CARTAS (V)
CARTA XXXVII
A LA M. GREYFIÉ, SEMUR
Otra vez las riquísimas promesas del amantísimo Corazón.— «El Medianero entre Dios y los hombres».
¡Viva † Jesús!
1685
¡Si supierais cuán apremiada me siento a amar al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo! Me parece que no se me ha dado la vida más que para esto, y sin embargo hago todo lo contrario. Él me hace continuos favores y yo no le pago más que con ingratitudes. Me ha regalado con una visita que me ha sido en extremo favorable por las buenas impresiones que ha dejado en mi corazón.
Me ha confirmado que el placer que encuentra en ser amado, conocido y honrado de las criaturas es tan grande, que, si no me engaño, me ha prometido que todos aquellos que se le dediquen y consagren no perecerán jamás, y que como es el manantial de todas las bendiciones, las derramará en abundancia en todos los lugares en que la imagen de su Divino Corazón esté expuesta y sea honrada; que unirá las familias divididas y protegerá y asistirá a las que tengan alguna necesidad y se dirijan a Él con confianza; que derramará la suave unción de su ardiente caridad sobre todas las Comunidades que le honren y se pongan bajo su especial protección; que desviará de ellas todos los golpes de la divina justicia para restituirlas a la gracia, cuando de ella hubieren decaído.
Me ha dado a conocer que su Sagrado Corazón es el Santo de los Santos, el Santo del Amor; que quiere ser conocido ahora, para ser el medianero entre Dios y los hombres, pues tiene todo poder para ponerlos en paz, apartando los castigos que nuestros pecados han atraído sobre nosotros, alcanzándonos misericordia.
CARTA XXXVIII
A LA M. DE SAUMAISE, DIJON
Una pobre y mala pecadora.—El placer, óbice para que reine el Sagrado Corazón.
¡Viva † Jesús!
1685
En verdad, mi querida Madre, que me causa gran confusión que penséis que una pobre y mala pecadora, como soy yo, pueda tener la ciencia de los santos y hablaros en su lenguaje. Os encontraréis miserablemente engañada como yo si dais algún crédito a mis pensamientos, que os comunico con toda sencillez, como Vuestra Caridad manifiesta desearlo. Los que me han ocurrido con motivo de lo que me habláis es que si esa persona acepta lo que le ofrecen y hace todo lo posible para usar bien de ello, Dios será glorificado y su alma santificada; pero que todo sea sin otra mira que la de agradar a Dios, ante el cual no olvido a la otra persona de quien me habláis en vuestra carta.
Pero el Sagrado Corazón de Nuestro Señor reinará con dificultad en el suyo, porque en él hace reinar con exceso el placer. Hay que esperarlo todo de la bondad de nuestro Dios, en el amor del cual soy, mi querida Madre, vuestra….
Sor Margarita María.
CARTA XXXIX
A LA M. GREYFIÉ, SEMUR
Única nobilísima aspiración de la Virgen de Paray.
¡Viva † Jesús!
[1685]
No sabría ocuparme en otra cosa más que con el Sagrado Corazón de mi Salvador, y moriría contenta si le hubiera procurado alguna honra, aun cuando hubiera de ser mi recompensa una pena eterna. Con tal que yo le ame y que Él reine, esto me basta.
La contradicción me ha puesto a menudo a punto de cesar de hablar con Él, pero sentía interiormente tan fuerte reprensión por los vanos temores con que Satanás trataba de intimidarme y me encontraba después tan alentada y fortalecida, que he resuelto, por mucho que me cueste, proseguir hasta el fin, a menos que la obediencia no me lo prohíba. En este caso lo abandonaría todo, porque siempre le sacrifico todas mis miras e intenciones.
CARTA XL
A LA M. GREYFIÉ, SEMUR
Gozo por el envío de una imagen del Sagrado Corazón.—«Una nueva muerte el tener que ser vista».—¿Cómo grabar nuestros nombres en el amante Corazón?—«Resuelta a morir o vencer».
¡Viva † Jesús!
Enero 1686
Creía, mi querida Madre, que ibais a decirme que no pensase ya más en introducir esta devoción del Sagrado Corazón, considerándola como una vana quimera de mi imaginación, y de antemano estaba ya resignada a ello. Tan poco es el crédito que doy a cuanto procede de mí. Pero cuando he visto la imagen de este único objeto de nuestro amor que me habéis enviado, me ha parecido que renacía a nueva vida. Estaba sumida en un mar de amargura y sufrimiento, que se trocó en tan grande paz y sumisión a todas las disposiciones de la celestial Providencia para conmigo, que desde entonces me parece que nada hay ya capaz de turbarme. Mi único anhelo es que sea glorificado este Sagrado Corazón.
¡Por cuán dichosa me tendría si antes de mi muerte pudiera agradarle en algo! Vos podéis ayudarme mucho confortando mi pobre y débil ánimo. Para mí es siempre una nueva muerte tener que ser vista y conocida de las criaturas, y cada vez me cuesta más. Cuanto más quiero engolfarme en mi nada para allí vivir en ese abismo, pobre y desconocida por completo del mundo, más me suscita éste nuevas amistades. Pero ¡ay! ¿Cómo he podido yo engañar así a las criaturas? No encuentro cruz más pesada que ésta; y si Nuestro Señor por su dulce bondad no pusiera dentro de ella lo que tan justamente me es debido, que son las humillaciones y contradicciones, estaría desolada.
Pero me desvío sin darme cuenta de lo que os iba diciendo respecto a la devoción del Sagrado Corazón y al propósito de hacerle honrar. Me parece que me ha hecho ver varios nombres que estaban grabados en Él, a causa del deseo que tienen de hacerle honrar, y por esto mismo no permitirá que jamás sean borrados. Pero nunca me ha dicho que sus amigos no tendrían nada que sufrir; porque quiere que hagan consistir su mayor felicidad en gustar sus amarguras.
Oíd ahora unas palabritas, como de paso, para expresaros la bondad y voluntad de nuestro soberano Maestro. ¡Ah!, ¿será posible que no queramos amarle con todas nuestras fuerzas y potencias, a pesar de las contradicciones que, como sabéis, nunca faltan? Pero estoy resuelta a morir o vencer estos obstáculos con el auxilio de este adorable Corazón.
No os puedo decir todo el consuelo que me habéis proporcionado, tanto al enviarme su amable imagen, como también al querer ayudarnos a honrarla con toda vuestra Comunidad. Esto produce en mí transportes de alegría mil veces mayores que si me pusierais en posesión de todos los tesoros de la tierra.
CARTA XLI
A LA M. GREYFIÉ, SEMUR
«Sólo por esto suspiro».—Más quiere sufrir por el reinado del Sagrado Corazón que ser un inflamado serafín.
¡Viva † Jesús!
[Hacia febrero de 1686]
No puedo explicaros mi alegría por el acrecentamiento de la devoción al Sagrado Corazón de mi Salvador. Me parece que sólo por esto suspiro; y algunas veces se enciende en mi corazón tan ardiente deseo de hacerle reinar en todos los corazones, que me parece que no hay cosa que no quisiera hacer y sufrir para conseguirlo: aun las penas del infierno, sin pecado, me resultarían dulces.
Estando una vez en presencia del Santísimo Sacramento, apremiada por este deseo ardiente, me fue mostrado, si no me engaño, el fuego en que se abrasan los serafines con tanto gozo y oí estas palabras: ¿No preferirías tú más gozar con ellos, a sufrir, ser humillada y despreciada para contribuir al establecimiento del Reinado de mi Corazón en los corazones de los hombres? Entonces, sin titubear, abracé la cruz toda erizada de espinas y clavos que me presentaron y con todo el afecto de que era capaz repetía sin cesar: — ¡Único amor mío!; ¡ah, cuánto más dulce es para mí seguir mi deseo y cuánto más prefiero sufrir para haceros conocer y amar, si Vos queréis honrarme con esta gracia, que verme privada de ella, para ser uno de esos inflamados serafines!
Desde entonces he continuado siempre en esta disposición de ánimo, con sentimientos de ternura tan grandes por parte de este adorable Corazón, que no soy capaz de expresar.
CARTA XLII
A LA M. DE SAUMAISE, DIJON
Apostolado por medio de las imágenes.—Cómo morirá contenta.—Visión del día de San Francisco de Sales.
¡Viva † Jesús!
2 de marzo de 1686
Mi amadísima Madre: [No hubiera tardado tanto en proporcionarme el honor de escribiros, si hubiese podido satisfacer el deseo que me demostráis de tener un dibujo para hacer un cuadro del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo. Como nuestra pobre Hermana N. N. no puede ya dedicarse a esta clase de cosas, me he dirigido a nuestra Hermana la Superiora de Semur para que nos mande uno y poder daros esta satisfacción, que lo sería aún para mí mayor, si no tuviese la mortificación de no haber recibido noticia alguna desde que se lo pedía; además me han asegurado que ya se había encargado uno].
Mucho me gustaría saber si podríais encargar que hiciesen una lámina de la estampa del Sagrado Corazón de nuestro buen Maestro. Me parece que os ha destinado para ello. Me lo dio a conocer visiblemente, porque algunas personas se han ofrecido a hacerlo, y han hecho lo que han podido para salir con ello, pero no han logrado adelantar nada. Esto me obliga a dirigirme a Vuestra Caridad para deciros lo que creo ser voluntad de ese divino Corazón, la cual me manifestó del modo siguiente precisamente.
Y es que fuisteis vos la primera a quien quiso que comunicase yo el ardiente deseo que tiene de ser conocido, amado y glorificado por sus criaturas. No sé si me engaño ni si recordaréis lo que os he dicho; lo que sé de cierto es que me siento en extremo apremiada a deciros de su parte [que desea encarguéis una lámina con la imagen de ese sagrado Corazón, a fin de que los que quieran tributarle particular veneración, puedan tener imágenes en sus casas y otras pequeñas para llevar consigo. Me parece] que sería esto una gran dicha para vos si pudierais proporcionarle ese honor y que no dejará de recompensároslo. No hay en todo esto de por medio más que el interés de su gloria; y me parece, mi querida Madre, que Él aumentará la que os tiene destinada. Además, estará escrito vuestro nombre en ese Corazón sagrado con caracteres indelebles. Mas como quiere que le complazcáis en esto y sin interés alguno y sólo por amor a Él mismo, no me deja deciros todo lo demás que os tiene reservado, si le dais este contento.
[Y como un buen Padre jesuita quiso encargarse de mandar hacer esta lámina, porque le instaban mucho las personas que se habían ofrecido a pagarla, la encargó a Lyon.] [Pero] no se hará nada por otro lado, a menos que vos nos deis una negativa. Indicadnos si no tenéis intención de hacerlo. Me han dicho que costará por lo menos dos luises de oro. Y he recibido la orden de dirigirme a otra persona si vos rehusáis hacerlo; mas no os apenéis por lo que os digo: os expongo sencillamente mis pensamientos, porque podéis sujetarlos a vuestro parecer y hacer lo que el Señor os inspire.Bien sabéis, mi buena Madre, que tenéis gran parte en esta devoción y que debéis interesaros por ella cuanto podáis. Os confieso que moriré contenta si veo a este Sagrado Corazón conocido, amado y honrado, para lo cual no sirvo yo sino de obstáculo. ¡Qué dichosas son las almas que son del todo suyas, y que no aman más que en Él y por Él!
Me parece que nuestro santo Fundador, en el día de su fiesta, me dio a conocer muy claramente el ardiente deseo que tiene de que el Sagrado Corazón de Jesucristo sea conocido, amado y honrado en todo su Instituto. Me dijo que era el medio más eficaz que había podido obtener para levantarse de sus caídas, e impedir que sucumbiese bajo los artificios de un espíritu extraño, lleno de orgullo y de ambición, que sólo pretende arruinar el espíritu de humildad y de sencillez, que es el fundamento del edificio que Satanás quiere derribar. Mas no podrá hacerlo si tiene a este sagrado Corazón por defensor y por sostén, etc.
[Emplead, pues, toda vuestra influencia en hacerle amar. Os envío una pequeña consagración a este Divino Corazón para que cada una la haga en particular; hay también una general. Si deseáis tenerla, me tomaré la confianza de enviárosla con otras oracioncitas; pues no tengo mayor placer que el de verle reinar en todos los corazones.]