Gabriel María Verd, S.J, Meditaciones sobre la oración rítmica “Corazón de Cristo“
Lávame, Señor, con el agua que brotó de tu corazón herido. Esa agua mezclada con la sangre de nuestra redención (Ef 1,7), capaz de borrar todos los pecados del mundo. ¡Oh océano de amor y misericordia!
Lávame, Señor, En la fuente que brota perennemente de tu cuerpo resucitado, en esos ríos de agua viva que corren de tus entrañas (Jn 7,38), en ese río del agua de la vida, brillante como el cristal, que brota del trono de Dios y del Cordero (Ap 22 , 1). Lávame, en fin, Señor, En tu Santo Espíritu.
Dadme siempre del agua y del Espíritu con los que nací a la vida divina, y en los que me en limpio de mis pecados. Que ellos borren mi egoísmo y mi orgullo, mi ira y mi codicia, mi maledicencia y mi sensualidad, mi resentimiento y mi desamor. Que me limpien de la concupiscencia de la carne, de la concupiscencia de los ojos y de la soberbia de la vida (Jn 2,16).
Señor, que el agua de tu costado elimine mis pequeñas faltas, las que tanto te duelen en los que están consagrados a ti, en tus elegidos, en los llamados a tu intimidad, en los que más recibieron. Que me cure de mi indolencia, Dennis cobardía has, de mis medias tintas, de mi tibieza vomitiva (Ap 3,16), con que frustro la sublime vocación a la qué me has llamado.
Que el agua de tu costado, Señor, bañe mi entendimiento, para que vea claro que todo pecado es idolatría, cuando tú eres el único Dios verdadero, y el único fin y gozo de todas las criaturas; así como que todo pecado es corrupción y tiranía para el que lo comete. Y que comprenda, Señor, que todo pecado te crucifica, y que no hay lágrimas en el mundo para lavar tal injusticia.
Pero tú has vencido el pecado, Señor, y es lavado los nuestros con tu sangre (Ap 1,5). Limpia pues, mi corazón, para que pueda ver a Dios (Mt 5,8) por los siglos de los siglos. Que el agua del Espíritu y la sangre del Cordero blanqueen las vestiduras de mi alma (Ap 7,14), para que el Padre vea en mí la imagen de su Hijo (Rom 8,29), y me haga entrar en las bodas eternas (Mt 22,1 –16; Ap 19, 7 -8) “¡Señor, si quieres, puedes limpiarme!”( Mt 8,2). Corazón de Cristo, lávame.