Luis María Mendizabla. S.J-Quito, 6 de mayo de 1982
UN ESQUEMA SOBRE LA VULNERABILIDAD AFECTIVA DE DIOS
Vamos a bajar a este tema cristológico, digo, teológico ya. Cuando se llega a este punto la investigación teológica de hoy va más adelante y, comprendiendo que la acción del hombre aparece desde el Antiguo Testamento referida a Dios mismo, desde el Antiguo Testamento, tanto en sus valores positivos como negativos, y que puede cuestionarse si Jesucristo en cuanto Dios es afectado por el comportamiento humano, se plantea este interrogante: si puede hablarse de un verdadero drama en el Corazón de Dios. Que es el que decíamos: “El Padre así amó al mundo que le dio a su Hijo”, entregó a su Hijo. Yo cuando doy la meditación de la Agonía de Getsemaní, últimamente, pues un progreso, progreso teológico espiritual, suelo decir: A la Agonía de Jesús corresponde una agonía del Padre. El Padre no participa ahí fríamente, está entregando a su Hijo, y le duele, como a Abrahán cuando llevaba a su Hijo, a Isaac al sacrificio. Pero así amó al mundo que lo entrega, la agonía. Es como una tercera agonía que es la agonía de la Virgen, la Virgen que entrega también a su Hijo. Ella como Madre nuestra, y lo entrega, y nos ama María que nos entrega a su Hijo, lo entrega a la muerte.
Pues bien, éste es el drama del Corazón de Dios que es el que se nos revela en Cristo. Notemos bien que Cristo es revelación del Padre. Y en el drama de Cristo se revela el drama del Padre, el amor del Padre que es un amor verdadero del hombre, un amor verdadero hasta este punto.
Éste es el problema que ha venido tratándose últimamente como problema del sufrimiento de Dios. Y esto refiriéndolo –repito- no sólo al pecado que verdaderamente le ofende, sino también de la compasión que Dios siente por los sufrimientos humanos. Es muy distinto presentar a Dios ante una persona que está sufriendo y que le diga: Pues …. Dios lo ha permitido, la voluntad de Dios… como si dijésemos: ¡Dios así lo ha dicho, pues ahí va, se queda igual, pues a ti te toca eso…!, que decirle: ¡Dios mismo te mira con compasión y tu sufrimiento le llega al alma, sabe que es para bien tuyo! Así como amó al Hijo y lo entregó, así te ama y te ha entregado al dolor, pero Él te envuelve en ese amor con que te acompaña. Es muy distinto. Y creo que nosotros cristianamente tenemos que hablar así, desde el Corazón de Dios revelado en Cristo, en el Corazón de Cristo, en el Corazón palpitante de Cristo.
El planteamiento pues se traslada a la naturaleza misma de Dios y se propone desde ese misterio insondable del verdadero amor de Dios al hombre y desde el pathos de Dios. Hay que decir aquí dos cosas: “La teología crocis” y en lo mismo desde Ratzinger, y también, y de eso siempre, cuando uno encuentra un autor que dice lo que uno quiere, eso dice: ¡Qué bien lo dice! ¿no? Lo dice muy bien. Pues bien, él dice: Es necesario distinguir estas dos cosas: “la teología crocis protestante” y “la teología del sufrimiento de Dios católica”, auténticamente católica.
Entre los protestantes éste ha sido siempre un tema, “la teología crocis”, CRA…. Arranca de este LUTERO. La teología crocis, es la que él llamaría la teología –diríamos- del sufrimiento en relación con lo ontológico. ¿Cómo llamaríamos esto? Plano teológico ontológico, y plano teológico psicológico. Plano teológico amoroso, del amor.
El planteamiento de los protestantes nace de la kénosis, la kénosis de la Encarnación. Lutero se inclina mucho a una kénosis que sea verdadera kénosis como él la llama. Una tendencia a llegar a decir que Dios mismo en su sustancia sufre en la cruz, en su sustancia, que le crucifican, a la divinidad la crucifican. Sufre físicamente la divinidad todos los sufrimientos estos. Bien, tiende hacia eso bastante. Pero la teología protestante sobre todo el siglo XIX en adelante, pues se ha ido todavía radicalizando en este sentido. Y entonces se habla de un anonadamiento –diríamos- ontológico. O sea que, se ha llegado a decir últimamente, en las últimas presentaciones, que el … … se cambia de verdad, hay una amputación real, interna, en el … que limita su ser divino, que modifica transitoriamente su relación intra-trinitaria, renuncia a las propiedades inmanentes a su autoconciencia eterna para hacerse portavoz de una vida humana personal. Dios físicamente sufre. Más aún, el sufrimiento es esencial a Dios.
Evidentemente que si esto se admite se cae en el patripasianismo, porque evidentemente está sufriendo la divinidad, la divinidad en sí misma, entonces el Padre, el Hijo 7y el Espíritu Santo están sufriendo la crucifixión. Sufre el Padre. Esto es lo que la teología protestante ha hecho y ha atendido mucho.
Y ante la objeción de que es imposible mutación esencial alguna en la sustancia de Dios, responde la teología crocis, al menos en sus representantes extremos –sobre este aspecto una monografía muy valiosa en GHERARDINI, “Teología Crocis” recogiendo toda la línea protestante-, ellos responden que ese modo de raciocinar es humano. ¡Oiga Vd., pero Vd. cree que la teología puede modificarse, mudarse…! Y dice: ¡Oh!, eso es un modo humano de verse, aristotélico, que hay que superar, abandonando totalmente la idea de la inmutabilidad de la esencia divina, la esencia puede cambiar, la divinidad es capaz de cambiar…
Entonces entra en juego la dialéctica que será hegeliana. Esto es muy importante a mi parecer. Que le venga de una concepción de raíz teológico-luterana que deshace el vigor de la razón humana negando la analogía en aras de la revelación, como ellos llaman la “revelación”. Entonces éste es un daño enorme.
En este punto es muy interesante una observación que éste, HANS KÜNG, que se ocupó de este tema en su primer trabajo, su primera tesis “La Encarnación de Dios. Introducción al tratamiento teológico de Hegel como prólogo para una cristología futura”. Y cita en ese libro, en la traducción española a BRUAIRE que ha dado una interpretación a la lógica de Hegel en la que ésta no aparece como histórica sino como libremente teológica de acuerdo con su profunda filosofía de la religión. Es evidentemente interesante el guión, como la dialéctica hegeliana en el fondo nace de la interpretación teológica más o menos derivada de la Encarnación; luego hay una posibilidad de ser o no ser, y la síntesis del ser, etc., que luego podrá tener las aplicaciones de la dialéctica marxista o materialista, etc.
Esta actitud es claramente inadmisible. Eso de decir: la razón no vale… no se puede admitir eso, esto es inadmisible. Y por eso Gherardini nota que comprende perfectamente la razón que guía, en el interior de la reforma, la teología por los confines verdaderamente extremos de un Dios que sufre. Pero notemos dónde está el punto del Dios que sufre. El misterio de la Encarnación y Redención, ahí es donde se fija más. Es el Dios que sufre internamente, en su naturaleza que se cambia, que limita, se autolimita. “Lo comprendo menos –dice Gherardini- de los católicos que llegan a idénticas conclusiones”.
Es verdad que ha habido algunos teólogos católicos que en su manera de expresarse…, se ve claro que vayan por un camino distinto de estas teologías protestantes. Entonces hay ciertas reservas en algunas expresiones. En todo eso, es verdad que en las posturas católicas se subraya que el dolor no es esencial en Dios, sino resultado de una libre determinación divina, de manera que lo esencial en Dios es la capacidad de admitir ese dolor. Pero digo dentro de esa línea de teología crucis, siempre.
También sería interesante que la teología crucis de los protestantes no tiene nada que ver con la ciencia crucis católica. Es decir, nunca lo toman como modelo, ni como impulso, porque eso sería favorecer la valoración de la actividad del hombre, aunque eso queda eliminado también. En cambio la ciencia crucis admite ese valor que tiene esa entrega del Señor pero luego le sirve de estímulo y de modelo. Ellos eso ya, ese aspecto, no lo admiten como imitación, como seguimiento o como impulso.
Bien, esto pues queda a un lado: teología crucis; no confundir lo que nosotros hablamos al hablar y proponernos sobre ese “quasi sufrimiento de Dios”, no confundirlo con la “teología crucis” de este tipo. Eso es totalmente distinto.
En la teología del misterio del Corazón de Cristo del problema que podríamos llamar de “la vulnerabilidad afectiva de Dios”, se plantea en su carácter teológico psicológico, le llamemos con este término. Es verdad que en este caso se invoca la dificultad de la concepción filosófico-aristotélica. Es decir, la divinidad impasible -y aquí entramos en un tema que es el más estrictamente para nosotros como punto de dificultad-. Los hegelianos, la teología crucis dicen: no me diga que Dios es inmutable, no lo acepto; eso es teología aristotélica y eso es filosofía aristotélica, no lo acepto, hay que superar todo eso, bien. Aquí cuando uno dice: bueno, Dios compadece con el hombre, compadece al hombre, dice: no, eso no es posible, hay unos principios filosóficos que lo impiden; y ahí se opone una razón filosófica que no me permite admitir eso, se opone esto. Ahora, aquí los argumentos son distintos. Y la fuerza de la razón no es desvirtuada sino que se trata de llegar a purificar las concepciones, las valoraciones, incluso las ideas de perfección humana que se hallan implicadas.
Notemos que con eso que dice RATZINGER esto debe estar totalmente claro. Esto no es la línea que se quiere indicar, subrayar, al hablar católicamente del quasi sufrimiento de Dios. No va por ahí, no arranca de ahí, sino arranca de otro aspecto que es el amor de Dios; no diríamos esa entidad ontológica de Dios que sufre, se corrompe y padece, sino en la línea del amor, como consecuencia del amor.
Por eso, los que defienden esta vulnerabilidad afectiva no se sienten en ninguna manera afectados por el juicio de Gherardini, que lo entiende menos de los católicos porque no va por ahí, es otra cosa.
En la teología del Corazón de Dios no se lleva las cosas por el camino de la sustancia, sino por el amor de amistad libre y personal de Dios al hombre y las implicaciones que tiene.
¿Cuáles son estas dificultades que suelen ponerse? El argumento va de esta manera. Los datos de la revelación nos presentan a ese Dios cercano al hombre, a quien le llega al alma el comportamiento del hombre, eso a través de todos los profetas.
Un libro que me ha ayudado en esto, y ahí BARRIOLA lo conocerá también y quizás a lo mejor no le da tanto valor como a mí, a mí me ha ayudado en muchas cosas, es de HESCHELL, “Los profetas”. Va recorriendo muchos textos y va mostrando cómo realmente la revelación de Dios ya en el Antiguo Testamento no es tanto la de su potencia cuanto la de su cercanía al hombre. El Dios de la revelación no es simplemente el Dios trascendente todopoderoso (como diría el almirante de Cartagena) ahí que está por encima de todo impasible, no es eso sino es el Dios que se interesa, que le llega la situación del hombre. Éste es el Dios. Y esto lo expresa bastante ampliamente con muchos textos a través de esa revelación. La revelación es pues en los profetas, el mismo “pathos” profético se considera como una semejanza con Dios mayor que en el profeta. Su capacidad de percepción de las realidades no es que le haga como más lejano de Dios, más diferente de Dios, sino como más participando del espíritu de Dios, es más cercano a Él. Y creo que las relaciones de Dios con el pueblo se despiden en términos de comunión, de gozo y de alegría: “Como se alegra el esposo con la esposa, tu Dios se gozará en ti”. Toda esta visión es tan clara en toda la revelación, esta cercanía.
Ahora bien, aquí es donde entra la…, el correctivo del discurso teológico, preocupado por la tradición. Si uno ve la figura que ahí se presenta de Dios es un Dios cercano. Pero dice la teología ¡ojo! Esto hay que purificarlo. Ese Dios que parece tan cordial, tan cercano, no es; esto no lo humanicemos. Dios es impasible, todo eso de hecho no le llega. Ésta es la cuestión que aquí se introduce. ¿Y por qué se corrige esto? Suele objetarse que se trata de un antropomorfismo, de un lenguaje metafórico cuyo contenido objetivo hay que filtrar por el tamiz de un riguroso razonamiento, por el rigor del discurso teológico que afirma la inmutabilidad de Dios.
Bien, entonces ¿cómo se va examinando esto? La inmutabilidad de Dios para mí, el punto –y no voy a decir más que esto para no alargarme más. Creo que este artículo va a salir pronto también en España. Ya están hechas las correcciones de pruebas, aunque no exactamente como yo he dicho ahora, pero está ahí todo el contenido-, tienen un doble sentido: Un sentido que podemos llamar metafísico, y un sentido que podemos llamar psicológico. Creo que muchas veces el error está en esta trasposición.
Si yo veo un Dios que es inmutable, metafísicamente hablando indudablemente, y eso es lo que dice la razón en eso que es bien cierto, es inmutable. Pero ¿y eso quiere decir que Dios ve inmutable la desgracia del hombre? No. Ésta es la diversidad.
Cuando decimos de una persona: mire Vd., lo está contemplando y estaba inmutable. Eso se refiere a una disposición psicológica del sujeto. Él se ha quedado impertérrito, mire, ha visto cómo lo mataban, él inmutable, nada. Eso ¿puede decir de Dios? No puede decir. ¿Es Dios inmutable en sentido metafísico? Sí. ¿Es inmutable en este otro sentido psicológico? No, no responde a la revelación, no es verdad; no sabré yo quizás cómo decirlo. Entonces viene la experiencia. ¿En Dios hay que admitir entonces apathía o páthos divino?, es la cuestión. Y nada menos que un hombre tan fino como ORIGENES sabiendo lo que es la apatheia y lo que era el ideal griego, dice: “Digo que en Dios hay pathos. El pathos de Dios es el amor”. Es una formidable frase de Orígenes.
En fin, va por este lado la cosa. En Dios hay afectividad, riqueza afectiva. El decir: Dios es Amor, ese amor no lo puede reducir a un término intelectual o frío, sino es AMOR con toda la riqueza de la palabra: “Así amaba Dios al hombre”.
Entonces es ese amor de Dios que es verdadera riqueza interior de Dios, ama al hombre libremente, que no es un condicionamiento interior, libremente. Pero –y aquí viene la explicación- una vez que ama no puede no desear ser amado por la razón misma de amor; no de la razón de que Dios necesite de amor, sino por la naturaleza de lo que es “amar”.