Vida y obras de Santa Margarita Mª de Alacoque(XXVII)

CARTA LXVIII
A SU HERMANO, EL ALCALDE

Le felicita efusivamente por su ferviente devoción al Corazón del Salvador.—Le exhorta vivamente a realizar su hermoso proyecto.—«La felicidad de poderme consumir sufriendo por su amor».

 

¡Viva Jesús!

[Hacia el mes de abril de 1687]

 

No podíais ganar mi voluntad más dulcemente, mi querido hermano, que como lo hacéis, dándome tan agradables noticias de los buenos afectos que el Sagrado Corazón conserva en el vuestro. Temía que os hubiese enfriado algo en esa devoción, lo cual me hubiera sido sumamente doloroso; no me atrevía ya a hablaros de ella, porque las devociones nunca son sólidas si no provienen del impulso de la gracia, y no dudo de que la vuestra, que produce tan santos resultados, tenga tan hermosa procedencia. Y hasta me parece que habréis sentido algún deseo de que la cosa fuese como me la proponéis.

Pero como no creía que vuestro amor hacia este Corazón adorable se extendiese hasta querer hacer un gasto como el que me indicáis35, no me atrevía a manifestaros nada sobre ello, y me resolví a acudir adonde os dije que había pensado hacerlo, imaginando que, siendo mayor el número de personas, podría suplirse lo uno con lo otro. Mas ahora vemos claramente que lo que hay que hacer es poner en práctica lo que me habéis propuesto, sin volver atrás de lo dicho; en ello recibo uno de los mayores consuelos que pudiera recibir en esta vida mortal. Porque nada en ella me puede alegrar sino ver que se ama, se honra y se glorifica al Divino Corazón de mi Señor Jesucristo, y la felicidad de poderme consumir sufriendo por su amor. ¡Oh, mi querido hermano, cuán dichoso seréis si se os concede una gracia tan grande como es la de poder llevar a cabo vuestra empresa!

Permaneced, pues, firme en la ejecución de los deseos que Él os comunica, para que no quede defraudado en los designios que tiene de haceros santo. Para ello no han de faltaros sus gracias; pero espera de vos y de mí una fiel correspondencia, a cambio del grande amor que tiene hacia nosotros. Ahora no puedo explicaros lo que siento en este asunto. Espero que mi hermano el sacerdote no rehusará contribuir en cuanto esté a su alcance a un proyecto tan de la gloria del Divino Corazón, como es el vuestro, y que atraerá sobre vos y vuestras familias muchas gracias.

 

CARTA LXIX
A LA M. LUISA ENRIQUETA DE SOUDEILLES, MOULINS36

Otra vez el apostolado de los libros.—Grande alegría por ver amado al amantísimo Corazón.

 

Mi respetable Madre:

¡Viva Jesús!

De nuestro Monasterio de Paray

8 de abril de 1687

Si grande es mi satisfacción al enviaros los libros que deseáis, no es menor mi contento viendo la estima que hacéis de ellos. Y tengo para mí que cuando Vuestra Caridad los haya leído, no disminuirá el concepto que de ellos os habéis formado. Espero que os aprovecharéis mejor que yo, que soy tan infiel a la gracia, que no comprendo cómo la bondad del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo no se cansa de mis ingratitudes.

Confieso, sin embargo, mi buena Madre, que siento muy grande alegría al saber que este Divino Corazón es amado y honrado en vuestra comunidad, a la cual estimo con particular afecto. Por esto me juzgo muy dichosa de que se acuerde de mí ante este Sagrado Corazón y estoy particularmente agradecida a Vuestra Caridad por la promesa de no olvidarme y por el deseo que tiene de que continúe entre nuestros corazones la unión que Él ha establecido. Con todo el mío por completo vuestra en su santo amor.

 

Sor Margarita

De la Visitación de Santa María

 

CARTA LXX
A LA HERMANA F. M. DE LA BARGUE, MOULINS

Valor de las humillaciones.—El Divino Corazón, precioso oratorio.—Utilidad del examen particular.

 

¡Viva Jesús!

De nuestro Monasterio de Paray

8 de abril de 1687

 

Al leer vuestra carta, mi muy querida Hermana, di gracias a Dios por las pruebas tan singulares de su amor con que os favorece, llevándoos por el camino de las humillaciones. Seguid ese camino sin temor alguno, del mismo modo que os lo da a conocer, que así creo yo que hacéis lo que Él desea para establecer su reinado en vuestro corazón. A mi entender quiere echar de Él las criaturas todas y tras ellas a vos misma. Alegraos, por tanto, cuando de ellas recibáis algún olvido o desprecio, y recordad entonces que lo permite Dios para que las arrojéis de vuestro corazón. No debéis consentir que éste se derrame exteriormente, antes arrancad de él todo afecto a las cosas exteriores, para que se dedique por completo a amar a su Dios que en él reside.

Entiendo que serán muy grandes las gracias que os concederá si tenéis valor para seguir con entero olvido de vos misma, abandono a su Providencia y mucha pureza de intención, uniéndoos constantemente a la del Sagrado Corazón de Nuestro Señor, amando con su amor y queriendo con su voluntad.

En fin, escogedle por vuestro oratorio más sagrado donde haréis vuestras oraciones y meditaciones, a fin de que sean agradables a Dios. Me parece también que uno de los mejores medios para nuestro adelantamiento en la perfección, es el examen particular sobre el defecto con el que nos hemos propuesto acabar, o sobre la virtud contraria que deseamos adquirir; y apuntar nuestras faltas en un cuadernito, para imponernos al fin de cada día alguna penitencia por ellas.

Os pido perdón, mi queridísima Hermana, de la libertad que me tomo en deciros tan sencillamente mi parecer como vuestra humildad os lo hace desear. Sé que hacéis aún más que todo esto, pero creo que Dios quiere que adelantéis más y más en los caminos de su puro amor, siguiendo los deseos que de Él os da. Contentaos con las ocasiones que Él os ofrezca, ya sea de humillaciones o contradicciones; pero no las busquéis, antes aprovechaos de ellas en silencio. Tal es el deseo de vuestra indigna Hermana.

 

Margarita María

 

CARTA LXXI
A LA M. DE SAUMAISE, DIJON

Los libros, arma preciosa para trabajar por el Reinado.—«Fortaleza y asilo seguro».—

«Si no hubiese instituido este sacramento de amor, lo instituiría ahora».—¿Qué era para la Santa una «pena intolerable»?

¡Viva Jesús!

[Principios de abril de 1687]

¿Qué diremos, mi querida Madre, de nuestro tan amable Jesús? Jamás hasta ahora había yo descubierto en Él tanta bondad llena de misericordia, ni experimentado en mí tan poca capacidad para darla a conocer, ni manifestar la alegría; que he tenido al ver esos queridos libros37 que espero han de contribuir mucho al aumento de su reino. Os felicito por el buen suceso de las cosas que emprendéis por su gloria. Por ahí podéis conocer cuánto se complace en ellas y el deseo que tiene de que continuéis trabajando, hasta acabarla, en obra tan excelente.

No os canséis, pues, porque me parece que por este medio quiere apartar muchas almas del camino de la eterna perdición, pues este Divino Corazón es fortaleza y asilo seguro para los que se quieren refugiar en él para escapar de la justicia del Señor, cuya justa indignación acabaría con los pecadores y con los pecados. Éstos son en tan extraordinario número al presente, que llegan a irritar la divina cólera de este Sagrado Corazón, que es un abismo de bienes, en el que debemos anegarnos para no volver a tener gusto de las cosas de la tierra.

No puedo dejar de contaros, mi querida Madre, la gracia que he recibido el día de Viernes Santo (28 de marzo de 1687), en el cual, sintiendo un ardiente deseo de recibir a Nuestro Señor, le dije con muchas lágrimas estas palabras: «¡Amable Jesús, quiero consumirme deseándoos, y no pudiendo poseeros en este día, no dejaré de desearos!» Vino a consolarme con su dulce presencia diciéndome: Hija mía, tu deseo ha penetrado tan dentro de mi Corazón, que si no hubiese instituido este Sacramento de amor, lo instituiría ahora para hacerme tu alimento. Me agrada tanto el que deseen recibirme, que todas las veces que el corazón forma este deseo, otras tantas le miro amorosamente para atraerle a mí. Y tan vivamente se imprimió en mí esta visión, que sufría gran pena viendo a mi Jesús tan poco deseado en este augusto Sacramento; sobre todo cuando hablaban de él con frialdad e indiferencia, era para mí una pena intolerable.

En una ocasión me dijo con voz llena de autoridad: Te tornaré tan pobre, tan vil y abyecta a tus ojos, y te destruiré de tal modo en el pensamiento de tu corazón, que podré edificarme yo sobre esa nada. Estas palabras me impresionaron de tal manera, que no podía pensar en ellas sin horror. [No podía comprender cómo me sufrían; tan destituida de todo me veía. Tenía tan gran temor de que los dones de Dios me hiciesen estimar de las criaturas, que alaban con frecuencia lo que es digno de censura, que hubiera preferido ser privada de ellos; y temería menos todos los furores del infierno que las lenguas venenosas armadas de alabanzas, que arrojan en el alma un veneno secreto y la matan imperceptiblemente, si Dios, por su bondad, no le aplica el divino epitema de la humillación]. Pedid por mí os lo ruego, y creed que soy toda vuestra.

Sor Margarita María

 

CARTA LXXII
A SU HERMANO, PÁRROCO DE BOIS-SAINTE-MARIE

Humilde sentir de sí misma.—El trabajar por las almas os ayudará a salvar la vuestra.— Preciosos consejos espirituales.

¡Viva Jesús!

14 de abril de 1687

No quiero, mi queridísimo Hermano, perder esta ocasión segura, puesto que vos lo deseáis, y a mí me produce gran placer poder daros alguna satisfacción. Me decíais que apoyáis vuestra salvación en esta débil caña. ¡Ay!, ¡cuánto me afligiría si esto fuese así, por el peligro a que os exponíais de perderos!; porque tengo para mí que nadie tiene más motivo de temer por la suya que yo, que tan mala e infiel soy para mi Dios. Es menester que trabajemos en eso los dos sin descanso, puesto que, como sabéis, la corona de gloria sólo se da al vencedor que persevera hasta el fin. Pido al Divino Maestro que los dos seamos de ese número.

Nada me indicáis sobre la fundación de que mi hermano me había hablado. No os podéis figurar el contento que me dais con el celo que tenéis por la gloria del Sagrado Corazón de nuestro Divino Salvador. Me parece que es este uno de los medios más cortos para alcanzar nuestra santificación. La vuestra la deseo, no lo dudéis, como la mía propia. Pero ¡ay de mí, mi querido hermano!, tenemos que violentarnos para llegar a la perfección que Dios pide de nosotros, que no es pequeña, puesto que quiere hacer de vos un santo.

Sí, quiere hacer de vos un santo, si vos queréis corresponder a sus designios según las luces que os dé sobre el particular; y espero que no ha de negaros las gracias necesarias para esto. Y no creáis que trabajar en la salvación de las almas que ha confiado a vuestro cuidado sea impedimento para la vuestra; al contrario, por este medio obligaréis a su bondad a daros mayores gracias para obrarla con menos peligros. Vigilad, pues, cuidadosamente por vuestro pequeño rebaño, y sed para él un padre cariñoso, que provea a todas sus necesidades espirituales; y sobre todo, haced que vuestra vida sea ejemplar de virtud y de edificación, y el Señor os colmará de sus bendiciones. No seáis interesado, ni os apeguéis a las cosas de la tierra; antes por el contrario, tened el corazón tan desembarazado de ellas cuanto os sea posible. Nada de respetos humanos cuando se trata de la gloria de Dios. Sed manso y paciente con todos, a fin de dar confianza a cada uno, y sobre todo a los pobres que se dirigen a vos en sus necesidades. Tened a todo el mundo por amigo y a nadie por enemigo, tanto cuanto fuere posible según el espíritu de Dios.

Pero sobre todo, mi querido hermano, conservad vuestra alma limpia de todo pecado, huyendo de las conversaciones peligrosas. Perdonad la libertad que me tomo de hablaros así; creo que estáis persuadido de que esto sólo procede de un corazón que os ama tiernamente en el de Nuestro Señor, que me hace sentir tanta alegría por vuestro progreso en su santo amor, como de mi propio aprovechamiento. Y mi consuelo será completo cuando sepa que no os olvidáis de nada que pueda contribuir a vuestro adelantamiento en la perfección. Esto es lo que deseo, etc.

 

CARTA LXXIII

A LA M. LUISA ENRIQUETA DE SOUDEILLES, MOULINS

¿Cuál es su mayor alegría?—Envío de los libros del P. de La Colombière.

¡Viva Jesús!

Mi respetable Madre:

De nuestro Monasterio de Paray

1 de mayo de 1687

No podríais proporcionarme mayor alegría que dándome noticias del acrecentamiento de la devoción del Sagrado Corazón de Jesucristo; y me parece que no será inútil para ese buen señor, ni para ninguno de cuantos se acojan a ella con confianza. Suplicaré con todo mi corazón a nuestro adorable Jesús que los llene de sus gracias y de su amor.

Os enviamos los cinco tomos del R. P. de La Colombière, y cuando tengamos los de sus Retiros, os los enviaremos también. Entretanto, deseo estéis siempre más y más abrasada en el amor de este amable Corazón, en el cual soy toda vuestra.

Sor Margarita María

De la Visitación de Santa María

Nuestra respetable Madre os saluda con respeto, así como nuestra querida H. Cordier.