El Corazón de Jesús, realidad en la que el misterio del amor de Dios está presente(I)

Hablar del Corazón de Jesús es hablar de la misión salvadora del Redentor, y es la expresión sensible del inabarcable amor de Dios a los hombres. “Beberéis aguas con gozo en las fuentes del Salvador…” En las páginas del Evangelio, principalmente, encontramos la luz, con la cual, iluminados y fortalecidos, podremos penetrar en el templo de este divino Corazón y admirar, con el Apóstol de las gentes, las abundantes riquezas de la gracia en la bondad usada con nosotros por amor el de Jesucristo.

El adorable Corazón de Jesucristo late con amor divino, al mismo tiempo que humano, desde que la Virgen María pronunció su Fiat, y el Verbo de Dios , como nota el Apóstol, al entrar en el mundo dijo: “Sacrificio y ofrenda no quisiste, pero me diste un cuerpo a propósito; holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: heme aquí presente. En el principio del libro se habla de mí. Quiero hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad… “ .

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Por esta “voluntad” hemos  sido santificados mediante la oblación del Cuerpo de Jesucristo, que Él ha hecho de una vez para siempre (Heb 10, 5-7, 10)…Con amor aún mayor latía al Corazón de Jesucristo cuando de su boca salían palabras inspiradas en el amor ardentísimo … Jerusalén , Jerusalén que matas a los profetas y apedreas a los que a ti son enviados; ¡Cuántas veces quise recoger a tus hijos, como la gallina recoger a sus pueblos bajo las alas, y tú no lo has querido (Mc 23,37) … Pero particularmente sé conmovió de amor y de temor su Corazón, cuando ante la hora ya inminente de los cruelísimos padecimientos y ante las natural repugnancia los dolores y a la muerte exclamó: Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz (Mt 26,39) …

Finalmente, colgado ya en la Cruz el Divino Redentor, es cuando siente como su Corazón se trueca en impetuoso torrente, desbordando en los más variados y vehementes sentimientos, esto es, de amor ardentísimo, de angustia, de misericordia, de encendido deseo, de serena tranquilidad, como se nos manifiesta claramente en aquellas palabras tan inolvidables como significativas: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen (Lc 23,24); Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? (Mt 27, 46). En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso ( Lc 23,45).»

«Tengo sed (Jn 19,28). Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23, 46). (PíoXII, Haurietis Aquas, nn. 17,18, 19.)»

El Corazón de Jesús designa la realidad en la que el misterio de Dios está presente como cercanía que nos ama, se compadece de nosotros, expía nuestros pecados y se da a Sí mismo en sacrificio. En el Corazón de Cristo sabemos quién ha querido ser Dios para nosotros; en Él, el enigma al que conduce toda la realidad y sabiduría del mundo se  transforma en misterio de amor y de redención que nos salva y da la felicidad. Nuestro corazón descansa a la luz de su verdad y de su amor, y en Él sabemos de la verdadera sabiduría y del verdadero amor, sin los que todo es pasajero, vano y fugaz.

Del discurso pronunciado en Paray-Le-Monial, el 17 de Septiembre de 1974, por D. Marcelo González Martin, Cardenal Arzobispo de Toledo, titulado «El Sagrado Corazón y el Año Santo Paz y reconciliación nuestra»