CARTAS (VI)
CARTA XLIII
A LA M. GREYFIÉ, SEMUR
Duramente censurada por un religioso de gran reputación, comparte Margarita su parecer.—Estupenda humildad de la Santa.
¡Viva † Jesús!
En la Cuaresma de 1686
Me siento perseguida y atormentada de diversos modos, y uno de los más duros es verme a mí misma como juguete de Satanás, al que ha manejado y engañado siempre con sus falsas ilusiones; y nada veo en mí que no sea digno de eterno castigo, puesto que no solamente he sido yo engañada, sino tan desgraciada, que
he engañado a los demás con mi hipocresía, aunque sin querer hacerlo. Y lo que me confirma en estos sentimientos contra mí misma, es que tal es el parecer de ese buen siervo de Dios, N. Tengo motivos para bendecir mil veces la bondad del Señor por habérmele traído, con el fin de que acabe con esa falsa opinión que se tenía de mí.
Nada me da tanto contento como ver que por este medio se desengañan las criaturas, y quedo yo en disposición de satisfacer de algún modo a la divina justicia, saliendo a luz mis miserias y manifestándose lo que soy, para que después de esto permanezca sepultada en un eterno olvido del mundo. Este pensamiento me lisonjea, llenándome de dulce complacencia. Veo que tengo gran necesidad de humillarme, mas no sé cómo poder hacerlo, pues no hay cosa alguna inferior a mí, que no soy más que una nada criminal. Pedid mi perfecta conversión al Sagrado Corazón de nuestro amable Salvador.
CARTA XLIV
A LA M. DE SAUMAISE, DIJON
Culto del «Santo P. de La Colombière».—Nueva y pesadísima cruz.—«Mil cuerpos para sufrir y millares de corazones para amarle y de almas para adorarle».
¡Viva † Jesús!
[Marzo de 1686]
Mi amadísima Madre:
Me complazco de antemano pensando en el contento que tendréis al recibir las reliquias de nuestro Santo P. de La Colombière, cuyo cuerpo han trasladado los reverendos Padres jesuitas a su nueva iglesia. Nos han regalado, muy en secreto, un huesecito de sus costillas y su cinturón. Y deseo compartirlo con vos, pues sé que el aprecio que hagáis de ello estará en relación con la estima en que tenéis a este gran Siervo de Dios.
No os puedo explicar el consuelo que siento viendo el ardor que demostráis por el Sagrado Corazón de nuestro divino Esposo. Y si ocupáis vos en la tierra el lugar de ese Santo Padre, me parece que él ocupa el vuestro en el cielo para amarle y honrarle.
Espero que el Divino Corazón reinará, a pesar de todo lo que a ello se opone. En cuanto a mí, lo único que puedo hacer es sufrir y callar; pues os confieso como a mi buena Madre, que nunca me vi reducida a semejante estado de humillación y contradicción por parte de las criaturas. Me parece que voy a sucumbir a cada paso bajo el peso de esta cruz con que su bondad me favorece22.
Pero os digo también que nunca ha sido Dios tan bueno conmigo como ahora, pues no se aparta de mí a pesar de mis grandes miserias. Y así no tengo más recurso que su adorable Corazón, el cual es siempre mi fiador y defensor. Rogad mucho por mí y creed que no os olvido en su presencia. No os cuento todo esto particularmente porque no es posible, pues quiero sufrir en silencio. Y esta palabrita que os digo de paso, es solamente para demostrar la necesidad que tengo de vuestras santas oraciones. Y puesto que os interesáis por mis cosas, bendecid a nuestro soberano Maestro, porque me hace participar de su cruz.
¡Oh! mi querida Madre, cuán bueno es vivir y morir abrumada bajo su peso, en la privación de todo consuelo. Esta es la única pretensión del puro amor, que no deja en paz al alma que una vez se ha entregado a su poder. Querría yo ser una de ellas; me parece que desearía tener mil cuerpos para sufrir y millones de corazones para amarle y de almas para adorarle. Pedid a su bondad que no abuse yo de estos momentos tan preciosos que me da para que haga penitencia, a fin de que no me vea privada de amarle eternamente.
CARTA XLV
A LA M. DE SAUMAISE, DIJON
Otra vez el apostolado de las imágenes.—Cultos al Sagrado Corazón en la Comunidad de Semur.—Nuevos proyectos en la de Paray.—Su único consuelo, no tener ninguno.
¡Viva † Jesús!
20 de marzo de 1686
Temo, mi amadísima Madre, no haberme explicado bien al hablar del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo. Me parece haberos dicho que la estampa que Él deseaba mandase hacer Vuestra Caridad para gloria suya y bien vuestro, estuviese bien impresa en láminas, a fin de que todos pudieran comprarla según su devoción. No hay que buscar en esto más interés que su gloria, por la cual desea Él que se esparza esta devoción en todos los corazones, para que reine en ellos de un modo absoluto. Eso es, mi buena Madre, lo que me ha parecido que pedía de vos, y creo que os recompensará por ello abundantemente, así como a todos los que contribuyan a darle este contento, dando a todos gracias de santificación y de salvación.
Os confieso que no os hubiera hablado de ello, a no haberme sentido vivamente apremiada a hacerlo, pues algunas personas nos habían puesto ya el dinero en las manos; pero no me atreveré a hacer nada mientras vos no me deis una negativa. También es posible que el dinero que vuestra santa Comunidad tiene el designio de dar, sea para encargar un cuadro a algún pintor y ponerlo en un marco, como lo ha hecho mi Hermana la Superiora de Semur, que tiene una devoción admirable a este Sagrado Corazón y ha mandado hacer uno para su Comunidad. Le han erigido un altar y le tributan continuos homenajes, con excelentes frutos; comenzaron a practicar esta devoción al oír leer el Retiro de de La Colombière.
Nuestra respetable Madre tiene la idea de que más adelante nuestra Comunidad mande hacer una Capilla con su hermoso cuadro del Sagrado Corazón; por lo cual no se ha dado prisa en aprovecharse de la generosidad de ese joven de quien os he hablado. Y como la respetable Madre de Semur nos ha enviado un bosquejo de ese cuadro, nuestra querida H. María Luisa ha hecho cuanto estaba de su parte para reproducirlo, a fin de enviároslo. Es cierto que en el suyo hay algo más como cuatro cabezas de querubines en los cuatro ángulos, y algunos corazones entrelazados en la corona de espinas. Representan a los que le aman en medio del sufrimiento; y los que están entre los lagos de amor, a los que le aman en medio de los goces.
Os ruego encarecidamente, mi buena y querida Madre, que me indiquéis cuanto antes lo que queráis o podáis hacer, antes de que el Reverendo Padre encargue que lo hagan. Mas lo que yo os digo no os obliga a nada; me tomo únicamente la libertad de comunicaros mi pensamiento, conforme al deseo que de ello me demostráis. Y en cuanto a lo que a mí se refiere, ¡ay!, mi querida Madre, ¿qué os podría decir, sino que se complace el Señor en tenerme en un estado de continuo sufrimiento, en medio del cual no me reconozco yo misma? Estoy tan agotada de fuerzas, que me es en extremo trabajoso arrastrar esta miserable carroña de pecado; y cuando veo que se aumentan mis sufrimientos, me parece que siento un gozo semejante al que sienten los avaros y ambiciosos viendo acrecentarse sus tesoros.
Creo que estos sufrimientos se aplican a veces por algunas de las santas almas del Purgatorio; no sé si me equivoco en esto como en todo lo demás. Querría explayarme un poco más con vos, pero no me es posible hacerlo, pues nunca
hago lo que quisiera hacer. ¡El Señor sea bendito por todo! No me da en esta miserable vida más contento que el de no tener ninguno, y nunca hallo consuelo ni aun posibilidad de hablar, más que cuando se trata de los intereses de su sagrado y amabilísimo Corazón, en quien sólo me ocupo y con quien únicamente trato.
Y en cuanto a lo de estar vos asociada a nuestra devoción, no debéis dudarlo, puesto que seréis su bienhechora, si hacéis lo que anteriormente os hemos propuesto. Espero vuestra respuesta, rogándoos que tengáis un recuerdo particular en vuestras santas oraciones de esta pobre y miserable pecadora que jamás se olvidará de vos en las suyas indignísimas y lánguidas, y ruega al divino Consolador que nos consuma en su santo amor.
CARTA XLVI
A LA M. GREYFIÉ, SEMUR
«Nuevos consuelos en los azotes y espinas».—Valioso auxilio que le ofrece un Padre jesuita.
¡Viva † Jesús!
[Marzo 1686]
Es cierto que el Sagrado Corazón de mi Jesús continúa ejerciendo constantemente sus misericordias conmigo, su miserable esclava, a pesar de mis continuas ingratitudes e infidelidades, las que espero quedarán en algún modo reparadas por la devoción con que le honra vuestra Comunidad, en lo cual se complace singularmente. Y si no ha permitido que al introducirla hallaseis la cruz que su amor me ha destinado a mí como una gracia, es porque quiere que la lleve yo por las dos, pues para esto me ha hecho y no le puedo servir en ninguna otra cosa. Me hace hallar siempre nuevos consuelos en los azotes y espinas, y en medio de ellas me tiene ahora enclavada en la cruz. Pedidle que no abuse yo de tan gran beneficio, sino que haga de él el uso que espera de mí.
Os pido que me guardéis secreto y que me digáis, por favor, si debo afligirme por las consecuencias enfadosas que son el resultado de esta cruz, pues es Dios muy ofendido en ello.
Esto es lo que me apena. Lo demás no me quita ni la más pequeña brizna de paz, aunque me parece estar como encerrada en oscura prisión, rodeada de cruces que voy abrazando una tras otra.
Éste es al presente mi único ejercicio, durante el cual el Sagrado Corazón de mi Jesús ha querido darme un auxilio que yo no esperaba. Y es que un gran siervo de Dios (el R. P. Gette, S.I.) me ha escrito hace poco diciéndome que al celebrar la Santa Misa, se sintió vivamente instado a ofrecerla todos los sábados del año por mí o por mi intención, y para que disponga de ella según mi deseo, el cual es que sea un sábado por vos y otro por mí; y tendremos también parte en todos los Santos Sacrificios que celebre. Éste es el regalo que tenía que haceros y que ciertamente no os desagradará.
¿No admiráis conmigo las misericordias del Señor y las dulzuras de su adorable Corazón hacia su miserable esclava por haberme enviado este sólido apoyo desde el primer sábado de Cuaresma? Porque entonces fue cuando comenzó a redoblar la multitud de las cruces con que me favorece, cuyo peso me haría sucumbir mil veces si no se constituyese Él mismo mi fortaleza por medio de las santas almas que ruegan por mí. Este buen religioso que me hace esta obra de caridad no me conoce, ni yo a él, más que de nombre. Nunca he sentido en mí tanta paz. Bendecid por ello al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo.
CARTA XLVII
A LA M. DE SAUMAISE, DIJON
Tristezas y alegrías en el apostolado de las estampas.—¿Por qué el poco éxito en la conversión de aquellos protestantes?
¡Viva † Jesús!
25 de abril de 1686
Me mortifica mucho no haber contestado a vuestra última carta, pero antes de hacerlo, quería hablar a ese buen Padre que me había prometido que se haría la lámina después de pascua; mas el Sr. Obispo de Autun, que está aquí trabajando en la conversión de los herejes, le tiene de tal modo ocupado, que no le queda tiempo ni holgura para trabajar en esta obra que con tanto ardor desea el adorable Corazón de nuestro Divino Maestro.
No os podéis figurar, mi amadísima Madre, cuánto me aflige y me hace sufrir este retraso, pues debo confesaros confidencialmente que a mi parecer es causa de que se conviertan tan pocos infieles en esta ciudad. Me parece oír sin cesar estas palabras: Si ese buen Padre hubiera cumplido desde luego lo que prometió al Sagrado Corazón de Jesús, hubiera trocado y convertido los corazones de estos
infieles, por el contento que hubiera tenido viéndose venerado en esa imagen que tanto desea; pero que, puesto que prefieren otras cosas, aunque sean también gloria suya, a darle este contento, que Él endurecerá el corazón de los infieles, y que los trabajos darán poco fruto.
Ahí tenéis, mi querida Madre, lo que me causa mayor tormento que cuanto pudiera deciros, y es un dolor que tengo que sufrir sin poder aplicarle remedio alguno, pues no es posible manifestárselo a quien lo pudiera remediar. Espero, sin embargo, que la cosa se hará cuanto antes, es decir, cuando ese buen Padre esté un poco más desocupado; y os enviaremos todas las estampas que deseáis.
En verdad os digo, que es para mí gran consuelo ver lo pronta que estáis para hacer lo que creéis que el Sagrado Corazón desea de vos; yo os lo había propuesto sin pensar que pudierais dar crédito a lo que os decía, a causa de mi indignidad, que no os es desconocida. Pero qué dicha es para vos haber dado los dos luises de oro que hemos recibido, y que guardará nuestra respetable Madre hasta que la cosa esté concluida. Porque me parece poder aseguraros, y me siento instada a hacerlo, que jamás recibió nadie mejor recompensa que la que vos recibiréis por este dinero. Y creo que habéis dado más contento al Sagrado Corazón con esta liberalidad, que se dirige directamente a Él, que con todo lo demás que habéis hecho en el resto de vuestra vida. En fin, mi querida Madre, seríamos muy dichosas si pudiéramos dar nuestras vidas para procurar la gloria de ese amable Corazón. En Él soy toda vuestra,
Sor Margarita María
De la Visitación de Santa María
En cuanto esté la lámina de dicha estampa os lo comunicaré. Y será lo antes posible, pues no descansaré hasta que se haga.
CARTA XLVIII A SUS NOVICIAS
Las da una buena reprensión y las impone una buena penitencia por haber salido a la defensa de su Santa Maestra.—Quiénes son nuestros mejores amigos y bienhechores.
¡Viva † Jesús!
[Hacia la fiesta de la Invención de la Santa Cruz de 1686]
Mis queridísimas y amadísimas Hermanas en el Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo.
No puedo expresaros el dolor que siento por el mal uso que hacemos en esta ocasión tan excelente para darle pruebas de nuestro amor y fidelidad. Él mismo ha permitido que nos encontremos con esta cruz para prepararnos a su fiesta; y en vez de abrazarla amorosamente, sólo queremos sacudirla y librarnos de ella. Y no pudiendo conseguirlo, cometemos mil ofensas que llenan este Corazón divino de dolor y de amargura contra nosotras. ¿De dónde procede esto? De que nos amamos demasiado a nosotras mismas, lo cual nos hace temer la pérdida de la reputación y buena estima, que desearíamos tuvieran las criaturas de nosotras. Esto nos hace buscar nuestra propia justificación, creyéndonos siempre inocentes y culpables a los demás; creemos tener razón y que los demás no la tienen. Creedme, mis queridas Hermanas; las almas humildes están muy lejos de abrigar estos pensamientos, creyéndose siempre más culpables de lo que se las hace aparecer al acusarlas.
¡Oh, Dios mío!, si supiéramos, mis queridas Hermanas, cuánto perdemos por no aprovecharnos de las ocasiones de sufrimiento, andaríamos con más cuidado para no perder ni un solo momento de sufrir. No nos hagamos ilusiones; si no aprovechamos mejor las penas, humillaciones y contradicciones, perdemos la amistad del Sagrado Corazón de Jesucristo. Él quiere que amemos y consideremos como nuestros mejores amigos y bienhechores a los que nos hacen sufrir o nos proporcionan ocasión para ello. Tengamos, pues, gran pesar de haber dado este disgusto al Sagrado Corazón de Jesucristo, contrariando los designios que tiene sobre nosotras.
Para pedirle perdón, haréis todas juntas el martes próximo el ejercicio de la disciplina durante un Ave Maris Stella, y continuaréis haciéndolo hasta la fiesta del Sagrado Corazón por turno, una cada día. Además llevaréis el cinturón tres horas cada una, para honrar los extremos dolores que padeció Jesús en la Cruz, y todos los días una de vosotras rezará el Miserere, postrada ante su Crucifijo, y oirá una Misa; todo ello para pedir a Dios misericordia por los méritos del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo. Además, os abstendréis de hablar de…, no haciendo comentarios entre vosotras. Volveréis a tomar las primeras prácticas, y la que más amor tenga será la que más haga. No comentaréis ninguna falta deliberada. Y entre todas diréis nueve veces el Oficio de Difuntos por las almas del Purgatorio, a fin de que nos obtengan la gracia de volver a la amistad del Sagrado Corazón y de poder establecer su devoción en esta Comunidad. Con esta misma intención diréis todos los días el Ave Maria, filia Dei Patris, y tres veces Sanctus Deus, pidiendo al mismo tiempo que reine entre vosotras el espíritu de unión y de caridad.
Pero en nombre del Sagrado Corazón de mi Señor Jesucristo, os pido que no haya más reflexiones y excusas del amor propio. Guardemos cuidadosamente silencio, sobre todo en las ocasiones de mortificación. Seamos caritativas y humildes en nuestros pensamientos y palabras; y me parece queque, sois fieles en todo esto, el adorable Corazón de Jesús será más liberal que nunca en concederos sus gracias, y os amará muy tiernamente.
Pero en cambio, si faltáis a esto, yo misma le rogaré que os castigue; y no tendréis ya parte alguna en mi corazón, que no os puede amar sino en cuanto le es dado conocer que sois amadas del Corazón de Jesucristo. En Él espero amaros eternamente como a sus queridas hijas. Si no os amase yo tanto como os amo, no sería tan grande el dolor que siento por vuestras faltas, que tan sensiblemente hieren al Sagrado Corazón; y esto me desconsuela, pues de tal modo me intereso por vuestra perfección, que, fuera del pecado, no hay nada que no quisiera hacer y sufrir para haceros progresar en el santo amor.
A Dios, sí, todo a Dios, hijas mías; llevad la cruz alegre y animosamente, pues de otro modo tendréis que dar rigurosa cuenta.
CARTA XLIX
SEGUNDO BILLETE A LA H. MARÍA MAGDALENA DE ESCURES26
La felicita alborozada por los obsequios tributados al Divino Corazón. Éste es como un segundo Mediador entre Dios y los hombres.—San Francisco de Sales desea se introduzca este culto en su Instituto.
¡Viva † Jesús!
21 de junio de 1686
Por obedecer al adorable Corazón de Jesucristo, os digo, mi querida Hermana, que sois feliz por haber sido escogida para prestar este servicio al Corazón de Nuestro buen Maestro, por el ánimo que habéis tenido en ser la primera que ha querido hacerle amar, honrar y dar a conocer en un lugar que parecía casi inaccesible para Él; pues desea que sus criaturas le den su amor y le tributen sus homenajes con libre, amorosa y franca voluntad, sin violencia y sin disimulación. Y me parece que el gran deseo que tiene Nuestro Señor de que su Sagrado Corazón sea honrado con particulares homenajes, es con el fin de renovar en las almas los efectos de su Redención, haciendo que su Sagrado Corazón sea como un segundo mediador entre Dios y los hombres27. Porque los pecados se han multiplicado de tal modo, que es necesaria toda la extensión de su poder para alcanzarles misericordia y las gracias de salvación y santificación, que desea derramar sobre ellos con abundancia, y más particularmente sobre nuestro Instituto, que tanto necesita de este auxilio.
Creo que es éste uno de los medios más eficaces para levantarle de sus caídas y servirle de fortaleza inexpugnable contra los asaltos que el enemigo le da continuamente para derribarle por medio de un espíritu extraño de orgullo y de ambición que quiere introducir en lugar del espíritu de humildad y sencillez que es el fundamento de todo este edificio. Y os confieso que me parece que nuestro mismo Santo Fundador desea y solicita que se introduzca esta devoción en el Instituto, porque conoce los efectos que produce. Os digo estas palabritas como a mi querida amiga en ese Corazón adorable.
CARTA L
A LA M. GREYFIÉ, SEMUR
Gozo de la Santa por los triunfos del amante Corazón.—Algunos «oficios» del mismo.—La «Comunidad muy amada de su Corazón». ¿Cómo reparar las menguas de su Instituto?
¡Viva † Jesús!
[Fin de junio o principios de julio de 1686]
Mi respetable y amadísima Madre:
Ya moriré contenta, puesto que el Sagrado Corazón de mi Salvador comienza a ser conocido, y me parece que por su misericordia estoy yo casi del todo extinguida y anonadada en cuanto a la estima y reputación de parte de las criaturas. Esto me consuela más que cuanto pudiera decir. Os recuerdo lo que sobre esto me habéis prometido, que es impedir cuanto podáis que se haga mención de mí después de mi muerte, si no es para pedir oraciones por la más necesitada y la peor de todas las religiosas del Instituto y de la Comunidad en que tengo el honor de vivir, donde de mil modos se ejercita la continua tolerancia y caridad para conmigo. Jamás perderé la memoria de ello ante el Sagrado Corazón de Jesús, como tampoco de lo que os debo a vos.
N … os saluda y me encarga que os asegure su más sincera amistad. Estaba apenada por no poder ser útil en nada al Sagrado Corazón, pero Él le ha dado un oficio, haciéndola su medianera para pedir al Padre Eterno que dé a conocer a este Sagrado Corazón; al Espíritu Santo, que le haga amar, y a la Santísima Virgen, que emplee su crédito para que haga sentir los efectos de su poder a todos los que se dirijan a Él. Desea que en vuestra Casa haya una que le preste el mismo servicio; pero quiere que sea sacada por suerte, y dice que será dichosa aquella sobre quien recaiga, porque también Él será su mediador. Podréis cambiarlas todos los años.
Pide también una reparadora, es decir, una que pida muy humildemente perdón a Dios de todas las injurias que se le hacen en el Santísimo Sacramento del Altar. Puede ésta abrigar la humilde confianza de que obtendrá para sí gracia y perdón; la cambiaréis como a la precedente.
En cuanto a vos, tendréis por oficio ofrecer a este amable Corazón todo el bien que se haga en su honor, conforme a sus designios. Quiere asimismo que os diga que vuestra Comunidad se ha granjeado de tal modo su amistad por haberle tributado estos primeros cultos, que se ha hecho objeto de sus complacencias; y al rogar por ella no quiere que la nombre sino llamándola «la Comunidad muy amada de su Corazón». Éste se complace tanto en los honores que de ella recibe, que esto le hace olvidar todas las amarguras que le llegan de otros sitios.
No puedo dejar de deciros también una palabra del día de la fiesta de nuestro Santo Fundador: y es que me dio a conocer que no había medio más eficaz para reparar las menguas de su Instituto, que el de introducir en él la devoción del Sagrado Corazón, y que deseaba se emplease este remedio.