A Santa Margarita María le fue Concedido ver la realización de una parte de las profecías divinas. Ella escuchó los primeros mugidos de la guerra contra el Corazón de Jesús; sufrió hasta sus choques violentos; pero también tuvo la alegría de ver los primeros triunfos y gloriosos principios el reinado universal de este Corazón adorable.
Primeros combates.
La guerra anunciada estalló con motivo de los primeros obsequios tributados al Corazón de Jesús.
“Las dificultades referentes a la devoción al Sagrado Corazón han sido mayores de lo que pudo decir, sobre todo a los principios, refiere Santa Margarita. Los homenajes que nuestras Hermanas novicias tributaron a este divino Corazón el 20 de julio de 1685 me atrajeron, y a ellas también, muchas humillaciones y mortificaciones, tanto más que se les acusaba de querer introducir una devoción nueva. Estas oposiciones no desanimaron a las novicias lo más mínimo, antes las excitaron a honrar más y más a este Sagrado Corazón. Todo lo que yo oía decir eran otros tantos puñales que me atravesaban el corazón. Se me prohibió exhibir imágenes de este Sagrado Corazón; sólo le fue permitido tributarle algún obsequio en secreto en el interior del noviciado. Por consiguiente, no nos atreveríamos a hablar más que en secreto, porque habiendo salido esto afuera, y oponiéndose a ello enérgicamente cierto gran siervo de Dios y señor de la tierra, todos se pusieron contra mí; querían hacerme, parecer en su presencia como objeto de burla y como visionaria aferrada a sus imaginaciones y vanas ilusiones.”
La humilde religiosa, a ejemplo de su divino Maestro, fue acusada, juzgada y condenada; tuvo que sufrir la humillación de los exorcismos destinados por la iglesia a los que están poseídos del demonio. Sometiéndose a todo sin proferir ninguna queja, a ejemplo de Jesus que guardó silencio ante sus jueces; contentándose con decir en su corazón: Yo sufriré sin queja ya que su puro amor el miedo aleja.
Esta primera fase del combate duró hasta la llegada del Padre de la Colombière. Este Santo religioso, sin hacer desaparecer por completo la oposición en el interior del monasterio, consiguió que disminuyera notablemente su violencia.
Al ceder en medio de la comunidad de Paray la guerra contra el Sagrado Corazón, no hizo está más que cambiar y ensanchar su campo. Siguiendo el demonio paso a paso, por decirlo así, la naciente devoción, suscitaban en todas partes donde aparecía incesantes obstáculos; cuando ese culto comenzaba a ser universal, el ataque también llegó a generalizarse; de todas partes surgían contradicciones. Se vio a personajes, por otra parte muy respetables, tacharla de novedad; la falsa piedad la apellidó escándalo y el mundo la convirtió en burla.
“Se levantaron tantas clases de persecuciones, escribe Santa Margarita, que parecía estar todo el infierno desencadenando contra mí, y conspirar todo para anonadarme. Sin embargo, confieso que nunca goce de mayor paz dentro de mí mismo, ni senti mayor alegría. “
“Lo que contribuiría poderosamente a conservar en mi esta fortaleza de espíritu, era aquel Soberano de mi alma, que se complace en hacer billar los tesoros de sus misericordias en los sujetos más débiles e indignos, habiéndome honrado con su visita, me dijo una vez:
Que venía a decirme cuánto tendría que sufrir el resto de mi vida para la ejecución de sus designios.
Postrada en su presencia, no podía persuadirme que Dios se dignara jamás hacerme capaz de sufrir alguna cosa por su amor. Sin embargo, el deseo de sufrir se aumentaba en mí de tal manera, que hubiera querido ver empleados todos los instrumentos de suplicio en martirizarme.”
Entre los primeros enemigos de la devoción al Sagrado Corazón, los más encarnizados fueron los Jansenistas. Estos pérfidos herejes, cuya doctrina puede encerrarse en estas palabras: “No os acerquéis a Dios, porque es santo, justo y terrible”, no pudieron soportar una devoción que decía los hombres: “Id al Corazón de Jesús, porque es todo amor y misericordia.” Así que nada perdonaron para ahogarla en su cuna. Desde el fondo de su convento oyó Santa Margarita María los primeros rugidos de la secta. Estos resonaron en la diócesis de Coutances, con motivo de un breve de Clemente X, que concedía indulgencias a las cofradías establecidas por el Padre Eudes (San Juan eudes) en honor de los Sagrados Corazones de Jesús y María.
El 7 de mayo de 1690 Santa Margarita contestaba por medio de una carta a la Madre de Saumaise: “Bien veo, mi querida Madre, que todas estas pequeñas atenciones, que se oponen a nuestra devoción, os sorprenden y hacen sufrir mucho. Y ¿por qué? Pues me parece que ya estáis advertida de la omnipotencia de Aquél que, en el tiempo que a designado, cambiará todos las oposiciones y contradicciones en gloria suya y confusión de sus enemigos.
Se dice que todos los párrocos tienen orden de no admitir ninguna devoción nueva en sus parroquias, y hasta qué la de este divino Corazón está ya particularmente prohibida en algunas. Dicen también que se va a prohibir a los libreros que impriman nada sobre este asunto. Paso por alto otras muchas cosas que se cuentan contra esta Santa Devoción; todo esto no me sorprende nada absolutamente. Tengo tan gran confianza de que nuestro Señor concluirá lo que ha comenzado, que me parece que, aun cuando hiciera más, no podría dudar.”
En la misma época, un sacerdote español, Miguel Molinos, caía en un exceso contrario. Exagerando la confianza en la bondad divina, pretendía que se podía ya en este mundo, por medio de la caridad, llegar a tan perfecta unión con Dios y a un descanso tan completo en Él, que se lograba en cierto modo, ser impecable.
Este herejía, designada con el nombre de quietismo y condenada 1687, se había propagado mucho en Francia bajó mil formas diversas. Aunque opuesta al error de los Jansenistas, no fue menos perjudicial a la devoción al Sagrado Corazón, que muchos doctores miraban como una forma de quietismo.
El 16 de mayo de 1690, escribía Santa Margarita al P. Croiset: “Me habéis dado gran placer al decir del progreso de nuestra amada devoción, porque nos han dicho que, a causa de la de Molinos y del quietismo, se iban a prohibir todas las devociones nuevas; que no se toleraría el establecimiento de ninguna, y así la del Sagrado Corazón de nuestro Señor sería también suprimida como la de la Santa Infancia, la cual ha sido enviada a Roma para ser examinada. Pero yo no me aflijo por todo esto, puesto que no busco en ello más que el cumplimiento de la voluntad de mi Soberano; si Él quiere destruir lo que ha empezado, yo lo querré con Él; mirando como un placer mi sensible dolor; sabiendo que es bastante poderoso para conservar, proseguir y concluir lo que Él mismo ha comenzado. Para ello se servirá hasta de las contradicciones y oposiciones de todos aquellos que le son contrarios, como el más sólido fundamento para establecerla. Es negocio suyo y yo me abandono a todo lo que Él haga.”
Primeros triunfos.
La confianza de Santa Margarita no debía quedar burlada; si antes de morir no vio el triunfo completo y el reinado universal del Sagrado Corazón, en cierto modo recibió una prenda en los triunfos parciales, a los cuales le fue dado asistir.
Un día, en medio de las contradicciones violentas que había tenido que sostener, nuestro Señor le dijo:
“¿Qué temes, puesto que estoy en tu favor?“
En efecto; la devoción al Sagrado Corazón se extendió rápidamente en la mayor parte de los Monasterios de la Visitación, que llegaron a ser como otros tantos focos, de donde y radio a todas las comarcas vecinas.
Santa Margarita decía con motivo del de Paray, teatro de tantas luchas al principio: “Tengo que deciros una cosa que me causa mucha alegría. Después de haber durado la contradicción dos o tres años, el Sagrado Corazón ha cambiado de tal modo los corazones opuestos, que al presente la devoción a este divino Corazón es la principal en nuestra comunidad, la cual se ha puesto bajo la protección especial del adorable Corazón de Jesús. Se tiene gran devoción a este divino Corazón en estos lugares; muchos hacen novenas, y hasta hay quien se pone de rodillas a la parte de fuera de las paredes de nuestra capilla. Sólo yo sirvo de obstáculo para el establecimiento de su reinado en los corazones con lo cual es motivo de mayor dolor.”
Escribía a la Hermana Joly, religiosa de la Visitación de Dijón: “No le sirve de pequeño consuelo el ver cómo crece la devoción, que visiblemente se sostiene y progresar por sí misma. No creeríais como aumenta. Hay señores curas de aldea que la han establecido en sus parroquias en cuanto la han conocido, y hasta personas de gran piedad y doctrina que antes se oponían a ella enérgicamente, ahora la predican en público. Podéis ver un rasgo muy particular en la carta de 12 de agosto de 1689 que hemos enviado a mi hermana de Saumaise, con un libro recientemente impreso, que nos han regalado. Nos avisan también que el Señor Arzobispo de Viena ha aprobado esta devoción.”
Antes de morir Santa Margarita tuvo la dicha de ver que su devoción favorita franqueaba las fronteras de Francia. Por esta razón, algunos meses antes de su muerte, con acento de triunfo escribía a la Madre Dubuysson y al Padre Croiset:
“Se nos dice que va a traducirse al italiano el librito de Lyon. Ruego Dios que sea todo para gloria suya. Nuestro Señor me ha proporcionado ocasión de enviar a Quebec, en el Canadá, el libro Dijón: La devoción al Sagrado Corazón. Os confieso que es un consuelo para aquéllos, que aman al Sagrado Corazón de nuestro divino Maestro, ver cómo se extiende esta devoción por todas partes. La reverendísima Madre de nuestro primer Monasterio de Lyon la ha comunicado a Polonia.”
Se trata de la Madre María Leonor de Apchon de Poncin, fundadora del convento de la Visitación de Varsovia. Habiendo salido a subasta de Polonia, por medio de sus hermanas del Convento de Bellecour, en Lyon, las maravillas de Paray, entró en relación con la apóstol del Sagrado Corazón.
La Santa fue advertida sobrenaturalmente que nuestro Señor quería servirse de la madre Poncin para establecer el reinado del Corazón de Jesús en Polonia. Lo que en efecto sucedió. Así veremos dentro de poco a Polonia rivalizando el celo con Francia, para gloria del divino Corazón.
La Sierva de Dios podía decir con toda verdad: “Ahora moriré contenta, puesto que el Corazón Sagrado de mi Salvador comienza a ser conocido y yo desconocida.” Más dichosa que Moisés, no abandona este sino después de haber introducido en ella misma a los hombres en la verdadera tierra prometida, donde corren la leche y la miel de la divina caridad, y después de haber asistido a los primeros triunfos del Sagrado Corazón, preludio del gran triunfo final. Ilustrada con luz profética, predijo la Sierva de Dios que la devoción al Corazón de Jesús se extendería por todas partes, y que subsistiría a pesar del infierno; que cuándo comenzará enfriarse, Dios haría milagros para reanimarla.