El apostolado del Sagrado Corazón (II)

Corazón de jesús
Del libro El Reinado del Corazón de Jesús (tomo3), escrito por un P. Oblato de María Inmaculada, Capellán de Montmartre. Publicado en Francia en 1897 y traducído por primera vez al Español en 1910.

Apostolado del sufrimiento y de la penitencia

“Sufrir por el Sagrado Corazón”, éste es el segundo modo de apostolado propuesto por Santa Margarita María. Entre los sufrimientos que podemos ofrecer con este objeto, unos son inevitables, y nos los envía  nuestro Señor mismo; otros son voluntarios, las penitencias que nos imponemos libremente con el fin de obtener el establecimiento del reinado del Corazón de Jesús.

Hay almas que sólo son llamadas a trabajar por el Sagrado Corazón sufriendo por su amor; y todos aquellos que quieran procurar eficazmente la gloria de este adorable Corazón por su celo exterior, deben persuadirse que el sufrimiento acompañará casi siempre sus trabajos.

Escuchemos a Santa Margarita.

 

El sufrimiento es necesario al apostolado de celo para que sea fecundo

            “No nos han de sorprender las contradicciones que encontramos al trabajar por el reinado del amable Corazón, dice la Santa. Esta gloriosa y santa empresa se ha de realizar entre cruces.”

“Habiendo encomendado a nuestro Soberano los sufrimientos del Padre de la Colombière (que está muy enfermo), escribe a la Madre de Saumaise en el mes de noviembre de 1680, me dijo Señor:

Nada hay más ventajoso para él que la conformidad con su querido maestro, aunque según las miras humanas parezca que su salud es mejor para la gloria de Dios; su sufrimiento le da incomparablemente más gloria, porque hay tiempo para todo. Hay tiempo para padecer y tiempo para trabajar; hay un tiempo para sembrar, y otro para regar y cultivar; esto es lo que al presente hace el Padre de la Colombière. Porque el Señor se complace en dar inestimable valor a los sufrimientos de este Padre por la unión con los suyos, para distribuirlos después como rocío celestial sobre la simiente que este Padre ha esparcido en tantos lugares, haciéndola crecer en su santo amor.”

            “Respecto a mí, prosigue  la Santa, la cruz es mi continua herencia. El Padre de la Colombière me ha dicho que el Sagrado Corazón quería establecer su reinado sobre la destrucción y anonadamiento de mí misma. Cuando Nuestro Señor me atrae singularmente a su Sagrado Corazón, me demuestra al mismo tiempo cuánto tendré que sufrir por ese mismo amor. Una vez, este Soberano de mi alma, honrándome con su visita, me dijo claramente:

“Vengo a enseñarte hasta qué punto te convendrá   sufrir el resto de tu vida por mi amor y por la realización de mis designios.”

Postrada humildemente en su presencia, yo no podía persuadirme de que Dios se dignara hacerme capaz de sufrir algo por su amor. Entonces mi divino Salvador me descubrió con bastante claridad todo lo que había de sucederme de humillante y aflictivo hasta la hora de mi muerte, y con impresiones tan fuertes, que aquellos sufrimientos de imaginación pasaron a ser tan sensibles como si efectivamente los estuviese sufriendo todos en aquel momento, sobre lo cual me dijo que no debía temer nada. En efecto; todas las gracias y sufrimientos que después he recibido iban acompañados de paz inalterable, de gran alegría interior, y sobre todo de un deseo, cada vez más ardiente, de ser humillada, despreciada, anonadada y agobiada de toda clase de sufrimientos, Para ser un poco menos indigna de contarme la más pequeña de las siervas de Jesucristo.”  

Los sufrimientos, así exteriores como interiores, son tan indispensables para la extensión del reinado del Corazón de Jesús, que la Santa se vio obligada a explicar a la Madre Greyfie por qué ésta no experimentó casi ninguno al trabajar por establecer La devoción al Sagrado Corazón en el convento de la Visitación de Semur. Le decía:

“Si el Sagrado Corazón de mi Jesús no ha permitido que, al introducir en vuestra querida comunidad la devoción de honrarle, encontráis la cruz que su amor me concede, es porque quiere que la lleve yo por las dos, pues me ha criado para eso, y no puedo servirle de otro modo. No puedo más que sufrir y callar. La contradicción me ha puesto muchas veces a punto de dejar de hablar del divino Corazón; pero era tan reprendida por esos vanos temores con que procuraba Intimidarme Satanás, y después fortalecida y animada, que resolví, costara lo que costase, continuar hasta el fin. Me he sacrificado enteramente a la gloria del Sagrado Corazón de mi adorable Maestro.”

En las cartas dirigidas al Padre Croiset es donde especialmente habla la sierva de Dios de la necesidad de las cruces a todos los que aspiran al honor de ser apóstoles de su Sagrado Corazón. Aquel Santo religioso, celosísimo de la gloria del divino Corazón, acudió muchas veces a nuestra Santa, para buscar luz y fuerza, ya en medio de las violentas contradicciones de los hombres, ya en las grandes cruces interiores con que Dios quiso probarle, y ¡cosa maravillosa! para alentar al valiente religioso, la sierva de Dios lo felicitaba por haber sido juzgado digno de sufrir por el Sagrado Corazón.

“Me ha consolado el saber que sufrís, le escribía el 18 de febrero de 1690; esto me confirma más y más en que sois de los predilectos del amable Corazón de mi divino Maestro. No estáis al fin de vuestras penas; pero ¡ánimo! Perseverar en llevarlas como indicáis, y así secundaréis los deseos de Dios y confundiréis la pretensión que tenía vuestro enemigo de llenarnos de hastío, tanto por la pena interior como por la exterior. No os dejéis llevar del desaliento ni os abatáis; distraeos cuanto podáis de esos tristes pensamientos y abandonaos a Dios.”

“Os sorprendéis de eso, le escribía algunos meses más tarde; sin embargo, aún es nada, porque es preciso que seáis probado y purificado, como el oro en el crisol, para la ejecución de los planes de Dios. Estos son grandes, en verdad, y así habrá mucho que sufrir por parte del demonio, de las criaturas y de vos mismo. Lo que os parecerá más cruel será el creer que Dios toma parte para haceros sufrir; pero no tenéis nada que temer, puesto que Él os quiere de esa manera. La conducta que guarda con vos me confirma en esta idea, y más todavía otras conjeturas, ventajosas para vos.

Una vez más os ruego que no os desaniméis en vuestros trabajos, especialmente por las contradicciones que saldrán al encuentro respecto al libro1 que habéis emprendido.

Pensad que siendo omnipotente Aquél por quien lo hacéis, no os privara de los auxilios necesarios para realizarla perfectamente, según su deseo. Tened valor de proseguir a pesar de los obstáculos de Satanás. El Sagrado Corazón os sostendrá y no os privará de ningún medio. Pero, lo repito, no se hará sin muchas penas y sufrimientos, que debís recibir como las pruebas más convincentes de la Voluntad del Sagrado Corazón. Creo que éste es el medio de santificación de que quiere servirse para que alcancéis esa gran perfección, cuyo deseo os da.”

En el Padre Croiset era capaz de oír tal lenguaje. Aceptó, por consiguiente, con valor las más rudas pruebas sin disminuir en nada el ardor de su celo por la gloria del Sagrado Corazón. Habiendo manifestado otra vez a su santa confidente de Paray sus generosas disposiciones, ésta le respondió:

“He tenido gran consuelo al saber las gracias y misericordias que mi divino Salvador derrama con tanta profusión en vuestra alma. Yo le he dado gracias con todo el fervor y afecto de que soy capaz en su amable Corazón. Con ese fin he oído dos misas, bendiciéndole mil veces porque os declara tan bien lo que valen vuestras penas, sus designios en vuestros sufrimientos y el modo como habéis de serviros de ellos. No creo tener más que deciros sobre esto, sino que correspondáis fielmente a la gracia de Dios, como lo hacéis.

Ciertamente que el enemigo no tiene otro objeto o en todas esas turbaciones que suscita en vos, sino abatiros el ánimo, o al menos disminuir ese ardiente y puro amor de Dios y esa gran confianza, que es para vos firme sostén y os atrae tantas gracias, y así haceros desistir de vuestra Santa empresa para la gloria de Dios. Nuestro Señor, por su infinita bondad, convertirá en su mayoría gloria, en vuestra santificación y confusión de vuestro enemigo todas las baterías de Satanás, el cual, quizá, no se rendirá todavía y os entregará a mayores combates. Mas yo espero que la adorable Corazón de Jesús os hará triunfar siempre.

No sé cómo expresar mis sentimientos de agradecimiento por las grandísimas caridades que me hacéis, al prometerme que diréis misas a mi intención. Jamás me hubiera atrevido a esperar tanto; pero mi Soberano, que sabe la suma necesidad que tengo, os lo ha inspirado; así que Él es toda mi fortaleza y sostén en los diversos sufrimientos que padezco continuamente. Algunas veces son tan extremados, que sucumbiría mil veces, sin el auxilio de que os hablo, el Corazón de mi amable Jesús en el Santísimo Sacramento. Fuera de Él no hay ni placer, ni alegría, ni consuelo para mí en la vida.

En secreto os digo que no puedo  ya dudar del efecto de las palabras que mi divino Maestro me dio a entender al principio, cuando me enseñó su amable Corazón; declaró a su indigna esclava:

“Que quería hacer que mi vida fuera enteramente conforme a la del Hombre-Dios, siendo verdadera copia de Jesús pobre, humillado, despreciado y paciente”.

            Estoy de tal modo abandonada y destituida de todo amparo, que muchas veces exclamo con Él sobre la Cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me habéis abandonado?” Pero como la cruz es precioso tesoro que no puede conservarse sino oculto en humilde silencio, y como no me está permitido expresar mis penas, sino solamente sufrirlas callando, es conveniente que así lo haga; por lo tanto, no diré más, sino que encuentro algo parecido a las disposiciones que me indicáis en vuestra carta.”

            ¡Mediten estas palabras de los apóstoles del Sagrado Corazón; para ello fueron inspiradas a la Santa. En medio de las pruebas inherentes a su apostolado, les servirán de poderoso aliento! ¡Ojalá lleguen a comprender que la principal recompensa de celo que se debe ambicionar en este mundo, es ser crucificados!