Del libro “La devoción al Sagrado Corazón de Jesús” del R.P. Juan Croiset, escrito en 1734
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PRÁCTICA DE LA DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS PARA TODOS LOS AÑOS
Aunque Dios debe de ser motivo y el fin de todas nuestras acciones, y que todos los días de nuestra vida le son debidos por tantos títulos, no obstante ha querido que haya ciertos días en el año, que les sean consagrados con más particularidad. Por esto estableció en el Antiguo Testamento ciertas fiestas solemnes, y por esta misma razón tiene también la Iglesia sus festividades particulares, que hacen distinguirse varios días del año por su mayor solemnidad. Así, aunque Jesucristo continuamente debe ser amado, podemos creer que este amable Salvador ha querido que haya un día señalado en que sobresalga más este amor. Por esto, así como ha destinado un día particular para honrar su precioso Cuerpo en el Santísimo Sacramento, y otros días consagrados para honrar sus sagradas llagas, ha dispuesto que viese también otros singularmente dedicado a honrar su Sagrado Corazón. La fiesta del precioso Cuerpo de Jesucristo se celebra con exposición del Santísimo Sacramento, con procesiones solemnes y con todo género de magnificencias. La fiesta de su Sagrado Corazón se debe solemnizar con señales visibles del más sincero, del más tierno, y del más ardiente amor para con él en el Santísimo Sacramento del Altar.
El mismo Jesús había escogido el día de la fiesta: “he aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, y que nada ha reservado hasta agotarse y consumirse por manifestarles su amor; y el reconocimiento no recibido de la mayor parte sino ingratitudes, por los desprecios, irreverencias, sacrilegios y sequedades que tienen conmigo en este Sacramento de amor; pero lo que me es más sensible aún, que obren así muchos corazones que me son consagrados. Por tanto te pido, que el primer viernes después de la octava del Santísimo Sacramento sea dedicado a una fiesta particular para honrar mi Corazón, comulgando en este día para reparar las injurias que han recibido durante el tiempo que ha estado expuesto en los altares, y yo te prometo que se dilatará mi Corazón para derramar con abundancia las influencias de su divino amor sobre todo los que hicieren esta honra”.
Bien se ve, por estas palabras, cual haya de ser esta práctica, cuál deba de ser su motivo y cual su fruto. Y así, para recibir infaliblemente las grandes gracias que Dios promete por la práctica de esta devoción, y sobre todo su ardiente amor que será la mayor de las gracias.
Como las personas religiosas tienen la ventaja de tener a Jesús en sus propias casas, deben principalmente en este día adorarlo con más frecuencia pasando todos los ratos de preocupados delante del Santísimo Sacramento. Las personas seglares han de emplear también en esto más tiempo que los demás días, y es menester que los unos y los otros procuren visitarlo con una singularísima devoción, por lo menos unas cinco veces aquel día.
La primera visita debe ser para agradecer a Jesús el amor infinito que nos manifestó oh, intuyendo este misterio.
La segunda, ha de ser en acción de gracias por todas las veces que le hubiéramos recibido en la sagrada Eucaristía, y en particular por todos los beneficios que nos ha hecho.
La tercera, para darle un pésame por todos los ultrajes que ha recibido de los infieles y herejes.
La cuarta, para reparar, en cuanto esté de nuestra parte, con un profundo respeto y con toda sumisión, las irreverencias, impiedad es y sacrilegios que ha sufrido de la mayor parte de los mismos fieles.
La quinta, debe ser expresamente para adorar en espíritu a Jesús en todas las Iglesias del mundo, así en las de las ciudades, como en todas las demás partes en que reside en el Santísimo Sacramento, donde casi todo el mundo lo abandona y donde se ve tan mal recibido, tan raramente visitado y tan universalmente olvidado.