Eres dueño y no contratado
Pasaje evangélico:
“Yo soy el buen Pastor. El buen pastor expone la vida por sus ovejas. Pero el pastor que es asalariado y que no es dueño de las ovejas, en cuanto ve venir al lobo deja las ovejas y huye. Y el lobo produce la dispersión de las ovejas y las mata. Y eso es porque no es más que un asalariado y no le importan las ovejas. Pero yo soy el buen pastor . Yo las conozco y ellas conoce mi voz” Juan, 10,11 al 14.
Oración diaria:
Qué distinto eres tú. Qué distinto de todos nosotros. Y que claro nos lo dices. Nos amas, los cuidas, los apacienta es porque eres nuestro dueño, somos tuyos. Tú no eres como los contratados, como los empleados que sólo les interesa su salario, porque el negocio, porque la empresa, no son suyos. No les importa lo que cuidan ni lo que hace. Viven alienados, Ajenos al fruto de su trabajo, y por eso lo aman su trabajo. Tú nos amas a nosotros, cada uno. Conoces nuestra voz y nosotros la tuya. Y tú morirías por mí, por cada uno de nosotros, si vieras venir al lobo. Diarias frente y le haría subir. O morirías mientras nosotros llegamos al aprisco seguros. Gracias, buen Pastor.
(petición )
Pensemos en algún devoto del Corazón de Jesús:
San Pedro Canisio, jesuita, teólogo y hombre de acción desarrolló su apostolado en los difíciles tiempos de la reforma protestante y la Contrarreforma católica. Fue uno de los grandes apóstoles de todos los tiempos. Famoso por su “catecismo Mayor” oportuno para su época. Fue un gran devoto del Corazón de Jesús. Su amor al divino Corazón le sugió bajo el influjo de la conocida cartuja de Colonia, Alemania, lugar de sus primeros estudios superiores. En su “testamento” nos relata el santo la visión que tuvo del Señor mientras oraba en la capilla del Santísimo en San Pedro de Roma, dice así: “Tú abriste para mí tu Santo pecho y vi directamente tu Corazón. Me enviaste a tomar de tu fuente el agua salvadora y mi ordenaste beber de este manantial. Me atreví a tocar tu Corazón con mis labios y apagar en el mi sed. Después me prometiste cubrir la desnudez mía con el triple hábito de la paz, del amor y de la perseverancia. Por este vestido de salvación tuve la plena confianza de que nada me faltaría y de que todo sería para tu mayor gloria”. Fue la mañana de su profesión jesuítica. Murió en 1597 y mientras decía: “me uno a la gratitud que viniendo de tu Corazón les permitió a los Santos darte gracias. Me uno a tu Pasión que borró la culpa de la humanidad. Me uno a cada plegaria que, teniendo origen en tu Corazón, desciende de allí a los Santos”.
Oración de todos los días: “de San Ignacio de Loyola“
Tomad, Señor, y recibid
toda mi libertad,
mi memoria, mi entendimiento
y toda mi voluntad;
todo mi haber y mi poseer.
Vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno.
Todo es vuestro.
Disponed a vuestra voluntad.
Dadme vuestro amor y gracia,
Que esto me basta.
(San Ignacio de Loyola. En los ejercicios espirituales, Manresa, 1522 y Roma, 1544)
Consagración al Corazón de Jesús:
Digamos el salmo 63, con David en pleno desierto de Juda:
“Señor, tú eres mi Dios, a Ti te busco solicitó. Sedienta de Ti está mi alma. Mi carne languidez en pos de Ti, como Tierra árida, sedienta, sin agua. Porque tu piedad es mejor que la vida, que alabar a mis labios. Se saciar a mi alma como esponja de dulzura. Aun en mi pecho me acuerdo de Ti, en Ti pienso si me desvelo. Pues tú eres mi auxilio, y salto de gozo a la sombra de tus alas. Mi alma está apegada a Ti y tu diestra me sosTiene. Te Bendeciré toda mi vida, Señor. “
Cantó final:
Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor… Salmo 122.