El desprendimiento es una virtud cristiana que quita de nuestro corazón todo apego excesivo a la criatura, para que el amor divino sea el principio y la regla de todos nuestros afectos. El desprendimiento no destruye los afectos legítimos, pero los subordina al amor divino. Es lo que Santa Margarita llama “amar en el Corazón de Jesús, para Él y por Él”.
Para mantenernos en la práctica de esta difícil virtud, nos presenta la sierva de Dios cómo omnipotente auxiliar y perfecto modelo al Corazón de Jesús en su vida Eucarística.
Efectivamente, nuestro Señor Jesucristo nos ofrece su divino Corazón en el Santísimo Sacramento no sólo como manantial de gracias y fortaleza, sino como ejemplar perfecto de desprendimiento universal y absoluto respecto del todo lo que fiado. Su Corazón se dilata cuando está rodeado de amigos, pero se resigna a estar solitario y abandonado; si llama los hombres a que vayan a Él y les pide amor por amor, es solamente para santificarlos y salvarlos. ¿Qué cristiano verdadero no se siente atraído por los divinos encantos de tan dulce modelo e inflamado del deseo de imitar tan grande desprendimiento?
Necesidad de desprendimiento
Nuestro Señor proclamó la necesidad del desprendimiento indispensable a todos los fieles, cuando dijo: “El que quiera venir en pos de mí, renuncie a si mismo “. Esto dice Santa Margarita María a todos aquellos que quieran alistarse bajo la bandera del Sagrado Corazón.
“Mis queridas y muy amadas Hermanas, decía Santa Margarita a sus novicias; lo que particularmente os recomiendo es que os apeguéis a Dios sólo; Dios quiere arrojar de vuestro corazón todas las criaturas. No hay que derramar el corazón al exterior, sino cercenar el afecto a las cosas exteriores, a fin de que se consagre a amar enteramente es un Dios, que reside en nosotros. “
“Lo que debilita la gracia del amor (divino) es vuestro corazón, es que está demasiado apegado a la criatura y al gusto de satisfacerse. Si queremos que el puro amor reine en nosotros, es preciso morir a todo eso. Quitemos, pues, todo aquello que Dios nos dé a conocer como obstáculo a ese amor; dejémoslo todo, y todo lo encontraremos en el Sagrado Corazón, a quien suplico que llene vuestro corazón de su puro amor, que pueda consumir el de nosotros mismos y de la criatura.”
“Si queremos, añadía, seis plantas fértiles en el divino huerto del adorable Corazón, y llevar frutos de santificación, es menester primeramente que estemos secos y estériles de toda inclinación, vana complacencia, afecto y amistad a las criaturas. Para ser susceptible al amor de nuestro Señor y a su gracia, es necesario ser insensible a todas las cosas creadas.”