Gabriel María Verd, S.J, Meditaciones sobre la oración rítmica “Corazón de Cristo“
Consúmeme, Señor, en el horno ardiente de caridad infinita que es tu corazón. Consume en el mis pecados y concupiscencias, mi egoísmo y mi sensualidad, mi orgullo y mi amor a las vaciedades de este mundo.
Tú eres un fuego devorador (Hebr 12,29), Señor, purifícame en tu amor. Purifica mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer, mi actividad y apostolado, para que mi persona entera sea sólo un ascua de puro amor.
De puro amor, Señor, pues necesito que purifique es mi mismo amor con tu Amor. Limpian el amor, Señor, ordéname en el amor (Cant 2,4 [vulg]). En el amor a ti, para que sea absoluto, dócil y sin reservas; en el amor a mis Hermanos, para que nazca de ti y este ordenado a ti, de modo que no les ame con un amor distinto o contrario, y por tanto mezquino, sino con el mismo amor grande y hermoso que procede de ti.
Abrásame, Señor; Hazme una brasa, Señor. Una brasa que siempre que sea preciso, sepa arder sin llamas exteriores, oculta mente, calladamente, pero siempre con la entraña ardientemente encendida de celo por ti Y por mis Hermanos. Enamórame de esa vocación grande y generosa de ser corazón oculto y vigoroso de tu Iglesia.
Quémame de amores, Señor, para que pueda superar mi repulsa al sufrimiento. Que, con toda su agonía, Quieran abrazar mi cruz, como tú afecta te los ardores de tu Pasión.
Me da vergüenza decírtelo, Señor, pero tengo miedo arrojarme en tu corazón. Aunque sólo te conoceré, entrando en él; sólo te amaré y de verdad, entrando en él; sólo me transformaré, entrando en él. Pues sólo seré como tú, consumido en ti. Como la sal sólo se transforma en el océano cuando se deshace del todo entre sus aguas, como la leña sólo se transforma en fuego cuando se consume en medio de las llamas, mi nada sólo se transformará en el Todo, perdiéndose en tu corazón. Sólo consumido seré asumido, Señor; divinízame, Señor. Corazón de Cristo consúmeme.