El CORAZÓN DE JESÚS ESTÁ LLAMANDO A LOS QUE QUIERE

Del libro de San Manuel González, Obispo. Que hace y que dice el Corazón de Jesús en el Sagrario.

Yo os elegí y os puse para… (Jn 15,16)

 

   Un poco de balance

Toca a su fin el año viejo y asoma ya su cara por el horizonte el año nuevo. María, ¿no tienes que ajustar cuenta ninguna con el que se va, ni pedirle nada al que viene?

   El paso de un año a otro, ¿no arranca de tu boca y más aun de tu corazón una palabra de pena o de alegría, de remordimiento o de gratitud y quizás de todo eso junto?

   ¿Quieres que en este rato de Sagrario que vas a echar conmigo ajustemos las cuentas al año que se escapa entre tus manos?

   El año de un cristiano y sobre todo de una María ¡tiene tanto que ajustar!

¿Has pensado seriamente alguna vez lo que sólo una hora de tiempo bien empleado puede dar de gloria a Mí de utilidad a tu prójimo y de mérito a tu alma? ¿Sabes todo el valor que mi Padre celestial da y reconoce a una sola palabra dicha en mi nombre, a una sola lágrima derramada por Mí, a un solo paso dado en los caminos que llevan a Mí, a un solo deseo bueno de trabajo por mí…?

   Pues, ¡mira si en un año transcurren horas y se pueden decir palabras y derramar lágrimas y dar pasos y formular deseos de Mí y por Mí!

   Y ¡qué!, ¿te duele pensar lo que has podido hacer y no has hecho o te conmueve recordar que en este año has hecho todo lo que has podido?

   Quizás, durante este año no pocas veces has respondido a los que te han pedido un poquito de trabajo o de sacrificio por Mí: no puedo más; y hasta a tu conciencia misma, que te lo pedía con insistencia, le respondiste lo mismo, ¡que no podías!

   Y, dime, ¿era verdad? Ahora que pasó la ilusión que quizás te oscurecía, la pasión que te extraviaba, el afán de comodidad que te dominaba, el horror a ser humillada que te acobardaba… ahora, aquí solitos los dos y en esta paz del Sagrario, ¿te atreves a seguir diciendo que aquello que dejaste de hacer fue de verdad porque no podías?

   ¿De verdad que aquellos buenos pensamientos y aquellos generosos deseos y aquellas dulces invitaciones al trabajo que tantas veces llamaron a las puertas de tu alma durante este año fueron legítimamente rechazados por no poder?

   ¿De verdad?…

   ¡Qué pregunta tan seria sobre lo que has dejado de hacer este año!

Pues no es menos seria la que puedo hacerte sobre lo que has hecho, no ya sobre lo malo que has hecho, sino sobre lo bueno.

   Permíteme que te haga esta pregunta: ¿Has hecho bien el bien? ¿En la medida que te pedía, con la intención de agradarme, con la confianza en mi auxilio, con la paz del que me sirve…?

   ¿Ves cuántas cuentas que ajustar tiene el año de un cristiano?

   ¿Y si ese cristiano es una María de mis Sagrarios-Calvarios? ¡La elegida para consolarme y repararme!

No te asustes, que todavía no es Jesús-Juez quien te exige cuenta, sino Jesús-Padre quien te la suplica.

 

   María, María

 

   Responde al Jesús de tu Sagrario que te pregunta: ¿Has hecho por Él durante este año lo que has podido?

   Responde a esta pregunta aun más fácil: ¿Has hecho por Él lo que buenamente has podido?

 

   Yo te elegí y te puse

Para… ¿te acuerdas? ¡te impresionó tan dolorosamente aquel no estar nunca nadie conmigo en mi Sagrario, que te decidiste a quedarte tú y a llamar para siempre al Sagrario mío el Sagrario tuyo!

   ¡Mi Sagrario! ¡Cómo se te derretía la boca y el corazón al repetir en tus horas de trabajo, de adoración, de desagravio, de sacrificio: ¡Mi Sagrario!, y ¡cómo esa palabra ponía en todo aquello humo de incienso, fragancia de mirra y unción de bálsamo para el Jesús tuyo!

   Sí, para eso te elegí y te puse, para que de tu boca, de tu cariño, de tu trabajo, de tus lágrimas, de tu cruz de cada día exhalaras ante el Sagrario tuyo y mío el buen olor de todas esas cosas.

   ¿Ha sido así?

 

   Te puse

 

Para que fueras mi lámpara viviente. ¿Has ardido cada día?

   ¿No te sorprendieron los ángeles de mi guardia alguna vez apagada?

 

  Te puse

 

Para que fueras la mano que siempre señalara hacia Mí, la voz que de Mí siempre hablara, el pie que hacia Mí siempre se dirigiera, el corazón que siempre me quisiera… ¿y puedes asegurarme que tu mano, tu boca, tu pie y tu corazón no dejaron ningún día su nobilísimo oficio por cansancio, por miedo, por vanidad, por amor propio, por inconstancia, por… moda?

 

   Te puse

 

Para que fueras un Sagrario mío en donde Yo entrara cada mañana por la santa Comunión y de donde nunca saliera…

   Y ¿me has dejado entrar todos los días? Y lo que es más triste, ¿no me echaste alguna vez?

 

   Te puse

 

En una palabra, para contar contigo…

   ¿Sabes todo lo que punza a mi Corazón vivir en muchos, muchos pueblos sin contar con nadie?…

   ¡Cómo me duele eso!

   ¡Y cómo debe obligar a la lealtad y a la abnegación a toda prueba el escoger a un alma para contar con ella!

   ¡María! ¿He podido contar contigo todos los días del año que se  va?… ¡María! ¿Podré contar contigo todos los días del año que entra?…

   Alma de fe, seas o no María, de fe viva, de Comunión bien digerida, ¡qué! ¿podré contar contigo? ¿Siempre? ¿En triunfos y derrotas? ¿Siempre?