La teología actual del cuasi-sufrimiento de Dios (Segunda parte)

Luis María Mendizábal.S.J

La vulnerabilidad afectiva de Dios

La investigación teológica va hoy más adelante. Comprendiendo que la acción del hombre aparece ya desde el Antiguo Testamento referida a Dios mismo, tanto en sus valores positivos como negativos, y que puede cuestionarse si Jesucristo, en cuanto Dios, es afectado por el comportamiento humano, se plantea el interrogante de si se puede hablarse de un verdadero drama en el corazón de Dios.

Es lo que ha venido proponiéndose en la teología de estos últimos años como “problemas del sufrimiento de Dios”. Y esto refiriéndolo no sólo al pecado cometido contra Dios, que verdaderamente le ofende, sino también de la compasión que Dios siente de la miseria y sufrimientos humanos, y el gozo que haya en él por los buenos servicios del hombre. El planteamiento se traslada, pues, a la naturaleza misma de Dios y se propone desde el misterio insondable del verdadero amor de Dios al hombre: desde el pathos de Dios.

1.     Theología Crucis

 

Hay otro planteamiento del “sufrimiento de Dios” que, a pesar de aparentes afinidades, Es muy distinto. Es el que si implica y va desarrollando desde antiguo en la teología protestante denominada  theología crucis, que va desde Lutero hasta los últimos epígonos del luteranismo en esta línea, J. Moltman y K. Kitamori.   El planteamiento de la theología crucis es el teológico-metafísico: es el análisis y comprensión teológica del abandonada miento (flp 2,6 -11). ¿Qué significa que “se anonadado asimismo tomando la forma de siervo? ¿Qué significa que “el Verbo se hizo carne”?

La theología crucis parte de la Encarnación como anonadamiento  divino y proclama la realidad misteriosa de la sustancia divina aquí aparece “en especie ajena”, realidad que afecta misteriosamente a la divinidad misma, la cual precisamente, y sólo en ese adora ano nada miento, se manifiesta en toda su fuerza salvadora. Es la estructura interna del misterio de salvación. En su desarrollo histórico, la theología crucis Llegará consecuentemente a admitir que Dios mismo en su sustancia divina sufre en la cruz. Ya en Lutero se nota cierta tendencia en este sentido. Pero a partir del siglo XIX, en la teología luterana se expone con toda rigidez un anonadamiento entendido como una real mutación del Logos, el cual limita su ser divino, Modificando transistoriamente su relación intratrinitaria, renuncia a las propiedades inmanentes y a su eterna autoconciencia para hacerse portador de una vida humana personal. Dios físicamente sufre. Más aún, el sufrimiento es esencial a Dios.

2.    Teología del misterio del Corazón de Jesús

 

En la teología del misterio del Corazón de Jesús el problema de la “vulnerabilidad afectiva” de Dios se plantea en su carácter teológico-psicológico, a diferencia del teológico-ontológico de la Theología Crucis. No se trata aquí de la inmutabilidad sustancial de Dios puesta en discusión, sino de la posibilidad en Dios de amar en el sentido estricto, aunque analógico, del concepto, y de ser sensible –de nuevo en sentido estricto y analógico – a la respuesta del hombre. Ni arranca del misterio del anonadamiento de Dios en la Encarnación, sino que se lo plantean ya desde la manifestación de Dios en el Antiguo Testamento.

Es verdad que también en este caso se invoca con dificultad la concepción filosófico-aristotélica De la divinidad impasible y olímpica de Motor Inmóvil, en oposición al camino positivo y directo de la revelación. Pero los argumentos ahora son distintos y la fuerza de la razón no es desvirtuada, sino que, como vamos a ver, se trata de llegar a una purificación de confecciones y valoraciones e incluso ideas de perfección humanas que se hallan implicadas. Por eso los teólogos que defienden la “vulnerabilidad de afectiva” de Dios, el “cuasi-sufrimiento de Dios”, no se consideraban afectados por el juicio de D. Gherardini cuando decía comprender menos a los católicos que admitían el sufrimiento de Dios. Porque aquí no se trata de admitir una mutación esencial o sustancial de Dios, sino de la sensibilidad psicológica, afectiva y espiritual de Dios, entendidas analógica pero verdaderamente.

En la teología del Corazón de Jesús no se llevan las cosas por el camino de la sustancia, sino por el amor de amistad, libre y personal, de Dios al hombre, y sus implicaciones cuando Dios realmente ama. Ese amor es libre en Dios. Pero, una vez que será voluntaria y libremente, lleva consigo la “vulnerabilidad afectiva” de Dios. Esta teología se plantea más radicalmente la cuestión de la capacidad esencial de afecto en Dios: el problema del pathos divino. Evidentemente esta teología no admite la radicalidad del dolor esencial en Dios. Se plantea la cuestión desde otro punto de vista.

Este doble plano de consideración teológico-ontológico y teológico-psicológico lo tenía presente la gran teología clásica, aunque bajo términos que quizás no han sido apreciados en la enorme riqueza que tienen. Así, por ejemplo, en la segunda Escolástica lo utilizan los Salmanticenses al tratar de la ofensa de Dios que es el pecado.

Como es sabido, precisamente la teología del pecado es la que siempre se ha planteado este problema, al preguntarse en qué sentido se puede decir verdaderamente que el pecado es ofensa real de Dios. Una línea de pensamiento teológico también hoy bastante frecuente insiste en que Dios es infinito e infinitamente elevado sobre el hombre, de manera que no puede salpicarle el lodo del pecado humano. Llevados por esta mentalidad, esos teólogos han tratado de explicar que el pecado es ofensa de Dios en cuanto es mal del hombre, el cual, siendo en si  gloria de Dios, el pecador, al hacer daño al hombre, hace daño a la gloria de Dios: esto puede llamarse ofensa. Pero cuando ulteriormente se les pregunta que siente Dios a la vista de su gracia rota, de nuevo dan evasivas con respuestas que podrían considerarse verdadero nominalismo extrinsecista, que no corresponde a la seriedad de los datos de la revelación. La ofensa de Dios no sería más que un fenómeno que se desarrolla totalmente en el nivel humano creado, pero que puede “denominarse” en cierto sentido “ofensa” de Dios.

Los Salmanticenses se proponen este problema y responden que el pecado y hiere a Dios intrínsecamente y no sólo extrínsecamente, aunque no efectivamente, sino afectivamente. Con frecuencia se ha diluido en exceso lo que significa afectivamente, como si quisiera decir lo mismo que “secundum rationem”. Algo semejante sucede cuando san Juan de la Cruz dice que se hace el alma Dios por unión de amor, se hace Dios afectivamente. Lo afectivo es intrínseco y real, aunque no físico.

Por este camino se mueve la teología actual del “cuasi-sufrimiento” de Dios, al cual sitúa indudablemente en el campo afectivo, en el pathos divino, y justamente puede denominarse “vulnerabilidad  afectiva”  de Dios. Estas reflexiones las aplica también el misterio de la Encarnación y Cruz de Jesucristo del que arrancaba la Theología Crucis. Pero la aproximación se hace desde otro ángulo. Tratemos de esquematizarlo:

Theología Crucis: Dios sufre en la cruz. Dios es crucificado en su divinidad. Hay un verdadero anonadamiento intrínseco de la divinidad. Dígase que es el hijo el anonadado, y que éste dijo él que sufre; pero esto lleva consigo lógicamente el patripasianismo, ya que la mutación había de suceder en la naturaleza divina. Se comprende por consiguiente, que Moltman se procese seguidor de una forma moderna de sabelianismo o modalismo, en la cual las manifestaciones del Padre, Hijo y Espíritu Santo están invertidas respecto al sabelianismo tradicional.

Teología Católica tradicional: la divinidad no sufre, a no ser por comunicación de idiomas. Sólo así podemos decir que el Verbo sufre en la cruz. Es decir, sufre la humanidad asumida que subsiste en la segunda persona divina. No podemos decir que el Padre sufre en la cruz, o es crucificado, ni siquiera por comunicación de idiomas; porque el Padre no se ha encarnado, ni está unido hipostáticamente a la humanidad. De ahí la refutación del patripasianismo, que más que herejía cristológica era directamente trinitaria, moralista. La Iglesia rechaza que puede decirse en verdad que el Padre fue crucificado. Esta teología teme que, al hablar del sufrimiento de Dios en la redención como efecto del pecado, implique la caída en el patripasianismo.

Teología Católica del sufrimiento del Corazón de Jesús:  La divinidad no sufre físicamente en su sustancia; no es crucificado. Sólo el Hijo es crucificado, como unido hipostáticamente a la humanidad. Pero no es mera comunicación de idiomas. La crucifixión afecta a la divinidad: hay una participación afectiva de la divinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, de manera propia a cada una de las personas. La cruz es expresión del amor misericordioso y justo del Padre, del hijo y del espíritu Santo. Hay que distinguir netamente entre la cuestión de la repercusión en Dios del comportamiento humano (cuestión de la alegría y pena de Dios), y la cuestión del amor la habilidad sustancial de Dios, que se implica o no en la Encarnación y Pasión del Señor. La alegría o pena del Padre puede plantearse respecto de la pasión y sufrimiento del hijo encarnado la afirmación de tal alegría o pena no significa adherirse al patripasianismo. El patripasianismo, con su explicitación sabeliana, es una herejía trinitaria modalista, que sostiene que el Padre se encarnó y el Padre murió en la cruz. Pero no es patripasiana una concepción que admite que al Padre le llegó al alma el sufrimiento del Hijo, y que así amó el Padre al mundo que por él dio lo que más amaba. Evidentemente no se afirma con esto que el Padre es el que fue crucificado en el Calvario.