Juan Pablo II, 13 del Septiembre de 1987
En el nuevo testamento el misterio del amor de Dios se revela de una manera más profunda: “porque tanto amó Dios al mundo que le dio a su Unigénito Hijo “(Jn. 3,16). A través del Corazón de Jesús se manifestó en el mundo la plenitud de la infinita misericordia de Dios. Maravillándose por la encarnación del hijo de Dios, María exclama que a través de este niño los humildes serán exaltados, los hambrientos serán saciados y la Misericordia de Dios se extenderá sobre todos los hombres (Cf. Lc. 1 , 46 – 55). Algunos años después, al anunciar su ministerio, Jesús resume el programa de su vida en las palabras de Isaías: “Evangelizar a los pobres;… Anunciar un año de gracia del Señor” (lc. 4,18 Xix). Jesús se identifica con el pobre y el débil: Lo que hacemos por ellos se lo hacemos a Él, el servicio que les negamos a ellos se lo negamos a Él (Cfr. Mt. 25, 31 -46).