Me habéis preguntado cuál es el problema de la humanidad que más me preocupa. Precisamente éste: pensar en los hombres que aún no conocen a Cristo, que no han descubierto la gran verdad del amor de Dios. De una humanidad que se aleja del Sr., que quiere crecer al margen de Dios o incluso negando su existencia. Una humanidad sin Padre, y, por consiguiente, sin amor, huérfana y desorientada, capaz de seguir matando a los hombres que ya no considera como Hermanos, y así preparar su propia autodestrucción y aniquilamiento. Por eso, mis queridos jóvenes, quiero de nuevo comprometerlos hoy a ser apóstoles de una nueva evangelización para construir la civilización del amor.
“Nosotros amamos porque Él nos amó primero”(1 Jn. 4,19): La medida de nuestro amor no podemos encontrarla solo en la débil capacidad del corazón humano; debemos amar con la medida del Corazón de Cristo; si no, nos quedaremos cortos para corresponder a su amor. Anunciad, pues, con empeño renovado la fidelidad a Jesucristo, el “Redentor del hombre”. Tened presente que quien ama al Señor con todas sus fuerzas, quien dedica a Dios su mejores afanes, nada pierde; al contrario, lo adquiere todo, porque “su amor es pleno en nosotros… Y nos ha dado su Espíritu” (1 jn. 4,12 -13 ). Pero eso exige ser “hombre nuevo”.
Discurso de San Juan Pablo segundo a los jóvenes, Buenos aires, 11 de abril de 1987.