La devoción al Sagrado Corazón de Jesús(II)

Corazón de Jesús

Del libro “La devoción al Sagrado Corazón de Jesús” del R.P. Juan Croiset, escrito en 1734.

De qué medio se sirvió Dios para inspirar esta devoción

El P. de la Colombière, de la Compañía de Jesús, fue uno de los primeros, o el primero de quien se sirvió Dios para mover a los fieles esta devoción. Este gran siervo de Dios, aún más ilustre por el glorioso carácter de confesor de Jesucristo en Inglaterra, que por él de predicador de la duquesa de York, después Reina de la Gran Bretaña, celebre en verdad por sus obras, en las cuales supo también juntar la solidez de la doctrina con la cultura del estilo, y ésta con una moción admirable.

Pero aún más estimado por la sublime virtud, a que se obligó por un voto expreso de aspirar sin cesar, y a la que llegó en tan poco tiempo con admiración de todos los que le conocieron, y aun de los mismos herejes; este gran siervo de Dios, digo, concibió una tan justa idea de la solidez y de la importancia de esta devoción, y recibió tan grandes favores de Dios por medio de estas santas prácticas, que se creyó obligado a nada omitir a fin de dar al público un tesoro que pertenecía a todo el mundo, y que la mayor parte de él, con todo eso, no lo conocía.

Véase aquí lo que escribió de estado en el diario de su retiro espiritual que había hecho en Londres, y que salió a la luz después de su muerte.

Dice así: “Habiendo acabado este retiro lleno de confianza en la misericordia de mi Dios, yo me impuse una ley de procurar, por todos los medios posibles, la ejecución de lo que me fue prescrito de mi parte de mi adorable Maestro, tocante a su precioso Corazón en el Santísimo Sacramento del Altar, donde yo le creo real y verdaderamente presente, colmado de dulzuras, las que yo puedo gustar y recibir de la misericordia de mi Dios; mas no las puedo explicar: he reconocido que Dios quería que yo le sirviese en procurar el cumplimiento de sus deseos, tocante a la devoción que ha inspirado a una persona a quien su majestad se comunica muy confiadamente, y para lo que ha querido servirse de mi flaqueza “.

” Yo la he aconsejado a muchas personas en Inglaterra, y he escrito de ella a Francia, y rogado a uno de mis amigos para que la haga establecer en el paraje donde se halla, porque sería muy útil; y el gran número de almas escogidas que hay en esta comunidad me hace creer que su práctica en esta Santa Casa será muy agradable a Dios. ¡Que no pueda yo, Dios mío, andar por el mundo, ¡para publicar lo que Vos pretendéis de vuestro siervos y amigos! Habiéndose, pues, manifestado Dios a la persona, que con razón se cree ser conforme a su corazón por las grandes gracias que la ha hecho, ella se me declaro y yo la obligué a que pusiese por escrito lo que me había dicho: relojero con gusto al diario de mis retiros espirituales, porque Dios quiere en la ejecución de este designio servirse de mi ineptitud”

“Estando, dice esta alma Santa, delante del Santísimo Sacramento un día de su octava, recibí de mi Dios excesivas gracias de su amor: movida del deseo de usar de algún retorno y volver amor por amor, me dijo: no me puedes volver otro mayor que haciendo lo que tantas veces te tengo pedido, (y descubriéndome su Sagrado Corazón), he aquí este Corazón que ha amado tanto a los hombres, que en nada ha reservado hasta agotarse y consumirse en testimonio de su amor: y en reconocimiento yo no recibo de la mayor parte de ellos más que ingratitudes, por los desprecios, irreverencias, sacrilegios y sequedades que  usan conmigo en este sacramento de amor; pero lo que me es aún más sensible es que hagan esto los corazones de quiénes son consagrados.

Por esto, pues, te pido, que el primer viernes después de la octava del Santísimo Sacramento sea dedicado a una fiesta particular para honrar mi Corazón, reparando de algún modo tantos ultrajes por un sentimiento honorífico, comulgando este día para reparar las indignidades que ha recibido en el tiempo que ha estado patente en los altares: y yo te prometo que mi Corazón se dilatará para franquear con abundancia las influencias de su divino amor a los que le hiciere en esta honra”.

“Más, Señor mío, ¿de quién os valéis?, le dijo esta persona, ¿de una tan vil criatura, y de una tan pobre pecadora, que quizá su misma indignidad será capaz de embarazar el cumplimiento de vuestra voluntad, teniendo vos tantas almas generosas para ejecutar vuestros designios? ¿no sabes, respondió el Señor, que yo me sirvo de sujetos los más débiles para confundir a los fuertes? esto es lo que ordinariamente ejecutó yo con los pequeñuelos y de espíritu, en quienes manifiesto mi poder más claramente, a fin de que nada se atribuyeron a sí mismos”.

“Dadme, pues, le dijo, el medio de hacer lo que Vos me ordenáis. Entonces la respondió: encamínate a mi siervo N., y dile de mi parte, que haga todo lo posible para establecer esta devoción y dar este gusto a mi Sagrado Corazón, que no se desanime por las mis dificultades que hallare en ello, que no le faltarán, pues debe saber que aquél es del todopoderoso que, desconfiando de sea enteramente, poner toda su confianza en mí”.

El P. De la Colombière, que tenía un justísimo discernimiento, no era hombre que con ligereza creyera cualquier cosa, pero teniendo pruebas tan manifiestas de la alta y sólida virtud de la persona que le habló, no se le ofreció en esto el menor recelo de ilusión: por esto, pues, se aplicó sin perder tiempo al ministerio que Dios le confiada; mas, para asegurarse sólida y perfectamente, quiso comenzar por sí mismo, consagrándose enteramente al Sagrado Corazón de Jesús, y ofreciéndole todo lo que creyó serle de honrar y agrado.

Las gracias extraordinarias que recibió de esta práctica, le confirmaron bien pronto en la idea que había formado de la importancia y de la solidez de esta devoción. Apenas considero cuáles eran los sentimientos llenos de ternura que Jesucristo tenía a los hombres en el Santísimo Sacramento, donde su Sagrado Corazón está siempre ardiendo de amor para con ellos, siempre abierto para franquear les toda suerte de gracias y bendiciones, cuando no pudo dejar de llorar los ultrajes horribles que Jesucristo sufría en él, de mucho tiempo a esta parte, por la malicia de los herejes, y por el extraño desprecio que la mayor parte de los católicos, y aun de los sacerdotes mismos, hacen de Jesús en este augusto Sacramento: este olvido, este desprecio y estos ultrajes lo sintió muy vivamente, y le obligaron a consagrarse de nuevo a este Sagrado Corazón con una admirable oración, que llamo ofrenda al Sagrado Corazón de Jesús.

Y dice así:

OFRECIMIENTO AL CORAZÓN DE JESUCRISTO

Adorable y amable Corazón de Jesús, en reparación de tantos pecados e ingratitudes y para evitar que yo caiga en tal desgracia, te ofrezco mi corazón con todos los sentimientos de que es capaz y me entrego todo a Ti.

Con la mayor sinceridad (al menos así lo espero) desde este momento deseo olvidarme de mí mismo y de cuanto pueda tener relación conmigo, para eliminar todo obstáculo que pueda impedirme entrar en tu Corazón divino que has tenido la bondad de abrirme y en el que ansío entrar junto con tus servidores más fieles, para vivir y morir invadido e inflamado por tu amor…

Sagrado Corazón de Jesús, enséñame a olvidarme enteramente de mí, ya que éste es el único camino para entrar en Ti. Y puesto que cuanto haré en adelante será tuyo, haz que no realice nunca nada que no sea digno de Ti.

Enséñame qué debo hacer para llegar a la pureza de tu amor, del que me has infundido tan gran deseo. Experimento una gran voluntad de complacerte, pero al mismo tiempo me veo en la imposibilidad de realizarlo sin tu luz especial y tu ayuda.

Cumple en mí tu voluntad incluso contra mi querer.

A Ti corresponde, Corazón divino de Jesús, cumplirlo todo en mí; y de este modo, si llego a santo, tuya será la gloria de mi santificación. Para mí esto es más claro que la luz del día, pero para Ti será una magnífica gloria. Sólo para esto deseo la perfección. Amén.

El viaje que hizo este gran siervo de Dios a Inglaterra, su prisión y el poco tiempo que sentir sobrevivió a su vuelta a Francia, no le permitieron extender más esta devoción. Pero no dejó Dios su obra imperfecta: el mismo inspiró esta devoción, la que había dado a conocer a Santa Gertrudis que la tenía reservada para estos últimos tiempos, a fin de excitar por este medio la tibieza y flojedad de los fieles: y por medio de un librito compuesto como por casualidad, sin estudio, sin arte y sin designio, inspiró esta devoción aquellos mismos a quienes jamás les había gustado y que en otro tiempo, sin saber en qué consistía, la habían, digámoslo así, desacreditado: Dios, pues, se sirvió de estos mismos particularmente para inspirarla y extenderla casi por todas partes; de esta suerte en menos de un año se vio esta devoción felizmente establecida.

Los más sabios directores, doctores y prelados la han elogiado por sí mismos; los predicadores la han predicado con acierto; se han erigido capillas a honra del Sagrado Corazón de Jesús; se han grabado y se han pintado su imagen y se ha puesto en los altares, y las religiosas de la Visitación, que animadas por el espíritu de su Santo fundador, han sido en esto las de mayor celo, o al menos las primeras, han tenido el consuelo de oír cantar solemnemente en Dijon, en la capilla que ellas mismas habían erigido al Sagrado Corazón de Jesús, la misa compuesta a honra suya; se ha seguido de este ejemplo grandísimo fruto a otros muchos religiosos; esta sólida devoción seas tendido y establecido con maravillosos suceso casi por toda Francia; ha llegado a los reinos extranjeros, ha pasado hasta Polonia, y aún más allá de los mares se ha establecido en Quebec y Malta, y hay fundamentos para creer que por medio de los misioneros ha llegado ya hasta la Siria, las Indias y China. En fin, la aprobación universal que ha tenido esta devoción, la estimación que ha hecho de ella personas del primer carácter en virtud, letras y prudencia, hace esperar que Jesucristo será en adelante menos olvidado, mejor servido y mucho más amado.