San Juan Pablo II
Jesucristo es rey de los corazones. Sabemos que durante su actividad mesiánica en palestina el pueblo, al ver los signos que hacía, quiso proclamarlo rey. Veía en Cristo un justo heredero de David, que durante su reino llevó a Israel al culmen del esplendor.
Sabemos también que, ante el tribunal de Pilato, Jesús de Nazaret, a la pregunta “¿Tú eres rey?”, respondió: “mi reino no es de este mundo… Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: Para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz “ (Jn 18,33. 36-37).
En este mundo Cristo es rey de los corazones. Nunca quiso ser soberano temporal, ni siquiera sobre el trono de David. Sólo deseó ese reino que no es de este mundo y que, al mismo tiempo, en este mundo se arraiga por medio de la verdad en los corazones humanos: en el hombre interior. Por este reino anunció el Evangelio e hizo grandes signos. Por este reino, el reino de los hijos y de las hijas adoptivos de Dios, dio su vida en la cruz. Y confirmó de nuevo este reino con su resurrección, dando el Espíritu Santo o a los Apóstoles y a los hombres en la Iglesia. De este modo Jesucristo es el rey y centro de todos los corazones.
Reunidos en Él por medio de la verdad, nos acercamos a la unión del reino donde Dios “enjugará toda lágrima” (ap 7,17) porque será “ todo en todos” (1 Cor 15,28).
Hoy, reunidos para la acostumbrada plegaria dominical del Ángelus Dómini , Elevamos, juntamente con la Madre de Dios, al Corazón de su hijo la invocación: Corazón de Jesús, rey y centro de todos los corazones, ten piedad de mí. Que el Corazón Inmaculado de María guíe nuestra oración (…).
- Jesucristo, manso y humilde de Corazón.
- Haz nuestro Corazón semejante al tuyo.
Oración
Mira, Señor, el amor del Corazón de tu hijo que se ofrece por nosotros, Para que todas nuestras acciones sean agradables a tus ojos y sirvan para reparar nuestras culpas.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén