LA REPARACIÓN (REPARACIÓN NEGATIVA )

Corazón de jesús

                                                                                   Del libro:»En el Corazón de Cristo»,  de Luis María Mendizábal, S. J. 

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Sabiendo lo que es el pecado, es natural que nos esforcemos por evitarlo en sus consecuencias y en sus causas.

Ante todo es preciso evitar lo que depende de la propia voluntad: el pecado personal. Éste un es el primer paso, antes de la consagración; como él Confiteor precede al Ofertorio.

Después, la lucha con el pecado continuará, porque sabemos que ninguno, salvo por un privilegio especial, puede evitar todo los pecados veniales. Debemos, pues, tenerlo en cuenta.

Pero, ¿cómo hemos de comportarnos una vez cometido un pecado venial, o, Dios no lo permita, mortal?

Si Dios, a causa de nuestras infidelidades, permitiese tan desgraciado momento, es necesario:

No asustarse: todavía nos conocemos poco. ¿por qué maravillarse de las caídas? Nosotros solos, ¿Qué podemos hacer? Ni siquiera el confesor se maravillara…

Confiar: en Cristo nos ama aun sí hemos pecado. El dolor y el deseo de volver a la gracia, ¿Qué son sino efecto de la misericordia de Dios? El mismo que ha emprendido la obra la conducirá a término. Recordad el pecado de San Pedro y la reacción de Jesús.

“Librarnos, Señor, de desconfiar de tu misericordia, después de un mal momento ”. Así nuestro pecado no será más humildes y más cautos, más agradecidos a Jesucristo, que, aunque ofendido, no se cansa jamás de perdonar. Nos cansaremos antes nosotros de ofenderlo.

“¡O paciencia infinita en esperarme, duro corazón en no quereros, que esté yo cansado de ofenderos y no lo estéis Vos de perdonarme!”

 

Agradecerle haber permitido esta falta o aquel pecado, en cuanto puede volverse para nuestro bien y alegrarnos de la humillación.

“ Todo copera al bien para quien ama a Dios, aún el pecado ya cometido … Se vuelve a levantar con mayor gracia … El hombre, cuánto es más cauto y humilde, tanto más establemente se mantiene en gracia …” (S.Th.III, q.89,a. 2, ad.1).

Pedir perdón humildemente: considerando, además, los pecados semejantes de otros católicos, Debe crecer nuestro dolor y debe surgir el deseo de reparar de algún modo.

Pero, tengamos presente que dolor, el arrepentimiento y la misma confesión no suprimen siempre del todo los efectos del pecado. Estos, aun no siendo en sí mismos pecado, nos inclinan a El. Nuestra voluntad está debilitada y, con la repetición, aumenta la costumbre del pecado.

Y puesto que al pecado sigue el  dolor de la satisfacción Incluso con penas dolorosas, si lo detestamos verdaderamente, debemos combatir sus múltiples raíces.

He aquí la teología del hombre caído en pecado: Todo aquello que puede ser útil para fortificar la debilidad de la voluntad; destruir las malas costumbres producto del pecado; domar la concupiscencia; disminuir la pena debida por el pecado; Todo esto constituye la parte negativa de la reparación.

Debemos procurar hacer con espíritu de reparación y con la intención de purificarnos cada vez más, lo que con frecuencia hacemos casi por costumbre: la Confesión, la penitencia, el uso de los Sacramentales (como tomar agua bendita), las humillaciones y mortificaciones de los sentidos que se nos presenten.

Será esto un medio para unirnos cada vez más íntimamente a Cristo; y nuestra consagración y nuestra ofrenda serán mucho más agradables a su Corazón.

No contentos con el mínimo grado de pureza, siguiendo el ejemplo de la humilde Madre de Dios, procuraremos acrecentar nuestra purificación.