Día 11 de Junio: Tú eres mi amigo
Pasaje evangélico:
“No os llamo siervos, porque el siervo no se mete en los asuntos de su Señor. Sino que yo os digo que sois mis amigos. Porque todo lo que yo he oído de mi Padre os lo he dado a conocer. Y nadie tiene mayor amor que el que da la vida por su amigo” Juan, 15,15 y 13.
Oración diaria:
Sí. Eres mi amigo. Lo sé. Lo notó. Posas tu brazo sobre mi hombro y me siento protegido y seguro contigo. Noto que contigo puedo ir a cualquier sitio y hacer cualquier cosa. Eres mi fuerza. Y eres mi iniciativa. Yendo contigo corro cualquier aventura y afrontó todo peligro. De niño he ido de tu mano. De joven siempre hemos ido juntos. De mayor descanso en tu pecho. Gracias por tu amistad. “Te duce, duc in altum”. Si tú me conduces, llévame mar adentro. No tengo miedo. Amén
(petición )
Pensemos en algún devoto del Corazón de Jesús:
Santa Magdalena Sofía Barat. De amiens, al norte de París. Formada por su Hermano mayor jesuita. Entusiasta de Santa Margarita María de Alacoque, por su espíritu contrario al Jansenismo. Sus tiempos fueron malos por la revolución francesa. En su refugio clandestino de París fraguó la idea de su fundación de la “Sociedad el Sagrado Corazón”, Que hizo en 1800. Marcada por la experiencia del amor del Corazón de Jesús y por el deseo de darlo a conocer. Su doctrina está centrada en el amor, “En la fuerza del interioridad que lleva contemplar al Señor y reconocerlo en todo”. Su sociedad está dedicada a la educación de la mujer en colegios. También entregadas al contacto y vida diaria con las gentes de los pueblos y suburbios, descubriendo el amor de Dios. Murió en 1865.
Oración de todos los días: “de San Ignacio de Loyola“
Tomad, Señor, y recibid
toda mi libertad,
mi memoria, mi entendimiento
y toda mi voluntad;
todo mi haber y mi poseer.
Vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno.
Todo es vuestro.
Disponed a vuestra voluntad.
Dadme vuestro amor y gracia,
Que esto me basta.
(San Ignacio de Loyola. En los ejercicios espirituales, Manresa, 1522 y Roma, 1544)
Consagración al corazón de Cristo:
“Padre, en tus manos me pongo.
Haz de mí lo que quieras.
Por todo lo que hagas de mí, te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo, lo aceptó todo, con tal que tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi alma entre tus manos, te la doy, Dios mío, con todo el ardor de mi corazón porque te amo, y es para mí una necesidad de amor el darme, el entregarme en tus manos sin medida con infinita confianza, porque Tú eres mi Padre. Amén”
(Oración del abandono, de Charles de Foucould, +1916)
Cantó final:
Dueño de mi vida, vida de mi amor, Ábreme …
Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.