La Iglesia, nacida del Corazón de Cristo II

Sagrado Corazón de Jesús

Justo Collantes S.J

       I.            Los autores eclesiásticos del siglo IV

Que la Iglesia sea fruto de la redención, por tanto, del sacrificio cruento de Cristo en la Cruz, es algo tan claramente expresado en las fuentes bíblicas (cf. Ef 5,25 -27, por ejemplo), que sería muy prolijo enumerar los testimonios de los Padres que desarrollan esta enseñanza. Lo que más nos interesa, por el momento, de recoger algunos testimonios más concretos que afirman específicamente el nacimiento de la Iglesia del Corazón herido en la Cruz.

Los testimonios son numerosos y antiguos, pues la mayor parte de ellos brotan espontáneamente al comentar los textos bíblicos que establecen el paralelismo entre Adán y Cristo (Rom 5,14), Eva y la Iglesia (ef 5, 30 -32; cfe. Gén 2,24 ). Este paralelismo lleva espontáneamente a ver en la formación de Eva del Costado de Adán el signo y la figura de la formación de la Iglesia del Costado abierto de Jesús en la Cruz.

Uno de los primeros en mencionar expresamente el nacimiento de la Iglesia del Costado de Cristo es Orígenes (185 -254) en sus anotaciones al capítulo 31 de los proverbios: “Porque ella [la esposa] es la Iglesia que brotó del Costado de Cristo, y la encontró como esposa suya , mujer honesta y fuerte, que le guarda fidelidad y espera a su esposo que volverá del cielo”. La Iglesia es, pues, la mujer fuerte en la que puede confiar Cristo, su esposo. Porque nacida de su Costado abierto, ella es casta, fuerte, fiel y costar hasta la segunda venida del Señor. Orígenes ha trazado en dos renglones una breve eclesiología radicada en el nacimiento de la Iglesia precisamente del Costado de Cristo. La misma concisión y brevedad con la que Orígenes expresa su pensamiento, es una buena prueba de que la idea no tenía por aquel tiempo nada de novedad, sino que era algo perfectamente conocido y asimilado por la conciencia cristiana.

Dígase lo mismo de los testimonios abundantes en el siglo IV. Tanto en oriente, en occidente se repite la misma idea, como si se tratara de algo tan obvio que no necesitar aclaración. San Epifanio de Salamina (315 -403) escribe así en su libro contra las herejías: “la palabra: pondré enemistad entre mí y la mujer, no puede verse cumplida plena y totalmente en Eva. Verdaderamente se cumplen en  la descendencia Santa, única, que fue engendrada por María, sin la cooperación del hombre… Por eso, la frase que allí leemos se aplica a María, y yo podría igualmente aplicarla a la Iglesia: por eso el hombre dejará su Padre y a su Madre y se unirá a su esposa y serán dos en una sola carne (Ger y 2,24). Y el santo apóstol añade: este misterio es grande, pero en Cristo y en la Iglesia (ef 5,32). El Señor se ha formado de María; su cuerpo, la Iglesia, se ha formado de la herida de su Costado, porque la lanza le atravesó el pecho, y de aquí fluyeron para nosotros los misterios redentores del agua y de la sangre”.

Contemporáneas de San Epifanio son Hilario de cuantías (315?-367), Ambrosio de Milán (339 -397), Cirilo de Alejandría(+444), Juan Crisóstomo(334?-407), jerónimo (347 -419) y Agustín (354 -443 ).

San Hilario añade un aspecto que pudiera considerarse nuevo: y es el de la eternidad de la Iglesia por haberse nacido del Costado abierto de aquel a quien no quebrantaron ninguno de sus huesos. Hilario explica las palabras del salmo 52,6: Dios dispersa los huesos del apóstata, entendiendo por ello, no la materialidad física de los huesos, sino lo que por estos se significa, que es la consistencia, la fortaleza, o como él dice, la esperanza de la eternidad. Aplicando luego esta idea a Cristo y a la Iglesia (cfe. Ef 5,31), concluye que la Iglesia, hueso de los huesos de Cristo y nacida del cuerpo herido y atravesado de Jesús, ha recibido la esperanza de eternidad derivada de la eternidad del nuevo Adán a quien ninguno de los huesos le fue quebrantado.

En cuanto a sus coetáneos hay que reconocer que los orientales, como san Cirilo de Jerusalén y san Juan Crisóstomo, tocan el tema con cierta frecuencia, como un tema obvio y conocido; pero sus afirmaciones tienen el valor de lo implícito, que se supone asimilado, más bien que el de una enseñanza directa y expresa. No se puede decir lo mismo de san Jerónimo y San Agustín, que, aunque siempre de pasada, tienen afirmaciones expresas y más abundantes. San Jerónimo, por ejemplo, alude ya a este tema en su Tratado contra Juan de Jerusalén: “no digo nada de Eva, que, como tipo de la Iglesia, fue edificada de la costilla del varón”. Pero en su comentario a las cartas de San Pablo (ef 5,31) escribe: “Se extrae de la costilla de Adán y se convierte en esposa; y de nuevo la esposa se hace una sola carne con el varón… Esto hay que interpretarlo como una alegoría, de Cristo y de la Iglesia; de forma que Adán prefiguraba Cristo y Eva a la Iglesia. Porque el novísimo Adán se hizo espíritu vivificante (1 Cor 15,45). Y como de Adán y de su mujer nace todo el género humano, así la totalidad de los fieles nació de Cristo y de la Iglesia. Esta muchedumbre de los creyentes, una vez que se hizo un solo cuerpo, se pone de nuevo en el Costado de Cristo (jn 19,34) y llenan el hueco del Costado (Gén 2,21) y se hace un solo cuerpo del varón, conforme al oración del mismo Señor en el evangelio: Padre, concede que, como yo y tu somos uno, también ellos sean uno en nosotros” (jn 17,21)”.

Esta idea de la formación de la Iglesia del Costado de Cristo y de la integración de la misma Iglesia en el hueco del Costado para formar con Cristo un solo hombre, la repetirá san Agustín con gran cariño, según veremos.

Porque es san Agustín quien más ha meditado en este misterio de Cristo y de la Iglesia formada en la herida del Costado.

Primero ve en la sangre y agua que brotan del Costado el símbolo de los sacramentos con los cuales se forma la Iglesia: “duerme Adán y es formada Eva; muere Cristo y es formada la Iglesia. Eva es formada del Costado para Adán dormido (Gén 2,21). Y como una vez muerto Cristo le hieren el Costado (jn 19,34), Para que manen los sacramentos con los cuales se forme la Iglesia”. Y en el sermón 218,14 apunta a este tema que conservamos sin desarrollar: “ la sangre y el agua que de su Costado, abierto por la lanza, corrieron por la tierra , simbolizan a todas las luces los sacramentos de la Iglesia. Tal fue Eva, formada del Costado de Adán adormecido, figura del segundo Adán “.

Pero comentando a San Juan (4,6), en el pasaje que muestra Jesús fatigados junto al pozo de Jacob, habla expresamente del nacimiento de la Iglesia del Costado herido; y con una exégesis que pudiera parecer alambicada, pero que recuerda a la que anteriormente vimos en san Jerónimo, penetrar el misterio de la divinidad que recibe Cristo a cambio de la fortaleza que comunica a su Iglesia: “ bajo esta alegoría, nos ofrece Adán, que es formada del que ha de venir, un gran símbolo de este misterio; o más bien, es Dios quien nos lo ofrece en la persona misma de Adán. Pues mientras Adán duerme, mereció recibir una esposa, y esposa formada de una de sus costillas, puesto que la Iglesia había de nacer del Costado de Cristo cuando dormía en la cruz, o sea, del Costado del que dormía.  Porque el Costado del que estaba clavado en la cruz herido por la lanza, brotaron los sacramentos de la Iglesia. Pero ¿Por qué os he querido recordar este hecho, hermanos? Porque es la flaqueza de Cristo la que nos hace fuertes… Dios pudo quitar carne al hombre y formar de ella a la mujer, y esto pudo parecer lo más conveniente. Se trataba de hacer el sexo más débil, y la debilidad parece que debiera hacerse más bien de carne que de huesos, pues los huesos son más duros y consistentes que la carne. Los sustrajo carne para formar a la mujer, sino huesos, y de ellos hizo a la mujer. Y, y luego lleno de carne del lugar de los huesos. Pudo devolver hueso por hueso, y pudo también, para hacer la mujer, sustraer no una costilla, sino carne. ¿qué quiso significar con esto? Por la costilla, como si la mujer quedará hecha fuerte, y por la carne, en cambio, como si quedara Adán hecho débil. Son Cristo y la Iglesia; su debilidad es nuestra fortaleza”.

Agustín no duda en afirmar que la realidad histórica el símbolo, figura, y, por tanto, indicativo de otra realidad misteriosa más profunda. La realidad histórica del Costado herido es indicativo de la fuente suprema de la cual brotaron los sacramentos de la Iglesia, o sea, la Iglesia misma, cuya esencia es distribuir los frutos de la redención por medio de los sacramentos. Esta es la fortaleza que Cristo comunica su Iglesia, y tomando el la debilidad de nuestra carne, para que, una vez muerto, sea la Iglesia la distribuidora de la vida , la resurrección. Véase como comenta el pasaje de San Juan (19,34): “Uno de los soldados abrió su Costado con una lanza, y al punto salió sangre y agua. El evangelista ha usado de una palabra muy estudiada al no decir que hirió, golpeó u otra cosa parecida, sino abrió, para dar a entender que allí se abría la puerta de la vida, de donde manaron los sacramentos de la Iglesia, sin los cuales no se entra a la vida que es verdadera vida. Que la sangre fue derramada para la remisión de los pecados; aquella agua templa el cáliz de la salvación; el agua sirve para lavar y para beber. Esto es lo que anunció el mandato dado a Noé de abrir una puerta en el arca, por la que debían entrar los animales que no debían perecer en el diluvio, la cual era figura de la Iglesia. Por esto, la primera mujer fue tomada del Costado del varón dormido, y fue llamada vida y Madre de los vivientes. En lo cual dejó la señal de un grande bien, antes del gran mal de la prevaricación. Este segundo Adán se durmió en la Cruz para que de allí le fuese formada una esposa por haber salido del Costado del que dormía. ¡Oh Muerte que da la vida a los muertos! ¿Que Cosa más pura que esta sangre? ¿Qué herida más saludable que está herida?”.

Por esto, la Iglesia no se forma como algo externo e independiente de Cristo, sino como una continuación del mismo Cristo, del cual recibe toda su fuerza salvífica contenida en los sacramentos es esposa ciertamente, pero una esposa que posee el Espíritu de Cristo y forma con él una unidad perfecta en la que Cristo es la cabeza: “ al Señor ya difunto abrió el Costado con la lanza uno de los soldados, y manó sangre y agua (jn 19, 30 -34). Aquí tienes tu rescate. Porque ¿qué es lo que manó del Costado sino el sacramento que reciben los fieles? El espíritu, la sangre y el agua. El Espíritu que entregó y la sangre y el agua que manaron del Costado humano la Iglesia está indicada como nacida de la misma sangre y agua”. Pero esta Iglesia, nacida de la pasión y del Bautismo, forma una sola carne con Cristo y están invadida de una misma vida, como el cuerpo está unido a la cabeza. No en vano Cristo entregó su Espíritu para que pudieran nacer la Iglesia de la sangre y del agua; y su Iglesia que, al ser devuelta Cristo del que ha nacido, forma una sola carne con Él : “ y serán dos en una misma carne, lo cual el mismo apóstol lo interpreta diciendo: yo lo digo tocante a Cristo y a la Iglesia …; porque dice el mismo apóstol que Jesucristo es la cabeza de la Iglesia y la Iglesia su cuerpo. También él se durmió con el sueño de la pasión en el propósito de formarse para él a su esposa la Iglesia …; luego la esposa Iglesia fue formada para el de su propio Costado, es decir, de la realidad de la Pasión y del Bautismo, porque, al ser herido su Costado con la lanza, vertió agua y sangre».

Y por que la Iglesia nació del Costado herido de Cristo muerto, nace como esposa unida a Cristo, en una comunidad de destino y de misión salvífica: Eva, de la cual tomó su comienzo el pecado, fue tomada del Costado del varón; dormido estaba aquel cuando esto se hizo; este colgaba muerto cuando esto se hizo. Las dos cosas son semejantes: el sueño y la muerte, el costado y el Costado. El Señor fue herido en vez de los pecadores. Pero de aquel costado nació Eva, que al pecado nos daría muerte; pero de este Costado nacería la Iglesia, que al darnos a la luz nos daría la vida “. Es decir, el Señor Tomo sobre sí nuestro castigo; y con su muerte daría la vida a los pecadores por medio de la Iglesia, es decir, por medio de los sacramentos de la Iglesia que brotaron de su Costado herido. Puede decirse que la Iglesia, unida a Cristo como su cabeza, partícipe del Espíritu de Cristo, entregado al morir, forma una unidad salvífica con Cristo, en  cuyo Costado ha vuelto a entrar, para llenar el hueco que con su formación del mismo Costado se produjo. La idea de san Jerónimo se une perfectamente con la mente de San Agustín. Pero san Agustín añade aún otra idea, que se deriva de esta comunidad de vida; y es la comunidad de destino: si Cristo resucitó después de la muerte, la Iglesia ha de pasar también por la muerte para la resurrección: “ cuando durmió en la cruz simbolizaba, ¿qué digo yo?, Cumplía lo que se ejecutó en Adán; así también, al ser herido el Costado del Señor con la lanza mientras dormía en la cruz, brotaron los sacramentos de donde fue hecha la Iglesia. La Iglesia esposa del Señor fue hecha del Costado, como Eva fue hecha del costado. Mas, que ya no fue hecha sino del costado del que dormía, así esta no fue hecha sino del Costado del que moría. Luego si él no resucitó sino después de haber muerto, espera tú la exaltación después de esta vida”. A la luz de estos testimonios, puede interpretarse mejor el denso contenido del comentario que san Agustín hace al salmo 130 que ha servido de inspiración al Concilio Vaticano II en la constitución sobre la sagrada liturgia (N. 5): “Si, pues, Adán en la figura del que había de venir, entonces, a la manera como Eva fue tomada del costado de Adán dormido, así brotaron los sacramentos de los que se formaba la Iglesia del Costado del Señor dormido, es decir, que moría en la pasión y era herido en la cruz con la lanza. Así, pues, la dormición es la pasión. Eva [formada] del costado de  [Adán] dormido, es la Iglesia [formada] del Costado del que sufría la Pasión “.

Resumiendo

Aun cuando ya en el siglo II ya aparece la idea de la Iglesia como fruto de la pasión de Cristo en la cruz, la idea concreta del nacimiento de la Iglesia del costado herido por la lanza es una constante que se repite en  el siglo IV, como algo perfectamente asimilado y sabido por los fieles. El fundamento Escriturario  se toma de la razón de signo y figura de lo venidero que tienen los hechos de la historia bíblica, pero muy en particular, la persona de Adán (rom 5,14; 1 cor 15,45) y la formación de Eva del costado de Adán dormido, para ser su esposa, Madre de todos los vivientes, echa una sola carne de Adán (ef 5,32). De ahí que el paralelismo entre el sueño de Adán y la muerte de Cristo, la costilla (Costa)de Adán y el Costado(latus,costa) herido de Cristo, la formación de Eva y la sangre y agua que manaron del costado, la maternidad de Eva como esposa y la regeneración de los fieles, la unidad de Eva en la carne de Adán y la unidad de la Iglesia del cuerpo de Cristo, el origen frontal de la mujer formada de Adán y el origen de la Iglesia de Cristo –Cabeza, sean temas que están todos indicados en los autores anteriormente citados. Bastaba leer el pasaje de San Juan en el que se da tanto relieve al herida del Costado de Cristo (jn 19,33 -37) , a la entrega de su espíritu, y el misterio de la sangre y el agua que manaron de su pecho, para indicar el momento en el que la figura se hizo realidad y surgido la Iglesia como cuerpo de Cristo, esposa de Cristo y colaboradora que aplicará en el tiempo los frutos de la redención, unida con su divino esposo en una misma comunidad emisión y de destino.

 

Si queremos tener un resumen que compense breve y brillantemente toda la tradición patrística de los cinco primeros siglos, tal vez no podamos encontrar otro más sugestivo que él que nos ha legado san Ildefonso de Toledo en su libro sobre El Conocimiento del bautismo: “ Adán y Eva fueron, pues, figuras de Cristo y de la Iglesia. Se tomó el barro de Adán, el primer hombre, fue hecho alma viviente. Se encarnó Cristo y fue hecho el segundo Adán espíritu que da la vida. Adán quedó dormido en su sueño; Cristo descanso con la muerte. A Adán se le sustrae una costilla y se forma la mujer. Del costado de Cristo brota sangre y agua y con esto sacramento se forma la Santa Iglesia. No se sustrae carne de la carne del barón, como si la mujer, más débil de suyo, hubiera de formarse de la debilidad de la carne, permaneciendo intacta la fortaleza de los huesos del varón; sino que el sustraer del varón la fortaleza del hueso significa la debilidad de la divinidad, de la cual se dice: el verbo se hizo carne (jn 1,14); e informar a la mujer del hueso del Varón significa lo que sigue: y habitó entre nosotros. Porque quitar algo de la fortaleza del varón significa: que sea nombrado tomando forma de esclavo (flp 2,7); formará la mujer de la fortaleza del varón significa que siendo rico se hizo pobre por nosotros, para que con su pobreza nosotros  fuéramos ricos (2 cor 8,9). Cuanto él se ha debilitado en la humildad de su divinidad, esto sea fortalecido la Iglesia por la asunción en el de la humanidad. Así pues, la mujer débil muy bien se forma de la fortaleza del varón; porque la condición humana, deformada por la caída del pecado, no recibiría la imagen de su creador si primero no la hubiera renovado el Redentor, al morir; ni podría levantarse para recibir la fuerza del espíritu, abatida y quebrantada como estaba, si no lo hubiera restablecido primero la divinidad hecha débil”.