CARTA CXII
A LA M. DE SAUMAISE, DIJON
Está la Santa «completamente anonadada y perdida en Él mismo».—«A modo de aceite, o más bien, de bálsamo precioso».—Poder del Corazón de Jesús para aplacar la cólera divina.—Poder que sobre Él tiene la oración en común.
¡Viva † Jesús!
[22 de diciembre 1689]En cuanto a lo que me decís que os hable con franqueza, os diré que el amable Corazón de Jesús no me permitiría hacerlo de otro modo con vos, aunque al presente lo tiene todo anonadado en mí y todo reducido al silencio, de tal suerte que no me deja tener mira alguna ni conocimiento más que para amarle y adorarle. Así que estoy completamente anonadada y perdida en Él mismo. No os canséis, mi querida Madre, de vuestro trabajo. Espero que hará Él que sea para gloria suya cuando llegue el momento. Porque los asuntos que miran directamente a la gloria de Dios son muy diferentes de los del mundo; en éstos hay que tomar una parte muy activa, mas en los de Dios es preciso contentarse con seguir su inspiración y después dejar que obre la gracia siguiendo sus impulsos en cuanto podamos, como veo lo hacéis.
La devoción al Sagrado Corazón no ha de ser forzada, sino que quiere insinuarse Él dulce y suavemente en los corazones por medio de la caridad, a modo de aceite, o más bien de bálsamo precioso, cuyo olor y licor se derrama suavemente. No nos aflijamos si vemos que nuestros deseos no se realizan tan pronto como quisiéramos para gloria del Divino Corazón. Sólo permite este retraso por lo mucho que se complace viendo aumentar nuestro ardor y diligencia en conseguirlo, y también para que el fervor de esta santa devoción dure más tiempo, concediéndonos poquito a poco las cosas que anhelamos, aunque, sin embargo, a mí me insta continuamente a que le dé a conocer y procure le amen. Yo me ofrezco a Él con este objeto, para que me inmole y me sacrifique como a su víctima, conforme a sus designios y al beneplácito de su amor.
¡Ah mi querida Madre!, ¿por qué no nos abrasamos en el fuego divino que ha venido a traer a la tierra? Sí, es preciso que nos consumamos. Quiero que mi ejercicio sea amar y abrasarme en esas santas llamas. Amemos, pues, al Sagrado Corazón, que será el altar de nuestros sacrificios. ¡Oh, cuán poderoso es este Divino Corazón para aplacar la cólera de Dios, irritado por la multitud de nuestros pecados, que han traído sobre nosotros todas estas calamidades que nos afligen! Y es preciso orar para que no nos sobrevengan otras mayores. La oración en común tiene gran poder cerca del Sagrado Corazón, que apartará los rigores de su divina justicia, poniéndose entre ella y todos los pecadores para obtener misericordia.
CARTA CXIII
A LA M. GREYFIÉ, SEMUR
Consoladores progresos de la gran devoción.—Tres cosas que pide el Sagrado Corazón de Jesús a sus amigos.—Las Religiosas de Paray, entusiastas del nuevo culto.—Gracias que tiene preparadas para la Comunidad de Semur.
¡Viva † Jesús!
[1689 o 1690]Debo comunicaros una noticia que me han dado tocante a la devoción del Sagrado Corazón de Jesucristo; y es que se va esparciendo por todas partes, por medio del Retiro del R. P. de La Colombière, y que se ha erigido una Congregación bajo el título del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo55.
No sé de cierto si ha sido en París, pero lo que sé es que se está formando otra dedicada a honrarle.
He aquí una cosa que este adorable Corazón pide a sus amigos: y es pureza en la intención, humildad en la ejecución y unidad en la pretensión. No dudo de que lo comprenderéis mejor que yo.
No es pequeño consuelo ver acrecentarse esta devoción, que visiblemente se sostiene y hace progresos por sí misma. No puedo callarme sobre ello. Soy tan necia, que no sabría escribir una carta sin hablar de este Sagrado Corazón. No puedo amar a persona alguna sino con la condición de que ame ella al Sagrado Corazón de mi Jesús; ni puedo tener amor ni afecto más que a lo que Él ama. Amémosle, y no nos preocupemos de nada más.
Es un consuelo ver cómo nuestras queridas Hermanas de esta casa se van aficionando a honrarle, y el ardor con que lo hacen; aun las que se oponían, son ahora las más fervorosas. Me ha mostrado un tesoro de gracias de salvación y de santificación que tiene para vuestra Comunidad, por el gran contento que Nuestro Señor Jesucristo halla en él culto que se tributa en esa Casa a su Sagrado Corazón. Pero hablándoos con sencillez, os diré que no creo que las gracias que promete consistan en la abundancia de las cosas temporales; porque dice que no pocas veces son ellas las que nos empobrecen de su gracia y de su amor. Con esto es con lo que quiere enriquecer vuestras almas y vuestros corazones.
CARTA CXIV
A SU HERMANO, EL ALCALDE
A propósito de la enfermedad de su cuñada, muestra Margarita lo exquisito de su cariñosa solicitud.—La aconseja haga santo uso de aquélla.—Le habla de la Capilla del Bosque de Santa María.—El Sagrado Corazón de Jesús «desea de vos más amor que temor».
¡Viva † Jesús!
Enero 1690
He recibido vuestra carta tan tarde, mi queridísimo hermano, que no tengo tiempo más que para desearos un santo y feliz año, y demostraros mi sentimiento por la enfermedad de mi querida hermana, la cual en verdad, hace agravio a la sincera amistad que siempre he tenido con ella, pensando que pueda olvidarla, y quiero que sepa que antes me olvidaría de mí misma. La tengo muy fuertemente unida a mi corazón en el de Nuestro Señor Jesucristo, que voy a empezar una novena a su intención. Y le suplico que ponga toda su confianza en este Divino Corazón, y que mande decir en su honor, el viernes, cinco misas de la Pasión. Abrazo mil veces a esta querida hermana, y sufro yo pensando en sus grandes dolores. Enviadme noticias suyas para consolarme, pues la amo tiernamente. Le suplico que haga santo uso de su enfermedad, para que la santifique al mismo tiempo que la aflige.
En cuanto a vuestra capilla, es preciso tener paciencia. Espero, mi querido hermano, que todo se llevará a cabo para gloria de ese amable Corazón, al cual bendigo y doy gracias con todo mi corazón, por las que os concede, y suplico que continúe haciéndooslas y os dé la fidelidad y correspondencia que espera de vos. Os convido a hacerlo así y a que le devolváis amor por amor, y a no obrar con tanto temor; pues parece que tenéis miedo de que os hable Él y trate con demasiada familiaridad. Pero sabed que desea de vos más amor que temor. Por lo tanto, abandonaos a su amor y dejadle obrar en vos, de vos y por vos, según sus deseos y su beneplácito, sin reflexionar más sobre vos mismo.
CARTA CXV
A UNA SUPERIORA DE SANTA ÚRSULA
La consuela muy afectuosa y espiritualmente en la muerte de una persona muy querida de entrambas.—La anima a llevar airosamente, confiada en el Señor, la cruz de su cargo.—Se encomienda muy humildemente en sus oraciones.
¡Viva † Jesús!
12 de enero de 1690
Mi reverenda Madre:
Puedo aseguraros que comparto con vos la pérdida que acabáis de tener, habiéndola sentido vivamente, por la estima y consideración que os tengo, amándoos sinceramente en el Corazón de nuestro adorable Salvador. Vuestra carta me ha dado ocasión de bendecir y dar gracias a Nuestro Señor viéndoos tan sumisa a su santísima voluntad, en ocasión de tanto sentimiento como ésta, en la que sólo Él puede suavizar vuestra aflicción. No os podéis figurar cuánto me ha admirado la misericordia de Dios para con esa querida difunta, habiéndole dado tan admirable disposición para prepararse a la muerte. La última vez que tuve el honor de verla, me dijo que no quería ocuparse más que en el gran asunto de su salvación, y que no le importaban ya las cosas de la tierra.
Esto debe consolaros mucho y moderar vuestro justo dolor, que siento yo vivamente, por la parte que tomo en cuanto a vos toca, y por la tierna y sincera amistad que me unía con la querida difunta. No podríais imaginaros cuán dentro de mi corazón la había colocado Dios Nuestro Señor. Consolémonos, mi querida Madre; espero que será nuestra abogada en el cielo. ¡Ay, cuán feliz es por estar ya fuera de esta miserable vida, donde no hay más que penas y aflicción de espíritu, viendo siempre en peligro nuestra salvación a causa del pecado, que es el mayor mal del alma!
Con razón, mi querida Madre, sentís el peso de vuestro cargo. En verdad, que si el que lo impone no ayudase a llevarlo, sería difícil salvarse; pero confío en que el Corazón de Jesús ha de ser la fortaleza del vuestro, y que será Dios glorificado con el trabajo que encontréis en él. Trabajad, pues, animosamente y sin cansaros en la viña del Señor, pues ha unido a ello el precio de vuestra corona, y también al olvido de vos misma y de todos vuestros intereses, para no pensar más que en el acrecentamiento de su gloria en el empleo que os ha confiado. Y no temáis que Él os olvide, no; porque tiene un cuidado particular de las almas que se abandonan a Él con confianza, como sabéis mejor que yo.
En el Sagrado Corazón de Nuestro Señor os miro con frecuencia, pues vuestra alma es muy querida de la mía, la cual os pide una partecita de vuestras santas oraciones, y que le encomendéis alguna vez mis miserias interiores que en verdad son mayores de lo que pudiera expresaros. Os aseguro que si las conocierais, la compasión os inclinaría a pedir misericordia por mí a Dios y la gracia de una perfecta conversión. No os olvido en su presencia, siendo toda vuestra en su santo amor.
CARTA CXVI
A LA MADRE M. F. DUBUYSSON, MOULINS
Le envía su sentido pésame por el fallecimiento de su madre y de un hermano suyo.— El Divino Corazón nos separa de las personas más queridas para hacernos más perfectamente suyos.—«Es un consuelo para los que le aman ver extenderse esta devoción por todas partes». Está decidida «a romper todo trato con las criaturas».
¡Viva † Jesús!
Mi respetable Madre:
De nuestro Monasterio de Paray
27 de enero 1690
Suplico al adorable Corazón de Jesús que sea para siempre nuestro amor y nuestro todo, y que sea también vuestra fortaleza en las visitas crucificantes que os ha hecho con motivo de la muerte de vuestra señora madre y de vuestro hermano. Me han conmovido hondamente por la parte que tomo en vuestros intereses que hago míos en el Sagrado Corazón de Jesucristo, en cuya presencia estad segura que no los olvido.
Tampoco os olvido a vos, mi querida Madre; os deseo un año santamente feliz en medio de la plenitud de las más preciosas gracias del amable Corazón de Jesús, que mortifica y vivifica como y cuando le place, sin que nos sea permitido inquirir las causas. Debe bastarnos con saber que es Él quien hace las cosas, porque tal es su beneplácito, al cual debemos someternos amorosamente. Y hemos de besar la mano que nos hiere al separarnos de las personas que nos son más queridas, para hacernos más perfecta y únicamente suyas. Me parece que de este modo procede con vos, porque ama vuestra alma de un modo singular; y el celo que demostráis tener por dar a conocer y hacer amar al Sagrado Corazón de nuestro Divino Maestro, atraerá más y más sobre ella la plenitud de su puro amor.
Os confieso, mi única Madre, que es un consuelo para cuantos le aman, ver extenderse esta devoción por todas partes. Da respetable Madre de nuestro primer Monasterio de Lyon57, la ha enviado a Polonia; quiero decir que ha enviado el librito de Lyon, el cual, según nos avisan, se va a traducir al italiano. Pido a Dios que haga sea todo para su gloria y que llene nuestros corazones con las llamas del suyo adorable, a fin de que en adelante no podamos vivir más que en Él y por Él.
Me regocijo de que hayáis recibido a un alma tan santa en vuestra Casa; esto no puede dejar de atraer sobre ella muchas bendiciones, y más habiéndola recibido por caridad. El Señor sabrá recompensaros por ello.
He cumplido vuestro encargo para nuestra querida H. Cordier, que nos ha dicho no había recibido la que nos indicabais en la vuestra. Os asegura de su sincera y respetuosa amistad, y yo os suplico encarecidamente que no olvidéis en la presencia del Sagrado Corazón a la que es toda vuestra en su santo amor. Vuestra muy humilde e indigna hija y sierva de Nuestro Señor,
Sor Margarita María
De la Visitación de Santa María
Debo confesaros con toda mi confianza, mi amadísima Madre, que al fin me veo obligada a ceder al impulso tan apremiante que siento desde hace tanto tiempo, de romper todo trato con las criaturas, ya sea por cartas, ya de otro modo, por bueno y útil que pudiera parecer, y bajo cualquier pretexto que pudiera alegarse, para vivir anonadada y escondida en el adorable Corazón de Jesús. Mas sin olvidar allí a mis amigas, lisonjeándome de que continuaréis siendo de este número vos y mi querida H. de la Barge. Os suplico le hagáis tener por buena mi resolución para que no nos proporcionen sus cartas a ella y a mí el disgusto de que queden sin contestación, como otras muchas, y le aseguréis que, en cuanto a lo demás, seré para ella siempre la misma en la presencia de Dios. Ya es tiempo de que comience a negociar seriamente con Él los asuntos de mi salvación eterna.
Y con todo mi corazón y sincero afecto, abrazo a esta amadísima hermana.
CARTA CXVII
A SU HERMANO, EL ALCALDE
Enferma ella misma, dirige la Santa unas palabras de sólido consuelo a su hermano por la larga enfermedad de su mujer.—Le exhorta a continuar la Capilla del Sagrado Corazón de Jesús.
¡Viva † Jesús!
[Febrero de 1690]
Desearía poder demostraros, mi queridísimo hermano, la parte que tomo en todas las visitas crucificantes con que Nuestro Señor os favorece, sobre todo en la enfermedad de mi querida hermana, que es para mí más sensible de lo que pudiera deciros. Pero me parece que el Divino Corazón de Jesucristo quiere santificarla por este medio.
Exhortadla, por lo tanto, a que haga buen uso de ella; pues yo no estoy en disposición de procurarle el consuelo que deseáis, hallándome yo misma tan mal, que apenas puedo escribiros estas cuatro palabras. Aseguradle, sin embargo, que no dejo de hacer cuanto puedo por ella ante Nuestro Señor; pero mis pecados me hacen indigna de ser escuchada. No puedo deciros más por ahora, sino que continuéis, aunque os encontréis solo, la Capilla del Sagrado Corazón.
CARTA CXVIII
A LA H. JUANA MAGDALENA JOLY, DIJON
El Divino Corazón es un rey generoso que distribuye en la paz las recompensas merecidas en la guerra.—«Una devoción que no quiere ser forzada ni impuesta».— Consoladoras noticias sobre sus adelantos.—«En este Divino Corazón todo se convierte en amor, hasta las más amargas amarguras».—¿Cuál era el único consuelo de la seráfica Virgen de Paray?
¡Viva † Jesús!
[10 abril de 1690]
No os podéis figurar, mi querida Hermana, cuán agradable hace el adorable Corazón de nuestro buen Maestro que sea para mí vuestro ardor en darle a conocer y hacerle amar, y el trabajo que para conseguirlo os tomáis. Espero que no lo ha de olvidar jamás, siendo Él mismo vuestra eterna recompensa. Y al fin reinará este Divino Corazón a pesar de los que se oponen a ello. Satanás quedará confundido con todos sus secuaces. Y serán felices aquellos de quienes Él se sirva para establecer su imperio.
Me parece que es semejante a un rey que no piensa en dar recompensas mientras lleva a cabo su conquista y triunfa de sus enemigos, pero sí cuando reina victorioso en su trono. El adorable Corazón de Jesús quiere establecer su reinado de amor en todos los corazones, destruyendo y arruinando el de Satanás. Me parece que lo desea tanto, que promete grandes recompensas a los que de buen grado se dediquen a ello con todo su corazón, según la capacidad y las luces que para ello les dé.
No temamos, pues, ni el trabajo, ni los sufrimientos que se encuentren en esta santa obra; antes tengámonos por dichosas cuando nos juzgue dignas de pasarlos por tan noble causa y aun toda clase de penas, contradicciones, calumnias y dolores. Cuantos más encuentro, más alentada me siento, y más esperanza tengo de que resulte gloria de este amable Corazón, y para salvación de muchas almas. Pero es una devoción que no quiere ser forzada ni impuesta. Basta darle a conocer, y después dejar al Divino Corazón el cuidado de penetrar, con la unción de la gracia, los corazones que se ha destinado para sí. ¡Dichosos los que sean de este número!
Debo deciros con gran consuelo, que le tienen mucha devoción en estos lugares; muchos hacen novenas [con velas encendidas] y reciben el efecto de sus peticiones, y aun hay quienes se ponen de rodillas por la parte de fuera de nuestra capilla.
En fin, mi íntima Hermana, es preciso amar a este Divino Corazón de tal suerte que no vivamos ni respiremos más que por Él y para Él. No os podéis figurar el consuelo que es para mí os hayáis unido a mi querida H. de Saumaise para procurar su gloria. Por más que digo que no quiero volver a escribir, no puedo dejar de hacerlo cuando se trata de hablar del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, fuera del cual os confieso que todo me es suplicio [en este Sagrado Corazón se goza de una paz inalterable]. Todo se convierte en amor en este Divino Corazón; hasta las más amargas amarguras. Hagamos en Él nuestra mansión actual y perpetua, y nada nos podrá turbar, con tal de que nos abandonemos a Él por completo. Dejémosle hacer y obrar en nosotras y por nosotras, según su deseo.
Y en cuanto a lo demás, os doy gracias por la corona y el libro que nos habéis enviado. Lo conservaré afectuosamente con permiso de la obediencia, por amor a ese amable Corazón, al cual suplico os dé parte en ella cuantas veces la rece. Pedidle para mí que me esconda tan dentro de Él mismo, que viva sepultada en un eterno olvido y desprecio. Todos los tormentos y la misma muerte serían para mí dulce placer con tal de que Él reine. No quiero más consuelo en la vida que el progreso y el feliz éxito de esta devoción del Sagrado Corazón, y que me den noticias de la misma. Dádmelas solamente cuando Él os lo inspire. Y estad persuadida de que aun cuando no os conteste siempre, no por esto os recuerdo menos en su presencia, pues no puedo dejar de hacerlo.
- S. B.
CARTA CXIX
A LA M. GREYFIÉ, SEMUR
Sentimientos de afectuosa caridad.—¿Cuándo nos da el amante Corazón mayores pruebas de que nos ama tiernamente?—Nuevas conquistas del Sagrado Corazón de Jesús.—La ambición de Margarita es vivir pobre, desconocida y despreciada de todos.—En qué poco hay que tener los juicios humanos.
¡Viva † Jesús!
[1690]
Aunque parece, mi amadísima Madre, que no queréis volver a interrumpir vuestro silencio para contestarme, no dejo de arriesgar mi tercera carta, asegurándoos que sea cual fuere el modo que tengáis de tratarme, yo seré siempre la misma en estimación, amistad y respeto hacia Vuestra Caridad. No creo que haya nada capaz de alterar en lo más mínimo la unión de nuestros Corazones en el de nuestro soberano Maestro, el cual quiere que dure en el tiempo y en la eternidad. Allí los verdaderos amigos de Dios se verán y hablarán a su gusto, sin temor de separarse jamás.
Pero antes de esto es preciso gustar las amarguras del Calvario. ¡Ah, mi querida Madre!, no sé deciros otra cosa, sino que nos es bueno vivir y morir en la cruz. El Señor me ha favorecido con la de una enfermedad bastante larga, durante la cual sufría ciertamente mi cuerpo, pero mi corazón y mi espíritu gozaban de un paraíso de deliciosa paz, la que hallo yo abundantemente en el amable Corazón de nuestro soberano Maestro. Nunca nos da mayores pruebas de que nos ama tiernamente como cuando nos hace participar de estas amargas amarguras. Pero un corazón que ama de verdad, ¿podría quejarse de estar en la cruz, o más bien en el Corazón de Jesucristo, donde todo se trueca en amor?
¡Ay, mi buena Madre!, ¡si supierais cuán grande es mi consuelo viendo aumentarse la devoción al Divino Corazón, con tal provecho, que todos se inclinan a ella con ardor y suavidad, como a manantial de salvación! Algunas personas seglares le han mandado edificar capillas y han fundado misas en su honor todos los Primeros Viernes de mes. Y puedo deciros que mi más sensible dolor es considerarme como un obstáculo a esta amable devoción; pues jamás me he visto tan perversa, pobre y destituida de virtudes y de todo bien espiritual, con tan grande infidelidad para con Dios, que me causo horror a mí misma. Nuestro Señor no deja, sin embargo, de seguir dándome sus gracias con más abundancia y profusión que nunca.
Mucho me consolaría el abriros un poco mi corazón como a mi buena Madre, más no diré nada por tener demasiado que decir, y sentirme cada día más atraída a vivir pobre, desconocida y despreciada de las criaturas. Esto me obliga a dar de mano todas mis relaciones, en cuanto la obediencia me lo permite, para poder con más facilidad vivir escondida en Dios. Pero me reprende severamente porque me excuso muchas veces de hablar o escribir a los que Él me envía, bajo pretexto de no querer engañar a nadie. Bien es cierto que no me preocupo de que tengan buena o mala opinión de mí, puesto que no somos buenos o malos más que en cuanto lo somos ante Dios. No os olvidará en su presencia esta vuestra pobre miserable nada, halagándome el pensamiento de que me corresponda del mismo modo el corazón de mi buena Madre, de la que soy sin reserva en el amable Corazón de Jesucristo.