El simbolismo de la Sangre y el Agua del Costado de Cristo(II)

Del libro "EL MISTERIO DEL CORAZÓN TRASPASADO", Ignace de La Potterie

Los problemas:

Son de dos tipos: exegéticos y teológicos.

a) Los problemas exegéticos

1. Es preciso atender, en primer lugar, a la problemática planteada por R. Uultmann. Su teoría es bien conocida: en la teología de Juan, la muerte de Jesús ya no tiene el sentido que tenía en la primera tradición cristiana. Anteriormente, su muerte se interpretaba como el sacrificio expiatorio por nuestros pecados (cf. Rom 3,25; Ef 5,2; Heb 7,27, etc.). Según los escritos joánicos, en cambio, Jesús en su muerte es el revelador. En consecuencia, Jn 19,34 y los demás pasajes en los que se habla de la sangre de Jesús (jn 6,53- 56; ljn 1,7) o de Cristo, víctima expiatoria por nuestros pecados (1 Jn 2,2; 4,10), deben ser considerados como interpolaciones posteriores, pues la idea del sacrificio expiatorio es ajena al pensamiento joánícolv.
Esta postura tan radical es claramente inaceptable. No obstante, contiene un elemento de verdad que no ha sido tenido suficientemente en cuenta; no cabe duda de que la teología joánica es Fundamental mente una teología de revelación, también durante el relato de pasión. 1.a cuestión importante entonces es saber si una teología de la revelación y una teología del sacrificio se excluyen necesariamente. En la base de la teoría buitmanniana hay una concepción errónea del sacrificio: este es un punto muy importante y de gran actualidad; volveremos a él en breve. Por otra parte, si Jesús en la cruz es el revelador, Bultmann no explica qué es lo que esta muerte revela: se niega absolutamente a señalar el objeto y el contenido de dicha revelación. A la persona de Jesús se la vacía de su misterio.
2. ¿Cómo interpretan la sangre y el agua los comentaristas actuales? Hay que reconocerlo: frente a la agudeza de las interpretaciones antiguas, el resultado es más bien decepcionante, al menos en lo que se refiere a la sangre. Se tiene la impresión de cierta confusión entre los exégetas. Según R. E. Brown, el agua es símbolo del Espíritu; la sangre, por el contrario, no tendría ningún valor simbólico: la sangre derramada indica simplemente que Jesús ha muerto*.

R. Schnackenburg observa que el pasaje debe ser interpretado a la luz del de 7,37-39; pero en este se habla solo del agua viva que brota del seno de Jesús; y si se quiere ir más allá, añade el autor, se puede considerar que la sangre es signo de la muerte salvífica de Jesús (cf. 1 J n 1,7), y el agua, símbolo del Espíritu y la vida21. También en nuestros días volvemos a encontrar la exégesis sacramental habitual en Ja época patrística: el agua y la sangre simbolizan el bautismo y la eucaristía24. Pero el orden inverso de las palabras («sangre y agua») es una seria dificultad contra esta interpretación; esta requeriría que se leyera más bien «agua y sangre».
Algunos autores se esfuerzan en precisar aún más el simbolismo de la sangre. Según la obra clásica de J. Hecr. la sangre indica el valor expiatorio de la muerte de Jesús’. Sin embargo, parece imprudente introducir aquí de repente unas categorías rituales que son ajenas al contexto inmediato. Incluso hay quien ha propuesto ver en la sangre del costado traspasado una alusión a la sangre del cordero pascual. Esta explicación no es convincente; la referencia al cordero pascual es indudable en tas piernas no quebradas de Jesús; sin embargo, no es adecuada para la sangre que sale del costado, porque la imagen, en el caso del cordero pascual, es totalmente diferente: según Ex 12,13, los israelitas debían tomar la sangre del cordero y ponerla sobre las jambas de las puertas para escapar del exterminador: no se hace ninguna referencia a la sangre que brota del cordero.
Más satisfactoria, aunque se asoma sin pruebas, es la interpretación que se propone en el comentario de J. Mateos y J, Barretes: «La sangre que sale del Costado de Jesús es imagen ele ta muerte que él acepta para la salvación de la humanidad […]: la sangre es la muerte aceptada»’ . El interés de esta interpretación deriva del hecho de que trata de percibir tas resonancias del versículo en su contexto inmediato, sin recurrir directamente a la tipología bíblica o a la vida sacramental de la Iglesia: la sangre que sale del Costado de Jesús ya muerto es aquí corno un símbolo de lo que había sido la libre aceptación de la muerte por parte de Jesús cuando todavía estaba en vida. En esta línea desarrollaremos nuestra interpretación.

b) El problema teológico


Sobre este punto seremos breves, porque nos alejamos en parte de nuestro tema. Sin embargo, debemos decir algo sobre un problema delicado: el del desconocimiento actual de la noción de sacrificio, sobre todo tras la publicación de las obras de R, Girard: La violence et le Sacré y Des chases cachea depuis la fonda don du monde1*. Según un famoso teólogo, nosotros, los contemporáneos, somos profundamente alérgicos a la idea de sacrificio expiatorio: «La doctrina del sacrificio propiciatorio por nuestros pecados, escribe, nos parece… inaceptable»29. Como en la teoría de Bultmann, cuestionar la noción de sacrificio incumbe a nuestro problema porque, de un modo u otro, la mención de la sangre de Jesús en Jn 19,34 está ligada al tema de la redención.
Trataremos de presentar en pocas palabras lo esencial del pensamiento de R. Girará. Su punto de partida es el estudio de la historia de las religiones. Él constata que, en todo el mundo, la sociedad está amenazada por la violencia (recuérdese, al comienzo de la historia de la humanidad, el ejemplo elocuente del homicidio de Caín). Para liberarse de esta tensión, los hombres, movidos por una «mimesis de antagonismo», ponen en marcha el mecanismo de la «víctima expiatoria#, practicando el sacrificio. Esto, ciertamente, sigue siendo violencia, pero de otro tipo; es una transfiguración sagrada, ilusoria, del homicidio: para liberarse de la «violencia impura», la sociedad practica una «violencia purificadora». La gran novedad del cristianismo, según Girard, es la de ser una religión no sacrificial: Jesús ha roto el vínculo entre la violencia y lo sagrado, anunciando la ley universal del amor. La muerte de Jesús no debe interpretarse como un sacrificio.
La crítica fundamental que hay que hacer a la teoría de R. Girard, a nuestro modo de ver, es que parte de una concepción que ha encontrado en la historia de las religiones (pero también aquí se imponen muchas reservas), y la aplica unívocamente al cristianismo: no parece darse cuenta de que ya en el Antiguo Testamento y en el judaismo (Filón), y luego sobre todo en el Nuevo Testamento, en particular en la carta a los Hebreos11, la idea de sacrificio fue profundamente reforzada e interiorizada. Que en la historia de la teología cristiana se han dado penosas desviaciones y teorías extrañas es innegable, pero no se le puede perdonar a Girard el hecho de ignorar las profundísimas explicaciones del sacrificio dadas por grandes doctores como san Agustín y santo Tomás. Limitémonos aquí a evocar un principio fundamental de Agustín: Sacrificmm… visibiU invisibilis sacrificii sacramentum, id est sacrum signum est33. Ya para Filón de Alejandría todo ofrecimiento visible, todo sacrificio realizado siguiendo los ritos de la ley, no es más que el símbolo de un ofrecimiento invisible del alma.
Así partiendo de estas premisas de la tradición judeocristiana  hay que preguntarse si la muerte de Cristo fue un «sacrificio»; estos mismos principios nos ayudarán a comprender mejor el valor simbólico y el sentido de la efusión de la sangre de Jesús en la Cruz.