Corazón de Jesús, En quien están todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia

CORAZÓN DE JESÚS, imagen DÍA12

San Juan Pablo II

             Esta invocación de la letanía del Sagrado Corazón, tomada de la carta a los Colosenses (2,3), nos hace comprender la necesidad de ir al Corazón de Cristo para entrar en la plenitud de Dios.

La ciencia de que habla no es la ciencia que hincha, fundada en el poder humano (cf. 1 Cor 8,2). Es sabiduría divina, un misterio escondido durante siglos en la mente de Dios, Creador del universo (Ef 3,9). Es una ciencia nueva, escondida a los sabios y a los entendidos del mundo, pero revelada a los pequeños (Mt 11,25), ricos en humildad, sencillez, pureza de corazón.

Esta ciencia y esta sabiduría consisten en conocer el misterio de Dios invisible, que llama a los hombres a ser partícipes de su divina naturaleza y los admite a la comunión Él. Nosotros sabemos estas cosas porque Dios mismo se ha dignado a revelárnoslas por medio del Hijo, que es sabiduría de Dios (1Cor 1,24).

Todas las cosas que hay en la tierra y en los cielos han sido creadas por medio de Él y para Él (Col 1,16). La sabiduría de Cristo es más grande que la de Salomón (Lc 11,31). Sus riquezas son inescrutables (Ef 3,8). Su amor sobrepasa todo conocimiento. Pero con la fe somos capaces de comprender, juntamente con todos los Santos, su anchura, su largura, altitud y profundidad (Ef 3,18).

Al conocer a Jesús, conocemos también a Dios. Quien le ve a Él ve al Padre (Jn 14, 9). Con Él apareció el amor de Dios en nuestros corazones (Rom 5,5).

La ciencia humana es como el agua de nuestras fuentes: quien la bebe vuelve a tener sed. La sabiduría y la ciencia de Jesús, en cambio, abren los ojos de la mente, mueven el corazón en la profundidad del ser y engendran al hombre en el amor trascendente, liberan de las tinieblas del error, de las manchas del pecado, del peligro de la muerte, y conducen a la plenitud de la comunión de esos bienes divinos que trascienden la comprensión de la mente humana (DV 6).

Con la sabiduría y la ciencia de Jesús nos arraigamos y fundamentamos en la caridad (Ef 3,17). Se crea el hombre nuevo, interior, que pone a Dios en el centro de su vida y a sí mismo al servicio de los humanos.

Es el grado de perfección que alcanza María, Madre de Jesús y Madre nuestra. (…) la invocamos como trono de la sabiduría.

Al rezar el Ángelus, pidámosle que nos haga como ella y como su hijo.

 

 

  1. Jesucristo, manso y humilde de Corazón.
  2. Haz nuestro Corazón semejante al tuyo.

Oración

Señor Dios nuestro: que el amor del Corazón de tu Hijo encienda en nosotros el fuego de la caridad, que nos mueva a unirnos más a Cristo y a reconocerlo presente en nuestros hermanos.

Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén