dificultades en una batalla. De modo que, donde hay verdadero enamoramiento –esto suelen llamar los santos amor de veras a Cristo-, enamoramiento de Cristo, no hay más que desear sino participar de su misma vida, de la vida que Él ha llevado; no de este particular material, sino del tono de vida. Si el jefe camina por la batalla, a pecho descubierto, él a su lado. Y si le han herido, querría que le hubiesen herido también a él para vivir su misma suerte. Pues bien; esto mismo nos pasa con Jesucristo. Y este Jesucristo tiene a su alrededor sus amigos íntimos, los Apóstoles, que han convivido con Él. Y los Apóstoles no podían desear otro tipo de vida sino el de Cristo; no podían pensar en otra cosa, no podían desear vivir de otra manera sino como Cristo mismo vivía. Los Apóstoles tenían que seguirle así; no tenían más remedio. Jesucristo les llama a que estén con Él y participen de su vida en todo; y todos ellos mueren mártires, menos San Juan, según parece. De modo que era obvio.

Nuestra relación con Cristo es la misma que los Apóstoles. También nosotros podemos enamorarnos de Cristo, y lo propio del alma enamorada de Cristo es que yo quiero pasar el valle de este mundo como lo ha pasado él; porque me parece que es la mayor vocación que Él me puede dar: vivir como Él ha vivido.  De modo que es teológicamente exacto, exacto. Lo que hace falta es hacerlo; y menos pensar, y menos problematizar, y más amar de veras, y seguir hasta el fondo a Cristo. Ahí está todo.

Ahora entendéis perfectamente este tercer punto. Y voy a repetir. Y con esto terminamos: “Los que más se querrán afectar y señalar en todo servicio de su Rey eterno y Señor universal, no solamente ofrecerán sus personas al trabajo de cualquier modo, mas aun haciendo contra su propia sensualidad –que le cuesta. También a la esposa le cuesta ir al campo de concentración, y también al soldado le cuesta luchar como su jefe- y contra su propio amor carnal y mundano, harán oblaciones de mayor estima y mayor momento diciendo”. Y esto es ya un abrir del todo el corazón al Señor. Que no sea sordo a su llamamiento. No determino nada; sólo es una disponibilidad absoluta, pero una disponibilidad inclinándome a lo que más cuesta a la carne, a lo más costoso; inclinándome, y pidiéndole que si Él quiere, me escoja ¡Y es un don tan grande el que el Señor escoja para una vida así…!

“Eterno Señor de todas las cosas. Yo hago mi oblación con vuestro favor y ayuda, delante vuestra infinita bondad y delante vuestra Madre gloriosa, y de todos los santos y santas de la corte celestial, que yo quiero y deseo y es mi determinación deliberada, sólo que sea vuestro mayor servicio y alabanza, de imitaros en pasar todas las injurias y todo vituperio, y toda pobreza, así actual como espiritual, queriéndome vuestra santísima Majestad elegir y recibir en tal vida y estado”.

Acabamos orando y escuchamos una canción que nos anima a esa plena disponibilidad que necesita de nosotros el Rey del mundo.

 

Oh Dios, que en el corazón de tu Hijo,

herido por nuestros pecados,

has depositado infinitos tesoros de caridad;

te pedimos que,

al rendirle el homenaje de nuestro amor,

le ofrezcamos una cumplida reparación.

Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén