Vida y obras de Santa Margarita Mª de Alacoque(LIII)

Corazón de Jesús

XLI

Unas palabritas propias para despertar el fervor

«No podemos salvarnos sin sufrir.—«Si queréis ser amada de este Sagrado Corazón…».

¡Viva Jesús!

Puesto que queréis, mi querida Hermana, que os diga unas palabritas, lo hago de muy buen grado, con el deseo que tengo de que seáis toda del Corazón de Nuestro Señor Jesucristo. Me parece quiere de vos mucha fidelidad en sacrificarle todo lo que comprendáis le agrada, por mucho que cueste a la naturaleza, pues no podemos salvarnos sin sufrir. Y como es celoso de nuestro corazón y quiere poseerlo Él solo, es preciso también que seáis vos celosa del suyo, amándole como lo que más, si podéis. Como el amor iguala a los amantes, es preciso, si queréis ser amada de este Sagrado Corazón, tratar de ser humilde y dulce de corazón como Él.

La humildad hará que os alegréis cuando os humillen y desprecien y os impedirá que os excuséis, diciéndoos a vos misma: Jesús no se excusaba.

Os hará también sumisa y obediente a todo cuanto pidan de vos, sin replicar.

XLII

Sobre la necesidad de hacerse violencia

En tres cosas: vencer vuestra repugnancia, no juzgar ni condenar a nadie, no tener vuestras delicias sino en Él.—Lo que le causa horror.—«Si amáis, nada os será difícil».

¡Viva Jesús!

Yo creo que el Sagrado Corazón de Nuestro Señor quiere de vos que os fijéis en tres cosas:

La primera, que le améis con un amor de preferencia que os haga vencer vuestras repugnancias y pisotear todos esos respetos humanos, el ¿qué dirán si hago esta práctica de virtud? Hay que despreciar todo eso, siempre que se trate de complacer a ese Divino Corazón.

Además no hay que desestimar, juzgar ni condenar más que a vos misma; y para esta práctica, observaréis la de la caridad y humildad, y así evitaréis el juicio y sentencia de vuestro Juez.

La tercera es que quiere ser el objeto de todas vuestras complacencias y que tengáis vuestras delicias en Él, para haceros digna de que Él las encuentre en vos.

Quiere que adornéis vuestro corazón con las virtudes del suyo. ¡Si supierais cuánto le afligís cuando faltáis a la caridad o a la humildad, o cuando por negligencia despreciáis las luces que os da para apartaros de la disposición y pensamientos de vos misma! Esto le causa horror y no le permite concederos sus gracias con más abundancia. Creo haberos ya dicho todo esto, pero Él desea que os lo recomiende todavía más, pues me parece que no quiere daros nuevas prácticas por ahora. Pero le agradaréis mucho y le daréis contento, si sois fiel en la que tenéis.

Tratad, pues, de corresponder a su amor, dándole todo el vuestro con el cumplimiento fiel y exacto de todas vuestras santas Reglas y observancias, desterrando toda vana curiosidad y no dejándoos sorprender, y menos desanimar por las dificultades. Conservad siempre vuestra alma en paz, sin quejaros de nada, teniendo gusto en anonadaros. Y si amáis, nada os será difícil.

XLIII

Como una discípula ante su Maestro

Os amo sinceramente.—Cómo habéis de permanecer siempre.

¡Viva Jesús!

Mi querida Hermana: estoy muy agradecida a la amistad y caridad que habéis tenido conmigo, que ciertamente os ofrezco mis pequeños servicios de muy buena gana, porque os aseguro que os amo sinceramente en el Corazón de Nuestro Señor. Y en cuanto al modo de manifestar lo que sentís, estad tranquila: os conozco bien y esto basta.

Permaneced siempre, en vuestra oración y fuera de ella, delante de Nuestro Señor, como una discípula delante de su Maestro, que quiere aprender a hacer su voluntad, renunciando a la suya propia. Le ruego os haga esta gracia.

XLIV

La Santa no quiere amar sino a los que amen al Sagrado Corazón

Sedle siempre fiel.—Permaneced siempre sumisa.

¡Viva Jesús!

Sí, mi querida amiga en el tan amable Corazón: seremos todas suyas, por mucho que os cueste. Cumplidle fielmente la promesa que le hacéis, y estará contento y no os rechazará jamás, mientras permanezcáis sumisa en los lugares y cosas en que Él os pusiere, sin turbaros ni abatiros.

En una palabra, si creyera yo que no ibais a ser una de las buenas amigas del Sagrado Corazón, tampoco seríais nunca de las mías.

XLV

A una Hermana que empezaba su noviciado

La Religión, excelente navío.—Cómo debéis hablar de Dios, del prójimo y de vos misma.—«Haced vuestra morada en el adorable Corazón».—¿Qué debéis hacer en vuestras faltas?—Preciosos consejos para imitar al Divino Corazón en su dulzura, humildad y caridad.

¡Viva Jesús!

Puesto que Dios os ha puesto en la nave de la santa religión, no tenéis más que abandonaros y dejaros conducir ciegamente por la santa obediencia, verdadera señal de la voluntad de Dios respecto a vos. No tengáis, en todo lo que hacéis, otro deseo ni otra mira que la de agradar a Dios. No miréis más que a Él en todo lo que os suceda, sin preocuparos de la materia de que se componen las cruces que se os dan.

Que os baste en cualquier acontecimiento saber que allí está la voluntad de Dios. Descansad sin zozobra alguna en su seno, como un niño en el regazo de su madre; el amor que os tiene cuidará de todo. Sed humilde con Dios y dulce con el prójimo. No juzguéis ni acuséis más que a vos misma y excusad siempre a los demás. Hablad siempre de Dios, alabándole y glorificándole; del prójimo, estimándole; y nunca de vos misma, ni en bien ni en mal.

Si deseáis honrar al Sagrado Corazón de Jesucristo, hacedle depositario de todo lo que hagáis y sufráis, ofreciéndole todas vuestras acciones, a fin de que disponga de ellas y las aplique según su beneplácito. Uníos siempre a sus santas intenciones en todo lo que hagáis y en todo lo que os suceda.

Haced vuestra morada en ese Corazón adorable; llevad allí todos vuestros pequeños disgustos y amarguras, y todo quedará pacificado: allí encontraréis remedio a vuestros males, fuerza en vuestra debilidad y refugio en todas vuestras necesidades.

Tratad con Nuestro Señor con entera confianza y sencillez; no os entretengáis en reflexionar en vuestras faltas; esto no sirve a menudo más que para contentar al amor propio y desanimaros. Una vez cometidas, debemos humillarnos delante de Dios, pidiéndole perdón, y después, como dice nuestro Fundador, volver a emprender el trabajo con nuevos ánimos. Abandonad vuestros intereses y el cuidado de vos misma en los brazos de vuestro buen Padre celestial.

Una vez más os ruego que miréis a Dios y no a vos misma. Gozaos en ser tenida por nada en la casa de Dios. Amad y honrad a aquellos que os humillen o mortifiquen; miradlos como a vuestros mayores bienhechores y deciros a vos misma: ¡Si me conocieran, verían que aún merezco mucho más!

Cuando os acusen, pensad que Jesucristo no se excusó y que, a ejemplo suyo, no os debéis excusar, aun cuando no fuerais culpable en aquello de que se os acusa. Y por lo demás, ¿cuántas otras faltas habéis cometido, de las que no os han acusado?

Pensad, cuando practiquéis alguna obediencia, que Jesús fue obediente hasta la muerte de cruz. Consideraos como una pobre a quien se le da todo por caridad, y que si os despojaran de todo no os harían ninguna injusticia. En fin, tratad de conformaros con vuestro amor Jesús y Jesús crucificado. Haced todo por amor y por el amor y emplead bien el momento presente, sin inquietudes por lo porvenir.

XLVI

A otra a quien había tocado en suerte honrar la vida humilde de Jesucristo en la Eucaristía

¿Cuál es el camino seguro de vuestra salvación?—«Como la nada ante su Creador».— Aprovechad bien las ocasiones de humillaros.—«Humillaos por no haber sido humilde».

¡Viva Jesús!

Vuestro billete, mi querida Hermana, me confirma cada vez más en lo que os tengo dicho a propósito de la humildad, que es el camino seguro de vuestra salvación. Ya no podéis apartaros de este camino sin perder la amistad de Nuestro Señor Jesucristo. Él os levantará hasta sí, en la medida que os encuentre anonadada a vos misma. Hacedlo, pues, todo, por amor y humildad.

Estáis doblemente comprometida, por la suerte que os ha tocado, a honrar la vida humilde de Jesucristo en el Santísimo Sacramento. Es preciso, pues, que os ofrezcáis a Él, como la nada ante su Creador, el cual le dará el ser que le plazca, sin que la nada ponga resistencia. Debéis, pues, poner mucho cuidado en humillaros y en encontrar placer en que los demás os ayuden a hacerlo.

No huyáis de las ocasiones de humillaros, ni de lo que pueda rebajaros y envileceros a los ojos de las criaturas y a vuestros propios ojos. Porque Jesucristo os ama, os proporcionará para eso muy propicias ocasiones; ésas son las que os unirán más estrechamente a su Divino Corazón, con el cual debéis tratar de conformaros. Y lo conseguiréis si fuereis mansa y humilde como Él, guardando silencio cuando os acusaren y callando todo aquello que pueda atraeros la vana estima y aprobación de las criaturas. Muchas veces rechaza el Señor lo que más estiman éstas, y su espíritu no descansa más que sobre el humilde de corazón.

A eso habéis de tender con todas vuestras fuerzas; y si os ocurre que, por fragilidad, faltáis en eso, no os turbéis, antes humillaos por no haber sido humilde y quedad en paz con amor y confianza en la bondad del Corazón de Jesucristo. Le suplico que os haga toda suya y os conceda la gracia de serle fiel, según las luces que os dé en las ocasiones.

XLVII

A otra, con motivo de un voto que había hecho

Cumplidlo fidelísimamente.—«El amor de la criatura es un veneno».—¿Cómo se agotará el manantial de gracias del Corazón de Jesucristo?—La humillación, gracia muy grande.

¡Viva Jesús!

Según vuestro deseo, contesto a la proposición que me habéis hecho tocante a vuestro voto. A mi entender, Nuestro Señor lo ha querido de vos para apartaros de la más peligrosa inclinación que pudierais tener, y la más a propósito para perderos. Pero guardaos de quebrantarlo con cualquier pretexto que sea. Pienso que Nuestro Señor quiso que lo hicierais para que quedéis en libertad y para aclararos las dudas que os pudieran sobrevenir. No os disminuirá los trabajos y luchas interiores, pero obtendréis al fin la victoria y la paz en el Sagrado Corazón.

De seguro veréis nacer en vos una multitud de razones, porque vuestro corazón se derrama demasiado en la criatura y se funda más en ella que en el Creador. El amor de las criaturas es un veneno en vuestro corazón, que mata en él el amor de Jesucristo. A medida que busquéis la estima de las criaturas y os insinuéis en su amistad, perderéis la del Sagrado Corazón, que os empobrecerá de sus tesoros, tanto cuanto pretendáis enriqueceros con las cosas creadas. Sea lo que sea la vana complacencia con que buscáis tranquilizaros y contentaros a vos misma, más turbada e inquieta os encontraréis después.

Esta clase de satisfacciones humanas agotarán para vos el manantial de gracias del Corazón de Jesucristo, y el vuestro quedará como tierra seca y estéril. Pero, si sois fiel en cumplir lo que habéis prometido, Él será muy liberal en sus favores; se os dará por completo, tras algunas luchas, y os hará llegar sin notarlo al término que se ha propuesto. Habrá, sin embargo, que caminar algunos pasos en los senderos de la humillación, pero ésta es para vos muy grande gracia. Cuando os encontréis en ellos, regocijaos, porque entonces será cuando más adentro penetraréis en la amistad del Sagrado Corazón. Por su amor y de su parte os digo esto, a fin de que no podáis excusaros si en ello faltáis.

XLVIII

A otra que padecía mucho, interior y exteriormente

Llevad constantemente la cruz que Él os da.—Ahogad todos esos pequeños resentimientos.—«Nada le desagrada tanto como vuestras turbaciones y abatimientos».—«No os dejará perecer mientras tengáis confianza en Él».

¡Viva Jesús!

Puesto que Nuestro Señor quiere que honréis su vida en el Santísimo Sacramento, debéis llevar constantemente la cruz que Él os da, sea interior, sea exterior, sin quejaros jamás ni cansaros por su duración o por su peso. ¿No os basta que os venga de mano de un amigo, cuyo Corazón todo amoroso os la había destinado desde toda la eternidad, para haceros su víctima inmolada y sacrificada, sin resistencia, a todos sus adorables designios?

Debéis ahogar todos esos pequeños resentimientos, vivezas y vanas inclinaciones de amar y ser amada, estimada y alabada de las criaturas, si queréis ser fiel al Corazón de Nuestro Señor Jesús. Para hacerle triunfar en vuestro corazón, no tenéis por ahora otra cosa que hacer más que cumplir las promesas que le habéis hecho, por mucho que os cueste. Creo que esto es lo que quiere de vos, para que no perdáis su amistad.

No os turbéis por nada: conservad vuestra alma en paz en medio de todas vuestras aversiones y sequedades. En ese estado, no pide de vos más que actos de abandono y de perfecta sumisión. Nada le desagrada tanto como vuestras turbaciones y abatimientos. ¿Por qué teméis? ¿No es bastante poderoso para sosteneros? ¿Y por qué tantas reservas con Él?

Dejadle hacer; y vos contentaos con sufrir amándole. Quiere que le améis sobre todo y con un completo olvido de vos misma. No hay que pensar más en el qué dirán, sino en contentar únicamente al Corazón de Jesús, según las luces que Él os diere. Os ama y no os dejará perecer, mientras tengáis confianza en Él. Él os hará sentir su poder a su debido tiempo.

XLIX

Últimos avisos a una novicia

«La antorcha que os ilumine, anime y sostenga».—Cómo habéis de proceder en la oración.—Cómo la tendréis siempre buena.—El Señor rechaza lo que más estiman las criaturas.—«Conservad siempre el alma en paz, en amor y en confianza».

¡Viva Jesús!

Acordaos de no tener más blanco en vuestras acciones que a Dios solo. Por eso, cuando os encontréis en desolación, abandono y desamparo interior, sea la fe la antorcha que os ilumine, anime y sostenga, para obrar en todo cuanto hagáis y sufráis, mirando sólo a Dios, que merece que le sirváis de la misma manera en la desolación que en la consolación.

Cuando os ponéis en oración, pensad que acompañáis a Nuestro Señor en el Huerto de los Olivos y uníos a sus santas disposiciones. En seguida abandonaos con generosidad al sufrimiento y esperad pacientemente el consuelo de la gracia, que os quiere dar. Mas guardaos bien, cuando os hallareis en sequedad, de ir a buscar alivio en las criaturas. Recoged suavemente vuestro espíritu, que siempre quiere hacer algo. Hay que resolverse a perderlo todo para abismarse en Dios.

Haced de modo que el principal fruto que saquéis sea un completo abandono en la Providencia y mucho amor a la humildad y sencillez. Y si queréis tener buena oración, sed fiel en mortificaros, mantened todo el día vuestro espíritu en gran recogimiento y no cometáis nunca faltas voluntarias.

Tratad de conformaros con su voluntad en todo. Guardad silencio de aquellas cosas que os pudieran atraer la vana estima de las criaturas, pues el Señor rechaza lo que éstas más estiman, y su Espíritu sólo reposa en el humilde de corazón. En esta humildad permaneced cuanto podáis; y si os sucediere faltar por fragilidad, no os turbéis, sino humillaos por no haber sido humilde.

Conservad siempre el alma en paz, en amor y en confianza en Nuestro Señor, y acordaos una vez más de lo que le habéis prometido, es decir, amor sin división, humildad sin rodeos y mortificación generosa. Esto es lo que debéis al Sagrado Corazón de Jesús.

Conservaos baja y pequeña a vuestros ojos, a fin de que crezcáis en este Divino Corazón. En Él os dejo para que hagáis allí vuestra morada. Cuando cometiereis alguna falta, tomad de ese Corazón con qué repararla; poned en Él todo lo que hagáis y buscad todo lo que necesitéis. Mas tened cuidado únicamente de no apartaros jamás de Él; y, si esto ocurriera, yo le rogaré que tome la venganza por sí mismo.

L

Avisos a otra al salir del Noviciado

Cómo os conformaréis con el Corazón dulce y humilde de Jesús.—Escoged siempre lo peor y más repugnante.—Cómo haréis bien la oración.—No desistáis jamás de lo que os han enseñado en el Noviciado.

¡Viva Jesús!

Si queréis, amadísima Hermana mía, haceros discípula e hija del Sagrado Corazón de Jesús, debéis conformaros con sus santas máximas y ser dulce y humilde como Él. Dulce para tolerar las molestias, flaquezas y caprichos del prójimo, sin enojaros por las pequeñas contradicciones que os ocasione, antes, por el contrario, prestándole de buen grado los servicios que podáis. Ése es el mejor medio para conseguir la amistad del Sagrado Corazón.

Tenéis que ser dulce para no inquietaros ni turbaros, no solamente en los acontecimientos contrarios a vuestras inclinaciones, sino tampoco en las mismas faltas que cometéis. Además, no debéis excusaros, pues que nuestro amable Maestro tampoco se excusó en su santa Pasión.

No debéis buscar ser alabada y estimada de las criaturas, desechando todos los pensamientos que os pudieren ocurrir. Alegraos cuando se olvidaren de vos y también cuando os despreciaren, pues el verdadero medio de hacer que reine el amable Corazón de Jesús en el vuestro, es humillaros y dejaros humillar con paz. Escoged siempre para vos, cuando os lo permitan, lo peor y más repugnante a la naturaleza, a la cual hay que contrariar cuanto podamos.

Para la oración, el medio de hacerla bien es guardar silencio, atendiendo con cuidado a estar en la presencia de Dios, la cual desterrará toda afición de amor propio y de respeto humano, que son los verdaderos venenos del amor de Dios. En fin, mi querida Hermana, estad como una discípula delante de su Maestro. No cometáis faltas voluntarias, y con esto tenéis el mejor método de hacer oración.

Y como último aviso, os conjuro, por el amor que profesáis al Sagrado Corazón de Jesucristo, que os aficionéis mucho y constantemente a Él y a las santas Reglas, no desistiendo jamás de lo que os han enseñado en el noviciado. Esforzaos en ser buena religiosa, fiel en el silencio, en la presencia de Dios y en la completa mortificación de los sentidos; humillaos en toda ocasión con verdadera humildad de corazón. Esto es lo que creo que el de Nuestro Señor pide de vos.

¡Que Él sea bendito para siempre!

LI

«Para mi querida H. María Ana de Senecez»

«Sacrificad veinte veces al día vuestra voluntad».—Hermosa práctica de devoción al Sagrado Corazón de Jesús.—¿En qué consiste el puro amor?

¡Viva Jesús!

Mi querida y amada hija: Mucha alegría me ocasionáis con el amor que profesáis al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo y a su Santísima Madre. Continuad siempre honrándole, amándole y sirviéndole, y Él cuidará de vos. Espero llegará a haceros un día buena religiosa, si vivís hasta entonces y sois siempre muy piadosa. Sacrificad veinte veces al día vuestra voluntad para hacer la del Sagrado Corazón de Jesús y obedeced con prontitud a lo que os digan vuestras Maestras.

Todos los viernes haréis u na genuflexión, diciéndole:

1º. Yo os adoro con los ángeles, ¡oh Sagrado Corazón de Jesús!, por todos aquellos que no os adoran.

2º. Yo os amo, ¡oh amabilísimo Corazón de Jesús!, con todos los serafines, por mí y por todos aquellos que no os aman.

3º. Yo os glorifico, ¡oh Divino Corazón de Jesús!, con los querubines, por todos aquellos que no os glorifican.

4º. Yo os pido perdón, ¡oh Corazón de Jesús, lleno de, bondad!, con los arcángeles, por mí y por todos aquellos que os han ofendido y desprecian.

5º. ¡Oh, mil y mil veces os doy mi corazón por mediación de mi buena Madre, la Santísima Virgen! ¡Oh sacratísimo, divino y adorado Corazón de Jesús, a Vos me doy y consagro toda y sin reserva!

He aquí, mi querida Hermana, las breves prácticas que me ha ocurrido daros para manifestarle vuestro amor, pues os ama mucho y quiere que le miréis como a vuestro buen Padre, que cuidará de vos y os hospedará en Él cuando llegue el momento.

Haced también, todos los días, quince actos de amor a este Sagrado Corazón, pidiéndole que todos los corazones le amen con ardor.

Adiós, amiga mía; rogadle que traspase de tal modo mi corazón con el dardo de su puro amor, que no pueda contener en adelante nada terreno ni humano. Esto es lo que os ruego le pidáis para mí y que me perdone mis pecados.

Rogad mucho por vuestro padre; yo lo hago también por él, que lo necesita mucho. Adiós, mi querida hija en el Sagrado Corazón de Jesucristo, al que ruego nos haga enteramente suyas.

Hermana Margarita María

LII

Avisos antes de entrar en Ejercicios

«No lograréis nada sin trabajo, y el premio no se da más que a los vencedores».—Dos preciosos frutos de las penas interiores.—Las dulzuras interiores jamás producirán en vos el amor puro y sólido.—Qué pruebas os pide de que le amáis.—No os preocupéis más que de amarle, servirle y dejarle hacer.—Cómo tendréis contento a nuestro buen Maestro.—Acerca del «Retiro» del P. de La Colombière.

¡Viva Jesús!

Tengo que deciros, mi querida amiga, que al rogar por vos, se me ha ocurrido la idea de que, siendo así que el Sagrado Corazón quiere establecer su imperio y el reinado de su amor en vuestro corazón, vos lo destruís para establecer en él el de la criatura; pero no permitirá que encontréis el verdadero reposo, sino en el perfecto desasimiento de esta misma criatura, lo que conseguiréis apartándoos de ella. Obtendréis la victoria, pero combatiendo. Resistid, pues, con valor todos los asaltos que experimentéis, pues no lograréis nada sin trabajo, y el premio no se da más que a los vencedores. Ruego al Sagrado Corazón que os ponga en ese número.

Os afligís por vuestras penas interiores y yo os aseguro que de ahí mismo debéis sacar vuestro mayor consuelo, con tal de que las llevéis con paz, sumisión y abandono en el Sagrado Corazón de Nuestro Señor. Que no os las envía más que por un exceso de amor hacia vos, y quiere que lo sepáis para que le estéis agradecida.

Primeramente, pretende purificaros, por esas penas, de todo el afecto que habéis tenido a las criaturas, contrario a la pureza de su divino amor. Segundo, quiere haceros merecer la corona que os ha destinado, dándoos una pequeña parte de las amarguras que sufrió todo el tiempo de su vida mortal. De cualquier género que sean vuestras penas, sois muy dichosa en conformaros en esto con Él.

Además, las dulzuras interiores no producirán en vos más que sinsabores, entretenimientos y vanas complacencias, pero nunca el amor puro y sólido. Mirad, pues, si no le estáis muy obligada por proceder de esta manera con vos; no os pide con esto más que perfecta sumisión a su santísima voluntad, obrando con gran pureza de intención y deseo de agradarle, sin respeto humano.

Como ya os lo tengo dicho, no pide de vos otras pruebas de que le améis, sino una profunda humildad de espíritu, paz en vuestra alma y en vuestro corazón, deseo de amarle, pues que en verdad Él os ama y no os dejará perecer. No tengáis, pues, reservas con Él, que quiere estar dentro de vos misma como un germen de vida eterna. Ahí quiere reinar, regir y gobernar, siendo él el motor de todas vuestras acciones y el objeto de todos vuestros afectos4.

Habéis hecho bien, mi querida amiga en el Sagrado Corazón, en darme noticias vuestras. Desde el domingo me sentía apremiada a daros este escrito que hacía tiempo había compuesto para vos; pero siempre me venía al pensamiento la idea de esperar a que estuvierais en retiro y que sirviera de respuesta a lo que me escribís. Por eso recibidlo, no de mi parte, sino de Aquél que verdaderamente os ama y no os abandonará, pues me parece que me apremia a decíroslo; y que no temáis abandonaros a Él sin reserva y darle todo vuestro tiempo y vuestros momentos para emplearlos en sufrir o en gozar, según su deseo, sin preocuparos de otra cosa más que de amarle, servirle y dejarle hacer.

No podíais destinar vuestro retiro a ningún propósito que le fuera más agradable. Perseverad, querida amiga, en amar a ese Sagrado Corazón; os tiene aún reservadas mayores liberalidades que las que ya os ha hecho; pero os las dará a conocer a medida que le seáis fiel y confiéis en Él, entre las contradicciones y humillaciones, las cuales debéis recibir y abrazar como prendas de su amor, sin dejar perder ninguna ocasión.

Éste es el medio de tener contento a nuestro buen Maestro. Tratad, os lo ruego, de entender bien esta divina lección y todo lo que quiere de vos, a fin de ponerlo en práctica. Dadle la gloria de todo y no atribuyáis nunca nada a la criatura, que no es capaz sino del mal.

Sobre la lectura del Retiro del R. P. de La Colombière, no leáis más que lo que trata del amable Corazón de Jesucristo. Él debe constituir vuestra ocupación, vuestra meditación y conversación, vuestro libro y toda vuestra dirección. Él es quien debe ocupar vuestra memoria, iluminar vuestro entendimiento e inflamar vuestra voluntad, a fin de que no os acordéis más que de Él.

Continuad rogándole por mí, que yo lo hago por vos. Me voy a descansar en este Sagrado Corazón, pues se hace tarde. Rogadle mucho a fin de que extienda por todas partes su amor y se dé a conocer; presentadle muy especialmente todas las necesidades de esta Comunidad.