Vida y obras de Santa Margarita Mª de Alacoque(XXXX)

CARTA CIII

BILLETE A UNA PERSONA DESCONOCIDA

Seria amonestación para que corresponda a la gracia.

¡Viva Jesús!

Si recordáis que un Profeta fue instruido por una burra, no encontraréis dificultad en creer que Dios se sirve de la más ruin y miserable de todas las pecadoras para deciros que no difiráis el sacrificio que os está pidiendo desde el momento de vuestra elevación. Si no lo hacéis, en la hora de la muerte sentiréis amargo arrepentimiento, pero será inútil. No queráis saber quién os dice estas palabras; mas recibidlas como Dios os lo inspire.

 

CARTA CIV

A LA M. DE SAUMAISE, DIJON

Severa amonestación a dos personas enemistadas.—Violencia que tiene que hacerse la Santa para hablar de sus cosas.—Acerca de «el Librito de Dijon».—«Pausada y suavemente, aunque con energía y diligencia». «Este Divino Corazón es todo dulzura, humildad y paciencia».—Fragmentos de una carta del P. Croisset, S.I.

¡Viva Jesús!

 

21 de agosto de 1689

He hecho, mi queridísima Madre, lo que Vuestra Caridad deseaba de mí, en lo referente a la persona de que me habláis, pero me parece que la dureza de su corazón hacia esa otra persona, tornará de tal modo insensible para ella al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, que no solamente lo negará las gracias que había determinado concederle para unirla a Sí y perfeccionarla, sino que le quitará también las más eficaces para su eterna salvación y la abandonará a sí misma. Para impedir este mal es preciso que se haga toda la violencia que pueda para reconciliarse con esa otra persona, la cual debe también violentarse por su parte para contribuir cuanto le sea posible a esta unión tan necesaria para la santificación de una y otra. Es preciso para esto que ambas se venzan y entonces el Divino Corazón les dará con su gracia el auxilio necesario; pero no conseguirán nada sin trabajo. Esto es lo único que puedo deciros sobre este asunto, por el cual seguiré aplicando mis indignas oraciones.

Os confieso, mi querida Madre, que vuestro silencio acerca de las dos largas cartas que tuve el honor de escribiros me apena un poco, pues no sé a qué atribuirlo, sino tal vez a que os haya expuesto demasiado libre y sencillamente lo que pensaba, y que quizá debí encubrir bajo un humilde silencio. Si creéis que debo hacerlo así, no tenéis más que indicármelo y os aseguro que en esto contentaré en extremo mi inclinación a no hablar nunca de esas cosas, prefiriendo tenerlas sepultadas en el secreto del Sagrado Corazón de mi Divino Maestro, el cual es testigo de la violencia que tengo que hacerme para hablar de ello. Y aun no podría resolverme a hacerlo si no me diese a conocer que va en ello el interés de su gloria, por la cual sacrificaría con gusto millones de vidas si las tuviese, por el gran deseo que siento de darle a conocer y hacer que sea amado y glorificado.

Pero quizá no hayáis recibido mis cartas, lo que me afligiría todavía más, porque os confieso que me mortificaría mucho que cayesen en otras manos que en las vuestras, y por este medio fueran vistas de otras personas fuera de Vuestra Caridad. Porque la seguridad que siempre me disteis de que nadie las vería me hace hablaros con el corazón en la mano. En fin, os ruego que me digáis si las habéis recibido, a no ser que mi Soberano Maestro os inspire que me dejéis sufrir esta pena por su amor, a lo que me someteré gustosa, puesto que sólo quiero y deseo el cumplimiento de su santísima voluntad.

Permitidme, mi querida Madre, que os ofrezca un librito de la devoción al Sagrado Corazón (el Librito de Dijon compuesto por la H. Joly). Casi en el momento en que nos lo regalaron tuve intención de desprenderme de él en favor vuestro, con la esperanza de que los intereses del Sagrado Corazón de nuestro Divino Maestro harán que en él halléis consuelo. Nos lo ha enviado un gran siervo de su Divina Majestad que ha tomado muy a pecho la gloria y los intereses del Corazón de nuestro soberano Maestro, al cual desea sacrificar todos los suyos; mas por ahora no quiere ser conocido ni que se sepa su nombre. Y para vuestro consuelo, que me es tan querido como el mío, os envío la copia de una parte de su  carta que, como a mí, os moverá a dar continuas acciones de gracias a la soberana Bondad. Como ya nos lo indicaron, han fijado el precio de los libros en siete sueldos; y habiéndose distribuido toda la primera edición en menos de nada, están ya con la segunda y no creo será la última.

Pero es necesario que se haga todo pausada y suavemente, aunque con energía y diligencia, conforme nos vaya proporcionando medios adecuados. Porque, en fin, mi querida Madre, es preciso proseguir la obra de Dios, sin desistir, sin cansarnos, sean los que quieran los obstáculos y contradicciones, porque Él es harto fuerte y poderoso para vencerlos y confundir a sus enemigos. Este Divino Corazón es todo dulzura, humildad y paciencia; por eso hay que esperar; Él hará cada cosa a su tiempo. Decidnos vuestro parecer sobre los libritos. Persuadíos, mi querida Madre, de que nada aumenta tanto el afecto de gratitud que debo a todas vuestras bondades, como el ardiente celo que tenéis por dar a conocer y hacer que sea amado y honrado el Divino Corazón de nuestro buen Maestro; confío que Él será vuestra recompensa. En su amor soy toda vuestra,

Sor Margarita María

De la Visitación de Santa María.

CARTA CV

A LA M. DE SAUMAISE, DIJON

Le participa, henchida de gozo, los obsequios hechos por sus dos hermanos carnales al amante Corazón.—«No os podéis imaginar el cambio que ha obrado el Sagrado Corazón en esa familia». 

Mi queridísima Madre:

¡Viva Jesús!

[Después del 12 de agosto de 1689]

La lectura de la vuestra del 19 de julio me ha causado inexplicables transportes de gozo, viendo que no dejáis de practicar cosa alguna que pueda contentar al Divino Corazón en los deseos que os manifiesta, y aun en las cosas para las cuales ya no veis, al indicároslas, modo alguno como pudiesen llevarse a efecto.

Sí, mi queridísima Madre; mi hermano el seglar es quien ha mandado edificar la Capilla de que os he hablado en Bois-Sainte-Marie; y ha encargado un cuadro como el nuestro para colocarlo en ella. Y mi hermano el sacerdote va a fundar en ella una Misa perpetua todos los viernes del año, y cantada solemnemente los primeros viernes de cada mes. Os digo esto en respuesta a la pregunta que me habéis hecho y para que bendigáis al Sagrado Corazón que les ha inspirado lo hagan. Pues yo no les había hablado de ello, no obstante el deseo que tenía de hacerlo, prefiriendo que saliese de ellos mismos. Y no os podéis imaginar el cambio que ha obrado el Divino Corazón en esa familia; me ha asegurado que estarían todos dispuestos a dar hasta la última gota de su sangre por defender y acrecentar esta devoción.

Soy toda vuestra en el Sagrado Corazón.

 

CARTA CVI

A LA H. FELICIA MAGDALENA DE LA BARGUE, MOULINS

Hay que proseguir hasta el fin, sin cansarnos ni desalentarnos.—«Me compadezco de mí y me causo horror a mí misma».—«Busquemos, a este único y puro amor de nuestras almas en el de nuestra propia abyección».—Manjares deliciosos al paladar del Salvador.—«Manantial inagotable, del cual cuanto más se saca, más hay por sacar». Jubilosas noticias acerca del apostolado del P. Croisset con los libros. «El Divino Corazón reinará a pesar de Satanás».

¡Viva Jesús!

De nuestro Monasterio de Paray

21 de agosto de 1689

Si mi carta os ha proporcionado mucho trabajo, la vuestra, mi amadísima Hermana, me ha proporcionado a mí gran consuelo, y me ha dado motivo de bendecir al soberano Maestro que os ha hecho tomar tan buen camino para conseguirlo con su gracia. Espero que no os la ha de rehusar para esto. Tanto más cuanto que la vuestra me ha confirmado en la creencia de que Él mismo es quien os da ese quehacer y no yo, que no valgo para otra cosa más que para echarlo todo a perder. Mas no debemos detenernos ahí, pues la obra no está aún concluida; es necesario proseguirla hasta el fin, sin cansarnos ni desalentarnos por mucha fatiga que nos proporcione este trabajo, puesto que es para gloria de Dios y santificación de vuestra alma. El Sagrado Corazón de nuestro Divino Maestro hace sea siempre muy amada de la mía, asegurándoos sin cumplimiento que os amo sinceramente en el mismo, fuera del cual todo lo demás es nada.

Os quejáis, querida amiga, de que no os hablo bastante confidencialmente. Estáis en esto muy equivocada, pues hasta creía excederme en este punto; y si no lo hago no es por falta de buena voluntad. Pero hablándoos francamente, os diré que en esto no hago lo que quiero, puesto que mi adorable Maestro, por el exceso de su misericordiosa bondad, me tiene anonadada en mi espíritu a vista de una tierra tan enteramente estéril y pobre de todo bien espiritual, que me compadezco de mí y me causo horror a mí misma y no acabo de admirarme, no solamente de que se dignen dar algún crédito a lo que pueda decir una criatura tan perversa, sino de que haya quien de ella se acuerde.

Me causa esto viva pena al tener que contestar por obediencia a lo que nos escriben; muchas veces lo hago sin pensar ni fijarme en lo que digo, que a veces es más de lo que quisiera; y esto produce en mí suma confusión por el temor que tengo de engañar a las criaturas que con frecuencia alaban lo que Dios condena y desecha. Pedid a su bondad infinita que no sea yo de este número, y que me sepulte en un eterno desprecio y olvido de todas las criaturas, pues en eso encuentro gran placer. ¡Pero cúmplase la voluntad de Dios y no la mía!

 

Volviendo a vos, os diré que estáis muy obligada al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo porque os atrae a Sí por un camino tan seguro como es el del humilde abatimiento de vos misma. Perseverad constante en esta senda, carísima Hermana, sin temor ni curiosidad, y no queráis buscar ni saber nada más que lo que fuere conveniente para caminar por ella y aseguraros tan sólidamente en este camino, que jamás os podáis desviar ni abandonarlo. Servíos para esto de los medios que Nuestro Señor os ofrece, aprovechando animosamente todas las ocasiones, porque Dios sólo se complace en las almas abatidas, las cuales viven en Él y en Él lo encuentran todo, cuando no se ocupan de sí mismas.

En fin, busquemos a este único y puro amor de nuestras almas en el de nuestra propia abyección. Es ésta tan preciosa a los ojos de nuestro soberano Maestro, que si los hombres la conociesen no perderían ocasión ninguna de practicarla, por dura que pareciese a la naturaleza, a la cual asusta todo lo que la humilla. Y por tanto, a pesar de sus repugnancias, es necesario regalar con frecuencia al adorable Corazón de Jesús con estos manjares deliciosos a su paladar. Quiero decir, las preciosas humillaciones, desprecios y abyecciones con los que alimenta aquí abajo a sus más fieles amigos.

No hay que buscar las ocasiones, pero sí aprovecharnos bien de las que Él nos ofrece. Sea cual fuere el medio de que para el caso se sirva, es indudable que salen siempre de su amabilísimo Corazón, que nos las envía por el ardiente deseo que tiene de unirnos a Sí por este medio tan seguro y tan rápido. Apliquémonos, pues, a ello seriamente, pero sin turbación ni apresuramiento. Hay que amar a este soberano Bien y olvidarnos de nosotras mismas, y así todo irá bien; pero esto quiere decir mucho.

Y en cuanto a lo demás, decidme: ¿por qué queréis hacerme siempre nuevos beneficios? ¿No sabéis que soy una pobretona que en cambio no os da más que un expresivo gracias? Tened cuidado no vaya a ser que nuestro soberano Maestro os reprenda por haberme enriquecido demasiado, porque me decís siempre que conserve lo que me dais por amor a vos, y así lo hago, pues aún tengo la estampita, y ahora el rosario, que os agradezco de todo corazón. Bien quisiera éste poder de hecho manifestaros la inmensa gratitud que siente por todas vuestras bondades y generosidades, que me confunden. Pero suplico al Sagrado Corazón de nuestro adorable Jesús, que es mi único tesoro, os recompense con la abundancia de su puro amor, que es el manantial inagotable, del cual cuanto más se saca, más hay que sacar. Decidid, mi querida amiga: ¿no sois toda de este Divino Corazón, y no sentís gran consuelo al ver cómo se extiende su reino? ¡Oh!, estoy bien cierta de que sí. Ahora tengo que contaros un hecho que ha servido para su gloria, y os dará motivo para bendecirle.

Y es que di a una persona de Lyon uno de los libros de Dijon. Dicha persona se lo mostró a un Padre joven (el P. Croisset) que, a su vez, se lo enseñó a sus jóvenes discípulos de Lyon, a quienes gustó de tal modo, que sacaron gran número de

 

copias, así de las letanías como de las oraciones, que rezan con mucha devoción. Después aquellos niños se las enseñaron a otros y todos sintieron tanta devoción, que como no daban abasto para sacar copias, se dirigieron a la persona que tenía el libro, rogándola que les diese algún conocimiento de la devoción al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, porque querían hacer imprimir aquellos libros, ofreciéndose a porfía a pagar los gastos. Y un joven artesano tuvo en ello tanto empeño, que no hubo más remedio que condescender con su devoción.

Se dirigió al efecto a uno de los más afamados libreros de Lyon, el cual sintió tan fervoroso afecto a este Divino Corazón, que movido de devoción se ofreció en el acto a hacer los gastos por su cuenta. Esto dio lugar a que se entablara una piadosa contienda entre el joven que quería llevar a cabo aquella empresa y él. Habiendo al fin ganado éste la causa., pidió el libro del Sagrado Corazón y se fue a buscar a uno de sus amigos para que le añadiera alguna cosa, instándole tanto a hacerlo, que éste no pudo resistir; y quien ha hecho esta edición es un religioso muy santo (el mismo P. Croisset). Y de nuevo han hecho imprimir algunos que son muy hermosos y están muy bien encuadernados; y la venta ha sido tan abundante, que habiéndolos impreso por segunda vez después del 19 de junio, ya no queda ninguno y van a imprimirlo por tercera vez. En el amor de ese Divino Corazón soy toda vuestra.

 

Sor Margarita María

De la Visitación de Santa María.

En fin, mi querida amiga, espero que el Divino Corazón reinará a pesar de Satanás y de cuantos se opongan. Os invito a que hagáis en Él vuestro retiro durante este tiempo en que vamos a entrar. Espero veros allí y conversar con vos a mi gusto, porque su amor me une siempre más y más fuertemente a vos; os suplico que presentéis mis humildes respetos a vuestra respetable Hermana Depuesta, a quien estimo y amo siempre muy sinceramente en el Corazón de nuestro buen Maestro.

CARTA CVII

A LA M. DE SAUMAISE, DIJON

La Santa reitera de un modo más explícito lo que había escrito a la misma M. de Saumaise en junio de este mismo año (Carta 100) respecto a los amorosos designios del Divino Corazón con respecto a Francia y a su rey Luis XIV.—Le propone emplear la mediación del confesor del Rey.—Misión de los Padres jesuitas respecto a la preciosísima devoción.—Ella es un mero instrumento del Divino Corazón.—Cómo hemos de trabajar por su gloria.

 

¡Viva Jesús!

28 de agosto de 1689

 

El Padre Eterno, queriendo reparar las amarguras y angustias que el adorable Corazón de su Divino Hijo sintió en las casas de los príncipes de la tierra, en medio de las humillaciones y ultrajes de su Pasión, quiere establecer su imperio en la corte de nuestro gran monarca, de quien desea servirse para la ejecución de este designio, que tendrá lugar del modo siguiente: debe levantar un edificio donde se coloque el cuadro de este Divino Corazón para recibir en él la consagración y homenaje del rey y de toda la corte. Además, este Divino Corazón quiere ser el protector y defensor de su sagrada persona, contra todos sus enemigos visibles e invisibles, de los cuales quiere defenderle, y asegurar su salvación por este medio; por lo cual le ha escogido como a su fiel amigo para que consiga autorización de la Santa Sede apostólica para que se pueda decir la misa en su honor, y obtenga al mismo tiempo los otros privilegios que han de acompañar a esta devoción del Sagrado Corazón.

Por medio de ella quiere concederle a él los tesoros de sus gracias de santificación y de salvación, derramando abundantemente sus bendiciones sobre todas sus empresas, que hará prosperar para gloria suya, dando feliz éxito a sus ejércitos, y victoria contra la malicia de sus enemigos. Dichoso, pues, de él si se aficiona a esta devoción, que le conseguirá un reino eterno de honor y de gloria en este Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo. Él cuidará de elevarle y hacerle grande en el cielo ante Dios su Padre, a medida que este gran monarca se ocupe en reparar ante los hombres los oprobios y abatimientos que el Divino Corazón sufrió; lo cual hará tributándole por sí y procurándole de los otros la honra, amor y gloria que de él espera.

Pero como Dios ha escogido al R. P. de la Chaise para la ejecución de este designio, por el ascendiente que le ha dado sobre el corazón de nuestro gran Rey, ha de ser él quien lleve a cabo la empresa, procurando esta gloria al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo; secundando de este modo el ardiente deseo que tiene de darse a conocer y manifestarse a los hombres, para que le amen y le tributen particular culto y homenaje.

Así, pues, si su bondad inspira a este gran siervo de su divina Majestad que emplee el poder que le ha dado para procurarle el contento que tan ardientemente desea, puede estar seguro de que jamás habrá hecho acción más útil a la gloria de Dios, más provechosa para su alma, ni de la cual reciba mayor recompensa, él y toda su santa Congregación (la Compañía de Jesús). Con esto conseguirá ser honor y gloria de la misma por los grandes tesoros de gracia y bendiciones que este Sagrado Corazón derramará sobre ella.

Porque, si quiso comunicarse primero a las Hijas de la Visitación, a las cuales fue dado manifestarle y darle a conocer por medio del establecimiento de esta misma devoción a ese Corazón amabilísimo, quiere que los reverendos Padres jesuitas manifiesten al mundo el provecho y valor de la misma, cosa que a ellos ha reservado particularmente53.

Por lo cual, si os encontráis con algunos de buena voluntad, procurad que se ocupen en esto, pues por este medio se logrará la cosa más fácilmente, aunque al presente parezca difícil, así por los obstáculos que opondrá Satanás, como por las demás dificultades. Pero Dios está por encima de todo, y no pocas veces le place servirse de las cosas más pequeñas y despreciables para llevar a cabo grandes designios, tanto para cegar el entendimiento y confundir los vanos juicios de los hombres, como para manifestar que su poder puede todo lo que quiere, aunque no lo haga siempre. Pero no quiere violentar el corazón del hombre, para que, dejándole su libertad, pueda más justamente recompensarle o castigarle.

Me parece, mi querida Madre, que será cosa muy agradable a este Divino Corazón, serviros del medio que os ha inspirado, de escribir a mi respetable hermana la Superiora de Chaillot respecto al proyecto que Vuestra Caridad nos indica. Por lo demás, es preciso rogar por esta intención y pedir oraciones. Creo que sería bueno le enviaseis uno de los libritos de Moulins y otro de los vuestros.

Esto es lo que puedo deciros por ahora, pues no tengo en ello más conocimiento que ese que me ha dado a mí, pobre pecadora, indigna esclava y víctima del adorable Corazón de mi Salvador, que se sirve de una persona más bien propia para echar a perder esta obra que para llevar a cabo tan hermoso proyecto. Pero lo permite así para que se tribute toda la gloria al soberano Dueño, y no al instrumento de que se sirve, que es como el barro de que se sirvió este divino Salvador para ponerlo en los ojos del ciego de nacimiento.

Seguid, pues, animosamente las inspiraciones que Él os comunique; pues yo por mí misma no puedo añadir nada, ni buscar arreglo alguno a esto que os digo por obediencia; y de parte del Sagrado Corazón que quiere os manifieste con toda sencillez lo que Él quiere que diga; y si de otro modo lo hiciese, inutilizaría Él cuanto yo pudiera decir, retirando de ello su gracia. Además hace que me vuelva tan ignorante que no puedo añadir nada. Suplid vos esta ignorancia mía, y quedémonos en paz, cualquiera que sea el resultado de nuestros trabajos. Le pido con todo mi corazón que bendiga vuestras santas empresas y os dé ánimos para vencer generosamente todas las dificultades. ¡Cuán dichosas seríamos, mi querida Madre, si pudiéramos sacrificar nuestras vidas por ello! Amén.