La hora del Ángelus nos invita a dirigir la mirada a María.
Por medio del Corazón Inmaculado de María queremos dirigirnos al Corazón Divino de su Hijo, al Corazón de Jesús, de Majestad infinita.
Mirad: la infinita Majestad de Dios se oculta en el Corazón humano del Hijo de María.
Este Corazón es nuestra Alianza.
Este Corazón es la máxima cercanía de Dios con relación a los corazones humanos y a la historia humana.
Este Corazón es la maravillosa «Condescendencia» de Dios: el Corazón humano que late con la vida divina: la vida divina que late en el corazón humano.
En la Santísima Eucaristía descubrimos con el «sentido de la fe» el mismo Corazón.
Corazón de Majestad infinita, que continúa latiendo con el amor humano de Cristo, Dios-Hombre.
¡Cuán profundamente sintió este amor el Santo Papa Pío X, antes Patriarca de Venecia!;
Cuánto deseó que todos los cristianos, desde los años de la infancia, se acercasen a la Eucaristía, recibiendo la santa comunión: para que se unieran a este Corazón que es, al mismo tiempo, para cada uno de los hombres «Casa de Dios y Puerta del cielo».
«Casa», he aquí que, mediante la comunión eucarística el Corazón de Jesús extiende su morada a cada uno de los corazones humanos.
«Puerta», he aquí que, en cada uno de estos corazones humanos Él abre la perspectiva de la eterna unión con la Santísima Trinidad.
¡Madre de Dios! meditamos el misterio de tu Anunciación, nos acercamos a este Corazón divino.
— el Corazón de Majestad infinita
— Casa de Dios y Puerta del cielo,
Este Corazón que, desde el momento de la Anunciación del Ángel, comenzó a latir junto a tu Corazón virginal y materno.