La devoción al Sagrado Corazón de Jesús(XV)

Corazón de Jesús

Del libro “La devoción al Sagrado Corazón de Jesús” del R.P. Juan Croiset, escrito en 1734.

Medios particulares para conseguir este perfecto amor a Jesucristo y está tierna devoción a su Sagrado Corazón

  • Tercer medio. Las visitas al Santísimo.

Es el tercer medio visitar frecuentemente al Santísimo Sacramento del altar. La amistad entre los hombres se conserva y se aumenta por las visitas y por las conversaciones frecuentes. Por este mismo medio se consigue también él amar todos los días más ardientemente a Jesucristo. Como no estaba sobre nuestros altares sino por estar continuamente con nosotros, juzgad cuáles serán sus sentimientos a favor de aquellos que ve muchas veces consigo. Ninguna cosa hay, al parecer, que le gane más el Corazón, que estas frecuentes oraciones y visitas: entonces es ordinariamente cuando distribuye sus gracias con más abundancia, y se puede decir que de todos los presentes y de todos los favores que hace, la gracia más ordinaria es la de su amor.

Hay visitas de cortesía y hay también visitas de pura amistad, si no se cumple con las primeras se comete falta; pero los favores singulares no se merecen ordinariamente sino con las últimas. En las grandes fiestas, la misa y del oficio divino son para Jesucristo o lo mismo que suelen ser para los grandes las visitas de obligación y de cortesía. Habría reparo, y aun sería tal vez castigado, si alguno dejase de asistir a éstas con los demás; pero las visitas que se hacen a ciertas horas del día en que a Jesús apenas se le visita, y en que la mayor parte de la gente le olvida, éstas son propiamente visitas de amigos. En este tiempo, más que en otros, conversa Jesús más familiarmente con sus favorecidos, comunica con ellos más confiadamente, les abre su Corazón, y derrama sobre ellos los tesoros de todas sus gracias, abrasando los con su amor.

Y, ya sea que la indiferencia de los que le olvidan por entonces haga más preciosa la fidelidad de los que le visitan, lo cierto es que todos los Santos han experimentado que no hay medio más infalible para conseguir en breve el más grande amor de Jesús que el visitarlo a menudo en las iglesias, especialmente en ciertas horas del día, en que tampoco se le honran y tan pocas veces le visitan. Se hallará en la tercera parte el modo de hacer estas visitas, y de donde proviene que se aprovechen tampoco los que las hacen. Bastaría advertir aquí que, suponiendo que los que las hacen, vayan a hacerlas con una fe viva de que es Jesucristo a quien visitan, son un medio infalible para conseguir en poco tiempo un perfecto amor a Jesucristo.

  • Cuarto medio. Fidelidad en observar exactamente las prácticas de esta devoción.

El cuarto medio es la fidelidad en aplicarse exactamente a las pequeñas prácticas, que Jesús ha dado a conocer serle muy agradables, y muy propicias para honrar su Sagrado Corazón y para ser abrasado en su ardiente amor. Todas estas prácticas se reducen algunas visitas al Santísimo Sacramento, a ciertas oraciones y a ciertas comuniones algo más frecuentes y más fervorosas. Los que, por una falsa idea de la virtud, tienen por vaga telas todas aquellas prácticas de devoción que les parece muy fáciles, las estiman en poco porque no les dan bastante ocasión de distinguirse: esta clase de personas ya puede ser que no hagan mucho aprecio de estas prácticas, porque no contienen cosa que sea muy extraordinaria. Imaginarán los tales que esto, que lo puede hacer todo el mundo, no puede ser un medio tan eficaz para llegar a ser lo que pocos consiguen en efecto.

Pero, sin examinar aquí la verdadera causa de su ilusión, se les podrá dar la respuesta que se dio a Naaman, quien tuvo semejantes ideas: si se os propusiera alguna cosa muy difícil para conseguir un favor tan grande, no deberíais rehusar el efectuar la: mirad, pues, ahora con cuánta más razón debéis probar, al menos, si este medio que se os propone será eficaz, puesto que os costará tampoco y es tan fácil.

Es verdad que debe tenerse cuidado particularmente con la perseverancia y con la exactitud en cumplir perfectamente estas pequeñas prácticas. Esta fidelidad es ordinariamente la que le es a Dios más agradable, y lo que es más meritorio en la mayor parte de los ejercicios de devoción; porque ella es siempre la señal menos sospechosa de un gran amor. Sería mejor hacer menos, y ser más constantes en lo poco que hacemos. Nuestras buenas obras serán tanto más perfectas, cuanto menos tuvieren de voluntad propia. Los que mudan continuamente, ya la práctica de devoción, ya el tiempo de estas prácticas, son regularmente gentes que no obrar sino por los movimientos de su propia voluntad; porque, ¿qué otro motivo podrán tener para estas mudanzas?

Consiste, pues, propiamente en esta perseverancia la generosa fidelidad, que es la más evidente prueba de un grande amor a Jesucristo. Si se considera seriamente qué es lo que se hace por Dios, por grande que sea nuestro trabajo, severa que es muy poca cosa; pero esto se podrá decir, no obstante en otro sentido; y en verdad, no es poca cosa el no poner reparo y en la disposición en que uno se halla, ni en los sentimientos que tiene, ni en otros cien especiosos pretextos que se ofrecen todos los días y que nuestra natural inconstancia no los presentar como razones legítimas para mudar, o, por lo menos, para interrumpir nuestras prácticas de devoción. Que éste uno triste oro que este alegre, que se halle a su gusto o o fatigado; que excede en paz Po que este turbado, el ser siempre uno mismo, siempre constante en cumplir con éstas, aunque pequeñas, obligaciones que el amor a Jesús y el reconocimiento a sus beneficios nos impone, esto es verdaderamente serle fiel, esto es verdaderamente amarlo.

  • Quinto medio. Una tierna devoción a la Virgen Santísima

El quinto medio para ser uno encendido en el ardiente amor a Jesús, es tener una devoción tierna a la Virgen Santísima, la que tiene un poder tan absoluto sobre el Corazón Sagrado de su Hijo.

No podemos dudar que la Virgen Santísima es, entre todas las criaturas, la que más amargo a Jesucristo y la que fue de él más amada, y la que desea también más ardientemente que su Hijo sea perfectamente amado: ella es la Madre del amor perfecto y hermoso, a ella debemos encaminarnos para ser abrasados en este amor. Los Sagrados Corazones de Jesús y María son muy conformes y muy unidos, para poder tener entrada en el uno sin tenerla en el otro: con la diferencia, que el Corazón de Jesús no admite sino a las almas extremadamente puras, y el de María lo hace con todas para purificar con las gracias que les consigue a las que no lo son y ponerlas en estado de ser recibidas por el Corazón de Jesús.

Aunque todos los demás medios para conseguir el ardiente amor de Jesucristo sean fáciles y eficaces, el de la devoción a Virgen Santísima parecerá más fácil a muchos. Pocas personas se hallan en las disposiciones necesarias para ser abrasadas de este divino amor; pero no hay ninguna que no pueda fácilmente conseguirlas por medio de la Virgen Santísima. Los pecadores tampoco deben desesperar, no por cierto. ¡Ah!, No des esperéis, pobrecillos, vosotros podréis amar mucho a Jesucristo.

María es la esperanza de los pecadores, María es el asilo de todos los miserables, es el remedio universal de todo el mundo. Jesús le concede fácilmente lo que nosotros somos indignos de recibir, dice San Bernardo. A ella y ser dispensado la de sus gracias, y tiene resuelto o no hacer ninguna que no pase primero por sus manos. Tengamos un ardiente amor a María, y presto o seremos abrasados en el ardiente amor de su Hijo. Es evidente que no se desea mucho el amor del Hijo, cuando no se siente una extremada ternura para con la Madre, y sin esta gran ternura para con la Virgen Santísima no hay que esperar a jamás tener entrada en el Sagrado Corazón de Jesús.

Se ha observado bien, que nunca se halló persona que, teniendo solamente indiferencia para con la Virgen Santísima, no hubiese tenido al mismo tiempo aversión para con Jesús. Y de esta misma aversión que se tiene a Jesús proviene la interferencia y aversión hacia la Virgen; decía el Hijo de Dios: aquel que me aborrece, aborrece también a mi Padre; y por la misma razón se podría decir, que no ha habido jamás hereje en el mundo que no haya sido enemigo declarado de la Virgen, porque tampoco ha habido jamás ninguno que no haya aborrecido a Jesucristo. Todas las obras compuestas por ellos no miran menos a desterrar el amor de la Madre que el del Hijo.

¿Se ha visto jamás por ventura alguno de estos enemigos, o disimula dos o manifiestos, de Jesucristo, y aplicados todos a destruir los medios más propios de hacérnoslo amable, que nos haya inspirado la devoción para con la Virgen Santísima? ¿O por decir lo mejor, que no haya procurado por todos los medios posibles arrancar del corazón de los fieles esta sólida devoción? Esto es lo que observo oportunamente uno de los más grandes y celosos prelados de este tiempo, el Arzobispo de malinas, en aquella su admirable carta pastoral, de la cual habló con tanto elogió el papa Inocencio XII en el Breve que expidió a este gran Prelado, la cual llena de aquel espíritu y ardiente celo que ánimo aun San Carlos Borromeo y aun San Francisco de sales, se puede repuntar por una obra consumada en este género de escritos, ya se atienda a las bellas instrucciones y documentos morales que contiene, ya se mire a la solidez de la doctrina que encierra. Véase, pues, cómo este gran prelado se explica sobre el falso celo de aquellos que, bien lejos de inflamar a los fieles a la devoción a la Santísima Virgen, parece intentan desacreditarla.

“Una cosa hay, dice, que escandalizaba a los católicos, y es el entender que se procura secreta y maliciosamente desacreditar la devoción a la Santísima Virgen, esto es, que ya devoción que mamar aun con la leche, en la que siempre fueron tan instruido os y que tan cuidadosamente siempre se les ha recomendado: ver el poco aprecio que se hace de las sagradas imágenes; que se convierten en disoluciones las peregrinaciones de devoción, y que para burlarse de ellas se emplean los donaires ridículos y poco cristianos que compuso Erasmo sobre todo este asunto; que en las conversaciones particulares, y aun también en libritos escritos sin nombre, se habla de las hermandades establecidas en honor de la devoción a la Santísima Virgen; cuando todas las personas, adheridas a las piadosas y Santas prácticas de sus Padres, salen a la defensa y quieren que todo esto o se hará aún el día de hoy, como en el tiempo de sus abuelos, la señal y distintivo por el cual se distinga un verdadero católico de un hereje”

Y en otra parte, recomendando justamente a todo el mundo la devoción a devoción a la Santísima Virgen, continúa así: “Nosotros queremos que empleéis vuestra industria en hacer entre los fieles su culto cada día más célebre y floreciente; que se vayan a visitar con devoción sus imágenes, especialmente las más milagrosas; que se lleven de ordinario en las procesiones, y que se enciendan cirios delante de ellas; que allí se canten himnos, y letanías y se haga oración; que se hable honorífica mente de las hermandades y congregaciones erigidas en honor suyo, como también de los privilegios e inmunidades que los papás les han concedido, y que es exhorte a entrar en ellas a los que no estén inscritos; que se levanten y funden de nuevo en aquellos lugares donde aún no las haya, y que se restablezcan en aquellos donde hubieren sido abolidas. Quién no ve que la menor falta en cualquiera de estas cosas es preciso no os diera en la parte más sensible, cuanto más el inflamarlas y destruirlas”.

“Nosotros heredamos de nuestros ascendientes estos sentimientos de ternura y de piedad para con la Santísima Virgen y, a pesar de los herejes que nos cercan, los vemos también dichosamente conservado: yo deseo con todo mi corazón que cada día se vayan a reír ando más y más en el alma de los fieles: nosotros mismos nos hallamos excitados a esto o por los consejos y ejemplos de muchos Santos, personajes, que no hay necesidad de nombrar aquí en particular, porque se puede libremente asegurar que todos los que en los siglos pasados se distinguieron por una extraordinaria santidad, dieron durante la vida señales bien ilustres de esta devoción a la Reina del cielo”.

“Deben, pues, despreciarse sobre este asunto los vanos escrúpulos de los herejes y otros enemigos del culto de María, que pretenden que el honor que se rinde a la Madre perjudicará de alguna manera a los derechos del Hijo. Los fieles no están tan faltos de instrucción que no sepa muy bien lo que deben al Hijo, y no faltan a este deber, antes bien lo cumplen, con los honores que rinden a la Madre … Todo el mundo conviene concordemente en que eres por el amor del Hijo el que ser amada Madre, pero por mejor decir, que en la Madre se honra a Hijo, el vengará también rigurosamente todo aquello que llegue al honor de su Madre. Los santos nos lo dicen frecuentemente y la caída deplorable de algunos cristianos nos hace ver, que cuando sea aflojar en la devoción a la Madre, insensiblemente la devoción al Hijo se disminuye el incluso llegar enteramente de apagarse”

“El celo de San Carlos Borromeo en orden a extender la devoción a la Santísima Virgen, y los estatutos que hizo a fin de honrarla, se dejan ver en diversos concilios celebrados en Milán por su cuidado y con su autoridad. Apenas hay ninguna en que este santo prelado, ya con palabras, ya por monumentos estables y sólidos, no haga Villar su ardiente celo por la Reina de los Cielos”

“Los libros de glorioso Obispo de ginebra están llenas de estos mismos sentimientos, y subirá estad rebosando acciones que testifican esta misma devoción llegándose a gloriar de ser uno de los hermanos de la Cofradía del Rosario, así como lo eran casi todos los demás de la ciudad en donde vivía. Nada digo hago de San Anselmo, San Bernardo, San Alberto, etc… Escuchen, a tres, a los pastores a estos Santos que se les proponen por ejemplares, y pónganlos también ellos a sus ovejas como unos excelentes modelos que deben imitar”.

En verdad, no se hallarán muchas almas que sean poco tiernas y poco hago inclinadas al amor que debemos todos tener a esta divina Virgen, Madre de ellos: puede decirse que la devoción a esta gran Reina esté en el día de hoy universal, y será siempre cierto que la devoción a la Madre no será jamás desacreditada, si no todos que son enemigos de su Hijo.

Nosotros, pues, que pretendemos amar ardientemente al Hijo, nada dejemos de hacer por amar tiernamente a la Madre, persuadiéndonos de que, sólo por medio de la Madre, podemos hallar una entrada fácil con Jesucristo y ser recibidos dentro de su Corazón adorable.

Por esta misma razón debemos también tener una devoción singular a toda la Santa Familia, quiero decir, a San José, San Joaquín y Santa Ana, los cuales habiendo amado, como debe creerse, más ardientemente y más tiernamente a Jesucristo que algunos otros, pueden servirnos mucho para alcanzarnos este amor de ternura, y conseguir los la entrada en este Sagrado Corazón, para con el cual vale tanto su autoridad y protección.

  • Sexto medio. Una devoción singular a San Juan Luis Gonzaga.

Pues, como la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, en el ejercicio de una vida interior y de una unión continua con Dios, fue el carácter distintivo hago de San Luis Gonzaga, no hay duda que se interesara de un modo más particular por aquellos que se entreguen a esta devoción. Muchas personas han experimentado dichosamente los poderosos efectos de su intercesión en este punto. Se puede decir, que no será posible serle verdaderamente devoto sin sentir luego a una verdadera ternura para con Jesucristo. Su devoción inspira un no sé qué de alta estimación y de amor a la vida interior, que no sé si se hallaran muchos Santos que se puedan proponer, más universalmente que éste, a toda clase de personas por modelo para llegar fácilmente al ejercicio de una alta y sólida virtud.

  • Séptimo medio. Un día de retiro cada mes.

El séptimo y último medio para adquirir y conservar una ardiente y tierno amor a Jesucristo, es tanto más útil y necesario, cuanto se puede decir que sin él los otros servirían poco; porque, o se pondrían superficialmente o, lo que es más cierto, porque no se pondrían. Por sincera y ardiente que sea la voluntad que a veces concebimos de amar de veras a Jesús, como suele acontecer a vista de un caso trágico que pasó a nuestros propios ojos, o de un extraño peligro de que como por milagro no se libró la Providencia o, lo que es más ordinario, de resultas de aquellas centellas que se citaron en nuestra alma a la fuerza de la palabra divina que oímos en una fervorosa misión, con todo tenemos necesidad de renovar de tiempo en tiempo en las mismas reflexiones que es citaron nuestra voluntad; ni será fácil hallar quizá otro medio más fácil y más propio para renovar las, y con ellas el fervor que es su fruto ordinario.

En el libro del Retiro Espiritual, compuestos sobre este asunto, se podrá ver bien la necesidad que hay de él y los maravillosos frutos que se sacan de una práctica devoción tan fácil como ésta, la que nunca se sabrá recomendar lo conveniente que está todo género de personas, así para conservarse en gracia, como para hacer nuevos progresos en la virtud, hasta llegar a abrirse camino para entrar muy adentro del divino y adorable Corazón de Jesús.

Fácilmente estamos persuadidos de que Jesús es infinitamente amable, lo sabemos bien, por más que nos pese, tenemos vergüenza y a veces pesar de no amar lo mas, ¿Cómo es, pues, qué con todo eso lo amemos tampoco? ¿Cesan por ventura las obligaciones que tenemos con él? Ya se ve que no se aumentan por momentos, más olvidamos sus beneficios. El tumulto del mundo, los afanes y los negocios del siglo, la disipación de nuestro corazón que tan fácilmente se derrama en las cosas exteriores, no nos dejan pensar sino raras veces, y aun de paso, en estos grandes misterios que inspiran tan bellos sentimientos de reconocimiento.

Es, pues, conveniente retirarnos de tiempo en tiempo ejemplo de nuestro divino Salvador, al menos por algunas horas, a la soledad, a fin de volver a encender por medio de algunas sería reflexiones este amor a Jesucristo que, si no estaba del todo extinguido, está por lo menos medio apagado.

Este puntualmente es el fin que se propone, y el fruto ordinario que se saca de este día de retiro que se debe hacer una vez cada mes. Ni es necesario, para que nadie pretenda excusas, buscar esta soledad fuera de su propia casa; puede aún hacerse este retiro sin interrumpir los negocios, ni omitir las menores obligaciones de cada cual: no se pretende más que has tenerse algún día, ya de la diversión, ya de las visitas menos necesarias, haciendo así algún examen sincero sobre si se ha aflojado en la práctica de la virtud, si se han practicado con puntualidad los menores deberes del propio estado, si se ha crecido en el amor y en el reconocimiento a Jesucristo, si se ha hecho algún progreso en la virtud, si se ven corregidos al menos algunos defectos y, en fin, que fruto o se ha sacado del uso de los sacramentos.