Jóvenes de esta parroquia, os saludo con mucho gusto. Vuestra parroquia está dedicada al Sagrado Corazón. He aquí una palabra clave: corazón. Sabemos bien porque es una palabra clave. Es palabra clave la vida, la personalidad de cada uno de nosotros y, diría especialmente, en la vida y en la formación de la personalidad de los jóvenes.
Esta palabra corazón sintetiza todo lo que experimentamos y expresamos con otra palabra clave, que es la palabra amor. Estas dos palabras caminan juntas: corazón y amor. El Sagrado Corazón de Jesús es la síntesis de todo aquello que Jesús era y que Jesús es. ¿En dónde podemos encontrar la historia de este Sagrado Corazón? La podemos encontrar en el Evangelio, especialmente el de Juan y de Lucas. Entonces encontraréis la respuesta sobre qué quiere decir comprender la historia del Corazón de Dios. El Corazón de Jesús ha abierto otro capítulo de la historia de la salvación. Por esto la Iglesia venera con gran amor, también aquí, el Sagrado Corazón de Jesús. Nosotros dirigimos nuestro culto a este Corazón. Oramos al Corazón de Jesús recitando las letanías.
Pero debemos pasar del culto del Corazón de Jesús a la cultura del corazón del hombre. El Evangelio nos enseña una profunda cultura del corazón del hombre. Los Santos son aquellos y aquellas personas que han conquistado, conseguido una suprema cultura del corazón del hombre. Como ha hecho la Virgen María, con su Corazón Inmaculado. He aquí que todos nosotros debemos adquirir del Corazón de Jesús y del Corazón de María una profunda cultura de nuestros corazones. Aquí es donde está el cristianismo vivido como experiencia y como testimonio.
A todos vosotros, jóvenes, os deseo que adquiráis esta cultura que abrazan no sólo al cristianismo, sino al humanismo. El Corazón de Cristo es el Corazón del Hijo de Dios, pero también un corazón profundamente humano. No se puede pensar una cosa más humana, una realidad más humana que el Corazón de Cristo.