Vida y obras de Santa Margarita Mª de Alacoque(LIX)

ORACIONES

Son éstas las primeras oraciones dirigidas al Divino Corazón después de la gran Revelación de Paray y las primeras manifestaciones de la grandiosa devoción, tal cual Nuestro Señor la había enseñado a su «muy amada discípula»

DE ANTIGUOS MANUSCRITOS DEL MONASTERIO DE PARAY

XII

Ejercicios de la Mañana

En cuanto me despierto digo lo que está indicado en el Directorio y después presento mi corazón a mi Dios, a fin de que de tal modo lo llene de Sí mismo, que no quede lugar en él para las criaturas ni para mí ni para cosa alguna de este mundo:

¡Oh mi divino Jesús, no permitáis que del sueño corporal caiga en el espiritual! Despertad de tal modo mi corazón, mi espíritu y mi voluntad para amaros, que jamás cese en este amable ejercicio de amor, que me hace semejante a los ángeles. Unid, ¡oh divino Esposo!, con tanta fuerza mi corazón, mi espíritu y mi alma a Vos, que nada sea capaz de separarme un solo momento de Vos. Vos sois mi vida, mi plenitud y todo mi contento. No permitáis, Dios mío, que las ocupaciones exteriores me aparten un solo momento de vuestra santa presencia, sino que me sirvan de medios para unirme a Vos.

Pienso después en las imperfecciones a que más propensa me siento para practicar la virtud contraria. Rezo el Ángelus. Después de hacer un acto de fe y de adoración, digo:

Dios mío, os agradezco todas las gracias que he recibido de vuestra bondadosa liberalidad, particularmente la creación, conservación y vocación, la redención y la fe, y el haberme preservado esta noche de muerte repentina.

Humildemente postrada a vuestros pies, ¡oh Grandeza infinita!, confieso que no soy más que una miserable pecadora, indigna de mirar al cielo y de pisar la tierra. Os pido perdón de todos los pecados que he cometido en toda mi vida. Los aborrezco, porque Vos los aborrecéis; los detesto, porque Vos los detestáis; y tan pesarosa estoy por amor de Vos mismo de haberlos cometido, que, aun cuando no hubiera ni paraíso ni infierno, no dejaría de tener gran pesar de haberlos cometido, porque Vos sois infinitamente bueno y digno de ser amado sobre todas las cosas.

Yo me corregiré y me confesaré lo más pronto posible. Acepto de antemano todas las penitencias que me sean impuestas y aquellas con que os plazca castigarme en este mundo y propongo mediante vuestra santa gracia la enmienda.

Haced, Dios mío, que toda mi vida os ame con un amor verdadero, fuerte y perseverante. Oh, mi divino Jesús, ofrezco y consagro a vuestra divina Majestad mi corazón y todos sus afectos, mi alma y todas sus facultades, mi espíritu y todas sus potencias, mi entendimiento y todos sus conocimientos, mi memoria y todos sus recuerdos, y mi voluntad, que de tal modo quiero que esté ligada a la vuestra, que toda su actividad se reduzca a cumplirla perfectamente.

Oh mi amoroso Jesús, recibidme en los brazos de vuestra misericordia; unid de tal modo mis acciones, deseos, intenciones, afectos y palabras a los vuestros y animadlos tan vivamente con vuestro Santo Espíritu, que el motor único de mi vida sea vuestro amor. Os sacrifico mi cuerpo con todos sus sentidos y mi vida con todas sus acciones. Renuncio de todo corazón a las vanas sensualidades de la naturaleza, a las vanas complacencias de las criaturas y a todos los afectos de mi voluntad para abrazarme con la vuestra en todo lo que conozca seros más agradable.

Haced, mi amado Jesús, que todos mis movimientos, acciones y palabras sean otros tantos actos de adoración, amor y sumisión a vuestro beneplácito. Acepto con todo mi corazón todas las penas, aflicciones y humillaciones que os plazca enviarme. Sí, Dios mío, quiero recibirlas todas de vuestra mano, como prendas de vuestro amor. Os ofrezco todas las acciones a que me obliga mi vocación.

Confiando en vuestra misericordia, hago intención de ganar todas las indulgencias (que pueda) y os suplico las apliquéis a la salvación de mi alma. Me uno a todas las buenas obras que se hacen en la santa Iglesia militante, triunfante y paciente. ¡Oh Dios mío!, os pido vuestra santa bendición y pongo en vuestras manos todo mi ser, para que dispongáis de él según vuestra santa voluntad.

Yo os saludo, ¡oh mi amable Señora, y muy digna Madre de Dios! Os venero y reverencio con todo mi corazón. Os consagro mi libertad, os suplico que seáis la conductora de mis pasos, la gobernadora de mi vida, la regla de todas mis intenciones, acciones y deseos. Sed, oh Virgen Santísima, la estrella de mi navegación, el puerto seguro de mi salvación y de mi (feliz) eternidad. Os pido, oh dulce refugio de los pecadores, que me protejáis y me bendigáis y la gracia de vivir de vuestra vida y morir con una muerte semejante a la vuestra. Amén.

Saludo después a mi Ángel custodio y a mis santos protectores y les pido su bendición y asistencia, y por fin renuevo mis votos.

XIII

Para la Santa Misa

Creo, Dios mío, que estáis aquí presente con el mismo poder con que estáis en el cielo; os adoro con todos los santos ángeles y todos los bienaventurados. Os reconozco y confieso por mi Dios, mi principio y último fin. ¡Oh Santísima, augustísima y adorabilísima Trinidad!, me postro al pie de vuestras grandezas para pediros perdón de todas mis infidelidades, tibiezas y cobardías, del abuso que he hecho de vuestras santas gracias y del poco fruto que he sacado de los Santos Sacramentos, y de todos los pecados que he cometido en mi vida. De todos me arrepiento con todo mi corazón, por amor de Vos mismo, oh Dios mío, a quien amo mil veces más que a mi vida. Antes querría verme privada de ella que haberos ofendido.

Os suplico, por el valor infinito de vuestro santo sacrificio de la Misa, que me perdonéis y me concedáis la gracia de morir antes que desagradaros.

Digo a continuación el Confíteor.

Os ofrezco, Dios mío, el valor infinito de este sacrificio del cuerpo y sangre preciosa de mi Salvador en satisfacción de mis pecados y para pediros la consumación de vuestras gracias, el cumplimiento de vuestra santa voluntad, la perseverancia en las buenas obras, la mortificación de mi propia voluntad, fe viva, ardiente caridad, firme esperanza, feliz tránsito de esta vida y verdadero arrepentimiento al fin de la misma.

Os lo ofrezco también, oh Dios mío, por la exaltación de la santa Iglesia, por nuestro Santo Padre el Papa, por todos los Prelados y demás ministros de la Iglesia, por nuestro Rey y todos los Príncipes cristianos y por todas las necesidades de este reino y las de mis parientes y allegados, especialmente por nuestra familia; por todas las Órdenes religiosas y por todo nuestro Instituto y, en particular, por esta Comunidad. Os suplico que proveáis a todas nuestras necesidades espirituales, corporales y temporales. Dadnos, Dios mío, el verdadero espíritu de caridad y humildad.

Os pido la conversión de los infieles y pecadores, la extirpación de las herejías, la liberación de las almas del Purgatorio, el consuelo de los afligidos y de todos los necesitados. Os encomiendo las almas de los agonizantes; y, finalmente, me uno a todas las intenciones que tuvisteis al instituir este augusto Sacramento. Os suplico que apliquéis a todas esas intenciones su merecimiento y el de todos los otros Sacrificios que se celebran en la santa Iglesia y deseo que se cumpla en todas esas peticiones vuestra voluntad y que vuestra gracia se consuma en ellas.

Al Evangelio

Digo: «Jesús se hizo obediente hasta la muerte, etc.», como está prescrito en el Directorio. Después del Credo, cuando es día de comunión, me preparo. Cuando no comulgo, tomo un misterio de la Pasión y en él me ocupo hasta el Sanctus. El domingo, la oración en el Huerto de los Olivos; el lunes, cómo fue traicionado por Judas y atado por los judíos; el martes, la Flagelación; el miércoles, la Coronación de espinas; el jueves, la Cruz a cuestas; el viernes, la Crucifixión; el sábado, la Santísima Virgen al pie de la Cruz.

Al Sanctus

Digo: Os ofrezco, ¡oh Dios mío!, todos los méritos infinitos de la Pasión de mi Señor Jesucristo en este santo Sacrificio, por la salvación de todas las criaturas y la remisión de todos mis pecados y de los de todo el mundo; a honra de vuestra Santísima Madre, para gloria y felicidad de todos vuestros Santos y para pediros la beatificación de nuestra digna Madre (Chantal, ya Santa) y el alivio de las almas del purgatorio.

A la elevación

Os adoro, Salvador mío, con espíritu de verdadera humildad y os ofrezco a vuestro divino Padre por medio del sacerdote, para expiación de mis pecados y de los de todo el mundo.

A la elevación del cáliz

Oh Sangre preciosa, derramaos sobre mi alma para santificarla; y haced que el amor con que la habéis derramado prenda en mi corazón para purificarlo.

Mi dulce Jesús, yo uno mi alma, mi corazón y mi espíritu a los vuestros; mi vida y mis intenciones a las vuestras; y así unida con Vos, me presento a vuestro Padre. Recibidme, oh Padre Eterno, por los méritos de vuestro divino Hijo, el cual os ofrezco en unión del sacerdote y de toda la Iglesia. No me miréis ya sino escondida en sus llagas, cubierta con su sangre y enriquecida con sus méritos. De

este modo es como me presento a Vos, a fin de que no me arrojéis de vuestra presencia, sino que me recibáis en los brazos de vuestra paternal bondad y me concedáis la gracia de la salvación. Oh Dios mío, os doy gracias por todos vuestros beneficios, por vuestra muerte y Pasión y por la institución de vuestros Santos Sacramentos, especialmente por el de nuestros Altares.

Digo el Padrenuestro.

Padre Eterno, yo os ofrezco mi entendimiento, a fin de que aprenda a no conocer nada sino a Vos. Mi dulce Jesús, os ofrezco mi memoria, a fin de que no se acuerde más que de Vos. Espíritu Santo, caridad infinita, yo os ofrezco mi voluntad, a fin de que la inflaméis y abraséis en vuestro divino amor. Adornad mi alma con vuestros siete dones y convertidme en un templo vuestro purísimo. Henchidme de vuestras gracias y preparad mi corazón para recibir espiritualmente a mi Dios.

Divino Jesús, puesto que mis pecados me hacen indigna de recibiros en mi corazón, recibidme en el vuestro y unidme tan perfectamente a Vos, que nada sea capaz de separarme ni un solo momento de Vos. Abismad mi miseria y mi pequeñez en la grandeza de vuestras misericordias y transformadme toda en Vos, a fin de que ya no viva más que de Vos, en Vos y por amor de Vos. Venid, pues, objeto único de todas mis alegrías, a tomar posesión de este corazón que os pertenece y que no puede estar un solo momento sin Vos.

(Después de esta Comunión espiritual) Os doy gracias porque habéis tenido a bien daros espiritualmente a mi alma. Yo me doy también toda a Vos sin reserva, a fin de que hagáis todo lo que os plazca de mí. Destruid este espíritu de amor propio; abatid todo lo que tienda a elevarse y anonadad todo lo que os resista.

Al fin renuevo los votos.

XIV

Oración a Nuestro Señor, en calidad de Rey en el Santísimo Sacramento

Yo os adoro, oh Jesús, Rey poderoso, en vuestro trono de amor y de misericordia. Recibidme como esclava y súbdita vuestra, y perdonad, si os place, mis resistencias y mi rebelión a vuestro soberano dominio en mi alma. ¡Ay Rey amantísimo!, acordaos que no podríais ser misericordioso, si no tuvierais súbditos miserables. Extended, pues, os suplico, vuestra mano liberal para llenar mi extrema indigencia con el precioso tesoro de vuestro santo amor, que no es otro que Vos mismo, después de haberme vaciado de todo este miserable amor de mí misma y de todos estos vanos respetos humanos que me tienen como atada y encadenada.

Venid, oh soberano Rey mío, a romper mis lazos y librarme de esta mala servidumbre, para establecer vuestro imperio en mi corazón. Yo quiero reinar en el vuestro por medio de una ardiente caridad para con mi prójimo. No hablaré de él sino con caridad, tolerándole y excusándole; no haré con él sino lo que quisiera que hicieran conmigo; no mancharé jamás mi corazón con ningún resentimiento, ni mi lengua con ninguna maledicencia. Por nada me turbaré, a fin de que mi Rey encuentre en mí un imperio de paz. Amén.

XV

Otra oración a Nuestro Señor, Víctima

Para honrar vuestro estado de víctima en este Sacramento de amor vengo a ofrecerme a Vos en calidad de tal, suplicándoos que seáis mi sacrificador para inmolarme en el Altar de vuestro amable Corazón. Como esta víctima es bajo todo aspecto criminal, os suplico, oh mi divino Sacrificador, que tengáis a bien purificarla y consumirla en las llamas de vuestro Divino Corazón, como holocausto perfecto de amor y de gracia. Dadme así una vida nueva, de modo que pueda decir con verdad: Sea que viva o sea que muera, ya no tengo nada ni mío ni de mí; mi Jesús es mi yo; lo mío, es ser suya. Amén.

XVI

Otra oración

He aquí, oh Padre compasivo, esta hija pródiga, que ha pecado contra Vos, disipando los bienes con que la habíais enriquecido. Me arrojo a vuestros pies para pediros perdón. No me rechacéis y no os olvidéis de vuestra misericordia; tenedla de mi pobre alma, por muy indigna que sea de conseguirla. No permitáis que se pierda ante vuestros mismos ojos después de haberla dado a luz con tantos dolores vuestro Sagrado Corazón. No me deneguéis la amable condición de hija de vuestro Corazón, en el cual deseo morir a mí misma y al pecado, para no vivir más que de su vida de sumisión a la obediencia.

En este espíritu quiero hacer todas mis acciones, uniendo mi obediencia a la que rendís al sacerdote, bueno o malo, sin manifestar la pena que os causa al entrar en los corazones de los pecadores. Del mismo modo, reprimiré mis repugnancias con tal energía, que no tendrán otra manifestación de sí, que sacrificároslas, diciendo: Jesus autem tacebat (Mt 26, 63). Jesús fue obediente hasta la muerte; quiero, pues, obedecer hasta el último suspiro de mi vida. Amén.

XVII

Oración a Nuestro Señor en calidad de Médico todopoderoso

Oh Jesús, amor mío, en memoria del sacrificio que ofrecisteis de Vos mismo sobre la Cruz y que ofrecéis ahora en el Santísimo Sacramento, os suplico que aceptéis el que os ofrezco yo de todo mi ser, inmolado y sacrificado a vuestros adorables designios y a vuestra voluntad. Recibidme en espíritu de penitencia y de sacrificio. Oh Médico celestial de mi alma, soberano remedio de mis males, a Vos me presento como una enferma desahuciada de todo médico que no sea vuestro caritativo Corazón, el único que conoce mis males y puede curarlos.

Esto es lo que espero de vuestra bondad, puesto que os habéis hecho mi medicina y mi apósito de amor en este amable Sacramento. Mi flojedad y mi frialdad en vuestro amor son la causa de todas mis enfermedades; pero si Vos queréis, podéis curarme; que yo por mi parte estoy pronta a sufrirlo todo para sanar. Cortad, quemad, sajad; con tal de que os ame y me salve, me someto a todo.

Por lo que a mí hace, estoy dispuesta a emplear el hierro y el fuego, por medio de una completa mortificación y crucifixión de mí misma, para curar las heridas que el orgullo y el amor propio han causado en mi alma. Aplicaos, pues, Vos mismo como apósito de amor a mi lánguido corazón. ¡Oh caritativo Médico mío!, tened compasión de mi debilidad y libradme de ella por la gloria de vuestro nombre. Amén.

XVIII

Oración para pedir las gracias necesarias a la vida religiosa

Señor, no permitáis que yo quebrante las Santas Reglas o me descuide en su observancia. Por eso escojo vuestro Sagrado Corazón por morada mía, a fin de que Él sea mi fortaleza en los combates, el sostén de mi debilidad, mi luz y mi guía en las tinieblas; en fin, el reparador de todos mis defectos, el santificador de todas mis intenciones y acciones. Éstas las uno a las vuestras y os las ofrezco para que me sirvan de continua disposición para recibiros. Amén.

XIX

Acto de amor y de perfecta contrición

Humildemente postrada ante Vos, oh Sagrado Corazón de Jesús, os adoro, os alabo, os bendigo y os amo con todas las fuerzas y todo el amor de que es capaz mi corazón; pero ensanchad su capacidad y aumentad mi amor, a fin de que os ame cada vez más, y este amor me haga para siempre toda vuestra. Ésta es la

gracia que os pido para mí y para todos los corazones capaces de amaros, y particularmente para el mío rebelde, endurecido e infiel, que desde hace tanto tiempo abusa de vuestras gracias, os resiste y no hace más que ofenderos.

Llevo una vida tan remisa en vuestro santo servicio, que sin un exceso de vuestra misericordia, hace ya tiempo que me habríais vomitado y rechazado como objeto de horror y de abominación, que no merece más que sufrir eternamente todos los rigores de vuestra justa cólera. Pero yo os suplico, oh Sagrado Corazón de mi adorable Jesús, que por esa ardiente caridad con que habéis consumado vuestro sacrificio en el árbol de la Cruz, como víctima de amor y de sufrimiento, y que os mantendrá como tal sobre vuestros altares hasta la consumación de los siglos, me concedáis a mí, pobre y miserable pecadora, el perdón de todos los pecados que he cometido por ingratitud, olvido e infidelidad, y de las otras injurias que os he inferido, de las cuales me arrepiento con todo mi corazón.

Os pido perdón con todo el dolor y pesar de que soy capaz y protesto que quisiera poder derramar toda mi sangre con todos los tormentos imaginables, para satisfacer a vuestra divina justicia y reparar los ultrajes que os he hecho. Acepto de antemano todos los trabajos con que os plazca castigarme en esta vida, a excepción del de verme abandonada a mí misma y al pecado y quedar por esto privada de vuestro amor.

Oh divino y amabilísimo Corazón, no me condenéis a un tormento tan horrible como el de no amaros. Vengan todas las penas del infierno a atormentarme, antes de estar un solo momento sin amaros. Oh Divino Corazón, manantial de amor y de bondad: ¿cómo podríais olvidaros de vuestra misericordia condenando a la eterna privación de vuestro amor, a un corazón que no quiere vivir más que para amaros y no respirar ni aspirar más que a este amor, en el tiempo y en la eternidad?

Escuchad, pues, oh amabilísimo Corazón de mi Señor Jesucristo, el ruego que os hago y la petición que os presento en mi favor, por más indigna y miserable pecadora que sea, pidiéndoos mi verdadera conversión. Detesto lo pasado con tanto horror, que escogería antes verme abismada en el infierno, que volver a reincidir en lo porvenir; y si queréis condenarme a las llamas, que sea únicamente a las de vuestro puro amor.

Abismadme en ese horno ardiente, en castigo de todas mis perfidias. Y si acaso alguna vez os incitara el exceso de vuestra bondad a concederme alguna gracia, no os pediría otra sino este dulce suplicio de amor. Mas haced, os lo ruego, que me consuma en él para transformarme en Vos. Y para vengaros de mi falta de amor por haberme amado desordenadamente a mí misma, atravesad y traspasad mil y mil veces mi corazón ingrato con el dardo de vuestro puro amor y esto de suerte que no pueda contener y a nada terreno ni humano, sino la única plenitud

de vuestro puro amor, que no me deje otra libertad que la de amaros padeciendo y cumpliendo, en todo, vuestra santa voluntad.

Éstas son las gracias que os pido, oh Sagrado y amabilísimo Corazón, y las que os ruego me concedáis a mí y a todos los corazones capaces de amaros, para los cuales os pido morir en este mismo amor. Amén.

XX

Unión a Jesús inmolado

Oh mi dulce Jesús, único amor de mi corazón, dulce suplicio de mi alma y martirio agradable de mi carne y de mi cuerpo: la única gracia que os pido, para honrar vuestro estado de hostia en el Santísimo Sacramento, es vivir y morir como víctima de vuestro Sagrado Corazón, por un amargo disgusto de todo lo que no seáis vos. Víctima de vuestra alma santísima por todas las angustias de que la mía es capaz; víctima de vuestro cuerpo por la abstención de todo lo que pueda regalar el mío, para aborrecer esta mi carne maldita y criminal.

XXI

Acto de amor al Sagrado Corazón

¡Oh amorosísimo Corazón de mi único amor, Jesús! Ya que no puedo amaros, honraros y glorificaros, según la medida del deseo que me inspiráis, invito al Cielo y a la tierra a hacerlo por mí, y me uno a esos abrasados Serafines para amaros.

¡Oh Corazón todo encendido en amor!, ¿por qué no inflamáis el Cielo y la tierra en vuestras más puras llamas, para consumir en ellas todo lo que encierran, a fin de que todas las criaturas no respiren más que vuestro amor? Concededme o morir o sufrir; o que al menos todo mi ser cambie en corazón para amaros, consumiéndome en vuestros más vivos ardores.

¡Oh fuego divino, oh llamas tan puras del Corazón de mi único amor, Jesús!, abrasadme sin compasión, consumidme sin resistencia. Ay, ¿por qué me perdonáis, puesto que no merezco sino el fuego y no soy buena más que para arder? Oh amor del Cielo y de la tierra, ¡venid, venid a mi corazón para reducirme a cenizas! Oh fuego devorador de la Divinidad, ¡venid, abalanzaos sobre mí! Abrasadme, consumidme en medio de vuestras más vivas llamas, que hacen vivir a los que en ellas mueren. Así sea.

XXII

Oración de amor al Sagrado Corazón

¡Oh Corazón que estáis abrasado y vivís de amor!, oh santuario de la Divinidad, templo de la soberana Majestad, altar de la divina Caridad, Corazón que ardéis en amor a Dios y a mí: os adoro, os amo y con profundo respeto me derrito de amor delante de Vos. Me uno a vuestras santas disposiciones; quiero, sí, quiero, arder con vuestro fuego y vivir de vuestra vida.

¡Qué alegría siento al veros feliz y dichoso! ¡Cuánta parte tomo en vuestras gracias, en vuestros dolores y en vuestra gloria, y de qué buena gana moriría y sufriría, antes que desagradaros! Oh Corazón mío, no más obrar sino movido por el Corazón sacratísimo de Jesús; es necesario expirar en silencio delante de Él, a todo lo que es humano y natural.

Oh Corazón divino, me uno a Vos y me pierdo en Vos. No quiero vivir más que de Vos, por Vos y para Vos. Mi única ocupación será permanecer en respetuoso silencio y anonadada ante Vos como una lámpara encendida que se consume delante del Santísimo Sacramento. ¡Amar, sufrir y morir! Amén.

XXIII

Oración de adoración al Santísimo Sacramento

Oh mi Señor y mi Dios Jesucristo: creo que estáis real y verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento del altar; recibid este acto de mi más profunda adoración para suplir al deseo que tendría de adoraros (si me fuera posible) sin cesar, y en acción de gracias por los afectos de amor que vuestro Sagrado Corazón siente para conmigo.

No puedo reconocerlos mejor que ofreciéndoos todos los actos de adoración, de resignación, paciencia y amor que ese mismo Corazón ha hecho durante su vida mortal, y que hace aún y hará eternamente en el Cielo, a fin de amaros, alabaros y adoraros dignamente por Él, tanto cuanto me sea posible. Me uno a esta ofrenda divina que hacéis a vuestro Eterno Padre; os consagro todo mi ser, y os ruego que destruyáis en mí el pecado y no permitáis que me separe de Vos eternamente. Amén.

XXIV

Breve consagración al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo

Yo, N …N …, doy y consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo mi persona y mi vida, mis acciones; trabajos y sufrimientos, para no servirme ya de ninguna parte de mi ser sino para honrarle, amarle y glorificarle. Esta es mi voluntad irrevocable: ser toda suya y hacerlo todo por su amor, renunciando de todo corazón a cuanto pudiera desagradarle. Os elijo, pues, ¡oh Sagrado Corazón!, por el único objeto de mi amor, protector de mi vida, garantía de mi salvación, remedio de mi fragilidad y de mi inconstancia, reparador de todas las faltas de mi vida y mi asilo seguro a la hora de mi muerte.

Sed, pues, ¡oh bondadoso Corazón!, mi justificación para con Dios Padre y apartad de mí los rayos de su justa cólera. ¡Oh amoroso Corazón!, pongo toda mi confianza en Vos, porque aunque todo lo temo de mi malicia y debilidad, todo lo espero de vuestra bondad. Consumid, pues, en mí todo lo que os pueda desagradar o resistir. Que vuestro puro amor se imprima en lo íntimo de mi corazón de tal modo que jamás pueda olvidaros, ni verme separada de Vos. Os suplico por todas vuestras bondades que mi nombre esté escrito en Vos, porque quiero hacer consistir toda mi felicidad y mi gloria en vivir y morir en calidad de esclava vuestra.

XXV

Oración al Sagrado Corazón de N. S. Jesucristo

Desde el profundo abismo de mi nada, me postro ante Vos, oh sacratísimo, divino y adorable Corazón de Jesús, para rendiros todos los homenajes de amor, alabanza y adoración de que soy capaz y para presentaros mis necesidades, tanto espirituales como temporales. Os descubro, como a mi mejor amigo, todas mis miserias, mi pobreza, mis desnudeces, mi flaqueza, mi pusilanimidad; en fin, todas las llagas y úlceras de mi alma, y os suplico que tengáis compasión de mí y me socorráis según la grandeza de vuestra misericordia, que tiene por trono mi extremada miseria.

Oh Corazón bondadosísimo, no tengo más esperanza que Vos; salvadme, os ruego, por lo que más eficazmente pueda moveros a concederme este favor a mí y a todos aquellos que se encuentran en el mismo peligro de su salvación. ¡Ay!, no permitáis que perezca en el diluvio de mis iniquidades; y con tal de que os ame eternamente, haced, por lo demás, cuanto os plazca de mí y en mí. Acordaos que sois todopoderoso, no defraudéis mis esperanzas y acceded a la petición que os hago ahora en favor de esas personas afligidas por la enfermedad o por cualquiera otra necesidad. Inclinaos, oh Corazón de amor, a mi humilde oración, por la cual os pido mi salvación y la de todos mis parientes y amigos y el alivio de las almas del Purgatorio, sobre todo de las más desamparadas.

Os pido también, oh Divino Corazón, por los méritos de esas almas pacientes, el don de oración y la gracia de no separarme nunca de Vos y de vivir y morir como verdadera hija de la Visitación e indigna esclava de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, a los cuales suplico con todo mi corazón me fortalezcan en mi actual resolución, etc..

XXVI

Elevación al Sagrado Corazón de Jesús

Yo os adoro, os amo, os alabo, os pido favor, os doy gracias, os invoco y me entrego confiadamente a Vos, oh santísimo y adorabilísimo Corazón de mi Señor y Salvador Jesucristo. Vos os sometisteis, por la salvación de todos nosotros, a los rigores de la divina justicia y aceptasteis voluntariamente un nacimiento acompañado de pobreza, dolor y desprecio, una vida llena de trabajos y contradicciones y beneficiosa para todos, y una muerte llena de oprobios, de confusión y dolor. Más aún; por amor de los que quieran salvarse por los efectos de vuestra divina caridad estáis con nosotros hasta la consumación de los siglos en el Santísimo Sacramento del altar.

Oración al Sagrado Corazón de Jesús, en toda suerte de necesidades.

Desde el profundo abismo de mi nada, me postro ante Vos, ¡oh Sacratísimo y Divino Corazón de Jesús!, para rendiros todos los homenajes de amor, adoración y alabanza de que soy capaz y para ofreceros todas mis necesidades y para descubriros confiadamente, como a mi mejor amigo, mis miserias, mi pobreza, mi desnudez, mis flaquezas, tibiezas y cobardías; en fin, todas las llagas de mi alma. Os suplico tengáis piedad y compasión de mí y me socorráis según la grandeza de vuestras misericordias. Oh caritativo Corazón, salvadme, os lo ruego, por lo que más eficazmente os pueda mover a concederme esta gracia final, a mí y a todos aquellos que se encuentran en el mismo peligro de su salvación.

¡Ay!, oh Corazón divino, no me dejéis perecer en el diluvio de mis iniquidades. Con tal de que yo os ame eternamente, haced libremente lo que os plazca de mí. En Vos he puesto mi confianza. Os llamo y os invoco como a soberano remedio de todos mis males, de los cuales el mayor es el pecado. Destruidlo en mí y perdonadme todos los que he cometido; de todos me arrepiento de todo corazón, y os pido perdón. Hacedme, pues, sentir, ¡oh amable Corazón!, vuestro soberano poder, así como a todos los corazones capaces de vuestro amor; a mis parientes y amigos y a todas las personas que se han encomendado a mis oraciones o que ruegan por mí y por las que tengo especial obligación. Asistidlas, os lo ruego, en sus necesidades, oh Corazón lleno de caridad, ablandad los corazones endurecidos y aliviad a las almas del Purgatorio; sed asilo seguro de las que están en agonía y el consuelo de todos los afligidos y necesitados. En fin, ¡oh Corazón de amor!, sedme mi todo en todas las cosas; pero, sobre todo, sed, a la hora de la muerte, el refugio seguro de mi alma atemorizada. En aquel momento, recibidla en el seno de vuestra misericordia. Amén.

Cumplid, oh adorabilísimo Corazón de Jesús, vuestra voluntad en este mi pobre y miserable corazón que os dedico y consagro para siempre. Haced que viva él en los sentimientos de amor y gratitud que os debe; que no respire en todo y por todo más que vuestro honor y gloria, a fin de que expire con los sentimientos de una perfecta contrición. Amén.

XXVII

Acto de adoración al Sagrado Corazón

Yo adoro ahora y con toda la fuerza de mi corazón vuestra soberana majestad, oh sacratísimo, divino y adorable Corazón de Jesús, a quien quiero temer y respetar con un continuo cuidado de no volver a ofenderos, porque sois infinitamente bueno.

Oh Santísimo Corazón, yo os amo y quiero amaros soberanamente sobre todas las cosas, con todas mis fuerzas y facultades. Detesto todo pecado mortal y los veniales deliberados. Espero que siendo toda vuestra, puesto que nos habéis dado a luz con tantos dolores en la Cruz, tendréis compasión de nuestras debilidades y miserias, y no permitiréis que nos perdamos.

Me ofrezco, por lo tanto, a Vos, oh Corazón de amor, con intención de que todo mi ser, mi vida y mis sufrimientos, me sirvan para amaros, honraros y glorificaros en el tiempo y en la eternidad.

Os amo, oh Corazón amabilísimo, como a mi soberano Bien, mi dicha toda y toda mi alegría, único digno del amor de todos los corazones. ¡Ojalá se redujese a cenizas mi pobre corazón, por el ardor y la vehemencia de este amor! Impulsada por él renuevo ahora con toda mi alma todos los ofrecimientos que os he hecho de mí misma. Libradme de hacer nada que os desagrade y obligue a hacer lo que más os plazca.

Oh Corazón manantial del puro amor: ¿por qué no soy toda corazón para amaros y todo espíritu para adoraros? Incapacitadme, si os place, para no amar sino a Vos, en Vos, por Vos y para Vos. Que no tenga yo memoria sino para acordarme de Vos, ni entendimiento sino para conoceros, ni voluntad y afecto sino para amaros, ni lengua sino para alabaros, ni ojos sino para miraros, ni manos sino para serviros, ni pies sino para buscaros, a fin de que pueda amaros un día sin temor de perderos en la eternidad bienaventurada. Amén.

XXVIII

Convenio para hacerlo todo por amor y por obediencia

Movida por el ardiente deseo que tengo de ser una buena religiosa, os pido, oh mi dulce Jesús, que me hagáis enteramente conforme a esa vida de muerte con respecto a los sentidos que lleváis en el Santísimo Sacramento; en él os hacéis obediente hasta la muerte, de una manera mística, a la sencilla voz del sacerdote, bueno o malo. Haced, pues, Salvador mío, que para honrar vuestra obediencia y vuestro anonadamiento, llegue a ser humilde y obediente, según toda la extensión de la perfección señalada en nuestras santas Constituciones.

Por Vos, ¡oh Jesús!, sacrifico sin reserva mi libertad y propia voluntad a la vuestra santísima; y desaprobándolas de todo corazón, renuncio y detesto todas las intenciones, repugnancias, disgustos y murmuraciones que, apoyándose en mi orgulloso amor propio, me puedan sugerir aquéllas en todo lo que me ordenen o prohíban.

He aquí el pacto, oh mi Divino Jesús, que mi corazón hace con el vuestro sagrado: Hacerlo todo por amor y por obediencia, y querer vivir y morir en este ejercicio, en el cual comprendo todo lo que es necesario para mi perfección. Os suplico que toméis posesión de mi corazón y de todo lo que pueda glorificaros en mí, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

XXIX

Pacto con el Sagrado Corazón de Jesús

¡Oh divinísimo, adorabilísimo y todo amable Corazón de Jesús!, heme aquí humildemente postrada ante Vos para adoraros, alabaros, bendeciros y glorificaros, y para reconocer vuestros soberanos derechos sobre mí. Confieso y reconozco que soy vuestra esclava, y renuevo mis protestas de amor y fidelidad para con Vos.

¡Oh Corazón santísimo!, recibidme, puesto que soy y quiero ser toda vuestra, a pesar de toda la oposición que mis enemigos puedan suscitar. No me rechacéis, sino reconoced lo que os pertenece, recibidlo y defendedlo. Sostened mi debilidad en el ardiente deseo que tengo de amaros y agradaros. Dadme, si os place, las gracias necesarias para realizar perfectamente este deseo y para orar, obrar y sufrir en la pureza de vuestro amor.

¡Oh Corazón Sagrado!, yo me doy y consagro toda a Vos: mi corazón, mi entendimiento, mi memoria y mi voluntad, a fin de que todo lo que haga y sufra sea por vuestro amor y gloria; que todo lo que vea y oiga me lleve a amaros; que todas mis palabras sean otros tantos actos de adoración, de amor y de alabanza a vuestra soberana majestad y que los movimientos de mis labios sean también otros tantos actos de contrición de todos los pecados que he cometido y de todo el bien que he omitido.

También os pido, oh amoroso Corazón, que consiga atraeros a mí, tantas veces como aspiro el aire para respirar; y que cuantas veces respire os ofrezca al Eterno Padre para pagarle todo lo que le debo. Haced, ¡oh Sagrado Corazón!, que todas las palpitaciones y latidos de mi corazón y de mis pulmones sean otras tantas acciones de gracias y señales de gratitud por todos los dones y favores que me habéis hecho y que habéis tenido intención de hacerme.

Quitad, pues, si os place, todos los impedimentos (para, vuestro puro amor), pues renuncio y desapruebo todos los movimientos de orgullo y de amor propio, y todo lo que me impide amaros perfectamente y serviros fielmente.

Oh Corazón lleno de bondad, escuchadme y atendedme. Oh Corazón Sagrado, de quien soy, de quien dependo y por quien vivo: inflamadme, ocupadme y transformadme toda en Vos. Haced que todos los pasos que dé sean para llegar a Vos; y que todos mis movimientos y acciones sean para unirme con Vos. Protesto que querría antes sufrir mil muertes que separarme de Vos o seros infiel.

Aceptad, pues, este pacto que hago con Vos, ¡oh Corazón divino y adorable! Deseo renovarlo con todas las protestas de mi fidelidad tantas veces cuantas abra los ojos, o cuantas me ponga la mano sobre este mi corazón, que no quiero vivir, respirar y aspirar más que a amaros. Daos todo a mí y hacedme toda vuestra. Hacedme conocer y evitar todo lo que pueda desagradaros.

Protesto mil veces que si conociera alguna otra manera de juntarme, darme y unirme a Vos, la abrazaría, aun con riesgo de mi vida. Fortaleced y sostened las resoluciones y todos los buenos deseos que me dais, oh Sagrado Corazón, de amaros y agradaros. Y haced que surtan todos los buenos efectos que al dármelos pretendéis. Amén.

D. S. B.