Vida y obras de Santa Margarita Mª de Alacoque(XXX)

Sagrado Corazón de Jesús

CARTA LXXXIII

A LA M. DE SAUMAISE, DIJON

Transportes de alegría al ver el cuadro pintado para la capilla del jardín.—Vivir anonadada para que Él reine.

 

¡Viva Jesús!

1688

 

Os doy las gracias, mi queridísima Madre, por la estampa que os habéis dignado enviarnos. No puedo explicaros el dulce transporte de alegría que sintió mi corazón a vista de nuestro cuadro; lo encuentro tan hermoso, que no me canso de mirarlo, y de daros mil y mil bendiciones. Pidamos, mi buena Madre, al amable Corazón, que conserve esta devoción y que llene de la unción de su gracia y de su abrasada caridad a todos los que se dirijan a nosotras. Para mí sería indecible placer vivir anonadada para conseguir que Él reine. No os canséis de trabajar en esto, os lo ruego encarecidamente.

 

 

CARTA LXXXIV

A LA H. F. M. DE LA BARGUE, MOULINS

Cómo prepararse para recibir las visitas del Salvador resucitado.—«Lo mejor es abandonarnos en las manos de Dios».

¡Viva Jesús!

 

[Marzo o abril de 1688]

Es muy sensible que se hayan perdido esas cartas, y nuestra muy respetable Madre (María Cristina Melin) ha sentido mucho que se perdiese el paquete que os enviamos por Bourbon; en cuanto a mí, tengo el propósito de escribir lo menos posible. Y como me parece que cuando recibáis ésta se habrá terminado ya este santo tiempo de cuaresma, os suplico que dispongáis vuestro corazón a recibir las visitas de Nuestro Señor durante esos otros cuarenta días. Y para esto es preciso tener todos nuestros sentidos en retiro por medio de un santo recogimiento interior, desterrando todos los pensamientos inútiles y las consideraciones sobre nosotras mismas, que sólo sirven para turbarnos y quitar la paz a nuestra alma, sin la cual jamás podrá ser el santuario del Señor, de cuya mano debemos recibir lo que nos suceda, así los empleos como todo lo demás, sin pedir ni rehusar nada.

En cuanto a mí, tengo que confesaros que no os podéis figurar qué vivamente he sentido mi flaqueza en esta ocasión, con motivo de los cargos, por mi falta de sumisión, que me ha hecho representar muchos papeles, a fin de verme libre del nuestro, aunque en vano. Por esto, lo mejor es abandonarnos en las manos de Dios y olvidarnos enteramente de nosotras mismas, no queriendo ni deseando nada, que así lo hallaremos todo en Dios. ¡Sea Él bendito!

María concepta est sine peccato

 

 

CARTA LXXXV

A LA M. DE SAUMAISE, DIJON

Pesada cruz la correspondencia epistolar.—«La cruz es buena en todo tiempo y en todo lugar».—Otro cuadro del Sagrado Corazón de Jesús para el oratorio del Noviciado.—El único consuelo de la Santa. «Las mayores amarguras son para mí regaladas dulzuras en este adorable Corazón, donde todo se trueca en amor».

¡Viva Jesús!

 

[Hacia fines de abril de 1688]

No hay, pues, medio, mi querida Madre, de que yo pueda dejar de escribir, a pesar de todas mis resistencias, que os declaro son muy grandes en este punto, porque deseo con toda mi alma no omitir cosa que pueda contribuir a extinguirme y borrarme de la memoria de las criaturas, para sepultarme mejor en el olvido y desprecio de ellas, que es lo único que se me debe. Pero, ¡ay de mí!, Dios permite muchas veces todo lo contrario, y lo tengo por castigo merecido por mis pecados. Os confieso que es uno de mis mayores sufrimientos, aunque me hallo muy indiferente a todas las disposiciones de la divina Providencia.

[Mas decidme qué debo hacer, porque el gran número de cartas que me escriben, me quita todo el tiempo y me hace sufrir una especie de martirio rigurosísimo, viendo que he engañado así a las criaturas, aunque sin quererlo. Y me parece que no hay cosa mejor para desengañarlas que callar, dado que me siento tan fuertemente impulsada a hacerlo, que ya no me puedo resistir, sino haciéndome extremada violencia, ya sea en cuanto a ir al locutorio, ya en cuanto a escribir cartas; de tal suerte, que si la obediencia no me obligase en este punto, no haría ni una cosa ni otra, lo cual me consuela.]

Me consuelo pensando que es una cruz y que la cruz es buena en todo tiempo y en todo lugar. Poco importa saber de qué madera está formada; debe bastarnos que nos venga de parte del Sagrado Corazón de Nuestro Señor.

No sé si me engaño, pero me parece que os ha favorecido con ella al presente, así como a vuestra sobrina, que a mi juicio es un alma escogida. No dejo de rogar por ella, a fin de que, si no es la voluntad del Señor librarla de sus penas, le dé al menos perfecta conformidad con su santísima voluntad. Creo que quiere servirse de estos medios para purificarla y santificarla, con tal de que haga buen uso de ellos. Os tengo por muy dichosa, mi querida Madre, porque en esto os da señaladas pruebas de su amor.

Debo deciros que tenemos ya otro cuadro del Sagrado Corazón, que encargó una de nuestras Hermanas. En la parte baja está la Santísima Virgen de un lado, y San José del otro, y en el centro un alma suplicante. Es tal cual yo lo deseaba para esta capillita, que se ha erigido en honor de este Divino Corazón41. Nuestra querida H. des Escures es quien cuida de ella. Os saluda y conserva siempre mucha amistad y estima para vos.

[Tuve la dicha de pasar la noche del Jueves Santo en presencia del Santísimo Sacramento, donde no me olvidé de vos, ni tampoco de rogar por las intenciones por las cuales deseáis que pida. Os aseguro que aunque fuese yo tan ingrata que os olvidase, os quiere demasiado el amable Corazón de mi soberano Dueño, para que me dejase hacerlo. A veces me quita el poder escribir como desearía, de suerte que cuando cojo la pluma me quedo sin inteligencia para poder hacerlo; así la dejo y me abandono a Él.]

Tampoco me olvido yo de vos en la presencia del Señor, el cual me hace la vida tan amarga, que no hay en ella ningún consuelo para mí, salvo el de ver reinar al Corazón de mi adorable Salvador. Él me favorece con sufrimientos extraordinarios cuando esta devoción toma algún incremento. Pero no hay nada que no quisiera hacer y sufrir para esto; las mayores amarguras son para mí regaladas dulzuras en este adorable Corazón, donde todo se convierte en amor.

Mi mayor pena es pensar que le sirvo de obstáculo, y eso me hace desear la muerte muchas veces. Y hasta me parece que con mis infidelidades atraigo todas las calamidades que suceden, y lo que más me hace sufrir es no poder vengar en mí misma las injurias que se hacen a mi divino Salvador en el Santísimo Sacramento del altar. Ya veis, mi querida Madre, cuánto necesito del socorro de vuestras santas oraciones, para que me ayuden a caminar hasta el fin en el cumplimiento de la voluntad de mi Dios.

[Adiós, mi toda amable Madre; toda vuestra en el amor del Sagrado Corazón.]

 

CARTA LXXXVI

A LA M. DE SOUDEILLES, MOULINS

Delicados sentimientos de espiritual amistad, envueltos en un bajísimo concepto de sí misma.—Le agradece un regalito.

 

¡Viva Jesús!

[Abril o mayo de 1688]

 

Sois demasiado buena, mi respetable Madre, con una persona tan indigna de que os acordéis de ella; eso no obstante, os suplico que no os olvidéis de mí en la presencia de nuestro divino Maestro. Él es el único que puede conocer el deseo que tengo de daros verdaderas pruebas de la sincera dilección que Él mismo me da hacia Vuestra Caridad. Mucho más obligada os quedaría si me hicierais el favor de abandonar esos sentimientos de estima que Vuestra Caridad ha concebido tan injustamente de una miserable como yo, que sólo sirve para atraer la cólera de Dios y detener el curso de su misericordia.

Pero no me atrevo a detenerme en este abismo de mis miserias, por temor de hundirme en ellas y no poder salir. Mas estad persuadida, mi muy querida Madre, que aun siendo tal cual soy, no os olvidaré en mis pobres oraciones, sino que en ella siempre tendréis la mejor parte, porque vuestros merecimientos no se borrarán jamás de mi memoria ante el Señor.

He tenido el honor de ver al dignísimo señor que Vuestra Caridad nos indicaba en la suya durante un corto espacio de tiempo; lo cual, sin embargo, no fue obstáculo para que quedase íntimamente persuadida de su virtud y gran mérito. Además, venía de parte vuestra, y esto era suficiente para que se ganase mi consideración. No volváis, pues, a hacerme esa injuria de creer que os olvido.

Ya no me queda tiempo más que para daros las gracias por las tijeras que Vuestra Caridad nos ha enviado; ruego al Señor que sea Él vuestra recompensa, porque todo lo que se nos da lo recibo como limosna y como venido de su mano. Pido a la divina Bondad que os llene de sus más preciosas gracias y que os consuma en los ardores de su Sagrado Corazón, en el cual soy vuestra más que de nadie, con profundo respeto.

 

 

 

CARTA LXXXVII

A LA M. DE SAUMAISE, DIJON

Tesoros de amor y de gracias para los apóstoles.—«Doce estrellas brillantes alrededor del amante Corazón».—«Bastante recompensadas con darle gusto».—¿Por qué quiere ser conocido y amado el Corazón del Salvador?—Los billetes para los enfermos.—La gran promesa 12ª de las generales.—¿Por qué sufría una religiosa en el Purgatorio?—«Le he escogido por mi Director; no me perdona nada».—No cejar nunca en la grandiosa empresa de dilatar su reinado de amor.

¡Viva Jesús!

 

[Mayo] 1688

Mi queridísima Madre: Si el Corazón de nuestro buen Maestro me hace encontrar consuelo en recibir vuestras cartas y en enviaros las mías, así también me quita la libertad de hacerlo tanto como desearía; y esto me obliga a aprovecharme de este momento libre para hablaros con el corazón en la mano, manifestándoos lo que pienso acerca de la devoción al Sagrado Corazón, conforme al deseo que me demostráis, aunque la cosa me parece bastante difícil, porque no obstante lo miserable y perversa que soy, me siento como abismada en este Divino Corazón. Si no me engaño, estoy como en un abismo sin fondo, donde me descubre tesoros de amor y de gracias para las personas que se consagren y dediquen a rendirle y procurarle todo el honor, el amor y la gloria de que sean capaces.

[Pero son tesoros tan grandes, que me es imposible explicarme de otro modo más que diciéndoos que sois felices vos y toda vuestra santa Comunidad, pues me parece que tendréis buena parte en ello, sobre todo vuestro confesor, vuestra muy respetable Madre y Vuestra Caridad.]

Al recibir la sagrada Comunión quise cumplir con el encargo que me habíais dado de ofreceros a los tres a este amable Corazón. Me parece haber oído estas palabras de un modo muy claro: Si, los recibo para siempre en la unidad de mi amor. Lo que imprimió en mi alma afectos tan llenos de suavidad, que quedó como transportada de alegría al saber que estabais en el número de sus amados predilectos.

En otra ocasión, tratando familiarmente con su indigna esclava, le mostró y le dio a entender que se formaría una corona con doce almas de las que más amaba y de las que le hubiesen procurado más gloria sobre la tierra; que las pondría como doce estrellas brillantes alrededor de su Sagrado Corazón. Me parece que erais de este número; pero no os contaré esto por menudo, porque en cuanto noto que tengo alguna parte en lo que digo, caigo en un abismo de confusión donde sufro una especie de martirio [tan doloroso, que con frecuencia no tengo valor para proseguir]. Pero ¡ay, Dios mío!, mi querida Madre, ¿qué os diré sino que no os canséis, puesto que Él recibe con agrado vuestros servicios? Ya quedamos bastante recompensadas con darle gusto.

Me parece que en vuestra Comunidad está como en el lugar de sus delicias, a fin de derramar en ella abundantemente las profusiones de su amor, por medio de gracias santificantes y saludables. Así también, lo que le hace desear ser conocido, amado y glorificado de sus criaturas, es el ardiente deseo que tiene de comunicar esas gracias a las almas y a los corazones bien dispuestos, en los cuales quiere establecer su imperio como manantial que es de todo bien, para proveer a sus necesidades.

Por lo cual quiere que todos se dirijan a Él con gran confianza.

Uno de los medios más eficaces para obtener lo que pedimos, es hacerlo los viernes por medio del Santo Sacrificio de la Misa, encargando que digan tres o cinco en honor de las cinco llagas de Nuestro Señor. Varias personas que se hallaban en el último extremo han sido curadas de un modo milagroso; mi hermano el sacerdote es una de ellas. Se dan a los enfermos cinco billetes para que se los traguen por las mañanas, en los cuales se escribe de un lado: ¡El Sagrado Corazón de Jesús os cure!, y por el otro: ¡Alabada sea para siempre la purísima e inmaculada Concepción de María, Madre de Dios! Todo ello en abreviatura, si se quiere.

Un viernes, en la Sagrada Comunión, dijo estas palabras a su indigna esclava, si no se engaña: Te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos los que comulguen Nueve Primeros Viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final; no morirán en mi desgracia y sin haber recibido los Sacramentos; mi Divino Corazón será su asilo seguro en el último momento.

 

 

[Con razón, mi querida Madre, deseáis estar unida con las almas santas que honran a este Divino Corazón, que son muchas. Debo especificaros entre ellas a cierto religioso, que me parece está a más de doscientas leguas de aquí, el cual, sin haberme visto nunca, ejercita la gran caridad conmigo de decir por mi intención la Santa Misa todos los primeros viernes de mes durante mi vida, después de haberla dicho todos los sábados durante un año, sin que nadie le impulsara a hacerme esta práctica de caridad, sino el Sagrado Corazón de Jesús. Porque me dice que celebrando la Santa Misa se sintió tan fuertemente impulsado a concederme este beneficio, que no pudo resistir, y esto fue en un tiempo que tenía yo gran necesidad, pues jamás me había visto reducida a semejante estado de sufrimiento. Y la obra de caridad que hizo le fue devuelta por parte del Divino Corazón, al cual he entregado todo el bien que se me hace y Él mismo cuida de recompensarlo; lo que ha hecho tan liberalmente, según confesión del mismo Padre, que nunca había recibido tan grandes favores.]

Ha permitido, además, a su indigna esclava para que ella se dedique únicamente a amarle, que rogará Él mismo a su Padre por las personas que se encomiendan a sus oraciones. ¿Cómo podría contaros, mi querida Madre, las misericordias de este amable Corazón? Nunca fueron mayores ni más excesivas para mí, a pesar de mis ingratitudes. Me considero únicamente como un obstáculo al acrecentamiento de su gloria y a la difusión de sus gracias en las almas, a causa de la vida floja que llevo, que con frecuencia me hace objeto de su justa cólera.

Os pido algún socorro para nuestra pobre Hermana N, por la cual he ofrecido a Nuestro Señor, desde el principio de este año, todo cuanto pueda hacer y sufrir, no dejándome en paz hasta que le prometí hacer penitencia por ella. Me dijo que sufría mucho, particularmente por tres cosas. La primera, por la excesiva ternura y cuidado que había tenido de su cuerpo. La segunda, por los chismes y faltas de caridad. La tercera, por ciertas pequeñas ambiciones.

Os pido, pues, para ella, algún acto de caridad y el secreto; porque os confieso que no recuerdo haber pasado un año semejante en cuanto al sufrimiento; porque me parece que todo sirve de instrumento a la divina justicia para atormentarme, y nada me hace sufrir tanto como su santidad de justicia. Es un tormento interior que no halla remedio más que en las cruces, dolores, penas y humillaciones de todas clases, bajo cuyo peso sucumbiría mil veces si su bondad misericordiosa no me sostuviera por una gracia extraordinaria.

Me he abandonado por completo al Sagrado Corazón de Jesucristo, y le he escogido por mi director y Él ha querido hacerme la caridad de serlo. Os aseguro que no me perdona nada; porque al corregirme me impone y me hace sufrir la pena de mis culpas. No quiere que piense que me causan daño alguno cuando me hacen sufrir, y en este punto me impone un silencio riguroso. No puedo deciros nada más, sino que os suplico que por muchas contradicciones que encontréis al trabajar por el establecimiento del Sagrado Corazón de Jesucristo, no desistáis de vuestra santa empresa, porque todas esas dificultades son señal cierta de que la cosa es de Dios y de que será muy glorificado en ella.

[En fin, mi querida Madre, todo lo que os digo no debe servir para que me crean mejor, porque os hablo solamente de los tesoros y secretos del Sagrado Corazón de nuestro amable Maestro. Lo hago sólo a vos, puesto que Él me lo permite, suplicándoos que me guardéis secreto y queméis esta carta para que viva, muera y quede desconocida, después de mi muerte; porque ésta es una de las más dulces consolaciones que pueden halagar mi espíritu. Pero, ¡ay!, no tengo el gusto de serlo en vida como querría. Cúmplase la voluntad de Dios y nada más.

¡Sea Dios eternamente bendito! Quedo del todo vuestra en el Sagrado Corazón de Jesús.]