Tu peso son alas
Pasaje evangélico:
“Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. Tomad sobre vosotros mi yugo, pues mi yugo es blando y mi carga es ligera”. (Mt. 11,29 -30)
Oración diaria:
Señor, tú no eres una carga. Muy al contrario tú eres las alas que me elevan y me hacen todo fácil tú eres el viento que empuja mi barquilla. Me gusta el mar inmenso y temible pues tú estás en mi barca. Enseñarme, Señor, a ser manso. A dominar mis nervios. A vencer mi genio. Imprégname de tu mansedumbre para poseer la tierra, mi poseerme a mi. Que comprenda que nada merece la pena. Tan sólo conocerte a Ti e imitarte en la vida.
(petición )
Pensemos en algún devoto del Corazón de Jesús:
Santa Matilde de Hackerbon. Una gran mujer. De carácter afectivo, una gran sensibilidad, una pasión por todo lo bello, con amor por el arte y la música tuvo las disposiciones naturales para que Dios hiciese morada en ella, por lo que fue muy mística.
Muy devota del Corazón de Jesús del que fue de un especial confidente. Propagó mucho esta devoción. Fue maestra de novicias en el monasterio benedictino de Helfta y formadora de muchas grandes y santas mujeres como Gertrudis la grande. En su libro “libro de gracia especial “, que contaba a Santa Gertrudis, expresa de historia de su corazón enamorado, de su alma positiva, gozosa y amorosa. Con ese amor no nota al dolor del que nunca habla. Su amor supero la realidad de otras penas los sufrimientos todo quedaba en ella transformado en amor. En este libro explica la devoción al Corazón de Jesús entre otras virtudes cristianas. Dante la coloca como su guía en el purgatorio muy leída en la edad media alemana.
Oración de todos los días: “de San Ignacio de Loyola“
Tomad, Señor, y recibid
toda mi libertad,
mi memoria, mi entendimiento
y toda mi voluntad;
todo mi haber y mi poseer.
Vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno.
Todo es vuestro.
Disponed a vuestra voluntad.
Dadme vuestro amor y gracia,
Que esto me basta.
(San Ignacio de Loyola. En los ejercicios espirituales, Manresa, 1522 y Roma, 1544)
Consagración al corazón de Cristo:
Señor, yo me consagro del todo a ti. Tuyo soy. No me molestaré por lo que falte. Me entristeceré por mis fracasos. Porque no son míos sino tuyos. Y tú sabes lo mejor para mí. Así pues, todo lo que haga será dedicado a Ti. Te ruego que tú lo recibas como tuyo, y lo bendigas y lo lleves a buen fin. Entiendo por buen fin el que sirvan para ayudar a mis manos los hombres, con olvido de mí mismo. Sé que descansó en tu regazo de Padre. Amén.
Cantó final:
Amante Jesús mío, por cuanto te ofendí…