¿Quiénes son los llamados al apostolado del Sagrado Corazón ¿ Qué cualidades desea encontrar el divino corazón en sus apóstoles , y cuáles son las diversas maneras de ejercer ese apostolado?
Llamamiento divino al apostolado del Sagrado Corazón
Varias cuestiones importantes se presentan respecto a la vocación y al apostolado del Sagrado Corazón.
¿Quiénes son llamados a ser apóstoles del Sagrado Corazón?
Para contestar a esta pregunta es preciso distinguir tres clases de apostolado: el apostolado ordinario, el apostolado de estado y el apostolado de vocación.
El apostolado ordinario conviene a todos los fieles sin excepción; llamados todos los cristianos a ser vasallos del Corazón de Jesús y de su amor, están destinados por lo mismo a convertirse en apóstoles del divino Corazón. En efecto; ¿cómo se podrá amar verdaderamente al Sagrado Corazón sin sentir deseos de que le amen? Porque el amor de su naturaleza es como el fuego: tiende a difundirse. Ahora bien; el apostolado ordinario consiste precisamente en esta tendencia difusa, en estos esfuerzos inspirados por el amor. Es muy de notar que Santa Margarita, en sus exhortaciones al amor del Corazón de Jesús, añade casi siempre el incentivo a hacerle conocer y amar.
No obstante, hay dos clases de cristianos que deben ser apóstoles del Sagrado Corazón, en virtud de un título particular: unos por deber de su estado, y otros por ser llamados a ello con vocación especial.
El apostolado que se puede llamar de estado incumbe a todos los superiores, así espirituales como corporales. Queriendo recibir el Sagrado Corazón culto particular en toda familia, en toda sociedad religiosa o civil, en toda institución, en toda parroquia y en toda nación, resulta que es deber de todos los cabezas de familia, de los maestros y maestras, de los superiores o jefes de sociedad, procurar se rindan al Divino Corazón los homenajes que reclama. Esta misión pertenece sobre todo a los pastores de almas y, en general, a todos los sacerdotes.
Las cartas de Santa Margarita advierten con frecuencia a los sacerdotes y a los superiores este gran deber del apostolado. Principalmente lo hace en las que escribía a sus dos hermanos, uno de los cuales era párroco y otro alcalde de Bois-Sainte-Marie. Les decía:
“No podéis proporcionarme más sensible placer que amar y glorificar al Sagrado Corazón de nuestro Señor Jesucristo dándole a conocer. ¡Qué felices seríamos si pudiéramos sacrificar por esto nuestras vidas!“
Hay otros cristianos que son llamados por vocación especial al apostolado del Sagrado Corazón.
Santa Margarita dice claramente que la gracia de esta vocación, aunque extraordinaria, no es, sin embargo, de aquéllas que nuestro Señor concede solamente a algunos pocos privilegiados de su amor; el número de estos dichosos elegidos es mucho mayor de lo que se cree. Abrasado por el deseo de que el reinado de su adorable Corazón sea universal, busca por todas partes almas de buena voluntad a quienes confiar esta gran misión de ser apóstoles de su Corazón Sagrado. Escribía Santa Margarita al Padre Croiset:
“Representaba yo una vez al divino Corazón mi incapacidad para establecer el reinado de su amor, y me dijo :
“que no debía temer nada, puesto que Él supliría todo lo que faltará por mi parte; y que por eso había escogido cierto número de verdaderos amigos, cuyo conocimiento me daría …”
Para someterme a decir lo que antecede fue preciso que mi Soberano Maestro renovara en mi aquella primera gracia en que me manifestó o un Corazón presente siempre, arrojando llamas por todas partes, y me dijo:
“¡si supieras cuán sediento estoy de que me amen los hombres, nada perdonarías para ello! ¡Tengo sed , ardo en deseo de ser amado!”
Hacía esto tan fuertes impresiones en mí, que me derretía en lágrimas por no poder satisfacer su amoroso deseo; pero confío que lo harán sus fieles siervos, porque Él me prometió que me enviaría aquellos que Él se ha reservado para esto.”
El Corazón de Jesús, “devorado por el deseo de ser amado de los hombres” , busca, por consiguiente, en todas partes almas dispuestas al sacrificio de sí mismas: ellas aplacarán “la sed de ser amado, en que se abrasa”.
¡Que todas las almas generosas se ofrezcan a este Divino Corazón, diciéndole: Héme aquí, enviadme: acepto ser vuestro apóstol!