Del libro El Reinado del Corazón de Jesús(tomo3), escrito por un P. Oblato de María Inmaculada, Capellán de Montmartre. Publicado en Francia en 1897 y traducído por primera vez al Español en 1910.
El Corazón de Jesús único principio del éxito de las empresas.
“Dadme un punto de apoyo, decía Arqimedes, y con una palanca a levantar el mundo.” Esto, que el gran geómetra buscaba inútilmente para el mundo físico, nos lo proporciona Santa Margarita María para el mundo moral. El punto de apoyo sobre el cual deben los obreros apostólicos apoyar su celo en el Corazón de Jesús; el apostolado del Sagrado Corazón es la palanca divina destinada a levantar el mundo, cada vez materializado, elevándole a las puras regiones de la vida cristiana y de la santidad.
Para realizar esta gran empresa, que la santa compara a una segunda redención, hay que apoyarse, repite, en el Corazón de Jesús.
Así como no hay más que un solo Cristo y un solo Salvador, así no hay más que un solo sacerdote, encargado de aplicar al mundo los frutos de la redención; este sacerdote es nuestro Señor Jesucristo, a quien Tertuliano llama “sacerdote católico del Padre”.
Este sacerdote universal, cuya acción se extiende a todas las partes del universo y a todos los siglos, después de haber trabajado Él mismo de un modo visible durante los treinta y tres años de su vida mortal, continúa de una manera real y omnipotente, pero invisible, su obra de salvación bajo los velos eucarísticos.
No pudiendo este divino obrero del Padre, viviendo, en el tabernáculo, ejercer exteriormente las obras de celo, admite el concurso de los hombres de buena voluntad, que bajo el nombre de apóstoles, sacerdotes, misioneros, obreros apostólicos, celadores, celadoras, etc., sólo son instrumentos que deben sacar su virtud del Corazón mismo de nuestro Señor Jesucristo.
Han de tener los mismos pensamientos que nuestro divino Salvador, han de identificarse con Él de suerte que tengan en sí los sentimientos y la vida del Corazón de Jesús. Deben someterse en absoluto a la acción vivificante del divino Corazón para comunicarla al mundo, y no considerarse sino como el hilo eléctrico, transmisor de la luz o del sonido.
Nuestro Señor reclama de los apóstoles de su divino Corazón lo que ha exigido a los obreros apostólicos de todos los tiempos.
“El Corazón de Jesús se complace en los servicios de los pequeños y humildes a este Corazón, dice santa Margarita, y concede grandes bendiciones a sus trabajos; más para esto es preciso que procuren sacar del Él todas sus luces y movimientos, y que correspondan fielmente a las ilustraciones y santos impulsos que con este fin les dará el Corazón Sagrado. Ciertamente el Corazón divino es la fuente inagotable de toda la ciencia y caridad de los santos; de Él dimanan la luz y el amor a los perfectos amigos que desea unir a Sí.”
“Hagamos cuanto podamos para procurar el honor y el amor al Sagrado Corazón, escribía santa Margarita a la Madre de Saumaise. Recordemos, no obstante, que la devoción al divino Corazón no quiere ser forzada e impuesta. Basta darla a conocer y después dejar al Corazón adorable el cargo de mover con la unción de gracia los corazones que Él haya escogido. ¡Dichosos los que sean de este número! Proseguir, pues, en la solicitud y trabajos que tomáis para darle a conocer, y nos canséis, porque espero que Él hará resulte todo a gloria suya, cuando sea tiempo. Sí, el Sagrado Corazón de nuestro Señor se procurará mucha gloria por vuestro medio, si vos le dejáis hacer; pues los asuntos que conciernen inmediatamente a la gloria de Dios son muy diferentes de los del mundo, en que hay que trabajar mucho; pero en los de Dios con frecuencia hay que contentarse conseguir la divina inspiración y después dejar obrar a la gracia.”
Toda la ciencia y habilidad del apóstol del Sagrado Corazón, para el buen resultado en las empresas de la gloria del Corazón de Jesús, consiste, pues, en asegurar el concurso del divino Corazón “ Y DEJARLE HACER ”.