¿Por qué señales puede reconocerse si se ha recibido la gracia preciosa de la de vocación al apostolado del Sagrado Corazón?
Las señales ordinarias son: atractivo especial para esta hermosa misión, actitud particular para ejecutar sus actos y ciertas circunstancias exteriores que, facilitándonos el ejercicio del celo, nos muestran ser tal la voluntad divina. No obstante, el Corazón de Jesús no concede a todos sus apóstoles esta gracia en igual grado. Los hay a quienes llama solamente a algunos actos determinados; a otros, por el contrario, les pide que se consagren enteramente a este apostolado.
Las cartas de Santa Margarita María nos proporcionan varios ejemplos de vocación extraordinaria y absoluta. Mencionan especialmente a la Hermana Magdalena Joly, religiosa de la Visitación de Dijon, y al Padre Croiset.
A la Hermana Joly escribía: “Este amable Corazón conoce bien las personas que ha destinado particularmente para el establecimiento de su reinado. Yo os considero a vos de este número, en vano sería que otros lo comprendieran, porque no derramando el divino Corazón sobre sus trabajos la unción de su gracia, no obtendrían resultado. “
El quince de setiembre de 1689, escribía al Padre Croiset: “Os digo que sois dichoso por pertenecer al número de aquéllos que el Corazón Sagrado ha de emplear en la ejecución de sus planes, pues no puedo dudar que os haya destinado para eso. Esos impulsos que os hace sentir su amor son disposiciones para la realización de los designios que Él tiene sobre vos. Os ruego encarecidamente por este mismo amor, que perseveréis con fiel correspondencia y sigáis sin temor las luces que para este fin os dé, y no remitáis este bien a otra persona. Vos lo habéis recibido por haberlo desechado otro, él prefirió elegir el subempleo para glorificar a Dios, a la elección que nuestro Señor había hecho de él para que por su medio se conociera, amara y honrada al Sagrado Corazón. Por la cual se ha privado de infinito número de gracias, las cuales recibiréis vos si correspondéis a los santos impulsos y a las luces que Aquel os dé para ello.”
Y en una carta del 21 de agosto de 1690, le decía al mismo: “Otra señal que el Corazón adorable me da de su elección de su amor respecto a vos, es que siempre que os encomiendo a Él encuentro libre acceso en favor vuestro; siempre está dispuesto a derramar sobre vos el divino tesoro de su puro amor. Esta es la señal cierta que el Soberano de mi alma ha dado a su ruin e indigna esclava. Si no me engaño, esa señal indica la elección y aprobación de los que yo le encomiendo. Cuando no los acepta, el divino Corazón parece inaccesible e insensible; y yo me siento rechazada con indignación, si persevero importunándole por aquellos que le ultrajan y desprecian con sus resistencias. Esto no se entiende de los grandes pecadores, sino de aquellos que Él tiene determinado poner en el número de sus amigos y apóstoles.
Entonces, digo, me siento, no solamente rechazada, sino como ligada e incapacitada para pedirle. Sin embargo, algunas veces combato tan largo tiempo que consigo lo que deseo. Ved porque os digo tantas veces que sois dichosos, si queréis corresponder a la elección que ha hecho de vos, para dar a conocer y hacer que ame su divino Corazón. Una vez más, correspondéis mejor que yo, por grande que sea la pena y repugnancia que sentís, y a pesar de todas las oposiciones y contradicciones que Satanás excite contra la ejecución de lo que el Corazón adorable desea de vos.”
¿Cómo se ha de responder al llamamiento del Sagrado Corazón respecto al apostolado?
Santa Margarita recomienda con insistencia a los que sienten atractivo particular por el apostolado del Sagrado Corazón, que correspondan con santa solicitud y mucho agradecimiento al favor que se les hace. Les invita a comenzar el ejercicio de este sublime ministerio con una consagración particular de sí mismos al Corazón de Jesús. Este acto consiste en la promesa de dedicarse a la gloria del divino Corazón. Para ello conviene elegir una circunstancia solemne; por ejemplo el último día de ejercicios, una fiesta notable, el día de la profesión religiosa o el de la primera misa.
“Te invito a que ames siempre mucho al Sagrado Corazón, decía la Santa a su Hermano, párroco de Bois-Sainte-Marie. Debes consagrarte enteramente a este Corazón adorable, para rendirle y procurarle todo el amor y gloria que esté en tu mano, ya sea por ti mismo, ya por aquellos que están a tu cargo. No temas gastar el tiempo en eso, porque Él es muy rico para recompensarte.”
Escribía a una novicia muy adelantada en las sendas del amor divino: “Para que sigáis los santos impulsos del Sagrado Corazón, voy a deciros en su santa presencia lo que me manifiesta desear de vos: el divino Corazón quiere que le hagáis completo sacrificio de vuestro ser espiritual y corporal, para serviros de él sólo en orden a rendirle y procurarle el honor, amor y gloria que esté a vuestro alcance.”
El 14 de abril de 1689 escribía al Padre Croiset, el cual iba en breve a recibir la ordenación sacerdotal:
“El día que ofrezcáis al Corazón de mi Jesús el primer santo sacrificio de su ministerio de amor, debéis consagrados todo al divino Corazón, para amarle, glorificarle y procurarle toda la gloria y amor de que os haga capaz, por palabra o por escrito, a fin de que recibáis por estos medios el regalo de sus infinitos tesoros .”
Aun cuando todos los fieles no sean llamados a este apostolado, sin embargo, todos deben ambicionar la dicha de trabajar por la gloria del Corazón de Jesús; todos pueden, diré más, todos deben hacerlo, al menos en cierto grado, si desean corresponder a las inspiraciones que el Sagrado Corazón da a las almas de buena voluntad.
“El Divino Corazón, dice la Santa, quiere que seamos fieles y diligentes en seguir sus impulsos y sus luces.”
Por consiguiente, cuando se nos ofrezca ocasión de trabajar por el Sagrado Corazón, aprovechemosla con prontitud. Nuestro Señor concederá de ordinario, por primera recompensa, la gracia de hacer alguna otra cosa por Él, y quizá obtengamos, por último la preciosa gracia del apostolado como propiamente dicho, que hará de nosotros verdaderos amigos del Corazón de Jesús. “¡Dichosos aquellos a quienes el Sagrado Corazón emplee en la ejecución de sus designios ¡”
Del libro El Reinado del Corazón de Jesús(tomo3), escrito por un P. Oblato de María Inmaculada, Capellán de Montmartre. Publicado en Francia en 1897 y traducído por primera vez al Español en 1910.