San Juan Pablo II
Del centro de nuestras la media (… ) se eleva, Como si me a esta hora, la plegaria del Ángelus.
Meditemos junto con la Virgen de Nazaret en el momento de la Anunciación. Meditemos en el misterio de la Encarnación. “El Verbo se hizo carne y habito nosotros” (Jn 1, 14): En efecto, vino a habitar en el seno de María, en su Corazón.
Entre el Corazón de la Madre y el Corazón de niño-del hijo-Se estrecha desde el principio un vínculo: ¡Una espléndida unión de corazones! El Corazón de María es el primero que habló al Corazón de Jesús. El primero, se puede decir, que recitó las letanías a este Corazón. Todos nosotros nos unimos a Ella.
Corazón de Jesús, santuario de justicia: En Ti el eterno Padre ha ofrecido a la humanidad la justicia que hay en la Santísima Trinidad, Dios mismo. La Justicia que es Dios constituye un fundamento definitivo de nuestra justificación.
Esta justicia nos viene a nosotros mediante el amor. Cristo nos ha amado y se ha dado a Sí mismo por nosotros (cf. Gal 2,20). ¡Y precisamente, con este darse mediante amor más potente que la muerte, no os han justificado! “ Él fue resucitado para nuestra justificación” (Rom 4,25)
A la hora del Ángelus oramos profesando, junto con la Madre de Dios, los misterios del Sacratísimo Corazón de Jesús.
Estos misterios, expresados de modo tan espléndido en las invocaciones de las letanías, nos guíe, por los caminos de la vida terrena, a la patria eterna del Corazón divino, cuando Dios enjugue todas lágrimas de los ojos humanos (cfe. Ap 7, 14; 21,4), cuando Él mismo este en todas las cosas (1 Cor 15,28).
- Jesucristo, manso y humilde de Corazón.
- Haz nuestro Corazón semejante al tuyo.
Oración
Señor Dios nuestro: al descubrir por la fe de la inmensa caridad del Corazón de tu Hijo, te pedimos la gracia de parecernos a Cristo en la tierra para merecer compartir su gloria en el cielo.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. . Amén